domingo, 4 de agosto de 2019

II Vuelta Macedonia al Mar Menor - Julio 2019




¡¡¡ Como pasa el tiempo ¡¡¡ ¿¿ O somos nosotros los que pasamos ???. Hace...nada...estábamos contando la primera edición de la vuelta nocturna al Mar Menor y en un pispás, ya estamos con la segunda.



Primer paso, buscar la fecha. Fue más fácil de lo previsto por que el sábado 27 de julio era la única fecha en la que todos podíamos.

¿Participantes?. Pues casi los mismos. 

Salva, el esloveno, el tántrico. Debe ser que no tenía bastante con los 60 kms de la Vuelta al Mar Menor que a las ocho de esa misma tarde se fue a correr a Cabo de Palos, solo 6,5 kms. Es la liebre del grupo. Mientras otros vamos cuesta abajo y sin frenos en cuatro años él ha mejorado mucho. No sé si es por entrenar poco con los macedonios y entrenar mas y mejor con los eserres. No sé si es por tanto tantra y más allá. Pero el caso es que hace tiempo que nos da mil vueltas.  A mi dos mil. La vida le ha brindado una segunda oportunidad y la quiere aprovechar.

Pepe, el macedonio auténtico, el abuelo. Ya firmo ahora mismo estar como él con su edad. 12 mayor que yo y cuando empieza a zapatear no hay quien lo pille. Dicen por ahí que va a vender al peso todas las copas y medallas que ha ganado últimamente para poder jubilarse ya. El mas callado, no deja escapar un comentario mas alto que el otro. Solo su habitual … ¡¡¡quiero correr¡¡¡.

Ricardo, el croata, el literato. Benjamín del grupo con sus 41 años, nos anima para todos los eventos. Si no fuera por él, nos veríamos mucho menos y mira que nos vemos poco. Otro al que la vida le ha puesto ante otra oportunidad y está en el camino de buscar de nuevo su felicidad.

Fernando, el montenegrino, el filósofo. Lleva varios años de lesiones, cuando sale de una entra en otra. Piensa mucho, quizás de más, yo le animo, la vida debe ser mucho más sencilla, aunque a lo mejor el problema es mío que lo simplifico todo. Las cosas las veo blancas o negras. El busca los matices y encontrarlos no es nada fácil.

Fausto, el bosnio, el indurain. Tras una colección sin fin de lesiones y decepciones en las carreras, ha optado por la bicicleta. Como el dice, un día estás y otro no. Correr debe ser una placer, algo para disfrutar, y varias lesiones superpuestas se lo impiden. En el camino sin saber todavía si va o vuelve.

Nuevo en la plaza, Juan, que hasta que pueda demostrar el gen macedonio, lo dejamos en albano, el matasanos. Aunque ya hemos coincidido con él en algunos entrenamientos, primer ocasión de larga distancia. De momento corre mucho, así que el gen macedonio no lo cumple. Hay que correr mucho menos y quejarse mucho más.

22:00, todos reunidos en el bar Paloma, para cenar algo antes de empezar. Salva llegó el último junto con Inma y otro amigo que si no recuerdo, también se llamaba Juan. Los macedonios comimos bocadillos menos Salva, apuntado a la pizza. Me pedí un bocadillo Light, que de light solo debía tener el nombre. Beicon, queso y cebolla. Buena gasolina.



23:15 hora de salida. Mas tarde que el año anterior. Una hora y cuarto más tarde. Para evitar bajones, antes de empezar primera pastilla de sales.

Punto de inicio, el molino Quintín, en Lo Pagán. Primeros kms hasta La Puntica sorteando personas, bancos, atracciones de feria y perros. El paseo a reventar. Fuimos esquivando a todos los turistas y vacacionantes que se volvían a mirarnos extrañados. Son bomberos, pensaban unos. Son militares, nos decían otros. Cinco con la camiseta macedonia y el albano Juan de blanco, mas bien parecíamos sus guardaespaldas. 



Durante muchos kms voy recordándoles los tiempos por km. Salva enseguida se embaló, acostumbrado a zapatear mucho. Sorprendentemente Pepe se mantuvo casi todo el recorrido a cola de pelotón, quizás no queriendo forzar por que el fin de semana siguiente tenía la Subida al Veleta. Ricardo hizo pomada con él y casi no coincidimos. Y mira que fueron kms.

