jueves, 30 de junio de 2016

GTP - Gran Trail Peña Lara 2016



Hora de Salida: Viernes, 24 de Junio a las 23:30 desde el Paseo de los Españoles, en Navacerrada.

Distancia: 114 kms, con 5.500 de desnivel positivo.

Tiempo máximo: 28 horas, con cinco puntos de corte horario.

Número de Dorsal: 546.

Precio Inscripción: 86 €. ¡¡Sufrimiento y sablazo a la vez¡¡.

Total Inscritos: 595, de los que acabaron 345. El resto, abandonó...o les obligaron a "abandonar".

Primer Clasificado: Remi Queral, en 12:57.
                
Mi Clasificación: Pues, acabé, que era el objetivo. El 308 de los 345 que acabaron, en 25:16:50 horas.
  
El Perfil, así visto, casi que me asusta hasta a mi. Una vez hecho, fue....¡¡peor¡¡.







Cuando echa a andar una nueva aventura me gusta compartirlo con la familia y los amigos. Algunos, los  más, me dicen que estoy loco. Otros, que si lo hago por que me creo o me siento superior a los demás (¿?¿?). Muchos que soy un campeón, una máquina, un héroe.


¿Un héroe?. En ese momento mi memoria vuela de vuelta a los primeros años 70.  Rememoro aquel libro que durante meses tuvo mi hermano en su mesita de noche sobre la epopeya de Los Andes, ¡Viven¡. Nunca supe si lo leyó entero pero si recuerdo como me contaba una y otra vez los detalles mas escabrosos, sobretodo, como para sobrevivir tuvieron que comerse los cadáveres.


Pasaron los años y olvidé aquella historia hasta que una noche hace poco, hojeando libros en casa de mis padres, encontré aquel sobado y desgastado libro. Lo cogí sin tener muy claro querer conocer la historia a fondo. Abrí la primera hoja y ya no lo solté  hasta acabar devorando sus páginas. Desde entonces he ido acumulando libros escritos por los supervivientes o por terceras personas, en los que dan su visión de tan épico suceso. Esos si fueron héroes, realizaron una proeza de leyenda. Lo mío no deja de ser más que un reto, una diversión al alcance de cualquiera con entrenamiento y paciencia.





Jueves, 12-10-72, salen de Uruguay para, con la excusa de un partido de rugby, pasar un fin de semana en Chile acompañados de amigos y familiares. Por el mal estado del tiempo, hacen escalan en Mendoza (Argentina). Viernes 13-10-72, despega el avión Fairchild F-227 con 5 tripulantes y 40 pasajeros. Tras errar el rumbo, chocan con una cumbre, partiéndose el avión y cayendo en lo que después se vendría a llamar el Valle de la Lágrimas, muriendo 13 personas en el acto y otros tres a lo largo de la noches por las heridas sufridas.





23:30 de la noche. Navacerrada pueblo. Bonitas casas de piedra, con balconadas de madera, tejados a dos aguas y sobredosis de verde en el paisaje.



Ha llegado el momento esperado durante meses. El inicio del gran reto de 2016, el Gran Trail de Peña Lara. Tras levantarme a las 6:30, trabajar, coger el coche para 5 eternas horas de viaje, recogida de dorsal y cena junto con Richy y su padre, bien pertrechado con todo el material obligatorio, estoy preparado para empezar la carrera.



Alguien dice: "¿Nervios?". Yo respondo: "No, ¿es que me juego algo en esto?". Es solo un reto, una prueba, una diversión. El día que lo vea de distinta forma, lo dejo. Eso sí, llegaba con una espina por sacarme tras tener que abandonar en la ultra del Calar de Rio Mundo por, digamos, "motivos importantes".



 Navacerrada, pueblo, punto de salida.





En línea de salida tengo a mi lado a Ricardo, Fausto y Jesús. A éste último, una vez oído el disparo de salida ya solo lo vimos de forma fugaz en Rascafría y Peña Lara. Con algo de cansancio por el día, echo a correr. Por una vez no esperé a salir el último, no por nada, sencillamente, no lo hice.



Recorrimos las calles del centro del pueblo, enseguida cogemos una pista que nos llevaba a la, quizás, subida más dura del recorrido, La Maliciosa, que hizo honor a su nombre. Difícil, revirada, larga, de esas que se te pegan a las piernas. En tan solo 9 kms superamos un desnivel de 1.000 metros. Tiempo: 1:53:01 (primer abandono).


