miércoles, 24 de febrero de 2016

XXXII Maratón de Sevilla 2016



Hora de la Salida: Domingo, 21 de febrero, desde la Avenida Carlos III, con meta en el Estadio de La Cartuja.

Distancia: 42.195 metros, vamos, lo que viene a ser una maratón.

Número de Dorsal: 6.620 (VIDCXX para los romanos).


Precio Inscripción: 40 €, que para lo que se estila, la ví hasta barata. Una pena ver como muchos "aprovechados" hacen negocio a costa de la ilusión de miles de deportistas.

Total Inscritos: 13.000 era el tope, pero llegué a ver el dorsal trece mil setecientos y pico.

Primer Clasificado: Cosmas Kiplimo Lagat, keniata, en 2:08:14, nuevo récord de la prueba.
                
Mi Clasificación: Pues como diría mi abuelo Faustino tras ver la enésima derrota del Rácing, "se pudo ganar, se pudo empatar, pero al final, ¡se perdió¡". Mi peor marca, 4:02:01, en el puesto 7.094 siendo el 1.063 de mi categoría. Eso sí, muy contento.



RECORRIDO XXXII MARATÓN DE SEVILLA







Venga, para arriba. Ahí va el primer ladrillo de 2016 que espero que no sea el último. Y empezamos fuerte el año con nada menos que la maratón de Sevilla. Tras las de Valencia, Madrid y Barcelona de años precedentes, tan solo me faltaba ésta de las "grandes" en España. Lo tenía claro, tenía que caer antes o después. Además, la fama la precedía, y, pese a algunos "despistes" de la Organización, cumplió de forma holgada con las expectativas.


En esta ocasión mi compañero de reto fue mi amigo Pedro que con sus "taitantos", se ha hecho un maratoniano adicto. Luego se sumaron sucesivamente Ramón, Fran y Antonio, todos finalizadores.


Salimos el viernes, con tranquilidad, para hacer los 525 kms que nos separaban de nuestro objetivo. Viaje tranquilo y llegada al hotel Meliá Sevilla, bien colocado, renovado hace pocos años y muy céntrico.


A poco, quedamos con un conocido de Pedro, Serafín, "zevillano" de "pura zepa, zi zeñó". Que tras una "turné" en coche por el centro de la ciudad, mortificándonos con Radio Olé, nos llevo a cenar casi enfrente de la catedral a un bar con música procesionaria, mucha cartelería taurina y tapas a mansalva. Típico. Sitio muy recomendable, llamado Casablanca. Al lado mismo de la calle Santander no podía ser malo. Seguro que muchos sevillanos desconocen la gran influencia de mi patria santanderina en su historia, pero no adelantemos acontecimientos, que Pedro ya se nos duerme leyendo.







El sábado empezó con un  corto entrenamiento para "soltar" que saliendo desde nuestro hotel, a la espalda de la Plaza de España, nos llevó a los jardines de María Luisa y por todo el centro histórico hasta la Plaza Nueva presidida por una estatua de Fernando III, que en ese momento no lo pudimos discernir, pero que la güiquipedia te lo aclara todo.


Desayuno y junto con Ramón, su esposa Arancha y su hija Rocío fuimos a recoger el dorsal a la feria del corredor que estaba a reventar...de publicidad y de algo de pasta para comer.






Allí nos encontramos con Pepe Caracena, gran tipo, humilde como pocos, con su mujer. Nervioso y ansioso por intentar bajar de 2:45 al día siguiente, tras su abandono de la maratón de San Sebastián. ¡¡Lo consiguió¡¡.


Una de las mejores cosas que me ha deparado esta bendita locura maratoniana es el compañerismo con el resto de corredores. Sin envidias. Única meta, cumplir tu objetivo, sin rivalidades, sin competencias. Otra cosa son los que corren por dinero.


Tras una tarde de fútbol alemán saturador y una cena para olvidar pero con la compañía inmejorable de Ramón, Arancha, Rocío, Pedro y Antonio que se sumó a última hora, nos retiramos para descansar.


Domingo, 6:30. Es el día.


Nos levantamos y nos calzamos lo primero que cogimos para regalarnos un desayuno apropiado. Zumo, tostadas, otro zumo, bollería, te rojo, otro zumo y más té con bollería. Tras tan pantagruélico ágape, directo a ver al señor Roca.


8:00, todos al coche de Ramón para ir a la línea de salida.


Día espléndido para correr. Soleado, algo de fresco, que luego se tornará en calor de más para mi gusto. Nueva visita al señor Roca, quizás más por nervios que por ganas, y me coloco en línea de salida. No miro si es mi cajón o no, me quedo atrás. Y a mi lado veo a uno de los ganadores. No sé si acabaría, pero le felicité por su valentía. Aprestarse a intentar correr una maratón con una pierna biónica es de ser un valiente y seguro que lo será en la vida.


