viernes, 6 de junio de 2014

Maratona di Roma 17.03.2013

Roma Victrix¡

Ante diem XVI kalendas aprilis. Hora tertia. MMDCCLXVI ad urbe condita (16 días antes de la calendas del mes de abril. Hora tercera del año 2766 desde la fundación de la Ciudad)

         Para gustos se hicieron los colores...a estos les gusta el fútbol, a aquellos, el bar...a estas, la moda, a aquellas, el cafetito. Cada uno nace con su impronta, y la mía viene marcada por mi pasión por la Historia (sobre todo, la de Roma), los viajes y correr.

         Con estos mimbres, correr la Maratón en Roma más que un reto o uno objetivo, era un sueño. Tras muchos meses y años de preparación, el sueño se hizo realidad.

Y como nunca he creído en las casualidades, que la llegada a la Ciudad Eterna fuera un 15 de Marzo, fue una nueva señal. Los Idus de Marzo. 2057 años desde el asesinato de Julio César ante la curia pompeya. Para un profano, un dato, seguramente superfluo, pedante. Pero para mí, tras miles de páginas leídas sobre la Historia de Roma, fue el mejor augurio posible para los que han sido los días más felices en mucho tiempo.

Cuando desde el avión se divisaba el puerto de Ostia, con la desembocadura del Tíber, la máquina del tiempo empezó a bullir en mi cabeza. Las galeras romanas arriban al puerto trayendo los modius de trigo desde el granero romano, Egipto. La plebe ruge en los juegos gladiatorios, demandando del César su sustento. Pan y Circo.

Todo corredor sabe que ante pruebas de tanto esfuerzo como la maratón, lo normal, lo lógico, es descansar los días anteriores para estar con el depósito lleno en el momento de la salida. Pero, ¿quién se encierra en un hotel teniendo al alcance de unos pasos el pasado de toda nuestra civilización?.

Rumbo a la Feria del Corredor a recoger el dorsal, un grupo de nórdicos se nos pegan. Y digo nos, porque, ¡cómo no¡, mi compañera de batallas, mi medio pomelo, me acompaña una vez más, y esta vez con dos buenos amigos.

Pues eso, unos vikingos perdidos, se nos adosan a la mochila...como si yo fuera su cicerone. ¡Que equivocados estaban¡, cuantas vueltas dimos para dar con la Feria.

Recojo el dorsal, el 3047, la mochila (que más que mochila parece un saco de dormir), la camiseta técnica y a recorrer Roma. Tap tap tap, el sonido de unas bambas en el suelo resuenan...tic tac...tic tac....dos días, y a correr la maratón.

El día y medio posterior supuso la primera carrera, en este caso, por visitar la Roma imperial, la Roma renacentista, la Roma clásica, la Roma cristiana. Por muchas visitas que se hagan a esta sublime ciudad, siempre te quedarás a medias, el tiempo no da para tanto. Está por cumplir mi deseo de pasar unas largas vacaciones en Roma con mi Audrey particular. Recorrer cada piedra, cada recodo, cada monumento, impregnarme de Roma hasta el tuétano.

Coliseo, Foros Imperiales, Capitolio, Boca de la Verdad y Trastévere fueron los principales puntos del primer día. Primera noche y estoy tan cansado, que me quedó dormido al minuto de meterme en la cama...tic tac tic tac....la maratón al caer y no estoy haciendo los deberes.



Amanece un sábado radiante. Los manes, los lares y los penates, espíritus de los antepasados, nos regalan con un día espléndido. Y no perdemos la ocasión.

Repito, nunca he creído en la casualidades, así que, que dimitiera un papa por primera vez en 600 años y eligieran a otro en la semana de la maratón, con lo ello que conllevaba que la ciudad estuviera a reventar, dando todavía más vistosidad a nuestra visita, fue un punto y seguido a la épica del momento.

Y no podía faltar la visita al Vaticano. La visita a San Pedro te produce sensaciones encontradas de magnificencia y falsa pobreza; de grandeza y grandilocuencia; de verdad y falsedad. Pero lo que nadie puede negar es el culmen del arte renacentista que se respira desde la fachada hasta cada recodo de su interior.

Paseo al Castel Sant´Angelo, buena tirada de fotos y a recargarnos de hidratos de carbono. Pasta per tutti.



Por la tarde, tras la buena comida....nos faltó el helado de Gioliti, eh, Mercedes?...Piazza del Popolo, Jardines de Vía Borghese, Piazza de Spagna, Fontana de Trevi, Panteón y Piazza Navona fueron nuestras principales metas volantes.