Intentando que nadie fuera más allá de 6:00 minutos el km, pese a los 130 kms que tenía en las piernas de los últimos 7 días de viaje, al principio iba bien. Siempre con las dudas de saber si sería capaz de aguantar. Cada vez me veo más bajo de forma o quizás con menos ganas de sufrir corriendo. Esta sensación me viene acompañando ya mucho meses y bien saben los macedonios que solo fui a la Vuelta al Mar Menor por juntarnos, no por ganas de correr.

Hasta Santiago de la Ribera, mas gente todavía. Ritmo algo más rápido del deseado pero tras tantos meses de no juntarnos teníamos muchas cosas de las que reírnos, así que nos dejamos llevar por el momento.

Academia General del Aire y el final de paseo, ya confirmamos que vamos más deprisa que el año anterior. El Pepito Grillo de turno les iba recordando que debíamos bajar ritmo para evitar petar. Que ya no tenemos edad.

Entre La Ribera y Los Narejos, primeros kms en los que teníamos que ponernos el frontal. Pese a que había luz aunque fuera lejana, el arcén por el cual corríamos era muy oscuro y la carretera muy concurrida. Mejor asegurar y dejarnos ver. Más de un coche con el que nos cruzamos nos lanzó pitos y chillidos de ánimo.



Poco antes del aeropuerto de San Javier, cogimos la primera desviación por camino de tierra. El recorrido es cosa de Salva, que es el que mejor se lo conoce. Si tuviera que repetirlo solo, me perdería en algunos tramos. Mas o menos está claro, seguir pegados a la orilla para darle la vuelta entera al Mar Menor, pero una vez en harina, el macedonio propone y el recorrido dispone.

Al paso por el aeropuerto, soledad, oscuridad y silencio. El año pasado vimos algún avión en sus pistas. Con la apertura del aeropuerto de Corvera, San Javier ha pasado a engrosar la ya ominosa lista de aeropuertos sin aviones, demasiados, prueba palmaria de la desfachatez de aquellos que gastan los impuestos en cosas innecesarias para provecho...de los de siempre.

Nos quitamos los frontales, entramos en Los Narejos y Los Alcázares. Primera parada, primeras chispa-de-la-vida. Cayeron unas cuantas, pero para nuestra sorpresa, no encontramos tantos chiringuitos abiertos como en 2018 y eso que, aunque pasamos algo mas tarde, tampoco era tan tarde.

Abandonando Los Alcázares divisamos a unos 5 kms El Carmolí, con sus fila indiana de luces anaranjadas. Pasado el puente, sin aviso, sin señal más allá de la amarilla-blanca de la GR, saltamos un guarda-rail para entrar en zona arenosa. Salva al frente, el guía. Fernando, justo detrás, colaborando con el gps. Juan, el más joven, con ganas y fuerzas de correr. Servidor, en medio, como el jueves, notando ya la pesadez en las piernas y tan solo llevábamos 20 kms. Ricardo y Pepe, cerrando, como toda la noche.

Tras unos primeros kms, la senda se cerró. Quizás por un invierno algo más húmedo, quizás por que nadie hace limpieza en la zona, nos encontramos en mitad de la nada, con El Carmolí a la vista, pero sin una senda clara. Dimos varias vueltas, varios intentos de recuperar la ruta, pero tras 15 minutos y un pie zampamillero apestando a cieno, optamos por subir hasta la carretera para llegar al objetivo.



Nueva parada, en este caso, al borde de la playa, para lavarnos la cara y quitarnos las piedras de los bambos. Empezó mi lucha interna. El cansancio acumulado me empezó a pasar factura. Cuádriceps muy cargados. Piramidal que me iba soltando punzadas muy molestas. Intentando seguir el ritmo, enseguida me retrasaba. Sabía que no debía haber ido, pero, como les dije, "os lo avisé, así que ahora, a mi ritmo".

Las zonas de tierra, las llevaba mejor, dado que el ritmo, por mor del terreno y la falta de luz debía ser menor, pero los paseos, intentando seguir el ritmo, me iba quedando atrás.

