Moratalla 15.03.2014
¿Cómo resumir
casi 11 horas de carrera en tres líneas?. Imposible. Si te cansan los largos
relatos, abandona ahora. Para mi estas crónicas suponen un ejercicio de recuerdo de cada
reto, que releo de vez en cuando para rememorar estos momentos.
“Disfruta y
usa la cabeza”, - ese fue el consejo de mi entrenadora personal, mi medio
pomelo.
Y por una vez,
le hice caso.
Cuatro y media
de la mañana. Suena el despertador. Un
nuevo día esperado ha llegado. Atrás dejo tres meses de preparación
exhaustiva. Pico del Buitre, San Jorge y
Peñarrubia Lorca fueron las piedras de toque; horas y horas de entrenamientos
solitarios en Los Polvorines y en el Valle; además de una escapada con Fernando
por Carrascoy, que habrá que repetir.
Parece
mentira, pero tras años de paternidad, se me olvida que hay vida nocturna.
Cuando salí de casa, vi coches yendo y viniendo. La vida sigue.
Seis y cuarto
de la mañana. Recojo el dorsal, esta vez el 278.
Comparto en la
línea de salida los momentos más simpáticos con grandes corredores, pero, y
sobre todo, grandes personas. Fernando Patas Largas, Ramón, Chary y Manolo
Lorente.
Vivimos el
momento maniquí. Corredor haciéndose una foto con todos los gadgets posibles.
Vamos, llevaba encima 300 euros en material. Eso debe considerarse doping materialicio.
Control de material.
Va todo. Agua, comida, luz, cámara…..¡¡¡acción¡¡¡.
Pistoletazo de
salida a las 7:20, sin miedo, pero con el recuerdo de lo tantísimo que sufrí en
la Falco Trail, y “sólo” eran 42 kms.
Recuerda: “disfruta y usa la cabeza”.
Poca gente
entre el público, no son horas, pero sus aplausos deben ser el comienzo de un
día a recordar. Antonio, que sí, que te vi.
Salida en
grupo a través de las calles de Moratalla, pueblo de singular belleza que he
redescubierto últimamente tras lustros sin pasear por sus calles.
En los
primeros kilómetros, tanteo del “material”. Voy cómodo de calzado, ni muy
apretado ni muy suelto. No me duele nada. ¿Estómago?, bien desayunado….y demás.
Mi idea era
correr en grupo el mayor número de kilómetros posibles, pero desde muy pronto,
sin buscarlo, me encuentro solo. Cierto, no era el escenario planificado, pero,
es lo que había. Estaba solo.
Y en estas
carreras, en las que durante mas de 10 horas estas solo ante tu propio yo, la
auténtica batalla no se libra físicamente (que también) sino principalmente,
síquicamente. De nada valen las baladronadas de corredor…”no vengo fino…voy a
probarme…a ver como voy”. Estás solo y nadie te escucha, nadie te oye, nadie.
Estás solo. Es muy duro luchar contra el propio yo. Ahí no hay engaños
posibles, eres tú contra ti mismo.
Iniciamos
pronto la primera ascensión a Los Frailes. Fue un acierto participar en la
edición del Pico del Buitre, porque me sirvió para conocer esta ascensión. No
es muy larga, y el tramo realmente duro es de escasamente un kilómetro, así que
me marco un marcha que sin ser lenta, la veo holgada, coro "progresando adecuadamente".
La vez anterior, me costó mucho más.
Si, disfruto
con cabeza.
Bajada técnica
a ratos. Todavía no aparece el “síndrome del kilómetro perdido”, que es como
llamo a esos kilómetros en tierra de nadie que no coordinas la respiración, que no sabes si te duele algo, si llevas los bambos o muy sueltos o muy apretados, que
te acumulan cansancio innecesario.
Primer
avituallamiento en el km 10, algo no va bien. Noto ya el cansancio, y, es muy
pronto. Tengo como punto de referencia a otro veterano que dejé en la subida
pero que me rebasó en la bajada. Su cara reflejaba que iba bien, la mía, debía
ser un poema….¡¡y solo quedan 60 kms¡¡.
