domingo, 28 de diciembre de 2025

Cantabria XII Diciembre 2025


Quiero saltar de la rama de un roble

Gritar tu nombre y echar a volar

Tengo la fuerza del viento del norte

Y esa bravura que viene del mar    








22/12/25


Cuéntalo otra vez, viajando a Cantabria. Qué viaje tan largo. Un día insoportable en el que solo hablaban de la lotería de Navidad. El soniquete incesante, los niños de San Ildefonso regalando miiiiiiil euros. Las entrevistas con los ganadores, todos residentes en un queso Gruyére,  solo querían "tapar agujeros". ¿Qué necesidad de correr a la administración de lotería a montar la fiesta, para salir en la tele? Si me tocara alguna vez, no lo sabría nadie. O casi.

En otros canales, la cansina política, así que apagué la radio y a correr kilómetros. Que aburrimiento.

Cuando llegué a Santander, directo a una farmacia a comprar antibióticos, las muelas me estaban matando. Mi hermano Carmelo, dentista felizmente, me tuvo monitorizado todos los días para poder sobrellevarlo, para, al menos, poder comer algo.

Papá está muy mayor, 93 años, muchas goteras. Le han caído de golpe los años que no aparentaba. La marcha de mamá ha sido demoledora para él. Me senté a su lado, lo dejé hablar, lo escuché, hice de buen hijo. 


23/12/25


Mi primera intención era salir cada mañana a recorrer Cantabria,  pero cuando me levanté me dolía mucho la boca, así que opté por andar por Santander. Andé y andé, y anduve y anduve, la senda de la nostalgia, los rincones de mi niñez y adolescencia, que se llevaron 16 kms.












Largo paseo al borde de mi bahía, a la vista de mi Mar Cantábrico, a la orilla de mi Primera playa de El Sardinero, en mi recodo que será eterno.

Por la tarde, nuevo paseo para ver la decoración y luces navideñas, un clásico. Entrar en alguna librería de libros usados. Comprar sobaos y quesada. Lo típico.

Me tropecé con un padre y un niño de unos 8 años, al lado de los cartones de la basura. El niño se quejaba amargamente de tener que tirar una caja, que debía parecerle el mejor de los juguetes. El padre aguantó el chaparrón, para después, muy tranquilo, preguntarle para que la quería. "Eeeehhh....aaahhh...pueessss...estoooo". No me quedé a ver el desenlace, ya enfrascado en ver como acababa la nueva escena. Un padre con el móvil, grabando a su hija de unos 2 años en un tobogán. Se mascaba la tragedia. El padre, pegado al móvil, no perdió ni un segundo de como se deslizaba y salía disparada al suelo. No, no lo soltó. A alguno le debían quitar el permiso para ser padre.









 

De camino de vuelta llovía y, como siempre desde hace 50 años, había salido sin paraguas. Algunas cosas nunca cambian. No me mojé demasiado. Mañana más.


Nochebuena de 2025


Amanece que no es poco. Lloviznaba ligeramente. Pensando donde tirar la cometa, me dirigí camino del Valle de Miera, desde el pueblo del mismo nombre hasta el columpio gigante.





Cuando aparqué, algo más que llovizna. Me crucé con un par de hombres que debieron pensar malamente de mi. Desde el pueblo de Miera, 6 kms de ascensión. Más niebla, lluvia, mucho frío. En mi salsa.



Desde La Cárcoba, pequeño pueblo, las rampas con nivel medio del 10%, alguna hasta el 20%. En el cruce, abajo vi La Solana, 10 casas, que no hacían honor a su nombre, poca solana. 



Cuanto más subía, más oscuro se volvía el día, la niebla más densa, la lluvia más intensa. Pero tenía que llegar al columpio, a cabezón no me van a ganar. 






La Cueva Sopeña, una de tantas en Cantabria, prueba de la larga historia poblacional de nuestra tierruca. En Marmujo, un par de filetes de ternera con piernas me dieron la bienvenida. Por fin hice cumbre. A un lado, los casi invisibles Pozos de Noja. Al otro, el columpio gigante, que no dejé de albuzarme, que vértigo. 




Por la tarde, antes de cenar, bajé a pasear hasta El Sardinero. Caminando y caminando, me encontré en medio de la tardebuena. Zagales chillando, cantando y meando por todas partes. En ese momento, caí, me he hecho muy viejo. 

En casa, cena con la familia, viajé al pasado y sentí la mano de mi madre. 


Navidad 2025


No sé que hace que un señor cercano a los 60 se levante antes de amanecer para subir a las montañas, empaparse y pasar frío. Ahahahah, pero que bien lo pasé. 

Inicio de ruta, Viérnoles, verídico, ni viernes, ni miércoles. Así se llama el pueblo. Objetivo, ruta por la Sierra del Pico Dobra




Una ruta con subidas muy empinadas, barro, charcos, frío, niebla que iba y venía, y llovía. Así no lo vendo a los turistas. La primera sorpresa fue un bonito sendero cementado hasta la bifurcación en La Fuente de las Palomas, con mesas y una fuente, perfecta para un picnic veraniego.





Desde allí, sendero muy resbaladizo y embarrado conducía al Alto de Cueto, con una manta de niebla que la cubría. En estas condiciones, hay que tener cuidado y, si la niebla se espesa, lo mejor es dar la vuelta para evitar cualquier riesgo. En la cima, un poco de sol me permitió admirar el paisaje.










Descendí con cuidado para llegar al sendero que llevaba a la Campa de Dobra, desde donde principia la subida. Me sorprendió cruzarme al menos a otras diez personas con la misma pedrada que yo el día de Navidad. La subida a la cima del Pico Dobra fue desafiante y resbaladiza, pero mereció la pena. Desde arriba, vértigo. 







El descenso desde la otra vertiente, impracticable y muy arriesgado. Vuelvo por donde subo, prestando mucha atención, el sendero se perdía de vista, la niebla lo cubría y el barro lo hacía patinaje. Ya en la pista, carrera para saludar al Eucaliptón, de Viérnoles, de los más grandes del país.



Comida de Navidad, la mitad de la familia. En la sobremesa, Mary Poppins por enésima vez dejó tirados a los Banks. 


26/12/25


Hoy no llovía. Coche hacia el Alto de San Cipriano. Aparqué frente al mesón. Objetivo, Monte Ibio. Tremendo frío que se agudizaba a medida que iba subiendo. 







Subida mixta, asfalto un kilómetro hasta la Ermita de San Cipriano.




Desde allí, pista hasta arriba, curvas de 180 grados, pendiente media del ocho por ciento, se pegaban los kms pero impagable el paisaje, mar a un lado, montañas nevadas al otro. Cuando llegué a la cumbre, viento y tremendo frío, te cortaba la respiración.






De bajada, charcos helados, vacas, ovejas, caballos y burros.





Al llegar a Corral, giro a la izquierda para coger la Senda de los Duendes, hoy diremos el barrizal. Camino serpenteante entre nogales y eucaliptos, que seco debe ser un sendero disfrutón, en cambio, barro hasta el tobillo, fui como pisando huevos.


27/12/25


De vuelta. No hay nada como estar en casa. Cantabria, volveré sin tardar.