Ni una sombra. Casas cerradas. Ni un bar. Necesitando más chispa-de-la-vida y no encontrándola. Si éramos pocos, un terrible dolor lumbar me llevaba mártir. Tuve que tirar de farmacia. Nueva pastilla de sales y un paracetamol que tardó en hacer efecto. 

No queriendo dar la nota de ser el freno, aprovechando el romance a cola de pelotón entre Pepe y Ricardo, me quedé solo en medio. Fernando, Salva y Juan delante. Yo rumiando mi aburrimiento. El convencimiento de que no tenía necesidad de seguir corriendo. La verdad, que no tenía ganas.

Los Urrutias, Estrella de Mar y Punta Brava. Nos cruzamos con algunos grupo de personas que iban de vuelta a casa. Miré el reloj y solo de pensar que nos quedaban 30 kms y quien sabe si 5 o 6 horas, me deprimía. La única buena noticia, que al ritmo que íbamos, y recordando lo mucho que andamos por La Manga en 2018, íbamos en hora para acabar con el mismo tiempo del año anterior.

Zona de senda entre Los Urrutias y Los Nietos, nuevamente perdimos algo el rumbo. Mejor, así con la excusa de andar, intentaba recuperarme. Miraba a los demás y los veía como si tal cosa, como si llevar 35 kms en las piernas y tener otros 25 por delante fuera la cosa mas normal.

Los Nietos, con su club marítimo clonado del de Los Urrutias. Playa ínfima, de poco más de 2 metros de ancho, arena oscura, agua casi estancada. Al fondo, música. Parada para unas nuevas chispa-de-la-vida. Una banda tocaba y cantaba éxitos de ayel-hoy-y-sienepre, de Chayane y Civera. Las parejas de viejos, arrimándose para ver si pillaban algo, aunque fuera un sofocón.

En el tramo desde Los Nietos hasta Mar de Cristal y Playa Honda, toqué fondo. Me pesaban las piernas. Cabo de Palos en la lejanía parecía cada vez mas lejos en lugar de acercarse. "¿Cómo vas?", me preguntó Salva. "Muerto", le respondí. Su cara, un poema. No podía dar crédito. "¿Y?". Pues despacito y buena letra, a ver si me recupero algo.

Que envidia daban los demás. Seguramente iban ya tocados, pero la impresión mía es que iban sobrados y eso me hundía cada vez más. A por el chiringuito 24 horas. Sin pensar en nada más.

Playa Paraíso, a la entrada de La Manga, es la zona que mas me gustó, mas que nada por que al estar al comienzo de la línea recta hasta La Puntica, sabía que ya era el punto para empezar a restar km a km.


Poco después de cruzar el puente sobre la encañizada del Marchamalo, parada y fonda en la tienda 24 horas. Dos chispa-de-la-vida y agua fría. El estómago ya inflado de tanto gas, pero necesitaba el azúcar. Nos sentamos en el bordillo de la acera. Tras ver a Ricardo refrescarse las piernas con el agua, le imité. Mano de santo. No hizo milagros, pero me bajó mucho la tensión muscular. Los 15 minutos sentados me vinieron de perlas para los dolores lumbares. El bocadillo de jamón y queso, también. Cuando me levanté, me costó ponerme en movimiento, pero sabía que había entrado en modo zen.


A partir de aquí fuimos restando. Recorrido marcado por tablas de surf con la indicación de cada km. Para no demorarnos, decidimos hacer un km andando y otro corriendo. Ricardo y Pepe se quedaron por detrás y pronto el grupo se había partido. Cuando nosotros corríamos, ellos andaban, y viceversa. Nos íbamos rebasando mutuamente. En una de esas, Juan se unió a Pepe y Ricardo. Fernando, Salva y yo, seguimos por nuestro lado.

Tras varios kms de coca, correr y caminar, me encontré muy bien y empecé a tirar de mi grupo. Como veía ambos grupos desacompasados y lo que quería es que fuéramos juntos, corríamos 2 kms o más y descansábamos uno. Tardamos en reunificarnos.

A ritmo de 5:30e incluso menos, vimos pasar Plaza Bohemia, el Zoco, la Escuela Náutica hasta llegar al Paquebote y al puente del Estacio donde recuperé mi mejor forma y llegamos a correr por debajo de 5 durante más de un par de kms pese a que llevábamos y más de 50 en las piernas.