Tras casi 12 horas sin parar, ya sé que en la maratón me tocará sufrir, pero, ¿quién puede resistirse a tan magnífica ciudad? ¿o a ese tráfico caótico y dominguero que te amenaza incluso en la acera? ¿o al estilo bullanguero de los romanos?....¡¡¡esto es Roma¡¡¡.

Si la noche anterior poco tardé en dormí, la presente fue visto y no visto.



17 de marzo. Seis y media de mañana, ha llegado el día que tantos meses, años, llevo esperando. Al fin voy a correr por las calles de la Ciudad Eterna. Recorreré los lugares donde se fraguaron el futuro, ahora presente, de nuestra civilización.

      Desayuno a dos carrillos. Cumplo con los ritos que tienen más de superstición que de necesidad.

Crema, aerosol, mi camiseta Correbirras de las grandes ocasiones, el reloj, el móvil para poder encontrar a mi medio pomelo cuando acabe y la música (si alguno piensa si llevaba a Gun N Roses, Iron Maiden o U2, pues se sorprenderá….llevaba una selección de las canciones que han ganado Eurovisión...verídico).


 

Ocho y cuarto, bajo por Vía de Cavour, tuerzo por San Gregorio y llego al Colosseo, no hay vuelta atrás, ni la quiero.

Callo, escucho y oigo las voces del pasado. Desde Julio César a Constantino el Grande. Desde Mucio Scevola hasta Trajano. Desde Rómulo hasta toda la pléyade de personajes que constituyeron y dieron forma a la capital del mundo, a la madre de todas las ciudades.

Los clavos de las caligae, el calzado de los legionarios, resuena en cada esquina. Los gritos de la plebe exigiendo diversión y sangre. Los atronadores bárbaros cartagineses a los pies de las murallas de la Ciudad. Los ecos del pasado acompañan cada paso, cada baldosa, cada esquina. Roma, historia pura. Cultura, derecho, tradiciones, legiones, idioma...la deuda con Roma es incalculable.

Ahora, desde la lejana Cantabria, un descendiente de los guerreros de Corocotta, viene a pasear el lábaro por tus calles. Tras dos milenios, Cantabria viene a conquistarte o a tus pies.

Atravieso las vallas, ya estoy dentro. Cientos, miles de corredores se agrupan en el breve espacio que queda. Sonrisas, nervios, ya da igual, si hemos hecho los deberes o no, y ahora si que pega, alea jacta est...la suerte está echada. Llamo a casa, quiero compartir con mis niñas Marta y Julia este sagrado momento. Estamos listos.

Por los altavoces se oye la banda sonora de mi película favorita, como no, Gladiator...la emoción me sube por la garganta. Una voz fuerte alienta a los corredores, ¡¡¡Gladiatori, Roma Victrix¡¡. La emoción me puede.

Empieza la carrera. Una vez mas asisto al rito que no por repetido, sigue sorprendiéndome.

En las primera zancadas, al paso de los foros imperiales...¡hola, Trajano¡¡¡...el Teatro Marcelo, el Campo de Marte, los gritos y las voces de los corredores son ensordecedores. Siempre, como un mecanismo de autodefensa ante el miedo que provoca la gesta, las hormonas mandan el mensaje de exteriorizar las emociones...habrá tiempo para callar.

Los primeros kilómetros se pasan rápido, demasiado. Tras atravesar la Puerta de San Pablo, empieza la realidad. Voy a recorrer 42 kilómetros, y no todos serán por los ecos del pasado.

Km 7, Ponte Maconi. Corremos por barriadas populares, de esas que hay por todas la ciudades, y como no, en Roma también.

La maratón, más que una carrera es un estado de ánimo. No solo cuenta el entrenamiento, el estado físico, también el cerebro. Por mucho que tu cuerpo esté en forma, si el cerebro no te apoya, estás perdido. Durante tantas horas de carrera se pasa del suelo al cielo en muchas ocasiones, y es ahí donde, cuando el seguir se pone duro, solo los duros siguen.

Km. 10 Ponte Testacio, demasiado pronto me viene las primeras dudas. Las largas avenidas junto al Tíber no me vienen bien.



Primera avituallamiento sólido del que hago uso. A partir de ahí, lo haré en todos, aunque al final, mi estómago me pasará una mala pasada.

Busco un objetivo a corto plazo. El Castel Sant Angelo está a 5 kms, a lo mejor veo a mi medio pomelo allí, dado que iba a ir a la Plaza de San Pedro. Me levanta la moral. Empiezo a adelantar corredores.

Banderas italianas, españolas, polacas, alemanas, estadounidenses e incluso, dos ikurriñas, pero llegado el km 15, no la veo. Venga, ánimo arriba. Miro el reloj y veo que voy en tiempo de batir mi marca, y así sigo al pasar la Media Maratón.