Según me
dicen, el primero ya me saca 20 minutos en solo 10 kms.
Abandono el
avituallamiento y comienzo el ascenso consecutivo a Los Alamos y La
Escalera, que según el plano son
verticales, pero que supero, digamos, bien.
La bajada de
La Escalera, de película. Nada más empezar, me encuentro con dos tramos
verticales que tengo que bajar por una cuerda. No era mucha la distancia, pero
mi torpeza habitual acaba con sendas heridas en ambos brazos.
Continúo la
bajada. Atención, atención, Jiuston, tenemos un problema. Poco más de 20 kms y
me veo fundido. Dolores por todas partes. Ahora empieza la batalla. Tal como
aquellos dibujos animados de antaño veo un diabluco y un angelico en cada
hombro. El diabluco, me azuza con ganas….¿qué necesidad tenemos de estar aquí
así?.
Ahora no hay de
quién ni de que tirar. Si, es verdad, estoy solo.
Plan B.
Enciendo la música para “distraer” las dudas. No, esta vez no entró
Eurovisión…lástima…pero tuve repertorio variado, Barricada, Danza Invisible,
Radio Futura, y, Europe….”is de fainal caundaun, ninonino”…verídico.
La enciendo y
la apago a ratos. Hago caso del consejo de Fernando de 6 días antes y paso
muchas horas sin música, disfrutando de la naturaleza en silencio. Es colosal
la sensación de paz y sosiego que se siente desde una cumbre, mirando los
montes pelados o los plagados de pinos.
Y rula
rulando, llego al segundo avituallamiento. Que me perdonen quienes me lean,
pero el niño que nos recibía, con los gritos que daba, además de darme un
soberano…no, soberano no, digamos, republicano…dolor de cabeza me hizo buscar
el teléfono de Herodes….mala prensa.
Era el km 25.
Primer mensaje a mis pomelos. Voy cansado pero bien. Para que preocupar a
nadie. A fin de cuentas, corremos por que gusta, porque queremos, nadie obliga.
No me entra la
comida. Buenos los avituallamientos, pero el "sangüich" se me quedaba pegado a la
garganta y el plátano, ¡que hartura¡, cuanto plátano.
La bajada
hasta el punto intermedio entre la maratón y la ultra la hago francamente mal.
En una zona mojada, pues, ¡cómo no¡ me mojo los pies de pura torperza.
Llegamos al
punto de separación entra la ultra-70 y la maratón. ¿Llegamos, digo?. Si, el
diabluco, el angelico y yo.
Miro la cuesta
que tengo que subir camino de Las Lomas y por un instante se me pasa por la
cabeza tirar recto. Pero no, no era el día de abandonar, como cantan los
navarros de Barricada…”situación límite, aguantar, reventar”, y hoy era el día
de aguantar.
Tras un
terreno semiarbolado, entre Las Lomas y La Muela se nos aparece un paisaje
pedregoso y lunar. Solo falta una compañía de legionarios perdidos para rematar
el panorama.
Justo antes de
empezar la subida a La Muela, tercer avituallamiento. Me siento en una silla.
Descanso. Oigo hablar a otros corredores de los gritos del niño…si ya lo decía
yo….¡¡¡Herodessss¡¡¡¡.
La madre de
todas las papardas. Tras abandonar este avituallamiento, alguien, algún, un,
bueno, lo que fuera, había quitado las marcas del camino. Perdido en mitad de
vete-tu-a-saber-donde.
Coincido con
el veterano que me llevaba ventaja y otros dos corredores. Tras mirar entre
todos, no vemos baliza alguna del camino. Damos vueltas, trepamos y de
casualidad volvemos a encontrar el sendero. Nos alcanza un corredor con un
“peaso gepese” que nos milimetra el camino hasta la cumbre de La Muela, donde
estaba uno de los controles.