Como viene siendo tónica últimamente, Ricardo se puso delante a tirar. Aunque en esta subida poco pudo tirar (¡menos mal¡), por que íbamos todos los corredores populares en fila de a uno. No había espacio ni necesidad para adelantamientos con 114 kms por delante. La subida se desarrollaba en dos fases. Tras una zona arbolada con mucha piedra y tierra suelta, ruta exigente, alcanzamos un ligero "descanso". Torcimos a la derecha por un sendero desnudo de vegetación para hacer cumbre, pero de esas cumbres que parecen no llegar nunca.


Una vez coronado, contemplamos la preciosa estampa en la que una luna llena en retirada iluminaba el pantano. Fausto, que se había quedado rezagado, nos alcanzó en la cumbre. Los 500 kms de la vía augusta que tenía en las piernas de dos semanas atrás parecían no pasarle una factura considerable.


  Cima de La Maliciosa, km 9



Si la subida fue "maliciosa", la bajada fue "malvada". Desconozco el desnivel, especialmente del primer tramo entorno a 2 kms, pero había que llevar "siete" sentidos en la senda, vigilar cada piedra, buscar la pisada del compañero de delante para evitar sorpresas. Aún así, fui espectador de varias caídas, sin muchas consecuencias dado el ritmo lento de bajada. Es posible que haya sido la bajada más difícil en la que me haya encontrado inmerso. Al paso de los kms, descubrí que todo en la GTP era más difícil que en otras pruebas.


Aquello que en ciclismo llaman la serpiente multicolor en esta senda era una procesión de luces blancas. Para alguien con un vértigo exacerbado, como es mi caso, el desnivel causa respeto y algo o mucho de miedo. Concentrado al máximo, llegué a la zona en la que ya se podía correr sin rasguño alguno.


Acabada la fatigosa bajada, empezamos a correr por una senda más asequible, y, para variar, tras sólo dos horas y media de duro recorrido, de máxima tensión, en un camino jalonado de árboles a ambos lados, liso y poca piedra....¡¡¡me caí¡¡¡. Como un resorte me levanté, pero el mal ya estaba hecho. Por una parte, además de los rasponazos en rodilla y codo derechos, fuerte golpe en el músculo tibial que me acompañó durante horas y tuve que soportar a base de ibuprofeno, y por la otra, la desconfianza que me entró que casi me lleva al suelo un par de veces más en los kms siguientes. Afortunadamente el primer avituallamiento, Canto Cochino, estaba cerca y el descanso me sirvió para serenarme. Tiempo: 3:37:17 (5 abandonos, 6 en total).


Fausto, que en la bajada se había quedado un poco, nos alcanzó, pero ahí se quedó. Siguió solo.


Muy justos de tiempo, a solo media hora del corte, nos aprestamos a comer algo, y, ¡sorpresa¡, no quedaba casi nada. Chispacola, barritas de cereales y agua. Cabreo monumental. Con la paliza que llevábamos ya y lo que nos quedaba, no es de recibo que después de pagar 86 euros no hubiera nada para los últimos. Desde la Organización nos reconocieron su fallo, pero en ese momento, las disculpas, sobraron. Para evitar desmayos, saqué un mini-bocadillo de chorizo pamplonica.



Canto Cochino, km 17, primer avituallamiento






 


Lunes, 23-10-72, a través de una radio que se encontraba dentro del aparato escuchan que la búsqueda  ha sido suspendida. Los supervivientes, 28 en ese momento, se dan cuenta que solo podrán salir por sus propios medios. Empiezan a hacer planes de como salir de ahí.






Saliendo de Canto Cochino subimos el Collado de la Pedriza que aunque en el perfil parecía una tachuela, se las traía. Tres y media de la madrugada, empezó a sobrarme todo. Los manguitos que me cubrían los antebrazos, los bajé a las muñecas. Sudaba copiosamente y era de noche. Tiempo: 4:21:05 (5 abandonos, 11 en total).


Desde la cota cogimos un sendero de arbusto bajo, peligroso por lo estrecho y las piedras que no se veían. Corrimos por la senda, pero mis dolores musculares me impidieron coger el ritmo. Ricardo me dejaba atrás a la mínima. No quería retrasarlo. Le dije que echara hacia adelante a ver si podía recuperarme y alcanzarlo. Durante casi una hora no tuve buenas noticias. Ricardo, se quedó a mi lado.



