sábado, 31 de mayo de 2014

Alharabe Trail Race Ultra 70 kms

Moratalla 15.03.2014 




         ¿Cómo resumir casi 11 horas de carrera en tres líneas?. Imposible. Si te cansan los largos relatos, abandona ahora. Para mi estas crónicas suponen un ejercicio de recuerdo de cada reto, que releo de vez en cuando para rememorar estos momentos.

“Disfruta y usa la cabeza”, - ese fue el consejo de mi entrenadora personal, mi medio pomelo.

Y por una vez, le hice caso.

Cuatro y media de la mañana. Suena el despertador. Un  nuevo día esperado ha llegado. Atrás dejo tres meses de preparación exhaustiva.  Pico del Buitre, San Jorge y Peñarrubia Lorca fueron las piedras de toque; horas y horas de entrenamientos solitarios en Los Polvorines y en el Valle; además de una escapada con Fernando por Carrascoy, que habrá que repetir.

Parece mentira, pero tras años de paternidad, se me olvida que hay vida nocturna. Cuando salí de casa, vi coches yendo y viniendo. La vida sigue.

Seis y cuarto de la mañana. Recojo el dorsal, esta vez el 278.


Comparto en la línea de salida los momentos más simpáticos con grandes corredores, pero, y sobre todo, grandes personas. Fernando Patas Largas, Ramón, Chary y Manolo Lorente.

Vivimos el momento maniquí. Corredor haciéndose una foto con todos los gadgets posibles. Vamos, llevaba encima 300 euros en material. Eso debe considerarse doping materialicio.


Control de material. Va todo. Agua, comida, luz, cámara…..¡¡¡acción¡¡¡.

Pistoletazo de salida a las 7:20, sin miedo, pero con el recuerdo de lo tantísimo que sufrí en la Falco Trail, y “sólo”  eran 42 kms. Recuerda: “disfruta y usa la cabeza”.

Poca gente entre el público, no son horas, pero sus aplausos deben ser el comienzo de un día a recordar. Antonio, que sí, que te vi.

Salida en grupo a través de las calles de Moratalla, pueblo de singular belleza que he redescubierto últimamente tras lustros sin pasear por sus calles.

En los primeros kilómetros, tanteo del “material”. Voy cómodo de calzado, ni muy apretado ni muy suelto. No me duele nada. ¿Estómago?, bien desayunado….y demás.

Mi idea era correr en grupo el mayor número de kilómetros posibles, pero desde muy pronto, sin buscarlo, me encuentro solo. Cierto, no era el escenario planificado, pero, es lo que había. Estaba solo.

Y en estas carreras, en las que durante mas de 10 horas estas solo ante tu propio yo, la auténtica batalla no se libra físicamente (que también) sino principalmente, síquicamente. De nada valen las baladronadas de corredor…”no vengo fino…voy a probarme…a ver como voy”. Estás solo y nadie te escucha, nadie te oye, nadie. Estás solo. Es muy duro luchar contra el propio yo. Ahí no hay engaños posibles, eres tú contra ti mismo.

Iniciamos pronto la primera ascensión a Los Frailes. Fue un acierto participar en la edición del Pico del Buitre, porque me sirvió para conocer esta ascensión. No es muy larga, y el tramo realmente duro es de escasamente un kilómetro, así que me marco un marcha que sin ser lenta, la veo holgada, coro "progresando adecuadamente". La vez anterior, me costó mucho más.

Si, disfruto con cabeza.

Bajada técnica a ratos. Todavía no aparece el “síndrome del kilómetro perdido”, que es como llamo a esos kilómetros en tierra de nadie que no coordinas la respiración, que no sabes si te duele algo, si llevas los bambos o muy sueltos o muy apretados, que te acumulan cansancio innecesario.

Primer avituallamiento en el km 10, algo no va bien. Noto ya el cansancio, y, es muy pronto. Tengo como punto de referencia a otro veterano que dejé en la subida pero que me rebasó en la bajada. Su cara reflejaba que iba bien, la mía, debía ser un poema….¡¡y solo quedan 60 kms¡¡.


Según me dicen, el primero ya me saca 20 minutos en solo 10 kms.

Abandono el avituallamiento y comienzo el ascenso consecutivo a Los Alamos y La Escalera,  que según el plano son verticales, pero que supero, digamos, bien.

La bajada de La Escalera, de película. Nada más empezar, me encuentro con dos tramos verticales que tengo que bajar por una cuerda. No era mucha la distancia, pero mi torpeza habitual acaba con sendas heridas en ambos brazos.

Continúo la bajada. Atención, atención, Jiuston, tenemos un problema. Poco más de 20 kms y me veo fundido. Dolores por todas partes. Ahora empieza la batalla. Tal como aquellos dibujos animados de antaño veo un diabluco y un angelico en cada hombro. El diabluco, me azuza con ganas….¿qué necesidad tenemos de estar aquí así?.

Ahora no hay de quién ni de que tirar. Si, es verdad, estoy solo.

Plan B. Enciendo la música para “distraer” las dudas. No, esta vez no entró Eurovisión…lástima…pero tuve repertorio variado, Barricada, Danza Invisible, Radio Futura, y, Europe….”is de fainal caundaun, ninonino”…verídico.

