martes, 29 de septiembre de 2015

Ultra Trail Bosques del Sur 2015



Lugar:  Sierras de Cazorla, Segura y las Villas en la provincia de Jaén.

Hora y Sitio de Salida: 08:00 del sábado 26 de septiembre de 2015 desde la iglesia de Santa María, en el pueblo de Cazorla.

Tiempo máximo: 28 horas hasta las 12:00 horas del domingo 27 de septiembre de 2015.

Distancia y desnivel: 125 kms con 8.000 metros de desnivel acumulado, 4.000 metros tanto positivos como negativos.

Cotas: Máxima de 1.775 metros. Mínima de 652 metros.





Número total de inscritos: 241                                Mi dorsal: 236

Finalizaron: 141                                              

Primer Clasificado: Joan Marc Falcó en 13:14:00

Mi clasificación: Puesto 94 en 22:41:59




Me hago mayor. Mis hijas dirán viejo. Mi medio pomelo dirá ¿maduro?. Lo voy notando delante de quién nunca me miente, mi espejo. Cada vez veo y oigo menos, mas entradas, mas arrugas. Son cosas de la edad (¡jajajajá¡). Y no se puede luchar contra eso. Intento cumplir con el sabio consejo de mi abuelo Faustino. Disfruto de cada momento como si fuera el último.



Me niego a llevar una vida enganchado a un mando de televisión o a una barra de un bar. Y no me interpretéis mal. No lo critico. Cada cual debe hacer de su capa un sayo. Solo quisiera creer que lo hacen desde el convencimiento. ¿Quién soy yo para valorar mejor o peor a los demás?.


Trabajo para vivir. No me disgusta mi trabajo, al contrario. Pero lo hago por motivos monetarios. Soy un mero mercenario. Me pagan y ya está. El resto de mi tiempo quiero llenarlo de sentido, quiero tener la seguridad de haber vivido.


Me encanta mi mujer, adoro a mis hijas, quiero a mi familia, disfruto leyendo y viajando lo que mi breve peculio me permite. Y tengo pasión por correr. Quizás algo enfermiza, no lo niego, pero me está aportando unas experiencias para recordar y compartir.


Participo en pruebas concretas. No me apunto a muchas. Además de por tiempo y dinero por que al final tan malo es el defecto como el exceso.


Este año ya hice dos ultramaratones, en Valencia y Cartagena. La maratón de Barcelona. Y varias carreras mas cortas. Seis en total.


El sábado 26 tocó turno para la Ultra Trail de los Bosques del Sur. Segunda edición. Fue el impagable Ramón Iborra (al que tenemos en el dique seco por una lesión pero que mas pronto que tarda estará dando saltos por esos montes...¡¡¡asakoooo¡¡¡), el que me la recomendó pese a que él no pudo hacerla el año anterior.


La aventura empezó el viernes con el viaje hacia el pueblo de Cazorla. Y como siempre, y van ya varias ocasiones, la expedición a esta nueva ultramaratón contaba con unos compañeros de lujo.


Pepe, Fernando, Salva y Richy. Quizás no somos los mejores corredores pero sin ellos estas carreras no serían lo mismo. Si a ellos sumas la calidad humana de Fausto, grupo redondo (no, Fausto, no lo digo por tu tripa). Y si Fausto viene con su amigo Jesús, regalo añadido.





Tras un viaje en coche con varias incidencias y dejar las cosas en el hotel, dimos un paseo hasta la zona de dorsales. Precioso pueblo Cazorla. Mucha cuesta pero ideal para un fin de semana de reposo en familia.





Vemos a grupos de atletas paseando, todos conjuntados. De arriba a abajo. No se sabe si también por dentro. Nos miramos. Nuestro grupo cada cual va con una indumentaria distinta. Estaba claro que equipo somos. ¡¡¡Macedonia¡¡¡. Todos mezclados. Y Macedonia fue el grito de guerra para toda la carrera.





5:50 suena el despertador. Y comienza la liturgia de las grandes ocasiones.


Mochilas preparadas. Me visto por los pies. Literal. Unto los pies de vaselina para evitar las ampollas en lo posible. De ahí para arriba hasta ponerme mi camiseta con el lábaro, símbolo de mi patria cántabra. Dicen que las personas no son de donde nacen, si no de donde pacen. Será para los demás. Cantabria para mí siempre será mi casa. Le debo mi vida actual a Murcia, donde encontré el amor, mi familia y buenos amigos. Pero Cantabria será por siempre mi tierruca, el lugar adonde volver.  