Collado de La Pedriza, km 19








Domingo, 22-10-72, se comieron hasta el dentífrico. Para no morir inanición, deciden comerse los cuerpos de sus amigos.  Algunos, se niegan, pero al pasar de los días, se ven en la obligación de comer para sobrevivir. Domingo, 29-10-72, cuando los supervivientes se aprestaban a dormir, una avalancha los entierra dentro del fuselaje. Ocho mueren, ya solo quedan 19 supervivientes. Durante días se encuentran aplastados por la nieve y los restos de los fallecidos en el alud.






Sin un ritmo constante, me limité a intentar seguir el de Ricardo. La pierna me dolía y no me dejaba pensar más que "¿como voy a poder seguir así hasta el final?". Recordé el comentario de mi amigo y compañero José Z, que me contó que en una competición en la que participó pasó por una crisis física y que se acordó de mis historias de cansancio. Que gracias a mis crónicas había conseguido terminar.


Pues decidí aplicarme mi propia receta. No me iba a rendir. Acomodé el ritmo a mi capacidad menguada en ese momento. No era el día para retirarse. Es más que posible que ralentizara a Ricardo, pero es que no podía ir más rápido.


Rula rulando llegamos al avituallamiento de la Hoya de San Blas, con las primeras luces del alba. El paisaje era estremecedor. Montañas alfombradas de pinos, pantanos y pequeños depósitos lacustres. A partir de este punto los regueros, riachuelos, regatos y ríos fueron nuestros frescos compañeros. Tiempo: 5:51:50 (34 abandonos, 46 en total, uno de ellos Fausto, que dijo adiós en este punto).



Hoya de San Blas, km 27, segundo avituallamiento



Todavía con la caraja del dolor, empezamos la subida a La Morcuera. Por fin, pista forestal, para reducir un poco la ansiedad que genera las sendas estrechas y pedregosas. Ricardo, fuerte como siempre, tira. Subía fuerte, quizás muy fuerte, y me sacaba de rueda con facilidad. Pero mi objetivo era claro. 28 horas en total y solo llevábamos 6.


Alternamos el trote con el paso, para guardar fuerzas. En este punto del camino vimos amanecer. Me predispuse a aguantar el segundo enemigo, tras la larga distancia, el calor. Pero no, salvo en tramos contados, el calor fue llevadero. Sudé lo que no está escrito, pero en ningún momento me vi acosado por el sol. Eso sí, no dejé de beber ni comer en ningún momento. A ojo de buen cubero, bebí sobre unos 10 litros de agua y 2 de chispacola.


Si el perfil de la Pedriza era engañoso, el de La Morcuera, más. Subida larga, pero muy llevadera. Un nuevo invitado me vino a visitar, el sueño. Por primera vez en una carrera de larga distancia, me dormía, pero que me dormía andando. Fue una hora, pero se me cerraban los ojos, llevaba 24 horas despierto y con lo dormilón que soy, lo raro es que antes no me hubiera pasado.


Me tuve que quitar la mochila para sacar algo de comer y en esos cinco minutos que tardé, perdí de vista a Ricardo, al cual divisaba a varios cientos de metros por delante y, a cada momento, más lejos.


El tramo final,  que supuestamente era el mas duro, sin ser un paseo de rosas, lo atravesé sin grandes sobresaltos, recuperada la confianza aunque con molestias musculares. Y así hice cumbre en el avituallamiento de la cima, donde ya estaba esperándome Ricardo. Nuevo avituallamiento, primero en el que había membrillo, azúcar en vena, que no dejé de comer en el resto de paradas. Tiempo: 8:08:41 (12 abandonos, 58 en total).



Puerto de La Morcuera, km 39, tercer avituallamiento








Domingo, 5-11-72, Harley, Páez y Vizintín hacen una expedición a los restos de la cola. Sábado, 25-11-72, nueva expedición a la cola del avión para intentar conectar la radio a las baterías que allí encuentran, al objeto de intentar conectar con el exterior. Fracasan. Se plantean la expedición definitiva, siendo Parrado, Canessa y Vizintín los encargados de acometerla.







