Corriendo en casa
El silencio reinaba sobre la bahía de Maratón. El silencio del final de
la batalla, de la muerte, del olvido.
El Strategos ateniense observaba desde su puesto de mando. Sabía que había
alcanzado una victoria total sobre los
persas. No quiso dejar pasar mas tiempo. Su orgullo brotó a borbotones. Quiso
proclamarlo a los cuatro vientos. Se volvió, buscando entre sus lugartenientes
y allí estaba su mejor y más fuerte soldado, Fidípides.
-
¡Fidípides, ven aquí¡- gritó.
-
¡A sus órdenes, Strategos¡, - respondió, dando
un paso adelante. - ¡A tus órdenes¡.
El Strategos, le miró fijamente y le ordenó. - ¡Corre a Atenas, informa a
la ciudad de nuestra gran victoria¡.
Fidípides lo miró atónito. – ¡Pero, Strategos, son más de 5 parasangas de distancia¡ (37 kms).
Si, es cierto – respondió el Strategos – por eso te lo encargo a ti. Eres
el único capaz de ir a comunicar cuanto
antes que la paz y la tranquilidad reinan sobre nuestras familias.
Sin pensarlo dos veces, Fidípides echó a correr con sus sandalias y su
impedimenta de soldado. Salió de la bocana del puerto de la bahía de Maratón.
Corrió por caminos polvorientos, pedregosos y ardientes bajo el implacable sol.
No volvió la vista atrás en ningún momento. Antepuso su deber a sus deseos. Ni
comió ni bebió. Solo un pensamiento. Llegar.
Tras tres horas de carrera, avistó las murallas de la acrópolis
ateniense. Llamó a las puertas y, haciendo acopio de las escasas fuerzas que le
quedaban, gritó:
-
“¡Niké¡ ¡Niké¡” (¡victoria, victoria¡).
Tras ello, cayó agotado, muriendo, con la satisfacción del deber cumplido.
25 siglos después, en las Olimpiadas
de Londres de 1908 se quiso rememorar aquel ¿mito?. Se programó una carrera de
larga duración, que homenajeara la mítica gesta de Fidípides. En su honor, la
carrera se denominó “maratón” y como distancia, la existente desde el estadio
olímpico de White City al Palacio de Windsor, exactamente 26 millas.
Pero la meta se marcó en las afueras
del palacio del rey, Eduardo VII, el cual se negó a acercarse a la meta, así
que se movió la meta los 195 metros de diferencia, de ahí la distancia actual,
42,195 kms.
Desde el 490 antes de la era actual hasta
hoy, 26 siglos de historia nos contemplan. Atenienses, espartanos, romanos,
germanos, godos, francos, árabes, turcos, bizantinos, eslavos o chinos han ido
conformando la Historia. Vinieron, dominaron, fracasaron, y al final, la épica
de sus victorias quedó en nuestro imaginario.
En pleno siglo XXI, pocas batallas
nos quedan por librar que no sean las personales. La maratón, una de ellas. Mi
batalla personal.
Domingo 3 de noviembre, I Maratón de
Murcia.
Día radiante. Minipunto para la
organización.
Preparado para mi cuarta maratón. La
primera “en casa”.
Y en casa me sentí, saludando a
diestro y siniestro a los compañeros correbirras, que además, han sido los que
se han liado la manta a la cabeza para organizar esta carrera. Oskar, Gines,
Manolo, Fernando y todos los demás, felicidades. Gran organización. Como todo,
todo será mejorable, pero para 2014 solo os faltará poner unos raíles para no
tener que correr tanto.
Línea de salida. Junto al infatigable
Pepe, como siempre, preparado y discreto. Pedro, que pese a una lesión, se
atreve con el reto, y lo que es mejor, lo cumplió.
Salimos con buena temperatura. El recorrido, dos vueltas por la ciudad,
totalmente llano. Primeros kilómetros de tanteo. Tras las dudas previas por la
caída que sufrí en La Sagra que me tuvo semanas a medio gas, me encuentro bien.
Corro suelto, y como últimamente, algo más rápido de lo que debo. Este tipo de
errores, que después se pagan, y mucho, me sulfuran cuando lo repaso todo
después.
Km 8, pasamos por primera vez por la
plaza Circular. Gran ambiente. Rememoro en mi mente el recorrido. Largas avenidas.