Tras recoger y colgarme el dorsal, llega el momento que llevaba meses entrenando. Cinco meses desde la última gran prueba. Cientos, miles de kilómetros de entrenamientos por carreteras, montes y playas. Si con las palizas que me he metido el primero me ha sacado mas de nueve horas una de dos, o yo soy un patán o ellos uno superdotados. Algo habrá de cada caso.


¿Nervios?. No, no es país para nervios. Y en esta ocasión ni ansia. Reconozco que no sentía nada en especial. Solo que era lo que tocaba en ese momento y ya está.


Nos deseamos suerte mutuamente. Soy poco dado a las efusiones. Es siempre Richy el que pone el punto emotivo. Y uno a uno nos va dando la mano. Será por que es el mas joven, no sé. Al menos sí el mas motivado.





Suena el pistoletazo de salida. Echamos a correr. Ya no hay vuelta atrás.


Atravesamos las calles de Cazorla, iniciando la  bajada camino del sendero del río Cerezuelo. Frondoso es decir poco. Ya al comienzo de la prueba el entorno es espectacular. Nos esperaba un primer tramo exigente de 1.000 metros de ascensión continuada en 10 kms.


Agua prístina en el río. Ambiente bucólico. Vamos lo que en román paladino se dice, ¡¡una pasada¡¡.


Puentes de madera para superar los desniveles. Recodos con pozas para un baño refrescante. Unos dos kilómetros de ligera ascensión que se pasó muy rápido. Cuando volvimos 22 horas después por allí la sensación fue muy distinta.





Todos felices y contentos en el pelotón especialmente los macedonios que no dejábamos de hablar y reír. Dada la estrechez del sendero nos dividimos en dos grupos que al alcanzar la ermita de San Sebastián nos reagrupamos salvo Jesús que va solo por delante.


Entre pistas forestales continuamos la ascensión al Puerto del Gilillo a 1.751 metros de altitud. Sin ser una relieve muy duro el esfuerzo empieza a marcar diferencias. Adecuamos nuestro ritmo no tan solo a nuestras piernas si no también a la distancia final. Dosificar es el secreto.


Voy con Salva y Fernando por delante. Pepe, Richy y Fausto van a unos 250 metros. Nos preocupa Fausto que se lesionó hace unos días, pero, pese a todos sus dolores, no se rindió y terminó.


Y por aquellas veredas pedregosas empieza una discursión recurrente con Salva, siendo Fernando el moderador. Política. Pero en esta ocasión con el invento de la guillotina por medio. No diré yo que no. Durante mas de media hora "arreglamos" el país, entre los pepones, sociolistos, ciuta...ciuda..nanos o como sea, ¿podremos? y demás, como buenos criticones, no dejamos títere con cabeza. Y para postre, mi necesidad de mandar al paro a Fliper y Tirizia. 


Coronamos el puerto del Gilillo. Soleado, temperatura ideal para correr y unas vistas impresionantes. Sabía de la buena opinión de mucha gente de estas sierras jienenses pero hasta que no lo ves in situ no puedes dar fe de algo tan espectacular.




Reagrupamiento. Empieza la bajada y me pongo en cabeza. No sé si es manía mía ir el primero o es que me dejan para ver si hago una de mis caídas habituales. No ha lugar por esta vez.


Bajamos trotando a buen ritmo, de hecho, rebasamos a muchos compañeros de la prueba. En un momento dado comprobamos que Fausto y Richy se vuelven a quedar. Quisimos pensar que en el momento de rebasar a algún otro corredor se quedaron cortados, no que algo iba mal. La bajada es larga y en algunos tramos exigente, pero sin más contratiempos, llegamos al primer avituallamiento en el Parador de Cazorla El Adelantado, que aparece de la nada en el km 16.





Piscina y un césped perfectamente cortado. Tan embobado iba que me equivoqué de camino y casi me meto a sus dependencias.


Recargamos agua. Y empieza el banquete diario. Naranja, plátano, emparedados y agua, mucha agua. No diré que eran malos los avituallamientos pero sí algo monótonos por lo repetitivo del alimento, faltos de una auténtica comida contundente para la dura prueba a la que estuvimos sometidos y con algunos tramos excesivamente largos sin nada con que alimentarse.


