miércoles, 28 de mayo de 2014

Maratón Copenhague 18-Mayo-2014


Crónica de una Maratón anunciada

18 de Mayo de 2014. 9:30 de la mañana. Muelles de Islands Brygge. Copenhague.

Suena el pistoletazo de salida. Kiprono y el resto de kenyatas, etíopes, tanzanos y daneses, ¡muchos daneses¡, vamos, lo que viene a ser la élite, salen disparados.

Pasarán otros 11 minutos para que me llegue el turno de salir a disfrutar de mi quinta maratón urbana. Más de 12.000 corredores, por turnos de varios miles, iniciamos la aventura.

La espera, ¿desespera?. No, al contrario, la euforia del momento se palpa en el ambiente. Hay que saborear cada instante, cada imagen, cada segundo. Desde el grupo de vikingos uniformados tirando de un trineo polar al afroamericano de más de 2 metros (hay que ser racialmente correcto, dicen)  llorando como una dolorosa.

Daneses y suecos; finlandeses y noruegos; galileos y samaritanos; alemanes, ingleses, franceses y hasta un total de 63 nacionalidades (y un cántabro) esperamos turno. Va a empezar la maratón. 42 kilómetros por delante.


Pero no, la maratón no empieza en este momento. Empezó mucho tiempo atrás, quizás días después de correr la anterior, en noviembre de 2013, en Murcia.

La ciudad elegida era Estocolmo, pero por mor de esos eventos “mayeros” que tanto abundan, la fecha estaba ocupada. Ya se sabe, la BBC (bodas, bautizos y comuniones). ¡Viva Estocolmo 2015¡.

Pasadas las navidades, me senté tranquilamente delante del ordenador. Disfruté viendo las posibilidades, soñando con destinos lejanos y cercanos. Berlín, Londres, París, pero diferida en el tiempo la posibilidad sueca, la opción escogida fue Viena.

Busco y rebusco con los buscadores para acabar la búsqueda de la mejor combinación. Todo visto…pero tras varios días de espera a los compañeros de viaje, se perdió la oportunidad.

Tercer plato, Copenhague. Sin saber muy bien ni cómo ni porque, marqué el objetivo en la capital danesa de la que tan solo conocía que albergaba la estatua de la Sirenita y poco más. Pocas veces una elección a ciegas fue tan acertada.

Pasadas las peripecias de los problemas con los vuelos a causa de una "franchute-huelga" que casi nos arruina el plan, aterrizamos mi medio pomelo y yo, la noche del 15 de mayo en “danesilandia”.

¿Quién sino mi medio pomelo?. Siempre a mi lado, la que no falla, la que me soporta, la que hace realidad todos mis sueños y es mi sueño hecho realidad. Nada sería igual sin ella. Nada haría sin ella.

Dos días de frenético turismo por una ciudad bonita entre pocas. Coqueta, recoleta y vistosa. Palacios versallescos, edificios germánicos, parques aterciopelados, todo pulcro, y de entre todo, destaca la forma de vida. Sosegada, silenciosa y concentrada.



Eso sí, calles, parques y palacios impronunciables. 

Ellas y ellos, todas altas y altos, muy guapas y guapos… por eso de la igualdad de géneros…y generas.

Viajamos para ver mundo, para visitar ciudades, para conocer otras sociedades, otras culturas y dentro de estos viajes, hay una maratón. Si, fue primero la maratón, pero lo primordial ahora es disfrutar del viaje. Estas aventuras dan sentido a la vida. Yo soy de los que piensa que se trabaja para vivir, no que se vive para trabajar. Si pudiera….

Divago. Como decía, tras once minutos, llega mi turno. Suerte.

Día nuboso. Sin ser un clima húmedo, no estamos en la costa levantina, así que opto por una camiseta de malla y mi maratónica que ya me ha acompañado en las 4 maratones y las 8 ultramaratones anteriores.

En este caso si pega. Conecto el mp3 con las mejores canciones de Eurovisión. Ningún sitio más típico-tópico que Copenhague para oír tres largas horas de música festivalera. Aquí, hace solo 8 días ha ganado el festival la mujer barbuda…el hombre barbudo disfrazado de mujer…bueno, donde ganó Austria.


Trotamos los primeros metros por Islands Brygge, en cuyos márgenes había unos curiosos “meódromos”, al aire libre. Y los daneses, tan cívicos, tan propios, pues orinan a la vista de todos.

Busco con la mirada a mi medio pomelo, pero entre que no llevo las gafas y que hay mucha, pero que mucha gente, no la veo. Bueno, espero verla en el segundo punto acordado, km 14.

Sé que llego un poco justo a la línea de salida. He corrido mucho por montaña, y dejé olvidado demasiado tiempo el asfalto. Con solo tres semanas de re-adaptación a la superficie, veremos si apruebo el examen.

Atravesamos el puente de Langebro e iniciamos la “subida” por la avenida de Hans Christian Andersen, el cuentista.

El perfil de la maratón es totalmente llano, pero en muchos tramos, solo hay uno o dos carriles, lo cual ralentiza el ritmo de los que no somos “élite”, aunque casi mejor. Menos ritmo, más reservas para el final.