En el alto de La Morcuera nos comentaron que la bajada era "muy graciosa". Jajajaja, no parábamos de reír, sobre todo, evitando meter los pies en las bostas de caballos y vacas. Y como si fuera el camarote de los hermanos Marx, otro invitado inesperado, en esta caso, cientos de invitados: las moscas. Durante el resto de la carrera las tuve que soportarlos, incluso uno, aprovechando un descuido, decidió irse a vivir a mi estómago. Como la sangre dulce no es mi calidad, está claro que me confundían con boñigas. ¡¡Que asco¡¡.


Corrimos de más en la bajada, muy larga y si no llega a ser que Ricardo de vez en cuando nos paraba, habríamos corrido de seguido los 15 kms que nos separaban de Rascafría.


Aprovechamos el momento de relajación para hablar de todo un poco, de cine, fútbol y de la familia, para ponernos al día. En el momento que vimos al fondo Rascafría, empezaron a rebasarnos los primeros corredores de la TP60, prueba que se hacía de forma paralela, con solo 60 kms, lo que algún espabilado llamaba "la corta". ¿60 km, la corta?.


Justo a la entrada del avituallamiento nos esperaba el padre de Ricardo. Y nada más fichar el cronometraje, Jesús que salía camino del siguiente tramo. Llamada a Pomelandia, primer contacto desde la noche anterior. Sé que mi medio pomelo pasó la noche casi en vela, no consigo convencerla de que no me va a pasar nada.


Eran sobre las 10 de la mañana, momento de cambiarme. Camiseta y calcetines fueron sustituidos por otros limpios. Vaselina en las plantas de los pies para evitar las ampollas. Crema en las piernas para refrescar los músculos. Crema en cara y labios para protegerme del sol. Visera con faldón para taparme hasta el cuello. Y comer, comí sandía a cascoporro, jamón, naranja, membrillo, hasta reventar. Tiempo: 9:56:30 (24 abandonos, 82 en total).



Rascafría, km 54, cuarto avituallamiento


Casi en el ecuador de la carrera, con el momento de mayor calor, salimos de Rascafría camino de la subida del Reventón. Otro nombre bien puesto. Pista forestal en la mayor parte del recorrido, pero se me hizo eterno. Ricardo, delante, tiraba fuerte. Yo, con el calor, decidí mantenerle a la vista, pero sin apretar demasiado.


Senda primero, pista en zig-zag después. Mirada al suelo, no quería ni saber lo que me esperaba. Solo en las curvas levantaba la cabeza para ver a que distancia tenía a Ricardo. 100, 200 o 300 metros, cada vez más lejos. Me empezaron a pesar las piernas.


Me mantuve a mi ritmo. Y lo hice cuando vi que el pico de Peña Lara, lejos de acercarse, cada vez estaba mas lejos, así que aflojé para reservar fuerzas, aunque ya tenía claro que había gastado de más y me pasaría factura.


Casi dos horas y media después de salir de Rascafría y poco más de 12 kms, llegué al avituallamiento. Oigo decir a un miembro de la organización que lo que queda hasta Peña Lara es suave y muy bonito. Lo segundo, no lo niego, pero lo primero, va a ser que no. Tiempo: 12:37:13 (14 abandonos, 96 en total).



Puerto del Reventón, km 63







Martes, 12-12-72, cuando ya solo quedan 16 supervivientes, Canessa, Parrado y Vizintín, con botas de rugby, varios abrigos y pantalones, gafas de sol fabricadas con cristales coloreados del avión, un saco de dormir hecho con restos del aislante del fuselaje y restos humanos, almacenados en calcetines, para tener comida inician la travesía a pie en busca de ayuda. Por error cogen la ruta occidental cuando la oriental los hubiera llevado a la civilización en un par de días. Para no gastar comida de mas, deciden que Vizintín se vuelva a los restos del Fairchild al terminar el primer día de ruta. 






Empecé a restar, me quedaban 50 a meta. ¡¡¡50 kms¡¡¡. En esos momento, cuando te sientes tan agotado, te parece increíble poder dar un paso más. Ahí es cuando aparece el sufridor que cada uno lleva dentro, el invencible que no se rinde. Este tipo de carreras imprimen carácter.


