lunes, 4 de julio de 2022

VI Vuelta Macedonia al Mar Menor

 


Sexta ocasión. Ya un clásico. Pero esta vez, solo llegamos dos. Los demás, por diversos motivos, no pudieron sumarse. Así que Pepe y yo, solos ante el peligro. Mace y Donio.

Cuatro de la madrugada, sin llegar a sonar el despertador, me desperté. Bajé a desayunar. Zumo de pomelo y tostadas de pan integral con aceite. Preparé dos pequeños bocadillos, mis geles en carrera, de chorizo de pamplona y queso de untar. Ya no volvieron. En sendos avituallamientos di buena cuenta de ellos.

Paso demasiado rápido a ver al Sr Roca. Tuve que hacer un par de paradas durante la ruta.

A las 5:50, aún de noche, ya estábamos haciendo la foto de rigor.



Poca gente o ninguna en esos momentos. No hacía ni frío ni calor. Cero grados. 

Un poco de respeto correr a solas con Pepe. Es muy corretero en asfalto y me saca de rueda, así que intenté ir siempre un metro por detrás para que se frenara. Ni por esas, al final llegué muy justo.



Primeros kilómetros desde el Molino Quintín en Lo Pagán hasta Santiago de la Ribera. Como solo voy una vez al año, veo la evolución urbanística. Paseo mejorado. Nuevo carril bici. Algunas casas, digamos mansiones, de estilo moderno. Que sí, que muy bonitas, pero la playa no acompaña. No me gustan las playas de este lado del Mar Menor, poca arena y sobre todo, mar muerto, sin casi movimiento del mar. Siempre he tenido la impresión que al final del verano hay una capa de dos dedos de crema flotante.

Tras llegar al final del paseo de Santiago de la Ribera, el mítico actor Sazatornil subido en una bicicleta. Que desconozco la historia, pero entiendo que veranearía por allí.

Primera salida de la línea de costa hacia Los Narejos, rodeando las instalaciones del cuartel militar, medio en ruinas y poco aprovechado. Que será de propiedad militar, pero que buena opción sería la expropiación para usarlo como zonas ajardinadas o deportivas para uso y disfrute de la sociedad, no dejar que se caigan de puro desuso.

Y que decir del aeropuerto de San Javier, clausurado tras la inauguración del de Corvera y sus vuelos a Manchester United, como diría Come Migas.

Los Narejos, Los Alcázares hasta Playa de la Concha. Otro largo paseo. Ya despuntaba el alba. Algo nublado y mucho viento. Que suerte la mía. Pese a ser una versión diurna, a la que tengo miedo por el calor, las nubes me protegieron casi todo el día. 



Km 16, primera parada, la Venta del Puerto. Chispa-de-la-vida y un té. Recargamos agua fría.  El camarero, extranjero, chillando que no podíamos llevarnos las botellas fuera. ¿Adonde pensaría que nos íbamos a llevar la coca-cola, de paseo?

El tramo desde Los Alcázares hasta El Carmolí es el que menos me gusta. Una larga recta, hoy con menos tráfico, con poco arcén. Nos cruzamos con un ciclista sin muchas luces que pese a ir por su derecha, nos berreó que cambiáramos de carril. Suspenso en normativa viaria.

Los kms iban cayendo. Medio maratón y las piernas aguantaban mas o menos bien pese a que correr tantos kms por asfalto no es lo mío.

Echando de menos a Fernando y su lección de ubicación, fuimos viendo pasar las distintas poblaciones y playas del otro lado del Mar Menor.

Tras El Carmolí, cogimos el paseo marítimo que solo abandonamos por las obras o por no existir tal paseo. En alguna zona, directamente corrimos por la tierra, incluso encontramos una barandilla de bajada....a ninguna parte.


Muchas pasarelas nuevas para facilitar el baño más allá de la orilla, casi impracticable por el mal estado. En muchos puntos, encargados de limpieza intentando maquillar la orilla. El algodón no engaña y la peste a putrefacto te da la bienvenida.

Desde Bahía Bella hasta Los Urrutias. Casas muy antiguas, muchas de los años 60 que no podrán hacer reformas para eludir la ley de costas. Algunas abandonadas. Otras amenazando ruinas. Las más, esperando ver salir al Chanquete de turno.

Otro clásico, la foto junto al caballito de mar.


Segunda parada, km 31. Bocadillo y chispa-de-la-vida. Mas camareros extranjeros. El trabajo que nadie quiere pero que luego, algunos, tienen la osadía de decir que vienen a quitárnoslo. Esos algunos que no quieren esos trabajos y se quejan de la inmigración, harían un gran favor pensando antes de hablar.

Dejé atónito al público con mi milagro de convertir el agua en cerveza. Si soy.



Al fondo ya se divisaba el faro de Cabo de Palos. Desde Estrella del Mar hasta Los Nietos, pasando por la Playa del Arenal. En un tramo, barro, nos cargamos con un kg por bambo. Las Salinas de Lo Poyo, con poca agua. Me paré a ver la línea de costa al Mediterráneo, desde Cabo de Palos a Cartagena, por donde correré en septiembre la Jimbee Vulcano, 112 kms. Pero eso será otra histeria.

Los kms pasaban rápidos. Islas Menores. Mar de Cristal. Playa Paraíso y Playa Honda. Llegando al comienzo de La Manga, la pesadez de los cuadríceps ya me hacía sufrir. 

La inevitable parada en el 24Horas del km 3. Esta vez, con poca variedad. Vimos varios sitios alternativos para próximas ocasiones. Que espero que las habrá.

En La Manga, desde el 4 al 16, la táctica de todos los años. Corríamos 2, andábamos 1.

Ya alto el sol, pero tapado por las nubes, decenas de personas hormigueaban unos camino de la playa, otros de la compra, los demás a la piscina.



Los kms corriendo empezaron a atragantárseme. Me costaba correr. Mucha montaña y poco asfalto en mis piernas. A partir del Pakebote es la zona mas graciosa de La Manga. Las edificaciones se espacian más. El puente del Estacio y el Puerto de Tomas Maestre marca un punto casi definitivo a la ruta. Esa carretera pegada al mar.

Llegando al km 16, tenía que parar. A dos kms de la Encañizada, no podía correr más, necesitaba descargar los músculos. Ultima parada antes de cruzar. Nestea con frutos secos y aquel fantasmón acompañado de una joven mulata, que se las daba de algo hablando a voz en grito de su Porsche.




Collados Beach y el punto de cruce. Por primera vez en mis seis vueltas al Mar Menor ni me quité los bambos ni la camiseta. Metí la mochila con el agua y mi móvil en las bolsas de basura para intentar que no se mojara nada y eché a andar. 25 minutos tardamos en cruzar.

Al otro lado, sin casi parar, mientras Pepe se volvía a calzar, caminé para que se me secó la ropa. 

Una señora de edad, con un mierdichucho que me hociqueaba los tobillos me dijo que "no hace nada". Molestar si, señora, molesta. Pero no hay manera, no se dan cuenta que los perros son su responsabilidad y los demás no tenemos porque aguantar que se nos acerquen.

Ultimos 5 kms. Algo se corrió, algo se anduvo.

Tras 9 horas y 8 minutos de los cuales fueron 8:07 en movimiento, llegamos de vuelta.

Nos sentamos en una terraza. Mas Nestea. Patatas fritas. Olivas. Otra para el recuerdo.



Pues queda verano por delante, no sé si habrá otra nueva edición, pero este año ya cumplí la tradición. Algún día la haré invernal, otro día la haré solo.