Eso sí, mucho danés, mucho civismo, mucha eficiencia y tienen la ciudad levantada por obras por todas partes, versus, “Spain is diferent”. Esto, baja el ritmo más si cabe.

El firme es variable, no tan firme. Pensaba que tras la experiencia del empedrado en Roma, no tendría nunca más que sufrir tanto, pues, otra vez, me equivoqué. El recorrido es una mezcla cambiante de asfalto antiguo, adoquinado y terreno en obras. Hoy no se bate ningún record. Al menos, yo no.

Como decía, subiendo por la avenida del cuentista, siento la magia de estar corriendo por una ciudad de ensueño. Edificios de ladrillos marrones con torreones terminados en techos verdosos y adornos dorados de los cuales parece que va a asomarse una princesa de cuento de hadas, casas estilo germánico con mucha madera, flores y arboles en plena ebullición primaveral, ambiente de lujo con muchos animadores.


Corres dentro de tu burbuja, intentado paladear cada momento. ¿Quién me iba a decir a mi hace cuarenta y tantos años, cuando jugaba a la pelota en la Travesía de Tantín, en mi natal Santander, que cuatro décadas después correría por las calles de capitales europeas de tanto postín?.

Km 2 dejamos a la izquierda el Tívoli. Es el padre de todos los parques temáticos. Construido en 1843, alberga una pléyade de atracciones de otra época, de madera, con un colorido de cómic. Dicen las guías que en ella se inspiró Walt Disney para crear su parque y que el ínclito Michael Jackson, tras un concierto, ¡¡pretendió comprarlo¡¡….estos americanos, se creen que todo se consigue con dinero.

Y no, el dinero ayuda, no lo podemos negar, pero la felicidad que se te queda en el cuerpo antes, durante y después de una experiencia maratoniana como ésta, no se paga con nada.

Km 3, torcemos camino de la avenida de los parques, la Oster Voldgade, lo dicho, con lo fácil es que se llamara avenida de la Constitución. Y son unos parques espectaculares. Un remanso de paz. Dado el carácter de los daneses, el silencio es casi sepulcral, seguro que hablan, pero su tono es casi imperceptible, nada que ver con el carácter bullanguero latino.

Estanques de patos y cisnes, laderas de verde prado  y árboles frondosos. Si te sientas en un banco, la civilización parece olvidada a cientos de kilómetros, pero, es que, a lo peor, esto es civilización, y no el griterío hispánico, aunque tanta paz y sosiego, a la larga, debe aburrir, de ahí su afición a las bebidas espirituosas.

Camino del km 6 no me noto muy “académico”. Me pesan las piernas. Las palizas de los dos días anteriores se tienen que notar. Llegando al primer avituallamiento, bebo agua, como naranja (¡¡egipcias¡¡), y plátanos (¡¡colombianos¡¡)…así que la Unión Europea colabora y a seguir.

Cogemos la Strandboulevarden, y vivo un "momento túnel", no sabía si estaba en 2014 o en 1942. La avenida parece un decorado para una película de nazis, solo faltaba salir un par de chalados  con el uniforme militar y la esvástica en el brazo.

A la altura del Sparta Hallen, el campo de fútbol de la ciudad, miro el reloj, no voy bien y encima, algo más preocupante, a un ritmo demasiado lento, pero es que no me veo para apretar.

¡Cerebro a corazón, cerebro a corazón, no pasa nada, mantén el ritmo¡. ¿Oído corazón?

Atravesamos el Faelled Parken, a rebosar de animadores y una walkiria pelirroja de ojos verdes. Vale, parece que no voy tan mal.

Volvemos camino del centro, en paralelo a los canales del Sortedams So, lleno de obras. Muchos giros, mucho amontonamiento de corredores, más lento no se puede ir, y ese ritmo no me favorece. Tampoco es el caso de esprintar, pero ir a más de 5:40 me carga mucho las piernas.

Km 12, “solo” quedan 30 kms. Pasamos por un arco que lo indica, y experimento una catarsis personal. De repente, me vengo arriba. Se activa el chip.

¡Corazón a cerebro, corazón a cerebro¡, estamos aquí para disfrutar, ¿no?. Pues arriba el ánimo.

Sigo al mismo ritmo, pero la hormona de la felicidad, que seguro que en Kobenhavn, como llaman a la ciudad los nativos, la dicen la “flecitantvorksormonaen”, me hace un gran regalo. Moral por las nubes.

Otra vez el centro. Km 13, a ver si veo a mi medio pomelo. No, no está.

Km 14, ¿estás por ahí?. Tampoco. Km 15, pasamos por la plaza Kongens Nytorv, ambiente espectacular, música en la calle, gente aplaudiendo a rabiar….¡hasta el infinito y mas allaaaaa¡.

Del km 15 al 23 salimos del centro de la ciudad y nos acercamos al barrio de Vesterbro, zona en crecimiento, con feotes edificios de cemento y cristal, y, un repentino puerto pesquero con sus bares de “pescaíto frito”, que bien pudiera ser Torre de Mar, en Málaga.