La enciendo y la apago a ratos. Hago caso del consejo de Fernando de 6 días antes y paso muchas horas sin música, disfrutando de la naturaleza en silencio. Es colosal la sensación de paz y sosiego que se siente desde una cumbre, mirando los montes pelados o los plagados de pinos.

Y rula rulando, llego al segundo avituallamiento. Que me perdonen quienes me lean, pero el niño que nos recibía, con los gritos que daba, además de darme un soberano…no, soberano no, digamos, republicano…dolor de cabeza me hizo buscar el teléfono de Herodes….mala prensa.

Era el km 25. Primer mensaje a mis pomelos. Voy cansado pero bien. Para que preocupar a nadie. A fin de cuentas, corremos por que gusta, porque queremos, nadie obliga.


No me entra la comida. Buenos los avituallamientos, pero el "sangüich" se me quedaba pegado a la garganta y el plátano, ¡que hartura¡, cuanto plátano.

La bajada hasta el punto intermedio entre la maratón y la ultra la hago francamente mal. En una zona mojada, pues, ¡cómo no¡ me mojo los pies de pura torperza.

Llegamos al punto de separación entra la ultra-70 y la maratón. ¿Llegamos, digo?. Si, el diabluco, el angelico y yo.

Miro la cuesta que tengo que subir camino de Las Lomas y por un instante se me pasa por la cabeza tirar recto. Pero no, no era el día de abandonar, como cantan los navarros de Barricada…”situación límite, aguantar, reventar”, y hoy era el día de aguantar.

Tras un terreno semiarbolado, entre Las Lomas y La Muela se nos aparece un paisaje pedregoso y lunar. Solo falta una compañía de legionarios perdidos para rematar el panorama.

Justo antes de empezar la subida a La Muela, tercer avituallamiento. Me siento en una silla. Descanso. Oigo hablar a otros corredores de los gritos del niño…si ya lo decía yo….¡¡¡Herodessss¡¡¡¡.

La madre de todas las papardas. Tras abandonar este avituallamiento, alguien, algún, un, bueno, lo que fuera, había quitado las marcas del camino. Perdido en mitad de vete-tu-a-saber-donde.

Coincido con el veterano que me llevaba ventaja y otros dos corredores. Tras mirar entre todos, no vemos baliza alguna del camino. Damos vueltas, trepamos y de casualidad volvemos a encontrar el sendero. Nos alcanza un corredor con un “peaso gepese” que nos milimetra el camino hasta la cumbre de La Muela, donde estaba uno de los controles.

Como se me había acabado el agua, relleno la “camel bag”, pero, el diabluco me la juega, y por mor de las ¿prisas? cerré mal la bolsa….de bajada, me iba chorreando todo el agua. Toda la espalda calada y, si, el culo empapado. No, no voy a caer en llamarlo “donde la espalda pierde su bello nombre” o “el trasero”…llevaba el culo calado…y me empezó a rozar todo, y cuando digo todo, es todo.

Pero cosas de las carreras. Me vine arriba. La bajada, de lo mejor que he corrido creo que nunca. Desde el km 38 en el que estaba La Muela al siguiente avituallamiento, el 45, bajé en poco más de 29 minutos. Adelanté a varios corredores, los cuales ya no me dieron alcance.

El diabluco lo había intentado pero conseguí superar el abatimiento y la negación, y sobrellevé el cansancio, marqué un ritmo cómodo que mantuve hasta meta, siendo la segunda parte del recorrido un ejercicio de superación. Si para hacer los primeros 38 kms tardé 6:15 horas, los restantes 32, tardé 4:35.

Si, había más llano y bajada, pero también la subida final y las piernas cargadas.

Tras el avituallamiento de la bajada de La Muela, transité por la parte más bonita del recorrido. Una vereda pegada al rio de unos 6 kms. Estrecha, juguetona, selvática. Si me hubieran plantado allí sin decirme donde estaba, nunca hubiera dicho que estaba en la Región de Murcia.


Agua verdosa cristalina. Caminos encerrados entre paredes de piedra, arbustos, solo faltaba un cervatillo para que aparecería Blancanieves. Estos parajes son dignos de ser visitados, pero chist, no lo digáis muy alto, que lo plagan de “madrileños domingueros”, lo desgracian o a lo peor, hacen un campo de golf…os.

En esos momentos, no tenía ni idea de por dónde iba. Saliendo de un recodo, veo gente, casas, jardines…era el camping de La Puerta. Tras rodearlo, vadeé el río y no quise desaprovechar la ocasión y arrodillado metí medio cuerpo en el rio….brrr, ¡¡ que fría¡¡.

Avituallamiento del 50, el ánimo por las nubes. Además de seguir corriendo (calculo que llegué a correr unos 50/55 kms del total), disfruto del silencio, de los verigüetos, del entorno. Ahora sí, estaba solo, solo, pero, mi medio pomelo, como disfrutaba en ese momento. Cabeza.

Nuevo avituallamiento. La Celada. Una casa rural en medio del campo, a escaso kilómetro y medio del río, “regentado” por un grupo de zagalas guapetonas y simpáticas que viéndome con mi banderola del mejor equipo del mundo, me preguntaron…”¿eres de Santander?”. Si, cántabru de pura cepa y racinguista hasta la muerte.