Mas de una persona me tilda de "héroe" y de "admirable hazaña mis carreras. Nada más lejos de la realidad. Correr estas carreras es cuestión de tiempo, paciencia, mucho entrenamiento y dinero. Los héroes de verdad son aquéllos que salen cada día a la calle para buscarse la vida para mantener a sus familias. O los que dejan la comodidad de una vida regalada para ir a países tercermundistas a aportar su granito de arena para ayudar a desconocidos. O los que alzan la voz y denuncian las miserias de los poderes económicos y políticos. Yo soy un mero legionario del ultrafondo.


9:00, pistoletazo y a correr.

Primeros metros por la Avenida Carlos III. Salí muy tranquilo, mirando a todas partes para no perderme detalle. Luego los vierto en mis crónicas, más que para aburriros, para poder rememorar en persona las sensaciones vividas.





Empiezan varias carreras. Por una parte las decenas de atletas profesionales que la compiten. En este caso, con premio triple. No tan solo por ganarla, si no porque la carrera era el campeonato de España y a su vez, clasificatoria para los JJOO de Río de Janeiro....¿y si fuera mi día?....bueno, dejaré de alucinar.


Tras la élite que compite por un objetivo concreto, van unos cuantos centenares que compiten por su marca. Grandes corredores no profesionales, que lejos de la élite, tienen unos tiempos al alcance de muy pocos. Ese grupo de atletas que bajan de tres horas.


Y después, los miles de corredores populares cuyo único objetivo es acabar y a poder ser disfrutando. Y entre este honesto grupo de curritos del correteo (eso que otros llaman running) me encuentro yo. Salgo para cumplir con el reto, acabar, disfrutar y sufrir lo justo.


Si, puede sonar todo lo escrito a repetido. Misma distancia, mas o menos mismas condiciones, solo con el cambio de ciudad. Pero no, la maratón es algo más. He corrido distancias mas cortas, muy estresantes para mi por la velocidad que requieren, y, también otras mucho mas largas, hasta tres maratones seguidas, pero sigo en el convencimiento propio de que la maratón es la prueba atlética por excelencia. Podría repetirla una y otra vez, sin aburrirme, eso si, con descansos de seis meses para recuperarme.


Al lío, camino del barrio de Triana. La música, en lo suyo, festivalera, para no calentarme mucho la cabeza. Pasan las canciones y muchas ni las oigo. Solo resuena en mi cabeza la crónica de la carrera que luego plasmo en este ladrillo.


Adelanto a dos corredores atados por una cuerda. Miro y remiro, si, es una cuerda, como si fueran esposas. Intrigado, bajo el ritmo para verles de cerca. Uno era invidente. Otro valiente. Solo de imaginarme la situación de andar a ciegas 100 metros me parece una gesta, ya correr una maratón entera es para quitarse el sombrero. Ole, ole y ole.





Atravieso el puente de Triana. El Guadalquivir baja manso, verdoso y muy brillante. Admiro la larga fila multicolor que componen miles de personas corriendo.


Doy alcance a Pedro a la altura de la Torre del Oro. El día anterior tuvo un problema en el empeine, pero va bien, tan bien que acabó batiendo su propia marca.


Vuelta al comienzo. ¿Que le debe Sevilla a Santander?. Pues fueron los marineros cántabros quienes en 1248, ayer como quien dice, "liberó" Sevilla, rompiendo las cadenas que cerraban la entrada a la ciudad y la mantenía fuera del alcance de los reinos cristianos. Como recuerdo, tanto el escudo de Santander como el de Cantabria llevan tanto la Torre del Oro como uno de los barcos que rompió el bloqueo. Sevilla tiene un color especial ... gracias a que la liberamos.






...¿lo de las dos cabezas?...eso, en otra ocasión.


Entre el km 5 y 10, larga recta paralela al río. Voy bien de piernas. Me duele algo el gemelo derecho por que la media compresora me aprieta, pero, por no pararme a volver a colocármela, sigo adelante.


Disfruto del camino. Me dedico a observar las camisetas de los demás. De todo hay. Camisetas de fútbol, tanto nacionales como internacionales. Muchos grupos de equipos amateurs. Y ese otro tipo de camiseta, con un lema. Por la lucha contra la leucemia, por la igualdad de oportunidades, por la salud de Eugenia, tantas causas admirables.


Del km 10 a media maratón, recorrido mas bien soso. Sevilla es una ciudad muy bonita, pero como todas las grandes ciudades, se concentra lo más visible en la zona del centro. Las zonas de ensanche son iguales en todas las ciudades, desde la eterna Roma a la industrial Glasgow. Pues, a pasar kms. Dejamos atrás "las setas" como llaman los sevillanos a "eso" que ha puesto en la Encarnación.






