Quiero saltar de la rama de un roble
Gritar tu nombre y echar a volar
Tengo la fuerza del viento del norte
Y esa bravura que viene del mar
22/12/25
Cuéntalo otra vez, viajando a Cantabria. Qué viaje tan largo. Un día insoportable en el que solo hablaban de la lotería de Navidad. El soniquete incesante, los niños de San Ildefonso regalando miiiiiiil euros. Las entrevistas con los ganadores, todos residentes en un queso Gruyére, solo querían "tapar agujeros". ¿Qué necesidad de correr a la administración de lotería a montar la fiesta, para salir en la tele? Si me tocara alguna vez, no lo sabría nadie. O casi.
En otros canales, la cansina política, así que apagué la radio y a correr kilómetros. Que aburrimiento.
Cuando llegué a Santander, directo a una farmacia a comprar antibióticos, las muelas me estaban matando. Mi hermano Carmelo, dentista felizmente, me tuvo monitorizado todos los días para poder sobrellevarlo, para, al menos, poder comer algo.
Papá está muy mayor, 93 años, muchas goteras. Le han caído de golpe los años que no aparentaba. La marcha de mamá ha sido demoledora para él. Me senté a su lado, lo dejé hablar, lo escuché, hice de buen hijo.
23/12/25
Mi primera intención era salir cada mañana a recorrer Cantabria, pero cuando me levanté me dolía mucho la boca, así que opté por andar por Santander. Andé y andé, y anduve y anduve, la senda de la nostalgia, los rincones de mi niñez y adolescencia, que se llevaron 16 kms.



De camino de vuelta llovía y, como siempre desde hace 50 años, había salido sin paraguas. Algunas cosas nunca cambian. No me mojé demasiado. Mañana más.
Nochebuena de 2025
Amanece que no es poco. Lloviznaba ligeramente. Pensando donde tirar la cometa, me dirigí camino del Valle de Miera, desde el pueblo del mismo nombre hasta el columpio gigante.
Cuando aparqué, algo más que llovizna. Me crucé con un par de hombres que debieron pensar malamente de mi. Desde el pueblo de Miera, 6 kms de ascensión. Más niebla, lluvia, mucho frío. En mi salsa.
Desde La Cárcoba, pequeño pueblo, las rampas con nivel medio del 10%, alguna hasta el 20%. En el cruce, abajo vi La Solana, 10 casas, que no hacían honor a su nombre, poca solana.
Cuanto más subía, más oscuro se volvía el día, la niebla más densa, la lluvia más intensa. Pero tenía que llegar al columpio, a cabezón no me van a ganar.
La Cueva Sopeña, una de tantas en Cantabria, prueba de la larga historia poblacional de nuestra tierruca. En Marmujo, un par de filetes de ternera con piernas me dieron la bienvenida. Por fin hice cumbre. A un lado, los casi invisibles Pozos de Noja. Al otro, el columpio gigante, que no dejé de albuzarme, que vértigo.
Por la tarde, antes de cenar, bajé a pasear hasta El Sardinero. Caminando y caminando, me encontré en medio de la tardebuena. Zagales chillando, cantando y meando por todas partes. En ese momento, caí, me he hecho muy viejo.
En casa, cena con la familia, viajé al pasado y sentí la mano de mi madre.
Navidad 2025
No sé que hace que un señor cercano a los 60 se levante antes de amanecer para subir a las montañas, empaparse y pasar frío. Ahahahah, pero que bien lo pasé.
Inicio de ruta, Viérnoles, verídico, ni viernes, ni miércoles. Así se llama el pueblo. Objetivo, ruta por la Sierra del Pico Dobra.
Una ruta con subidas muy empinadas, barro, charcos, frío, niebla que iba y venía, y llovía. Así no lo vendo a los turistas. La primera sorpresa fue un bonito sendero cementado hasta la bifurcación en La Fuente de las Palomas, con mesas y una fuente, perfecta para un picnic veraniego.
Desde allí, sendero muy resbaladizo y embarrado conducía al Alto de Cueto, con una manta de niebla que la cubría. En estas condiciones, hay que tener cuidado y, si la niebla se espesa, lo mejor es dar la vuelta para evitar cualquier riesgo. En la cima, un poco de sol me permitió admirar el paisaje.
Descendí con cuidado para llegar al sendero que llevaba a la Campa de Dobra, desde donde principia la subida. Me sorprendió cruzarme al menos a otras diez personas con la misma pedrada que yo el día de Navidad. La subida a la cima del Pico Dobra fue desafiante y resbaladiza, pero mereció la pena. Desde arriba, vértigo.
Comida de Navidad, la mitad de la familia. En la sobremesa, Mary Poppins por enésima vez dejó tirados a los Banks.
26/12/25
Hoy no llovía. Coche hacia el Alto de San Cipriano. Aparqué frente al mesón. Objetivo, Monte Ibio. Tremendo frío que se agudizaba a medida que iba subiendo.
De bajada, charcos helados, vacas, ovejas, caballos y burros.
27/12/25
De vuelta. No hay nada como estar en casa. Cantabria, volveré sin tardar.
















