Leo los mensajes de ánimo de casa. Bien. Está todo perfecto. Si, sirven y de mucho.

Al salir sé que tengo por delante 20 kms con la subida final.

Repaso el plano y veo una primera subida. Con 8 horas largas en las piernas, se me hace eterna.

Me da alcance una chica, poco más que una zagala, bonito bamboleo (viejo verde me estoy convirtiendo), pero no tuve forma alguna de ir a la par. Me dejó clavado en un par de minutos.

Otro rato de música. Ahora todo consiste que marcar una cadencia de zancada, pero, es que me he quedado sin agua. Llevo la garganta hinchada. La lengua pegada. Necesito beber. No paro. Si lo hago, a lo peor no puedo seguir. La ausencia de agua me marea. Concentración. Disfruta y usa la cabeza.

Eso hago. Decido contar los pasos de 20 en 20 para evadirme de mi situación. Noto calambres en la pierna derecha. No veo bien. Me duele la cabeza. Sudo a mares. La pájara no tardará en llegar.

Tras una rampa vertical, la suerte me acompaña, ¡¡avituallamiento¡¡.

Bebo como un cosaco. Relleno la bolsa y me aseguro de cerrarla bien. No tengo ni dodotis ni creminas para mas escoriaciones.

Km 59. “Has pasado lo peor”, me dicen….pa´matarlas. Nunca he entendido esa afición de la gente a querer dulcificar la realidad. Si lo que queda es peor, prefiero saberlo, porque al final, te vienes abajo a la mínima. Como veo el mapa, y tras las experiencias anteriores, no me fío.

Empiezo la subida. Según el plano, 4 kms. Y no es que fuera más dura que otras que haya hecho, no. El problema que además de dura, era larga, enrevesada…y con 60 kms en las piernas.

Confieso que en más de un momento me acordé de la santa madre del que diseño el recorrido..pido perdón…pero es que era larga hasta la desesperación…desesperante de tan larga.

Tras casi 45 minutos de subida, no me lo creía cuando veo la bajada, sabiendo que era ya la última a meta.

Frente alta. Mente fuerte. Cuidado de no caer.

Ya los dolores eran generalizados. Muchos tropezones. Me costaba levantar los pies. Tobillos de mantequilla. No encontré enchufe alguno para conectarme y recargarme la batería, así que, me comí…¡¡orejones¡¡.

Km 65 último avituallamiento. Agua y coca-cola calentorra…ahí os lucisteis.

Los últimos kms se me hacen eternos.

Llegando ya a Moratalla me alcanza un corredor que por la camiseta era cartagenero, Pablo según ví en la clasificación, con el cual discurro el último km hablando de lo divino y lo humano.

Oimos la meta. Si, está aquí, es cierto, lo he conseguido. Palmotazo a Juanjo que está en la entrada y esprín a meta.

Final.

10:54:20

91 de los 149 que terminaron de los 281 que salieron. 14 en mi categoría de veteranos. Increíble lo del primero, poco más de seis horas. Cuando yo llegué, ya estaba en su casa viendo la tele.

Estadísticas.

Ha sido una experiencia maravillosa. No fue la carrera en grupo que esperaba, pero, me aportó aplomo y paciencia, saber sufrir y saber disfrutar en su momento.

Mi reconocimiento a todos los que se atrevieron a correrla, mi felicitación a los que pudieron acabar, mi agradecimiento a los que compartieron minutos o kilómetros, y muy especialmente para Ramón, Fernando y Chary. Esta aventura era con ellos, pero la acabé, sin ellos.


Ahora, a pensar en nuevos retos….porque siempre habrá otra oportunidad para “situación límite, aguantar, reventar”.

Y no quiero terminar sin dar otro dato. Como siempre digo, las casualidades existen o no. El día de la carrera eran los famosos Idus de Marzo….”guárdate de los idus de marzo, César”….2058 años después del asesinato de Julio César……..ROMA VICTRIX¡¡¡¡¡

Gracias a Inmaculada, Marta y Julia, mi vida sin vosotras no tendría sentido. Gracias por soportarme y apoyarme en mis locuras. 

V Ruta de las Fortalezas 5-Abril-2014

¡Pepeeeeee, paraaaaa¡



Confieso que he pecado. Dije y me prometí que nunca repetiría una carrera, pero tenía una cuenta pendiente con la Ruta de las Fortalezas.

Cuando llegué a la meta en 2013, mi sensación fue de fiasco. Único caso de una carrera en la que estuve en un tris de retirarme. A cualquier corredor popular se le pasa por la cabeza tropocientas veces el abandono, pero el año pasado estuve sentado en la parada de autobús para dejarlo. Y mi ego me “obligaba” a intentarlo otra vez.

De hecho en primera instancia, no obtuve dorsal, para en la última semana llegar a disponer de hasta cinco opciones. Gracias a Jose María, Juanpe que me puso en contacto, y sobre todo, a mi jefe de gabinete, Richy, sin cuya participación no se podrían haber rodado esta película, a las ocho, estaba en línea de partida.