Es cierto que el recorrido hasta el pie de la Senda de los Claveles en Peña Lara era llevadero, pero el agotamiento no me dejaba correr. Andamos mucho en ese tramo. Vimos los restos de las trincheras de las Guerra Civil, incluso las zonas del frente donde parece que los nacionalistas superaron las posiciones republicanas. No pude evitar rememorar lo leído sobre esta guerra y me imaginaba a los milicianos luchando y muriendo ante el avance combinado del fascismo internacional. Si, ni puedo ni quiero negar mis simpatías. En aquella guerra, nos robaron 40 años de historia, dando un paso atrás que todavía pagamos.


El camino tenía mucho giro, matojos, irregular, rompepiernas y empiezo a ver dibujada en la cara de Ricardo la desesperación. El me lo explicó muy claro, "voy mal de piernas, pero peor de cabeza". Y en estas carreras tan largas y duras, la cabeza es mas importante que las piernas.



Pasado el mediodía vemos la cresta de Peña Lara. Intuimos el Senda de los Claveles, pero ninguno de los dos estábamos preparados para tan dura prueba. Tras una subida vertical de 50 metros, a lo lejos oteamos el mirador en el cual concluía el camino. Una senda de piedras irregulares, en distintas posiciones, que amenazaban la verticalidad de los corredores. Sumando a eso, decenas o cientos de participantes en ambas direcciones hizo que tardáramos 45 minutos en hacer un kilómetro escaso, si no fue mas.


Ahora lo tengo por un bonito recuerdo, entonces, no me quedaron parientes de la organización de quien acordarme. Tiempo: 14:58:08 (3 abandonos, 99 en total)



Cima Peña Lara, km 72



La bajada hacia La Granja fue brutal. Ricardo, que siempre había ido delante, se quedó detrás, desfondado. Acomodo mi ritmo al suyo. Tras el castigo que supuso Peña Lara, la bajada tampoco era un paseo. Un primer tramo pedregoso que impedía correr, un segundo tramo muy inclinado que laminaba los cuádriceps y un tramo final con muchos obstáculos. Bajada que en otra situación sería para disfrutarla fue un constante suplicio.


Sin apretar nada, Ricardo se va quedando. Hacemos una parada en un regato para lavarnos y refrescarnos. Continuamos, no quedaba otra. La cara de Ricardo lo delata. No va a seguir.


Superado un tramo húmedo y con muchos troncos en medio del camino, me veo solo. Y así llego a La Granja. Tiempo: 17:31:41 (36 abandonos, 135 en total)



La Granja, km 81, séptimo avituallamiento



Km 81, "solo quedan" 35. Estoy físicamente fundido, pero moralmente a tope, voy a seguir, ¡¡¡y lo sabes¡¡¡. Dosis extra de chispacola, membrillo, pasta, fruta y más membrillo. Me limpio los pies en las duchas. Cuando estaba sentado descansando, llega Ricardo. Para él, la carrera terminaba aquí. No quería más. Hizo bien, lo que tocaba, sin ser muy duro, se hizo muy largo. El resto del camino, me toca sufrirlo en solitario.


Según salgo me dice un paisano que lo tengo hecho. Que tenga cuidado en la Fonfría y que me refresque los pies. Cojo el móvil y mando un nuevo mensaje a Pomelandia. Voy bien. Me mandan ánimos, me piden que tenga cuidado. Les hago caso.


La ruta subía paralela al río donde dicen que pescaba Carlos III, vamos, ya me puedo imaginar a los cortesanos poniéndole las truchas en el anzuelo y llevándole las cortesanas a la posada mas cercana. ¡¡Todos los Borbones son iguales¡¡. Era una senda bucólica-pastoril, con decenas de familias echando un día de excursión y algunos valientes bañándose en aquel agua helada. A medida que avanzaba el camino del río, dejaron de verse las familias, quedando solo las parejitas. Al torcer un meandro, veo a "uno" subiéndose sospechosamente el bañador y a "otra" tumbada....bajo la mirada, no pienso, sigo adelante.


Ya solo, empiezo a rumiar mi soledad, pero no dura mucho, enseguida nos acoplamos un cuarteto. Uno de Talavera, otros dos de Madrid y este cántabro de maratón. Monotema, solo hablamos de: ¡Que paliza¡.