A la altura de Puertomar, intento de reunificación que se concretó casi llegando a Veneziola.

Momento de buscar por donde cruzar. Segunda experiencia náutica. El año pasado, como un perruco, arrastrando la bolsa. En este, dimos varias vueltas para buscar el punto de cruce. El terreno, muy enfangado, no facilitaba la labor. Más de 15 minutos de recovecos hasta encontrar el lugar. 


Operación Kaiser. Quitarnos la ropa, menos los pantalones. Lo de cruzar desnudo por ese fangal, como que no. En las bolsas, todo lo demás. Desde las gafas, bambos y calcetines, hasta la mochila con el agua y la comida. Anudamos las bolsas y al agua. No estaba muy fría. Casi la mitad del camino la hicimos a pie, pero hundiéndonos hasta mas arriba de los tobillos. Cuando las piernas se clavaban hasta las rodillas y el nivel del agua era algo más alto, el cuerpo de viejos pastores alemanes, con sus ademanes perrunos para nadar y empujando las bolsas se lanzó en pos de la otra orilla. 

Si bien es cierto que perdimos mas tiempo en buscar el punto de partida, este año cruzamos mas rápido. Eso sí, al otro lado estuvimos un buen rato limpiándonos, especialmente los más pulcros señoritos que tenían que enjuagárselo todo, y cuando digo todo, es todo. Película S para no recordar. Y siempre nos quedará Ricardo que se limpiaba un pie y se manchaba el otro.


Tras más de 20 minutos de acicalamiento, a por los últimos kms. Saliendo de la Punta de las Algas, trotamos ligeramente. Dejando las dunas y la playa de La Llana a la derecha, corrimos hasta el Molino Calcetera desde el cual ya solo quedan 2 kms hasta la meta en el punto inicial.

Tras 9 horas y cinco minutos, casi una hora menos que el año anterior. Meta. En ese momento, si nos dicen que teníamos que correr otros 20 kms, pues casi seguro que los habríamos hecho, pero sabiendo que era el punto final, fue pararse y todo el cansancio me cayó encima. Ni a empujones correría 100 metros mas.


Foto de grupo, felices por la experiencia macedonia. Desayunamos. Todos con sus tostadas y café. Tras tanta chispa-de-la-vida, era incapaz de comer nada así que aunque fueran las 8:30 de la mañana, me comí helado, té con limón y tan pancho.

Salva, sobrado. En estos 4 años macedonios he visto como su vida ha cambiado, para mejor, al menos es mi impresión. Se le ve centrado en disfrutar, no dejando que nada ni nadie le amargue el día a día. Seguro que no fue fácil.

Fernando, cansado. Sé que quiere, pero quizás ya no puede tanto. Fuerza de voluntad no le falta. Con sus horarios, buscar momentos para entrenar no es fácil, pero nunca se cansa de macedoniar.

Pepe, makina. Cuando quiso apretar, apretó. En busca de sus mil y un podios, corriendo que la vida corre muy rápido y nunca sabe cuando no podrá seguir a este ritmo.

Ricardo, callado. Sorprendentemente callado, el sigue en su propio túnel, todavía no parece haber visto la luz como Salva, pero algo cuenta siempre de su parte, su fe inquebrantable en si mismo.

Juan, novato. Corría mucho, seguramente mas que nosotros, empezando a comprobar que ser macedonio es otra cosa. Ni mejor ni pero, distinta.

Fausto, ausente. Esperando que se aclare sobre que puede ser de mas mayor. Le echamos de menos.




Me encanta ser macedonio. Ningún dorsal mejora las carreras macedonias.

Fin a la II Vuelta Macedonia al Mar Menor, para 2020 habrá novedades por que hemos pensado en hacerla diurna, con lo cual tendrá que ser antes de que empiece el calor, a poder ser no antes de Febrero y no mas tarde de Abril. Empieza la cuenta atrás para la III Vuelta Macedonia. Todos quedáis invitados, con la única condición de que la vuelta es macedonia, con todo lo que conlleva de no competitivo, lenta, tranquila, bulliciosa y parlanchina.



Macedonia Victrix






1 comentario:

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