Desde la Peñarrubia Trail, no contaba con mi “pareja de baile”, Pepe Galvez. ¡Que bárbaro el zagal¡. A sus 58 años, durante mucho rato tuve que frenarlo, me llevaba con la lengua fuera.

Antes del comienzo, momento bandera e himno. Si, lo reconozco, es la bandera y el himno oficial, pero sigue habiendo algo que no me cuadra. Pienso en el Borbón, y me sale la vena.


Por primera vez, por la mala gestión del Decathlon del Thader, que todo hay que decirlo, no pude correr con mi camiseta de las grandes ocasiones, la “maratónica” que la bautizó Ramón, pero llevé mi lábaro cántabro, ¡qué mejor símbolo que el de mi patria no hay¡.

Pistoletazo de salida, y saludos a diestro y siniestro. Con los años, pese a mi carácter reservado y poco dado a los eventos sociales, he ido conociendo a buena gente, sana y maravillosa.

Concentrado. Camino del Monte Calvario no quise cometer el error del año pasado. De buen grado recuerdo el consejo de Richy en la línea de salida, “la receta es andar en el Calvario y San Julián para llegar fresco al final”.

Me aborda Pablo Manteca, mi compañero de meta de la Alharabe: “mi amigo del Rácing de Santander”, me saluda. Un amigo más. No nos volvimos a ver.

Dicho y hecho. En el Calvario, pues, no hubo más cáscaras. Otra vez, taponazo en la subida, que sin ser muy larga, se pega. Esos escalones anchos que te obligan a tirar una y otra vez de la misma pierna, empiezan a marcar.

El ritmo es algo monótono. El tumulto, cual cruce de Moisés por el mar Rojo, nos lleva en procesión hacia la primera cumbre.

En este tipo de situaciones, voces, ruidos de bambos y olores, ¡que olores¡ ¿Cómo se puede apestar a sudor así cuando solo llevamos escasos minutos de carrera?. Debí nacer para señorito, pero me dieron hasta arcadas.

Saludé a Salva el Corrihuela. No dejad de visitar su “museo” en sus oficinas de Alcantarilla con fotos de todas sus maratones,  bueno, menos Murcia y Valencia, las últimas. Envidia sana de sus grandes carreras. Salva, esta propaganda es gratis, pero esperamos la publicación de las fotos cuanto antes.

Primera cima y primer control. Siguiendo con esa “buena costumbre”, en todas las mesas de sellado, me acercaba a una buena moza, salvo en Benipilia y la Atalaya, que solo nos pusieron un par de feotes mozos.

Bajada rápida, algo de más, soltando patorras.

Al final de dicha bajada, yu-yu, que mala sombra, ¡¡un cementerio¡¡…uf, bromeamos con un cartagenero, pero que mala sombra.

Torcemos por la chimenea, iniciando la subida al Castillo de San Julian. Si, Richy, te hice caso. Subimos corriendo, pero a media subida, paré a Pepe Duracell, que si no le quitas las pilas, sigue, y sigue, y sigue corriendo, y encima, le digo que pare, y con todo el morro me dice…¡¡¡si solo hago que seguirte¡¡….dos metros por delante de mí.



La subida coronamos rápido. Sello, y micción….¡¡que mal suena¡¡…vamos, que aprovechamos para mear. Cambio al agua al canario, y a la botella antes de la bajada de Cala Cortina.

Todo el mundo comentado la dificultad de la bajada, pero, y no es falta modestia, tras algunos caminos de cabras por los que hemos corrido últimamente…todavía recuerdo con pánico el sube-y-baja de la Falco Trail…bajé a todo trapo junto a Ramón hacia Cala Cortina, adelantando a diestro y siniestro. Si, me comporté como esos “huelepedos” de los que siempre me quejo…Adrián, “paso corredor, paso corredor”.

La vista de Cartagena era estupenda. Nunca he podido entender que una ciudad con tanto patrimonio histórico y cultural no sepa sacar más partido de ello. Las baterías de costa, en la mayoría de los casos, en un estado deprimente. La zona de costa, entre poco o nada cuidada. Los restos arqueológicos, arrumbados. Entiendo que no debe ser fácil excavar y encontrarse piedras, pero que esas “piedras” son historia viva de 25 siglos de una de las ciudades con más historia de la península, si no, la que más.



Hoy no tocaba arrocito en Cala Cortina, que pese a la mala prensa, a mi me trae buenos recuerdos de un par de ocasiones con buena comida y mejor compañía.

Bajamos por la zona del puerto. Camino algo monótono. Pepe dando rueda, ¡¡¡¡paraaaa¡¡¡.

Abordamos el tramo nuevo de esta Ruta. Tras la subida al Castillo de la Concepción, paso por el Molinete, muy recuperado, mejorado, con bareto atractivo. Cuando ví a las señoronas animando con el vermut y los calamares, ¡¡humm¡¡, quien pudiera comer unas rabas.

Nos acercamos a unos de esos puntos sorprendentes del recorrido, el teatro romano. Parece increíble que “apareciera” sin más. ¿Nadie sabía que estaba ahí?. Vamos, que como que no me lo creo. Una pena, cuanto patrimonio se habrán ventilado sin que se sepa.