La organización fue extremadamente rigurosa en el cumplimiento de la normativa. Seguro que hicieron bien por nuestra seguridad. Pero entre 70 y 100 euros por corredor, la inversión en alimento durante toda la prueba fue insuficiente a todas luces.


Tras casi 10 minutos ni Fausto ni Richy aparecen. Peligro. Algo pasa.


En efecto, tras 15 minutos llegan y Fausto nos confirma que le duele la pierna. No puede correr cuesta abajo. Se impregna con una crema para el dolor y salimos juntos. Enseguida se queda descolgado. Fausto y Richy definitivamente se quedan atrás. Les volveremos a ver en meta cuando coronen su hazaña en 26 hora. ¡Bravos¡.


La vida sigue. Quedamos Salva, Fernando, Pepe y yo. Continuamos la bajada por el valle del Guadalquivir con el murmullo del río como fondo....¡¡¡y el traqueteo de la taza de Pepe que llevaba colgada para beber en los avituallamientos¡¡¡.


Y aquí empiezan mis dudas. Las que últimamente me acompañan en todas las grandes pruebas. Voy bien físicamente pero algo dentro de mi grita que no, que no quiere sufrir hoy, que no tiene ganas de más. ¡¡Pero si acabo de empezar¡¡¡. Al igual que aquellos dibujos animados de mi infancia veo ante mí la lucha entre mi yo ángel y mi yo demonio. Cada uno a su matraca. Sigo corriendo, pero sin fuste, sin alegría. Sufriendo cuando todavía no era la hora.


Me callo. Mal síntoma. Oigo a los demás contar sus historias. No presto atención. Estoy en mi lucha sicológica. Espero que mi momento zen no tarde en llegar.


Atravesamos el Puente de las Herrerías que lleva allí más de 500 años viendo pasar el río a sus pies. No somos nada y lo sabemos. La poza invita al baño, Pero con lo fría que está el agua, hoy no. Mañana.




Vamos camino del segundo avituallamiento en el km 33 en Navas de San Pedro. Desfondado moralmente. Me aterroriza pensar que voy hundido y todavía me quedaban 92 kms por delante. Es un terreno quebrado pero con pista forestal amplia, eso sí, plagada de coches como Madrid en hora punta. Mucho hablar de ecología y de actividad económica sostenible pero ¿alguien me puede decir el daño que tanto humo de tubo de escape hace en aquellos parajes?. Al final, todo es dinero, lo demás, palabrería.


Bajamos una pequeña cuesta al avituallamiento y mas de lo mismo. No tienen chispa de la vida. Así que no nos quedó otra que ir a comprarla al bar. Y es que es pura magia. Soy antiestadounidense hasta la médula. Para mi EEUU representa todo lo contrario a mis creencias. Desde el imperialismo hasta la soberbia del inculto, pasando por la suficiencia de una sociedad que tan solo se basa en el culto al dólar. Pero, zagales, la chispa de la vida ¡¡¡vaya invento¡¡¡. Una lata y a correr.


Salimos los cuatro, a nuestro trotecillo que mantuvimos muchos kilómetros. Salva se puso melancólico y nos ponía cándida mirada. Se abrazó al árbol mas próximo. No sé si se dieron los teléfonos. En próxima crónicas, informo.





Sobre el km 40 vimos bajar un todoterreno y desde dentro una voz amiga. Juanfran, aquejado por dolores en el lateral (así lo entendí yo, pero como de anatomía sé lo que sé) había decido abandonar para no acabar lesionado para varios meses.


Esto nos demuestra que vamos sobre arenas movedizas. Por mucho que entrenes y te alimentes bien, en cualquier momento un tendón, un músculo o un hueso te da el alto y adiós a tu aventura.


Seguimos corriendo. El paisaje es, creo que ya lo he dicho, ¿espectacular?. Voy a tener que pasarle minuta de mis gastos a la Diputación de Jaén por toda esta propaganda. Rula rulando, a la casa forestal de la Fuente Acero vamos llegando.




Mis dudas permanecen, Empiezo a hacer las cuentas de la vieja. Pero se mire por donde se mire, quedándome 85 kilómetros por delante y ya muy cansado, la cosa no mejora.


Km 41, nuevo avituallamiento en Barrera Lagunas con agua y solo agua. Poca cosa. Encima dos kilómetros después de lo marcado por la organización.


El terreno sigue siendo ondulante pero sin gran dificultad. Cuestas que en cualquier entrenamiento habríamos subido corriendo a buen ritmo las superamos andando o a un leve trote para guardar fuerzas para el final.