Gran Via, empieza a llenarse de gente. Torcemos por la avenida del río.
Atención, vamos a 4:40 y queda mucho.
A la altura de La Fama, Pepe y yo nos
ponemos a la par del globo de 3:30. Todavía tenía por definir el ritmo. Tan
pronto me veo justo como demasiado ligero. El globero, por eso que llevaba el
globo (aunque en este caso no era cierto, reventó el globo y solo le quedaba el
hilo) nos canta kilómetro a kilómetro.
En la zona del Infante, noto los
primeros síntomas de cansancio. A falta de comida, me como un orejón que
llevaba en el bolsillo.
En todos los recovecos veo personal
voluntario, mucho personal. Creo que nunca he corrido una carrera con tantos
voluntarios. Conozco a muchos, saludo a los que el resuello me deja.
Km 19, me alcanza mi primo Alejandro.
Craso error. Tiene poco más de 30 años. Va muy rápido, 4:20 el km y como un principiante, caigo en mi propia
trampa. Le sigo a ritmo hasta el km 24, pasando por meta.
¡¿Cómo pude ser tan necio?¡. Bueno,
si, quise decir tonto.
Pasamos por Media Maratón, y la
ciudad está a rebosar. Estos momentos son los que te ponen los pelos de punta.
Es muy gratificante el aplauso del desconocido que sabe valorar tu esfuerzo.
En el 24 le dejo ir, pero el mal ya
está hecho. Me quedan “solo” 18 kms y he gestionado mal los tiempos. Tomar nota
para la próxima vez.
Subo por Gran Via, y digo subo, por
que entro en reserva, se me hace cuesta arriba. El muro se acerca y todo se
apelotona. Llego cansado, me duele mucho la rodilla izquierda (y esto, para mi
desgracia ya no es noticia…¡¡fisio, fisio¡¡), me tira el piramidal derecho, lo
que viene siendo que me duele el culo y el desfallecimiento acecha.
Por el km 30, el avituallamiento
escaso, un poco de plátano, no había más. Como otro orejón. A la altura del 31
alcanzo a mi primo Alejandro. Está parado. Luego me enteré que allí abandonó.
Km 32 empieza mi muro personal. Es la
primera vez que siento al hombre del mazo a mi lado en el muro. De promediar
4:40 por km, bajo de forma ostensible a 5:30. No voy a quejarme. Dice mi
compañero Enrique que siempre cuento lo mismo, sufrimiento, dolor, abandono,
resurrección, meta…..pero, ¡¡es que él no ha corrido una maratón¡¡. Esto es
así.
Raúl y Mateo, los ganadores, pues a
lo suyo. Los seres humanos, sufrimos el final. El calor apareció (hoy tengo
quemaduras en la cara y las piernas), sumado el cansancio, agotamiento, dolor
muscular, falta de resuello, falta de hidratación, escasez de comida, y el
hombre del mazo, maceándome en cada recodo.
A partir del 35 me limito a seguir,
con un ritmo irregular. Intento mantener un tiempo medio, pero no puedo. Van
pasando los kilómetros. Me agobia la sensación de fracaso por mi error de
planificación. Pero, que le vamos a hacer, de esto, como de casi todo, se sale,
y lo que es mejor, se aprende.
Km 40, un
esfuerzo más. Paro un poco, estiramiento, bebo agua abundante. En los últimos
kilómetros veo caras conocidas que con una buena palabra de ánimo hacen más que
mil empujones. Merche, Rai, Pepe, Ramón Invictus Iborra, Pablo “elcámaraquefotografióatodosmenosami”,
etc.
Dobló el
centro comercial…no me pagan por hacer publicidad, y solo me queda la recta
final. Y ahí me viene el subidón. Acelero. El último km en 4 minutos, verídico,
me vengo arriba. Triunfal. Porque el hecho no es ganar, sino el gran triunfo es
llegar, vences tus demonios interiores.
Tan eufórico
voy que no veo a mi medio pomelo y mis dos pomelitas.
Por fin,
meta. 3:36:29….pudo haber sido mejor, pero pudo ser mucho peor.
Dicen que es
de locos someterse a semejante prueba. Seguramente es cierto. Pero es adictivo.
Ya esta mas cerca la próxima. ¡Niké¡ ¡Victoria¡.
Una vez
más…..¡¡¡ROMA VICTRIX¡¡¡.
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