Callejeamos por el centro de la ciudad. En otra ocasión, lo habría disfrutado, pero estos dos kms de asfalto adicionales pasan factura para las rodillas.


Salimos por fin hacia la rambla de Benipila. Pepe se embala. Tengo que pararle mas de una vez….para al final decirle que tirara solo, pero no quiere, nos quedamos juntos.

Al comienzo de Fajardo nos cruzamos con el que sería el futuro ganador. Ya nos lleva una hora. Empiezo a notar los síntomas del cansancio, y queda mas de la mitad. Recuerdo la Ruta del año pasado, que en esa zona me empezó a castigar física y moralmente. Bajo el ritmo, e intento parar a Pepe Duracell. Subimos al tran-tran. A media subida nos acercarmos a un grupo del equipo marathón de Cartagena, y con ellos subimos a un ritmo cómodo, coronando bien.

Barra libre. Me como naranja, plátano y hasta un donut entero mientras bajamos andando. Las curvas en paellera nos llevan rápido hacia el inicio del Castillo de Galeras.

Primeras estribaciones, y viendo que Pepe se va, le dejo. Me espera. De todo el recorrido, es el tramo que mas marca. La Atalaya y el Roldan, son lo que son, subir andando regulando, pero en Galeras, que se puede subir corriendo, te dejas muchas fuerzas que después te pueden faltar. Este año no cometí el error de cebarme en la subida. Ritmo de marcha, sin andar mucho, pero sin correr rápido….¡Pepeeeee, paraaaa¡.

Junto con el grupo del marathón Cartagena coronamos, comemos y sin pararnos, iniciamos la bajada.

¡Y que larga se hace la bajada¡. Eterna. Es muy larga, lo dicho, la clave está en Galeras. Gestionando bien los recursos, como me dijo Ramón bajando por Cala Cortina, este año, victrix.

Y así lo hicimos. Pero larga, larga, muy larga. A la altura del comienzo del nuevo paso por la rambla de Benipilar, llegó trillado. El año anterior, ahí sufrí mucho. Era llano, pero la recta, también, larga, larga, muy larga.

Hasta Cartagonova, entre frenar a Pepe Duracell y mantener un ritmo homogéneo, tengo suficiente. En el puesto de la cruz roja, este año si, paso por boxes, me chutan réflex en ambas piernas.


Zona fea antes de iniciar la ascensión a la Atalaya. Subimos muy bien. Veo bajar a un corredor, ¿me estaré equivocando?, no, parece ser que se le había olvidado sellar en el puesto anterior, y ¡volvía¡, vamos, ni loco. Si llego a ser yo, sigo, me daría igual la descalificación, yo sé que habría cumplido el recorrido.

Aparece mi amigo en la subida, Lorenzo, sale el sol. Y como pegaba, al final de la carrera, parecía venido de la playa, tostadico.

Cuando llego al castillo, me lavo la cabeza con el agua sobrante. No me acordé que no había avituallamiento, ufff, vaya faena. Pues nada, a vela hasta el próximo.

El año pasado, aquella bajada sobre cementó me hundió. Veo bajar a muchos corredores, totalmente destrozados, como yo hice antaño, pero era mi día, bajé corriendo, a todo meter, eso sí, con un dolor tremendo en las plantas de los pies.

Camino de Tentegorra, le enseño a Pepe la parada del autobús donde me senté en 2013 para coger el autobús y retirarme. No, este año no, este año toca cerrar el círculo.

En el avituallamiento como, bebo, y el estómago hecho un batiburrillo. Que poco me gusta llevar así la tripa, parece que en cualquier momento vas a reventar.

La subidica de Tentegorra, sobre el pedreguerío y el curveo, agotaaaaa.

No sé cómo va a ir el Roldan por que llego muy perjudicado.

Pero me sorprende mi estado, al pié de la subida, cansado, agotado, pero con reservas, subida dura, dura, muy dura, pero marco ritmo. Me vuelvo, y Pepe, no está. No sé que ha pasado, pero me he quedado solo.



Miro el reloj, segundo pecado, empiezo a pensar en bajar de 6 horas. Craso error. Nunca corras mirando el tiempo.

Aunque llego entero a la cumbre, noto los efectos del palizón. Miro el tiempo que me queda para las seis horas, hago cálculos e inicio la bajada.

Pero pronto me doy cuenta que es mejor bajar el ritmo que romperme por un sobresfuerzo. Después de varios “avisos” de los gemelos y de los isquios, freno. Lo importante ahora es llegar.

La bajada mas que técnica, es peligrosa. Peligrosa por la degradación, en una mala pisada, en mal gesto, se puede ir todo al traste, voy con pies de plomo, aseguro la meta.

Ya estoy abajo, y me vengo arriba. Ya queda poco.

Entro en zona de meta, y, este año, han cambiado la zona de entrada, dando un rodeo. ¡¡Madre mía, que acabe ya¡¡¡.

Veo la meta. Aprieto para entrar con la moral alta.

Final.

Recojo mochila.

Y dentro de una gran, gran organización, el único fallo, pero garrafal. Solo cerveza.

No hay refrescos. Si lo quiero, me lo tengo que pagar.