Los primeros síntomas del cansancio provocado por el día y medio anterior sin descansar me empiezan a castigar.

Km 27, cercano a Vía Borghese, empiezo el descuento. Ese punto en el cual el corredor ya solo ve los kilómetros que le quedan no los que van.

Dice mi amigo Pedro que la maratón son 32 kms de entrenamiento para correr 10 kms. Cuánta razón tiene, pero ¡¡que entrenamiento más largo¡¡.

El agotamiento llama a mi puerta. Los avituallamientos no surten efecto, pero no me salto ninguno para evitar la caída en la reserva que me obligaría a abandonar.

Piazza Navona, quizás las más bonita de Roma, pero el martilleo de los adoquines en los tobillos es inhumano. Empieza a dolerme todo. Entro en fase de piloto automático. Una zancada tras otra, mirada al frente y a resistir.



El silencio de los corredores es sepulcral. A estas alturas, todos, o casi, está sufriendo las mismas situaciones. Corren miles, pero cada uno, corre solo.

 Km 37. Piazza del Popolo, mi estómago me avisa, acaba o párate. El cerebro, para no ser menos dice lo mismo. Son 5 kms lo que quedan, venga, 32 o 35 minutos en el peor de los casos, tú puedes, pero es que me duele todo.

Km. 38. Piazza de Spagna, solo puedo mirar al frente. El sudor me empapa mi zamarra Correbirras, hace tiempo que no oigo la música, aunque la llevo. Solo oigo el tap tap de mis bambos, el tic tac de mi corazón.

Km. 39. Piazza de Venezia. Al fondo el Coliseo a vista de pájaro, pero todavía me quedan 3.000 metros, tres mil zancadas, tres mil golpes a mis articulaciones. Quiero parar, pero también quiero acabar. Me pesa el botellín, me duele la muñeca de cargar con el reloj.



Pasamos al lado del Capitolio. Miles de personas nos animan, noto el empuje de cada uno. Bajamos hacia el Teatro Marcelo. Entramos en la Vía del Circo Máximo. Mis objetivos a corto plazo menguan, ya no son kilómetros. Solo cuenta cada zancada.

Quiero oír el rumor de las cuadrigas, de la plebe romana en las carreras, pero solo oigo el zumbido de mis sienes. Noto llegar la pájara. Vista al frente. Vista fija en un punto cercano.

Atravieso la Puerta Capena. Sufro lo indecible en la Vía di San Gregorio. Por aquí pasaron los Julios, Flavios, Antoninos, Severos, ahora yo, pobre mortal, sufro a cada paso como lo hicieron antaño los legionarios que tras meses de ruta, volvían a casa.

Km 41. El Arco de Constantino al fondo, el Palatino, origen de la Ciudad, recuerdo de Rómulo. Piensa, piensa, recita la lista de emperadores, evádete, pero no pienses en el dolor y en el sufrimiento. Queda tan poco.



Km 42. Rodeo el Colosseo, ya lo tengo ahí.

No podría decir si dije algo, si levanté los brazos, si reí o lloré, solo recuerdo una cosa: Roma Victrix¡.

Avanzo tambaleante. Me imponen la medalla, como fruta, bebo isotónicos. Ando como un autómata. Dónde estás?.

En un tiempo que me parecieron horas, llego a la salida. Allí estás. Me fundo en un abrazo, lo he conseguido, ha valido la pena. Caída y auge en 3:32. No batí la marca, pero si mi reto.

La tarde, tras una breve visita a Santa María Maggiore y presentar nuestros respetos al Moises, acaba pronto. Morfeo me llama, el sueño viene solo.

La mañana siguiente, Roma llora por nuestra marcha. Sol, lluvia, frío, viento, hemos visto la Ciudad Eterna en todas sus facetas.

Tras un nuevo paseo bajo el paraguas por las céntricas calles, acabamos a la puerta de la casa de Costanza Sonnino, ciudadana italiana, judía, que fue arrancada por la barbarie de gente sin corazón ni escrúpulos, llevada a Austchwitz, donde desapareció. Tras más de 60 años, que nadie olvide aquella tragedia, para evitar que puede repetirse. Costanza, con noi.




Se acabó. La maratón ha muerto. Viva la maratón. 23 de marzo de 2014, XX Maratona de Roma, te vienes?.

Gracias a Inmaculada, sin tu ayuda, apoyo y compañía, todo esto no sería posible. Sin ti, no sería lo mismo.

Gracias a Mercedes y Diego, que se embarcaron sin dudar desde el primer momento. Os debo el helado de Gioliti y la cena en Baffeto. Diego, la mitad del triunfo es tuyo, hermano.


Gladiatori, Roma Victrix¡.

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