Km 48, refugio de Ramblaseca. Pues venga, a comer lo que nos echen. Viendo el refugio siempre me he preguntado si alguien realmente los usa. Este en concreto estaba en muy buen estado.





Empiezo a notar mejoría. No sé si es por los lingotazos de chispa de la vida o por que estoy entrando en el momento zen, pero me encuentro mejor. Bueno, para los que no hayáis leído anteriores ladrillos míos, el momento zen es una expresión de Fernando. Llama así a ese momento de una carrera en la que has superado los miedos, los dolores y las dudas. Te duele todo, pero ya no te importa. Un pié tras otro y hasta el final.


Mediodía. Aprieta el calor. Se me olvidó echarme crema en los labios. Entre el calor de ese momento y el frío nocturno, en el momento en que escribo este relato tengo los labios destrozados. Y para ver pasar kms, otra vez charla política con Salva. Sigo en mis trece, borbones al paro.





Cambio absoluto de paisaje. De los valles con frondoso arbolado bañados por frescos ríos pasamos a un páramo inanimado. De esos lugares donde nunca te gustaría quedarte solo. Asusta solo la vista. Son los Campos de Hernán Perea. Si alguien quiere perderse de la sociedad que vaya por allí. Matojo bajo, mucha piedra, circundado por montes, Desolado.


Vemos a lo lejos la señal inequívoca de tormenta. Lejanos truenos llaman a nuestra puerta. No, no puede ser. Tras el calor, no nos va a tocar también lluvia.


Vaya que si tocó. Durante más de una hora con el chubasquero enfundado, empapado de gélidas gotas y de ocasionales granizos atravesamos tan emblemático paraje. No fue la zona mas bonita, pero sin duda, la que más me impresionó.





Fernando empieza a dar señales de problemas. Pero como siempre calla y sigue. Corrimos mucho por esta zona, al trote, pero muchos kms. Cuantos más mejor. La noche es muy dura.


Punto intermedio. Km 64, avituallamiento de Campo del Espino. ¡Que decepción¡. La primera en la frente, nos hacen una revisión de material que a la postre a Pepe le supuso 30´de penalización por no llevar un pantalón largo. Que no digo que no, pero la exigencia debe ser mutua. Voluntarios, un diez. Encantadores y muy serviciales. Y no solo en este avituallamiento si no en todo el recorrido. Pero tras 64 kms  a 1.775 metros de altura esperaba algo más. Lluvia y mucho frío. Y que todo lo que ofrecieran fuera un toldo para cambiarte de ropa y un bocadillo de jamón con aceite, embutido, chocolate y poco más no es de recibo.


Arroz o pasta. Algo contundente y caliente. Pues nada, ración de lo mismo.


Fernando confirma que no va bien de sus dolores de la cintilla que ya le obligaron a abandonar en la ultra de la fortalezas en abril.


En este punto coincidimos con Jesús, que se tumba de medio lado como queriendo ¿dormir?. Allí le dejamos. Estaría esperando su zen, pero el hecho es que terminó.




Iniciamos la bajada. El frío y la humedad empiezan a remitir. La bajada que nos dicen técnica, no es tal, pero hay que llevar cuidado por que una mala pisada puede llevar al traste con el objetivo final que no es otro que acabar.


A mitad de la bajada del collado de las Banderillas Fernando dice basta. Se para. Nos dice que no puede seguir y que va a abandonar en el próximo avituallamiento del km 75. Intentamos hacerle recapacitar pero cuando toma una decisión no da marcha atrás. Lo que no contó y no quiso reconocer es que quería probarse solo por ver si la cosa mejoraba. Aún así, llegó hasta el km 92 donde finalmente se retiró.





Caballos en mitad del camino. Nos saludan sus dueños. Que bien nos vendría galopar en uno de ellos para dejar atrás tanto sufrir....por gusto. ¿Masoquismo?. Muchas veces lo pienso. ¿Que me lleva a enfrentarme a estos retos?. Y no se responder a ciencia cierta. Es la experiencia, es el camino, es el reto, es la lucha, es la sensación de victoria. Es como una droga. Pero hay que saber tomarla en dósis adecuadas. En el momento que vea que me dirige a mi, en lugar de ser yo quien decida, adiós a estas aventuras. Sin rencores. Solo buenos recuerdos.


Para todo lo demás, ahora y siempre, mi medio pomelo y mis pomelitas.


