lunes, 30 de diciembre de 2024

Cantabria (IX), Diciembre 2024

Una vez más, de vuelta a casa por Navidad. Pero este año fue diferente, fueron la primeras navidades que mamá no estaba. Ya nada será lo mismo. Si, escucho eso que dicen que no la vemos pero está a nuestro lado. No lo creo, la muerte, para mí, es el final. Eso sí, siempre la llevaré en mi recuerdo. 




23/12/24


Así me subo al coche, pensando en los próximos días. Pongo la radio y veo pasar kilómetros. 845 desde mi casa murciana a mi casa santanderina. Noto el paso de los años, en lo que me cuesta cada vez más hacer el viaje. Lo que antes casi era un divertimento ahora es casi un sufrimiento. La parte positiva, que como lo he hecho tantas veces, casi conduzco como un autómata. 


Poco después de llegar a Los Corrales de Buelna, a unos 40 kms de Santander, me salgo por la salida de Barros para ir a Hijas, a su cementerio, donde reposan sus cenizas. Hablo con ella, le pongo música, lloro un poco y me despido.





Llego a Santander. Papá está mayor, 92 años, este año ha sido muy duro para él tras casi 70 años, lo afronta solo por primera vez. Por que los hijos no somos los compañeros de viaje, somos, son, el fruto del amor entre dos personas. Que tristeza más grande pero hay que seguir, esto no para, seguiré adelante con esa pena.


Tras llegar a casa, un rato de descanso y hablar con Papá y mi hermana Techu, salgo a pasear para estirar las piernas, entumecidas de tantas horas conduciendo. Bajé al centro, a ver las luces navideñas, escuchar la música, pasear por aquellas calles de mi niñez. Me notaba extraño. Si, estaba solo, sin Inmaculada y mis niñas. Santander y mi familia es el lugar al que siempre volveré, pero hacerlo solo no es lo mismo, aunque tampoco teníamos opción, el otro abuelo también necesita compañía.




De vuelta a casa, cena y pronto a la cama, reventado del viaje. 


24/12/24


Amanece que no es poco. Poco después de las seis de la mañana, desayuno té con bizcocho, la ropa deportiva y al coche. Primera ruta, la Senda Fluvial del Nansa.




Noto mucho el desfase horario del amanecer, hasta más de las 08:15 no amanece del todo y en muchos casos, con la niebla, parece que no amanece hasta mediodía. Me eché gominolas y un pequeño bocata de chorizo de Pamplona, mis geles e hidratos para quemar mientras corro.


Carretera de Oviedo hasta la salida de Pesués, para llegar a Muñorrodero. Pasado el pueblo, una pequeña salida, un puente, y el comienzo de una senda que va paralela al curso del río Nansa, que bajaba cargado de más.






Mucho fresco, mucha humedad, la senda en muchos momentos era un camino de poco más de un metro de ancho, con barro, agua y hojas. Es mágica. Esperaba ver aparecer alguna Anjana sentada en algún pilón o peor, el Ojáncano corriendo tras de mi. La senda es de ida y vuelta, no circular, con dos tramos, desde Muñorrodero a Camijanes, y, de Camijanes a Cades.






El primer tramo, con algún puente, algún recodo complicado y agua que me obligó a meter los pies en el rio, está al alcance de cualquiera con un poco de buena forma. Llano, cuevas, recovecos, fotos. El segundo tramo, tras salir a la carretera y cambiar de orilla, es mucho más complicado, sube y baja, tramos con cadenas para evitar resbalones o caídas. Cuando llegué a Cades, ni me lo pensé, foto y de vuelta por el mismo camino. Casi 4 horas, con 26 kms de ruta.






Reventado, llegué a comer. Por la tarde, me quedé en casa, escuché a mi padre cuando quiso contarme lo que tuviera dentro que compartir. A la hora de la cena, con mi padre, mis hermanas Techu y Marta, mi sobrina Neni y mi cuñado Didier, recordamos a la abuela. No estaba, por primera vez en 56 años, mamá no estaba. 