La fatiga empieza a aparecer y no he llegado al momento de restar kms cuando se pasa por la media maratón. Ahora echo en falta el entrenamiento específico. Lo sabía antes de empezar. Últimamente he hecho mucho monte, muchas cuestas, mucha senda, pero muy poco asfalto. Con eso, pues tengo para acabar, pero poco más. 


Nota del autor: Tener en cuenta para la próxima hacer un entrenamiento específico para no caer en el agotamiento y no ir de sobrado.


Veo pasar los avituallamientos. Muchos hubo, pero poco surtidos. Esto para el debe de la Organización. Mi único pero. Mucha agua e isotónicos, pero muy pocos sólidos. Así que llegué al final fundido, sin reservas y a punto del KO.


Media maratón, km 21. Madre mía, si me falta lo mismo que llevo. 1:56 y pensar que he sido capaz de correr esa distancia en 1:31. No pasa nada. Además, de repente, me entra en la música una canción especial. Ni idea de lo que dice (es en griego), pero parece que la compusieron para darme ánimos. Repiten mi nombre de forma cansina.






Empieza la cuenta atrás de kilómetros. Me duele la rodilla izquierda y me tomo una ibuprofeno para sobrellevarlo. No sé si será "dopping", pero no me importa, no creo que al que llegue el 7.000 le hagan ningún control. Y lo tomo para sobrellevar el dolor.


Nota del autor: La próxima vez, usar unos bambos mas adecuados. Decepcionante resultado de mis actuales ASICCS Cumulus, poco más que ir descalzo.


Pasan los kms muy lentamente y empieza la parte mas dura, pero la que me motiva más. Esa parte en la que la mente se tiene que imponer al físico degradado.


Camino de la Estación de Santa Justa en algún punto debí pasar cerca del estadio del Sevilla, pero ni me dí cuenta. Mala noticia, empiezo a desconectarme.






Largas avenidas que dejan poco espacio para disfrutar cuando cada zancada empieza a ser un triunfo. 


Km 27, me duele más que mucho la rodilla izquierda. Intento modificar la pisada, pero mejora muy poco mi situación. Descuento, pero me quedan 15 largos kilómetros. No miro el reloj, sé que voy flojo de tiempo, pero ese no es el problema. No salgo a correr por la marca, si no para disfrutar ¿sufriendo?. Suena masoquista, pero ese es el reto, la superación de las adversidades en la carrera. El problema es que soy consciente que no me queda "gasolina" para llegar bien a meta.


Km 30, avenida de ida y vuelta junto al estadio del Betis, que se me hizo eterna. El calor me empieza a acogotar. Siempre voy con una botella de agua, pero ya me pesa, la tiro y decido jugármela a beber solo en los avituallamientos. Comer, pues no comí casi nada por la casi total ausencia de sólidos y lo fuí notando. El estómago me empieza a doler y me provoca algunos mareos.





Km 35, entramos en el parque de María Luisa, muy concurrido de gente que animaba mucho. Te sube la moral oír a un montón de desconocidos aplaudiéndote sin conocerte. Tiene mérito que tras más de 3 horas de carrera, a sabiendas que el ganador acabó una hora antes, te animen como si fueras a ganar tu mismo.


En esos momentos duros, de desgaste, de lucha síquica es cuando echo mucho de menos a mi medio pomelo y a mis pomelitas. En esos momentos, habría dado cualquier cosa por verlas de pasada aunque fuera solo un instante.


Km 36, entramos en la Plaza de España, repleta de gente, llena de colorido, pero ya tengo claro que los 6 últimos kms, que a cualquier profano en estas carreras le parecerán nada, va a ser mi muro particular.





Kms 37-39, corremos paralelos a la catedral por un pequeño pasillo que forman los miles de personas que nos animan, de hecho, entre el montón de gente y que algunos corredores delante mío iban andando, me provocó varios parones que en nada me ayudaron, dado que cuando paras una vez, pierdes el ritmo, aunque fuera lento. 





La Catedral, los Reales Alcázares y la Plaza Nueva. Recorremos los lugares emblemáticos de Sevilla pero no estoy para fiestas, no levanto la cabeza, y no por no querer, si no, por no poder. Los mareos son más persistentes. Entro en pánico. Veo corredores tirados en el suelo, asistidos por los médicos y me pregunto : "¿ese va a ser mi final a 3 kms de meta?", por que pierdo la noción y sigo corriendo por impulso de terminar, no por capacidad de regir mis actos.


Tras un par de calles estrechas y adoquinadas, veo surgir el puente de la Barquera.