Larga bajada. Corremos contra el sol. Nos queda poca luz y de noche, salvo que sea terreno favorable, es difícil correr a oscuras. Ya solos Salva, Pepe y yo, llegamos al avituallamiento del 83 en Casa Bonales. Poco que comer, salvo la novedad del membrillo. Azúcar en vena.





Intento conectar con mi casa. Pero como todo el día, sin cobertura, cosa que me agobia para no preocuparles. Que sepas que eres lo mas importante para mi, incluso en estas ocasiones, no dejo de tenerte presente y aunque no sepa demostrártelo, nada tendría sentido sin ti. Sufrí por la incomunicación. Miré la luna y esperé, como en la película, que tu también estuvieras viéndola en ese momento para poder hablar y decirte cuanto te quiero hacer feliz.


Saliendo del km 83 el último tramo realmente "corrible". En el plano parecía casi llano pero puedo asegurar que nada de eso. Terreno rompepiernas, máxime para quien llevaba ya 13 horas de esfuerzo.


El silencio de Pepe es habitual. Es su mundo en las carreras. Sufrió mucho para terminar por unas ampollas enormes en la planta del pié. Pero ni una queja.


Salva, echó testiculitis y en muchos tramos del final tiró de los dos para llevarnos a meta. Mi momento zen estaba intacto, pero mi físico estaba muy deteriorado. Solo quería acabar, terminar, pero no por abandono. Pero es demoledor pensar esto y darte cuenta que te falta otra maratón entera. Ahí es nada, 42 kms más, cuando ya llevaba otras dos maratones desde las ocho de la mañana.


Pongo piloto automático. Me dejo llevar por el son del Guadalquivir que nos mece con su eterno fluir. Pero es que no puedo más. Voy descontando kms, pero descontar sabiendo que te quedan 42, 41, 40....es muy duro.


Segunda parte del plan. Lo que no pueda la cabeza que lo pueda el corazón. Voy a acabar, lo sé. Pero si en ese momento alguien me hubiera dicho con claridad que me quedaban otras 10 horas, le habría dicho que me llevara a mi hotel.


Alcanzamos el avituallamiento "fuerte", según la organización en el inicio de la Torre del Vinagre. ¿Fuerte?. Salvo el caldo caliente era más y más y más de lo mismo. Allí vemos a un alicantino con el que ya habíamos cruzado kms durante el recorrido. Habla, como habla, y no callaba. Que dolor de cabeza.





Las caras de Salva y Pepe son un poema. Me imagino la mía. Pregunto a un voluntario y me dice que tras una subida dura, ya todo es pista.


Debe ser que no lo conocía bien. Cuando salimos del 92, a las 23:15, con 33 kms por delante, nos quedaban, sin nosotros saberlo, 7 horas y media de esfuerzo intenso.





Efectivamente, la subida inicial es corta y dura. Cogemos la senda que nos llevará al refugio de la Zarza, próxima parada. Por que así se viven estas carreras. No se piensa más que en la siguiente parada. No en el final. El final es algo difuso con 125 kms por delante. El objetivo es cubrir etapas. Y cada parada es un oasis de descanso momentáneo en un océano de duro esfuerzo.


La subida hasta la Zarza se hizo eterna. No es dura, pero larga, mas larga que la espera para volver a ver al Rácing en primera.





Ya poco o nada hablamos. Cada uno en su mundo interior. El hartazgo es total. Y empiezas a buscar culpables. En mi caso, siempre la paga la organización, que se le va a hacer. Pero algo de ella tienen.


Km 103, ¿¿solo agua??. Mísero. Ya de madrugada, sobre la una. Con 17 horas en las piernas, y ¿¿solo agua??. Las niñas del avituallamiento encantadoras, pero ¿¿solo agua??,


Bajada al mínimo trote posible. Sabemos que será nuestra última carrera posible. Nos cruzamos varias veces con el alicantino. Unas risas y a seguir. Llegar.


Tic Tac, el reloj del sufrimiento pasa su dolorosa factura.


2;15 de la madrugada. Km 110. Solo quedan 15 kms. Avituallamiento, pues, como los demás. Que ni sí, que si no. Encuentro un alma caritativa que me deja vaselina para mis destrozados pies. Me dieron la vida al evitarme males mayores.


Salimos al camino. Según los voluntarios, una "subidilla". Mucha bajada. Una subida fuerte. Bajar y a meta.


Pues, que me lo creí. Me puse a hacer cuentas y pensé, como mucho, en tres horas allí. Fueron 4:25.