Si, la carrera es de 10 o de 11. La gestión del ejército es plausible, pero parece increíble que tras tantos kilómetros, que para tomar un refresco, tenga que pagar un euro. Craso error. No todos somos cerveceros.

6:07:14. El mismo tiempo que el año pasado. Predestinado, eso sí, con dos kms mas.
283 de los 3500 que salimos de meta.
116 de los 1201 veteranos de mi categoría.

Cumplido el reto, de momento no habrá tercera ruta de las fortalezas….bueno, veremos esos 111 kms que se están preparando.

Ya está todo??....no??...que falta??

Vengaaaa, ahí va.


ROMA VICTRIX¡¡¡¡¡






miércoles, 28 de mayo de 2014

Maratón Copenhague 18-Mayo-2014


Crónica de una Maratón anunciada

18 de Mayo de 2014. 9:30 de la mañana. Muelles de Islands Brygge. Copenhague.

Suena el pistoletazo de salida. Kiprono y el resto de kenyatas, etíopes, tanzanos y daneses, ¡muchos daneses¡, vamos, lo que viene a ser la élite, salen disparados.

Pasarán otros 11 minutos para que me llegue el turno de salir a disfrutar de mi quinta maratón urbana. Más de 12.000 corredores, por turnos de varios miles, iniciamos la aventura.

La espera, ¿desespera?. No, al contrario, la euforia del momento se palpa en el ambiente. Hay que saborear cada instante, cada imagen, cada segundo. Desde el grupo de vikingos uniformados tirando de un trineo polar al afroamericano de más de 2 metros (hay que ser racialmente correcto, dicen)  llorando como una dolorosa.

Daneses y suecos; finlandeses y noruegos; galileos y samaritanos; alemanes, ingleses, franceses y hasta un total de 63 nacionalidades (y un cántabro) esperamos turno. Va a empezar la maratón. 42 kilómetros por delante.


Pero no, la maratón no empieza en este momento. Empezó mucho tiempo atrás, quizás días después de correr la anterior, en noviembre de 2013, en Murcia.

La ciudad elegida era Estocolmo, pero por mor de esos eventos “mayeros” que tanto abundan, la fecha estaba ocupada. Ya se sabe, la BBC (bodas, bautizos y comuniones). ¡Viva Estocolmo 2015¡.

Pasadas las navidades, me senté tranquilamente delante del ordenador. Disfruté viendo las posibilidades, soñando con destinos lejanos y cercanos. Berlín, Londres, París, pero diferida en el tiempo la posibilidad sueca, la opción escogida fue Viena.

Busco y rebusco con los buscadores para acabar la búsqueda de la mejor combinación. Todo visto…pero tras varios días de espera a los compañeros de viaje, se perdió la oportunidad.

Tercer plato, Copenhague. Sin saber muy bien ni cómo ni porque, marqué el objetivo en la capital danesa de la que tan solo conocía que albergaba la estatua de la Sirenita y poco más. Pocas veces una elección a ciegas fue tan acertada.

Pasadas las peripecias de los problemas con los vuelos a causa de una "franchute-huelga" que casi nos arruina el plan, aterrizamos mi medio pomelo y yo, la noche del 15 de mayo en “danesilandia”.

¿Quién sino mi medio pomelo?. Siempre a mi lado, la que no falla, la que me soporta, la que hace realidad todos mis sueños y es mi sueño hecho realidad. Nada sería igual sin ella. Nada haría sin ella.

Dos días de frenético turismo por una ciudad bonita entre pocas. Coqueta, recoleta y vistosa. Palacios versallescos, edificios germánicos, parques aterciopelados, todo pulcro, y de entre todo, destaca la forma de vida. Sosegada, silenciosa y concentrada.



Eso sí, calles, parques y palacios impronunciables. 

Ellas y ellos, todas altas y altos, muy guapas y guapos… por eso de la igualdad de géneros…y generas.

Viajamos para ver mundo, para visitar ciudades, para conocer otras sociedades, otras culturas y dentro de estos viajes, hay una maratón. Si, fue primero la maratón, pero lo primordial ahora es disfrutar del viaje. Estas aventuras dan sentido a la vida. Yo soy de los que piensa que se trabaja para vivir, no que se vive para trabajar. Si pudiera….

Divago. Como decía, tras once minutos, llega mi turno. Suerte.

Día nuboso. Sin ser un clima húmedo, no estamos en la costa levantina, así que opto por una camiseta de malla y mi maratónica que ya me ha acompañado en las 4 maratones y las 8 ultramaratones anteriores.

En este caso si pega. Conecto el mp3 con las mejores canciones de Eurovisión. Ningún sitio más típico-tópico que Copenhague para oír tres largas horas de música festivalera. Aquí, hace solo 8 días ha ganado el festival la mujer barbuda…el hombre barbudo disfrazado de mujer…bueno, donde ganó Austria.


Trotamos los primeros metros por Islands Brygge, en cuyos márgenes había unos curiosos “meódromos”, al aire libre. Y los daneses, tan cívicos, tan propios, pues orinan a la vista de todos.

Busco con la mirada a mi medio pomelo, pero entre que no llevo las gafas y que hay mucha, pero que mucha gente, no la veo. Bueno, espero verla en el segundo punto acordado, km 14.