No sé quien será el arquitecto, pero últimamente, todos lo puentes modernos me parecen el mismo.


Lo atravieso en pájara. Veo al fondo el Estadio de La Cartuja. Me pongo a andar unos escasos 20 metros para beber agua y mojarme la cabeza.


El final está cerca y lejos a la vez. Sé que voy reduciendo distancia, pero no veo pasar los kms finales. El mareo remite, quizás más por mis ganas de terminar que por mi situación real. 


Ahora si, tengo la entrada a 300 metros, pequeña bajada y entro en la pista de tartán. Estadio muy grande, da un poco de pena verlo casi vacío pero es muy superior la emoción de ver el arco de meta al otro lado. No diré que lloré, por que no fue así, pero se me puso la piel de gallina. 11 maratones y 12 ultramaratones después, felizmente me sigo emocionando cada vez que cruzo la meta.


Por un momento, siento una felicidad inmensa, de hecho, con el paso del tiempo, todo lo demás se olvida. Los errores, los fallos, incluso el sufrimiento queda atrás. Solo recuerdo la sonrisa de los 200 últimos metros.


Meta. 04:02:01. Podría decir que un catarrazo me tenía cogido y no me ha soltado hasta tres días después, que hacía mas calor del que yo estoy dispuesto a soportar, que no había nada de comida, que los bambos no eran los adecuados, podría, pero no lo haré. La realidad es que sin un entrenamiento específico para la prueba, acabar la maratón, disfrutando casi todo el recorrido, fue un éxito, aunque una locura. No volverá a pasar. ¿O si?.


La próxima vez, haré mejor los deberes, intentaré mejorar el tiempo, pero sin locuras, lo importante es llegar. Seguiré corriendo, mientras el cuerpo aguante y la mente tenga ganas. Buscaré nuevas aventuras, nuevos retos. Durará días, años o meses. Quizás un buen día diga basta y lo dejaré sin más. Tan solo quedarán tan buenos y gratos recuerdos. Pero lo mismo, dentro de unos años, seré así....






Mientras, sentado en mi casa, rememoro la XXXII Maratón de Sevilla, recuerdo los buenos y malos momentos, y me digo, 



¡¡Roma Victrix¡¡






lunes, 15 de febrero de 2016

100

Hola, Madre.


Hoy se cumplen 100 días desde que te fuiste. 100 días desde que iniciamos el largo y difícil camino de las lágrimas.


Inocentes de nosotros pensábamos que todo se iría curando con el tiempo, pero nada de eso, cada día se hace más dura tu ausencia. Parecía que te habías ido por unos días, que en cualquier momento iría a tu casa y allí estarías peleándote con un guiso en la cocina o cosiendo a la luz del flexo o viendo esas teleseries tan malas pero que tanto te gustaban. pero, es demoledor comprobar que nunca más estarás aquí, a nuestro lado.


Podría decirte que te hemos hecho caso, que hemos caminado mirando hacia adelante, pero sabes que te mentiría. Hemos comenzado a pasar los primeros días, el primer cumpleaños, el primer santo. Y hemos hecho lo que pudimos.


Poco después de tu marcha, fue vuestro 51 aniversario de bodas. Es que no me puedo llegar a creer que tan solo un año atrás estuviéramos todos juntos y felices festejando vuestras bodas de oro. ¡Que bien lo pasamos¡. Seguramente fue nuestra última vez felices, ajenos todos a la mano negra que se cernía sobre la familia. Pero seguro que tu lo sabías, lo sabías y no dijiste nada, como siempre, antepusiste la familia a ti misma.


¿La navidad?. Pues la capeamos. Cada uno lo hizo como pudo. Siempre te teníamos presente pese a tu ausencia. Todos girábamos a tu alrededor. Todo saltó en pedazos. Final a la inocencia y bienvenidos a la cruda realidad, estamos de paso.


Nuestra larga infancia y juventud hecha añicos. Tu silla vacía nos recuerda que aquella felicidad, aquellos chocolates con churros en la playa, aquellas festejos navideños, aquellos días de azada en el campo, se fueron y por desgracia no volverán, nada será igual. Intentamos que quede tu espíritu, pero sin tí, no es fácil.


Llegó el carnaval y tu esquina estaba repleta de vacío. Tus hijas se pusieron donde tú tantas veces viste pasar a tus nietas, pero el silencio era atronador. No me hizo falta decirles nada para saber lo que tenían las tres en la cabeza. Ellas son las que peor lo están pasando.


Que sí, que seguiremos andando, que no nos queda otra, pero Madre, ¡¡¡es que te echamos tanto de menos¡¡¡.


Un beso, vela por nosotros, danos fuerzas y cuida de tu familia.