Tras unos cientos de metros por una senda pedregosa que te iba machacando lo poco que te quedaba de fuerzas, empezó la "subidilla". ¡Anda, que ya les vale¡. Si, no era muy larga, pero empinada a más no poder para alcanzar la casa forestal de Prado Redondo. Un erial.






La bajada, por llamarle de alguna forma, fue interminable. Aquí la Organización nos jugó la broma pesada del día. Kms y kms de vereda muy pedregosa que imposibilitaba correr, es más, el riesgo de caída, incluso grave, era muy alto. El gracioso de turno de meta nos dijo que era para "darle emoción". Su panza cervecera delataba que en su vida se ha puesto unos bambos mas que para ir al chiringuito de la playa.


¿Emoción?. Pero quién se cree que corre. La élite, los 10-20 primeros, a lo mejor la compiten. Pero quienes hacen grandes estas carreras son los corredores populares que además de ser los que mas dinero aportan con sus inscripciones, son los que dan color a estas pruebas. Sin los corredores populares, no existirían las carreras, por que nadie se molestaría en organizarlas para 20 atletas de élite.


Así que un respeto. Un final como el de esta carrera, innecesario y peligroso, echa por tierra todo lo bueno que se pueda decir de ella. Tras 18 horas de esfuerzo, que te lleven a la agonía en los últimos mal medidos 15 km, es un desprecio intolerable.


Y con todo esto bullendo en mi mente, cada paso que daba, más cabreado estaba. Salva y Pepe tuvieron que aguantar mi cabreo. Lástima, no tenían la culpa. Los siento, macedonios, pero me rebela ver como se juega con nuestro físico a costa de nuestro dinero.


Ni una zancada para correr. Pero es que, además, andábamos como pisando huevos.


La subida que nos dijeron dura, no lo era tanto, pero si aburrida como ella sola por lo desesperante de la situación. ¡¡Quiero acabar¡¡.


La luna vino a echar una mano y con su luz, nos mostró en penumbra lo que la organización quiso hurtarnos por un recorrido mal planificado. Unas vistas, creo que lo he dicho ya, es-pec-ta-cu-la-res.


Para mas inri, durante horas estuvimos a vista de pájaro de Cazorla, la meta, pero sin llegar a  bajar. Y solo faltaba que cuando pasamos de nuevo por la ermita, nos dieran otra vuelta de tuerca, con nueva subida, para "dar emoción", ¿no?. Ja ja ja, ¡es que me partía, vamos¡.


Nos encomendamos al santo patrón de las ultramaratones. Yo no soy religioso, pero, por si acaso..,





Al final, volvemos al sendero del río Cerezuelo, dos kms a meta. ¡Que largos¡. Por la mañana fue un placer, por la madrugada, una tortura, aderezada con un sendero húmedo y resbaladizo que a Salva lo llevó al suelo.


Meta al fin. Fernando, con un par, tras retirarse en el 92, estuvo varias horas de espera y nos recibió cámara en mano. Que grande es nuestro Fernando. No acabó, pero tiene un currículo de finalizador mas que excelente.


Línea de meta. Con el cabreo encima. Aceptando que era el final. Que la aventura acabó. Dejé paso a la alegría por el reto cumplido, dejando atrás el cabreo por el tramo final.




Soy finalizador de la UTBS, otro lo llamarán finicher, finisá, o como quieran, pero habiendo palabras en castellano. Finalizador.


En resumen. precioso recorrido, mucha pista a mitad de camino y un final para olvidar. Avituallamientos mejorables. No volveré, pero no por nada, si no por que ¿será por carreras?.


Salva y Pepe, mis compañeros de meta. Fernando, con la sonrisa pese al traspiés. Jesús, media hora después. Fausto y Richy que acabaron por que sí, por ellos lo valen.


¡Viva Macedonia¡


Ahora, a descansar. Dos semanas de paro total. De momento, sin nada hasta fin de año. Ya veré. Empezaré a estudiar algún reto para 2016, quien sabe ¿Ronda, Peña Golosa, Peña Lara?.


Y no quiero dejar de acordarme de ti, que me has tratado como a un hijo, en tu hora mas oscura, en mitad de la carrera por tu vida, recuerda que siempre estaremos a tu lado. Siempre.


Hasta pronto.


¿Que qué se me olvida?. A ver, que no te oigo. ¡Anda¡, es verdad.


¡ROMA VICTRIX¡