El tiempo es cambiante. Frío, calor, frío, calor. Pasando por Media Maratón, me quito la maratónica y voy tan solo con la camiseta de malla. La maratónica, en la mano, a buen recaudo.

Busco un punto de referencia. A ver, a ver, escojo un corredor de naranja que me debe sacar unos 2 kms. A por él.

Paso por Media Maratón en 1:54, muy, pero que muy lento, máxime cuando en Roma, pasé en 1:45. Lo dicho, hoy no hay récord.

Puntazo del recorrido. Con la moral por la nubes, acelerando y rebasando corredores veo a mi medio pomelo….¡¡ahora si, a por ellos¡¡. Carpe diem, disfruto el momento.
Km 24, paralelo a los canales de Knippelsbro e Inderhavn, pongo velocidad de crucero, que en mi caso supuso ir del 25 al 30 a ritmo de 4:40.

Ha llegado la hora de los valientes. Empiezan a caer los corredores, gente desfondada, andando, tirada en el suelo. Esa es la magia de la distancia. No consiste en salir el primero, sino en llegar. Regular. Estudiar el recorrido. Escoger el ritmo adecuado. Debes entrenar mucho, pero la estrategia es básica.


He corrido carreras desde 5 a 100 kms. Por asfalto, por montaña, por senderos y verigüetos, por ramblas y pedregales. La maratón siempre será mi distancia preferida…pero es que, ¡es tan aburrido entrenar en asfalto¡.

Vikingos y walkirias caen por docenas. El famoso muro de los 30 les pasa factura.

Pero yo me siento en mi película particular. Veo pasar decenas de corredores al ralentí, pero no, soy yo, acelerando hacia la meta.

Km 27, hola Sirenita. Que no hubo forma de hacerle una foto decente. Rodeamos el Kastellet, que más que una zona militar destinada ahora a las visitas de turistas, parece un remedo de un campo de concentración, con sus barracones simétricos, sucios y destartalados.

Km. 32, segunda pasada por el Sparta Hallen, estoy que me salgo. Sigo marcando cada avituallamiento, agua, naranja y plátano, sin ganas, pero es la gasolina para las piernas.

Del 30 al 35 mantengo el ritmo fuerte, a 4:50 el km. Una duda me pasa por la cabeza, ¿no estaré yendo demasiado fuerte?. Estos esfuerzos al final se pagan, y sería una pena romperme al final.

¡Cerebro a Corazón, Cerebro a Corazón¡. Velocidad de crucero. Todo controlado.

Por el Faelled Parken, primeras ambulancias. Es la parte dolorosa de estas carreras, ver como caen reventados algunos corredores. Seguro que nadie está libre de ello, pero no puedo entender llegar a un punto tal que tu cuerpo te descabalgue de la maratón, sin haber percibido las señales antes.

Km 35. Parece que empiezan a caer unas gotas. Otras más. Chaparrón. Hasta la meta no deja de llover. Lejos de venirme abajo, la adversidad, me pone. Y no me acuerdo de la maratónica. Empapado.

Los daneses, fríos como su tiempo, ya no animan como al principio. Sufro una experiencia extracorpórea, me veo a mi mismo diciendo a voz en grito, levantando los brazos…¡¡no os oigo, no os oigo¡¡…¡¡clap yours hands¡¡…y Radhus Pladsen se viene arriba…

Fue un segundo, pero fue mi segundo, fui el centro de cientos de daneses que me aplaudían.

…si me lo cuentan, no me lo creo.

Y no fue la última vez, llegando al cuarenta, cuando más te hace falta el apoyo, nuevamente me escucho repetir…¡¡go, go, clap yours hands¡¡.

Cruzo el puente, y entro en éxtasis, la adrenalina disparada, corro solo, busco con la mirada a mi medio pomelo, no la veo.

Voy empapado, sigo adelantando corredores. En línea de meta entro triunfal.

Si, es cierto, Kiprono entró hace 1 hora y 23 minutos, pero me siento ganador.

Ni de lejos hice mejor marca, 3:40:01, pero ha sido, de largo, la mejor maratón planteada, la que más he disfrutado y la que más feliz he terminado.

Para los amigos de la estadística puesto 2.528 de los casi 13.000 corredores que salieron. Acabaron poco más de 11.000. 307 de los 1.061 de mi categoría. Y lo más significativo, salí en el puesto 5.557, esto es, adelanté a más de 3.000 corredores. Cogí al corredor de naranja en el 35.

Agua, fruta, medalla, se acabó, la maratón de Copenhague ha terminado, pero vive en mi recuerdo, por ello me escribo esta crónica, para recordar esos momentos, y los comparto contigo, mi lector, y principalmente contigo, la incondicional, a mi medio pomelo, Inmaculada.


Ahora, pasados los días, sombras y cenizas…..Roma Victrix¡¡¡


1 comentario:

  1. Aprendes rapido chavalin jeje, buen alumno que progresa adecuadamente. Un saludico.

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