El camino que era "corrible y llevadero" a la vez que irregular, con piedras grandes a distinto nivel, raíces sueltas y mucho escalón. El recorrido hasta la Casa de la Pesca, de lo más bonito de la prueba. El ritmo cada vez es mas lento, siendo un tramo, digamos, fácil y no muy largo, se dilató en el tiempo por la extenuación. Ya solo quedaban 22 kms. Media maratón.




Faltando un par de kms para el siguiente avituallamiento dejo a mis compañeros de escapada, me siendo al borde del río y meto los pies desnudos para refrescarlos durante 10 minutos. Fue mi salvación. Me activó la circulación sanguínea, me descongestionó la tensión en la planta y evitó ampollas. Tiempo: 20:29:29 (3 abandonos, 138 en total).




Casa de la Pesca, km 91







Jueves, 21-12-72, Parrado y Canessa, tras 10 días y cientos de kms por las cumbres de los Andes, con temperaturas por debajo de los 25º bajo cero, ven una vaca. ¡Civilización¡. Divisan a lo lejos a un arriero, le escriben una nota "“Vengo de un avión que cayó en las montañas. Soy uruguayo. Hace 10 días que estamos caminando. Tengo un amigo herido arriba. En el avión quedan 14 personas heridas. Tenemos que salir rápido de aquí y no sabemos como. No tenemos comida. Estamos débiles. ¿Cuándo nos van a buscar a arriba?. Por favor, no podemos ni caminar. ¿Dónde estamos?”.  Son rescatados.






Me siento en el avituallamiento y me noto no solo cansado, sino mareado, pero ya estoy en zen. Doy pasos de forma mecánica. ¿Campeón, héroe, máquina?. No me puedo imaginar como fue la travesía de los 10 días de Canessa y Parrado por los Andes, con el frío, la falta de alimento y abrigo. Si yo estaba al borde de colapso, ¿Cómo lo consiguieron ellos?.


Bebo más chispacola, como, pero poco, ya no me entra nada. Nos avisan que el camino es fácil, pero que nos queda una pared para subir a la Fonfría. Ni lo pienso. Salgo detrás de otro corredor, arrastrando los pies. Las primeras sombras del atardecer traen un aire fresco que me viene bien.


Sin saber muy bien como, de repente, empezó la subida. Y cierto, era una pared, no más allá de dos kms, pero con tierra muy suelta, piedras por doquier y senda quebrada. Además de lo duro que se hace la subida en sí, el terreno disparejo me remata, pero, de pronto, me encontré arriba. Tiempo: 21:45:30 (1 abandono, 139 en total).



Puerto de la Fuenfría, km 95



Avituallamiento líquido. Me dicen que queda un leve cresteo por la senda Schmid (una senda en que los árboles están marcado por un punto amarillo). Muy bonito y de esos que gusta hacer corriendo, si puedes correr claro. Voy en pájara. A lo lejos oigo dos corredores que viene corriendo, me adelantan como alma que lleva el diablo y me dejan tirado. Me hundo. Pero no, no me rindo. Vista al suelo y esperar que esto acabe ya.


La senda, repito, preciosa, pero me desquicia. Cuando el seguir se pone duro, solo los duros siguen. Minutos de vacilación, corro en las cuestas abajo, ando cuesta arriba. Se me hace de noche. ¡¡Como aborrezco correr de noche¡¡. Pensar que el primero llevaba ya 10 horas descansando. Por la cabeza me pasa el "nunca más", nunca más una barbaridad así.


A lo lejos veo luces y lo tomo como referencia. Pero el tiempo pasa y se hace eterno. Finalmente llegó al Puerto de Navacerrada. Tiempo: 23:04:50. Aquí ya nadie abandona, ya sea por testiculitis u ovaritis, no abandona nadie.



Puerto de Navacerrada, km 105, noveno avituallamiento








Entre el viernes 22-12-72 y el sábado 23-12-72, los supervivientes son rescatados en helicópteros de los restos del avión. La noticia corre por todo el mundo. ¡Viven¡. Son llevados a hospitales para reconocimiento y a un hotel para descansar. El jueves 28-12-72 los 16 supervivientes vuelven a Montevideo y dan una rueda de prensa donde cuentan su epopeya.
Empieza la leyenda. Algorta, Canessa, Delgado, Fernández, François, Harley, Inciarte, Mangino, Methol, Páez, Parrado, Sabella, A. Strauch, E. Strauch, Vizintín y Zerbino sobreviven.
Los tripulantes  Ferradas, Lagurara, Martínez, Roque y Ramírez, y, los pasajeros Abal, Costemalle, Dolgay, Echevarren, Gumila, Hounié, Magri, Maquirrain, Martínez-Lamas, Maspons, Menéndez, Navarro, Nicola, Nicolich, Nogueira, Páez, Parrado, E, Pérez, M. Pérez, Platero, Shaw, Storm, Turcatti, Valeta y Vázquez se quedaron en el Valle de las Lágrimas.