25/12/24


Dormí largo y tendido. Me levanté a desayunar con Techu y salí a pasear por la ciudad. Era un día luminoso, fresco, brillante.





La comida, igual que la noche de nochebuena, mamá estaba presente, algunas lágrimas se soltaron, miraba las fotos. 



Hicimos sobremesa, vimos películas, leímos la prensa, un libro. Prueba superada.


26/12/24


Segundo madrugón. Tremenda niebla en la carretera, destino, Bárcena de Pie de Concha, que efectivamente se llama así. Concha es otro nombre para denominar a la calzada romana que atravesaba el valle, de la que quedan unos cuantos metros de recorrido saliendo del pueblo. Pie, que lo pisaban.

Carretera de Palencia, salida de Arenas de Iguña.




Tremendo frío. Tres mangas. Me puse a escuchar los podcast de El Orden Mundial, muy recomendables. La pista forestal a la salida del pueblo. Tras un rato de subida, superé la niebla y disfruté del mar de nubes camino del Pico Jano. Muy fuerte últimamente, recorrí el camino de 12 kms, hasta más de los 1200 metros de altitud, con un vista espectacular. El mar de nubes hacia el mar, el embalse de Alsa, al otro. Llegando a la cumbre, ví subir a otro corredor. Ya arriba le dije si quería que le hiciera alguna foto. Hablamos. Me contó que estaba preparándose para la Transcanaria, en febrero, que ese día iba  a entrenar 70 kms. Que disparate. Si entrena 70 kms, que deja para la carrera, pero claro, 27 años tenía el mozo.








Bajé por la otra vertiente del Pico Jano, a orillas del Embalse de Alsa, vigilado por vacas y caballos. La bajada larga larguísima. Otras 4 horas de ruta y otros 27 kms. 





Ya de vuelta en Bárcena de Pie de Concha, me acerqué a ver la iglesia de San Cosme y San Damián, en su origen del siglo XII, con reformas posteriores, la han desgraciado con una placa de los años de la dictadura, dedicada al fascista de Primo de Ribera y otros acólitos. Venga, luego el evento eclesial a negar sus preferencias sociopolíticas. No con mi dinero.




En casa a comer, por la tarde salí a dar otra vuelta por la ciudad. Pero enseguida me volví, la paliza de la mañana no me dejaba ni andar.




27/12/24


Ultimo madrugón. Hoy a Cabuérniga, para subir al puerto de Palombera, donde tantas veces fui de pequeño con mis padres, a tirarme con el trineo, a hacer muñecos de nieve, cuantos recuerdos.

Carretera hasta Cabezón de la Sal, entrada al valle y parada en Entrambasaguas.




Dejé el coche en el km 20 del Valle de Cabuérniga y empecé la subida. Tras las palizas anteriores, pensé que no podría, pero cuanto más se entrena, mejor, subí sin dificultad. En el km 24, tras el balcón de la Cardosa, cogí la pista forestal de Ozcaba.





Cada día mejor que el anterior. 10 kms de subida entre árboles, puentes, retazos de nieve, riachuelos y muchos pájaros que me saludaban. Llegando a la cumbre en el Pico de Fuentes, con su cruz, empecé a divisar la boina de niebla. 




Cercano al alto de Palombera, me vi rodeado por una niebla muy densa, gélida, y yo en pantalón corto. Fueron 4 kms de correr rápido para evitar la congelación. Me crucé con varios andarines bien pertrechados de abrigos que me saludaban anonadados. Tras coronar, 8 kms de bajada a toda pastilla para huir del frio.




Tiritando, me metí en el coche, de vuelta a Santander, tras otros 26 kms, pero esta vez, en 3:40 horas. Vamos mejorando.


Comimos en familia, tarde juntos, preparé la maleta. Al día siguiente, 28/12, de vuelta a casa. 


Cada viaje me queda esa doble sensación, ambivalente, de lo que amo mi patria cántabra, como echo de menos mi ciudad, como me gustaría poder tener a mi familia cántabra mas cerca, pero también, como echo de menos a mi tres amores murcianicas.


Me voy, volveré una y otra vez. Te quiero mamá. Feliz 2025 para todos.










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