Sé que llego un poco justo a la línea de salida. He corrido mucho por montaña, y dejé olvidado demasiado tiempo el asfalto. Con solo tres semanas de re-adaptación a la superficie, veremos si apruebo el examen.

Atravesamos el puente de Langebro e iniciamos la “subida” por la avenida de Hans Christian Andersen, el cuentista.

El perfil de la maratón es totalmente llano, pero en muchos tramos, solo hay uno o dos carriles, lo cual ralentiza el ritmo de los que no somos “élite”, aunque casi mejor. Menos ritmo, más reservas para el final.

Eso sí, mucho danés, mucho civismo, mucha eficiencia y tienen la ciudad levantada por obras por todas partes, versus, “Spain is diferent”. Esto, baja el ritmo más si cabe.

El firme es variable, no tan firme. Pensaba que tras la experiencia del empedrado en Roma, no tendría nunca más que sufrir tanto, pues, otra vez, me equivoqué. El recorrido es una mezcla cambiante de asfalto antiguo, adoquinado y terreno en obras. Hoy no se bate ningún record. Al menos, yo no.

Como decía, subiendo por la avenida del cuentista, siento la magia de estar corriendo por una ciudad de ensueño. Edificios de ladrillos marrones con torreones terminados en techos verdosos y adornos dorados de los cuales parece que va a asomarse una princesa de cuento de hadas, casas estilo germánico con mucha madera, flores y arboles en plena ebullición primaveral, ambiente de lujo con muchos animadores.


Corres dentro de tu burbuja, intentado paladear cada momento. ¿Quién me iba a decir a mi hace cuarenta y tantos años, cuando jugaba a la pelota en la Travesía de Tantín, en mi natal Santander, que cuatro décadas después correría por las calles de capitales europeas de tanto postín?.

Km 2 dejamos a la izquierda el Tívoli. Es el padre de todos los parques temáticos. Construido en 1843, alberga una pléyade de atracciones de otra época, de madera, con un colorido de cómic. Dicen las guías que en ella se inspiró Walt Disney para crear su parque y que el ínclito Michael Jackson, tras un concierto, ¡¡pretendió comprarlo¡¡….estos americanos, se creen que todo se consigue con dinero.

Y no, el dinero ayuda, no lo podemos negar, pero la felicidad que se te queda en el cuerpo antes, durante y después de una experiencia maratoniana como ésta, no se paga con nada.

Km 3, torcemos camino de la avenida de los parques, la Oster Voldgade, lo dicho, con lo fácil es que se llamara avenida de la Constitución. Y son unos parques espectaculares. Un remanso de paz. Dado el carácter de los daneses, el silencio es casi sepulcral, seguro que hablan, pero su tono es casi imperceptible, nada que ver con el carácter bullanguero latino.

Estanques de patos y cisnes, laderas de verde prado  y árboles frondosos. Si te sientas en un banco, la civilización parece olvidada a cientos de kilómetros, pero, es que, a lo peor, esto es civilización, y no el griterío hispánico, aunque tanta paz y sosiego, a la larga, debe aburrir, de ahí su afición a las bebidas espirituosas.

Camino del km 6 no me noto muy “académico”. Me pesan las piernas. Las palizas de los dos días anteriores se tienen que notar. Llegando al primer avituallamiento, bebo agua, como naranja (¡¡egipcias¡¡), y plátanos (¡¡colombianos¡¡)…así que la Unión Europea colabora y a seguir.

Cogemos la Strandboulevarden, y vivo un "momento túnel", no sabía si estaba en 2014 o en 1942. La avenida parece un decorado para una película de nazis, solo faltaba salir un par de chalados  con el uniforme militar y la esvástica en el brazo.

A la altura del Sparta Hallen, el campo de fútbol de la ciudad, miro el reloj, no voy bien y encima, algo más preocupante, a un ritmo demasiado lento, pero es que no me veo para apretar.

¡Cerebro a corazón, cerebro a corazón, no pasa nada, mantén el ritmo¡. ¿Oído corazón?

Atravesamos el Faelled Parken, a rebosar de animadores y una walkiria pelirroja de ojos verdes. Vale, parece que no voy tan mal.

Volvemos camino del centro, en paralelo a los canales del Sortedams So, lleno de obras. Muchos giros, mucho amontonamiento de corredores, más lento no se puede ir, y ese ritmo no me favorece. Tampoco es el caso de esprintar, pero ir a más de 5:40 me carga mucho las piernas.

Km 12, “solo” quedan 30 kms. Pasamos por un arco que lo indica, y experimento una catarsis personal. De repente, me vengo arriba. Se activa el chip.

¡Corazón a cerebro, corazón a cerebro¡, estamos aquí para disfrutar, ¿no?. Pues arriba el ánimo.

Sigo al mismo ritmo, pero la hormona de la felicidad, que seguro que en Kobenhavn, como llaman a la ciudad los nativos, la dicen la “flecitantvorksormonaen”, me hace un gran regalo. Moral por las nubes.

Otra vez el centro. Km 13, a ver si veo a mi medio pomelo. No, no está.

Km 14, ¿estás por ahí?. Tampoco. Km 15, pasamos por la plaza Kongens Nytorv, ambiente espectacular, música en la calle, gente aplaudiendo a rabiar….¡hasta el infinito y mas allaaaaa¡.