Salgo del avituallamiento y busco socios para continuar. Me agrupo con otros tres corredores en igual condición que la mía. Uno, que dice que llevaba horas sin poder comer nada, que no retiene nada en el estómago. Corredor local, conoce el tramo final, pues no perdí la opción de tener guía. Tras ambos, dos corredores, uno de ellos con ampollas en los pies que dice no poder ni dar un paso.


Cuando pensaba que todavía iba ser una larga bajada, nada más lejano a la realidad. Para empezar, de nuevo subida, tenue, en pista forestal pero subida al fin y al cabo. Cuando me paso de rosca, por encima de esfuerzo y lucha, lo que me sale es "mala leche" y la hora y media hasta La Barranca fue una colección de improperios.


Emburriadero, así se llamaba la bajada, de juzgado de guardia. Con 24 horas en las piernas, de noche, agotado y sin reservas, someter a este sobreesfuerzo a cualquier corredor no es explicable. Como decían en la UTBS, sería para "dar emoción", pero hora y media para casi 6 kms no es de recibo. Pero, claro, nadie nos ha obligado.


Bajada peligrosa, piedra suelta, mucho recodo y camino poco firme. Me pego al madrileño y sigo su estela. Bajamos muy lentos pero tenía claro que prefería perder media hora más a hacerlo solo sin tener claro el recorrido.


Llegando a la zona de La Barranca, ya me quedo solo. Cojo la pista y empiezo a trotar. Me maravilla ver como tras un día entero de prueba, todavía era capaz de trotar.




La Barranca


Y ya me pongo en modo meta. Agotado, me tambaleo intentando vislumbrar las primeras luces de Navacerrada, pero, no veo ninguna. Oigo al fondo al arriero Dani Martín dejar sordos a sus oyentes radiofónicos en algún sarao veraniego, pero la meta, no acaba de aparecer.


Me cabreo más. Me cuesta mantenerme concentrado, tan solo le doy vueltas al "¿para qué?".


Tras hora y media desde el último avituallamiento en un paso de control me apuntan que faltan 4 kms. ¿4 kms?, ¿todavía?. Bufff, que malas pulgas se me ponen. Venga, que ya no queda nada. Troto algo, no mucho. Cuento las zancadas, 20, 25. Paro, ando, 20, 25 pasos. Y así hasta que diviso las primeras luces. Ultimo punto de cruce, 1 km a meta.


Entro en la zona urbanizada. Alcanzo a varios corredores. Uno de ellos, que le llevo oyendo berrear desde hace kms (por que eso no es ni gritar), llamaba "Mambrú" a todos los corredores con los que se cruza. De verdad, ¿es necesario dar la nota así?. Me separo. Ya veo la línea de meta, corro, el arco ya está ahí. Justo antes de la entrada Fausto y Jesús (que había hecho meta hora y media antes), esperándome. Gran abrazo los tres. Cruzo la meta. ¡Reto conseguido¡.



Navacerrada, pueblo


En un pis pas, todos los dolores desaparecen, los malos pensamientos se olvidan, las dudas son historia, lo he conseguido. No, no soy un héroe, ni me creo superior, ni soy una máquina. Solo soy un deportista enganchado a las grandes aventuras. Entrenamiento, control y paciencia son el secreto del reto. Sonrío feliz.


Cariño, ya estoy en meta. Siento mantenerte en vilo en estas ocasiones pero soy un adicto lo reconozco. Nada me haría mas feliz que verte allí al terminar.





Ahora, a descansar tanto física como sicológicamente, que tan importante es lo uno como lo otro. La GTP ya es historia. En mi memoria quedarán los momentos pasados, los sitios visitados, las experiencias vividas y para lo que se me olvide, guardaré esta crónica que espero releer con el tiempo y poder disfrutar del recuerdo de una gran aventura.









Siempre te tendré en mi recuerdo.