Del km 15 al 23 salimos del centro de la ciudad y nos acercamos al barrio de Vesterbro, zona en crecimiento, con feotes edificios de cemento y cristal, y, un repentino puerto pesquero con sus bares de “pescaíto frito”, que bien pudiera ser Torre de Mar, en Málaga.

El tiempo es cambiante. Frío, calor, frío, calor. Pasando por Media Maratón, me quito la maratónica y voy tan solo con la camiseta de malla. La maratónica, en la mano, a buen recaudo.

Busco un punto de referencia. A ver, a ver, escojo un corredor de naranja que me debe sacar unos 2 kms. A por él.

Paso por Media Maratón en 1:54, muy, pero que muy lento, máxime cuando en Roma, pasé en 1:45. Lo dicho, hoy no hay récord.

Puntazo del recorrido. Con la moral por la nubes, acelerando y rebasando corredores veo a mi medio pomelo….¡¡ahora si, a por ellos¡¡. Carpe diem, disfruto el momento.
Km 24, paralelo a los canales de Knippelsbro e Inderhavn, pongo velocidad de crucero, que en mi caso supuso ir del 25 al 30 a ritmo de 4:40.

Ha llegado la hora de los valientes. Empiezan a caer los corredores, gente desfondada, andando, tirada en el suelo. Esa es la magia de la distancia. No consiste en salir el primero, sino en llegar. Regular. Estudiar el recorrido. Escoger el ritmo adecuado. Debes entrenar mucho, pero la estrategia es básica.


He corrido carreras desde 5 a 100 kms. Por asfalto, por montaña, por senderos y verigüetos, por ramblas y pedregales. La maratón siempre será mi distancia preferida…pero es que, ¡es tan aburrido entrenar en asfalto¡.

Vikingos y walkirias caen por docenas. El famoso muro de los 30 les pasa factura.

Pero yo me siento en mi película particular. Veo pasar decenas de corredores al ralentí, pero no, soy yo, acelerando hacia la meta.

Km 27, hola Sirenita. Que no hubo forma de hacerle una foto decente. Rodeamos el Kastellet, que más que una zona militar destinada ahora a las visitas de turistas, parece un remedo de un campo de concentración, con sus barracones simétricos, sucios y destartalados.

Km. 32, segunda pasada por el Sparta Hallen, estoy que me salgo. Sigo marcando cada avituallamiento, agua, naranja y plátano, sin ganas, pero es la gasolina para las piernas.

Del 30 al 35 mantengo el ritmo fuerte, a 4:50 el km. Una duda me pasa por la cabeza, ¿no estaré yendo demasiado fuerte?. Estos esfuerzos al final se pagan, y sería una pena romperme al final.

¡Cerebro a Corazón, Cerebro a Corazón¡. Velocidad de crucero. Todo controlado.

Por el Faelled Parken, primeras ambulancias. Es la parte dolorosa de estas carreras, ver como caen reventados algunos corredores. Seguro que nadie está libre de ello, pero no puedo entender llegar a un punto tal que tu cuerpo te descabalgue de la maratón, sin haber percibido las señales antes.

Km 35. Parece que empiezan a caer unas gotas. Otras más. Chaparrón. Hasta la meta no deja de llover. Lejos de venirme abajo, la adversidad, me pone. Y no me acuerdo de la maratónica. Empapado.

Los daneses, fríos como su tiempo, ya no animan como al principio. Sufro una experiencia extracorpórea, me veo a mi mismo diciendo a voz en grito, levantando los brazos…¡¡no os oigo, no os oigo¡¡…¡¡clap yours hands¡¡…y Radhus Pladsen se viene arriba…

Fue un segundo, pero fue mi segundo, fui el centro de cientos de daneses que me aplaudían.

…si me lo cuentan, no me lo creo.

Y no fue la última vez, llegando al cuarenta, cuando más te hace falta el apoyo, nuevamente me escucho repetir…¡¡go, go, clap yours hands¡¡.

Cruzo el puente, y entro en éxtasis, la adrenalina disparada, corro solo, busco con la mirada a mi medio pomelo, no la veo.

Voy empapado, sigo adelantando corredores. En línea de meta entro triunfal.

Si, es cierto, Kiprono entró hace 1 hora y 23 minutos, pero me siento ganador.

Ni de lejos hice mejor marca, 3:40:01, pero ha sido, de largo, la mejor maratón planteada, la que más he disfrutado y la que más feliz he terminado.

Para los amigos de la estadística puesto 2.528 de los casi 13.000 corredores que salieron. Acabaron poco más de 11.000. 307 de los 1.061 de mi categoría. Y lo más significativo, salí en el puesto 5.557, esto es, adelanté a más de 3.000 corredores. Cogí al corredor de naranja en el 35.

Agua, fruta, medalla, se acabó, la maratón de Copenhague ha terminado, pero vive en mi recuerdo, por ello me escribo esta crónica, para recordar esos momentos, y los comparto contigo, mi lector, y principalmente contigo, la incondicional, a mi medio pomelo, Inmaculada.


Ahora, pasados los días, sombras y cenizas…..Roma Victrix¡¡¡