Como se me
había acabado el agua, relleno la “camel bag”, pero, el diabluco me la juega, y
por mor de las ¿prisas? cerré mal la bolsa….de bajada, me iba chorreando todo
el agua. Toda la espalda calada y, si, el culo empapado. No, no voy a caer en
llamarlo “donde la espalda pierde su bello nombre” o “el trasero”…llevaba el
culo calado…y me empezó a rozar todo, y cuando digo todo, es todo.
Pero cosas de
las carreras. Me vine arriba. La bajada, de lo mejor que he corrido creo que
nunca. Desde el km 38 en el que estaba La Muela al siguiente avituallamiento,
el 45, bajé en poco más de 29 minutos. Adelanté a varios corredores, los cuales
ya no me dieron alcance.
El diabluco lo
había intentado pero conseguí superar el abatimiento y la negación, y sobrellevé
el cansancio, marqué un ritmo cómodo que mantuve hasta meta, siendo la segunda
parte del recorrido un ejercicio de superación. Si para hacer los primeros 38
kms tardé 6:15 horas, los restantes 32, tardé 4:35.
Si, había más
llano y bajada, pero también la subida final y las piernas cargadas.
Tras el
avituallamiento de la bajada de La Muela, transité por la parte más bonita del
recorrido. Una vereda pegada al rio de unos 6 kms. Estrecha, juguetona,
selvática. Si me hubieran plantado allí sin decirme donde estaba, nunca hubiera
dicho que estaba en la Región de Murcia.
Agua verdosa
cristalina. Caminos encerrados entre paredes de piedra, arbustos, solo faltaba
un cervatillo para que aparecería Blancanieves. Estos parajes son dignos de ser
visitados, pero chist, no lo digáis muy alto, que lo plagan de “madrileños
domingueros”, lo desgracian o a lo peor, hacen un campo de golf…os.
En esos
momentos, no tenía ni idea de por dónde iba. Saliendo de un recodo, veo gente,
casas, jardines…era el camping de La Puerta. Tras rodearlo, vadeé el río y no
quise desaprovechar la ocasión y arrodillado metí medio cuerpo en el rio….brrr,
¡¡ que fría¡¡.
Avituallamiento
del 50, el ánimo por las nubes. Además de seguir corriendo (calculo que llegué
a correr unos 50/55 kms del total), disfruto del silencio, de los verigüetos,
del entorno. Ahora sí, estaba solo, solo, pero, mi medio pomelo, como
disfrutaba en ese momento. Cabeza.
Nuevo
avituallamiento. La Celada. Una casa rural en medio del campo, a escaso
kilómetro y medio del río, “regentado” por un grupo de zagalas guapetonas y
simpáticas que viéndome con mi banderola del mejor equipo del mundo, me
preguntaron…”¿eres de Santander?”. Si, cántabru de pura cepa y racinguista
hasta la muerte.
Leo los
mensajes de ánimo de casa. Bien. Está todo perfecto. Si, sirven y de mucho.
Al salir sé
que tengo por delante 20 kms con la subida final.
Repaso el
plano y veo una primera subida. Con 8 horas largas en las piernas, se me hace
eterna.
Me da alcance
una chica, poco más que una zagala, bonito bamboleo (viejo verde me estoy
convirtiendo), pero no tuve forma alguna de ir a la par. Me dejó clavado en un
par de minutos.
Otro rato de
música. Ahora todo consiste que marcar una cadencia de zancada, pero, es que me
he quedado sin agua. Llevo la garganta hinchada. La lengua pegada. Necesito
beber. No paro. Si lo hago, a lo peor no puedo seguir. La ausencia de agua me
marea. Concentración. Disfruta y usa la cabeza.
Eso hago.
Decido contar los pasos de 20 en 20 para evadirme de mi situación. Noto calambres
en la pierna derecha. No veo bien. Me duele la cabeza. Sudo a mares. La pájara
no tardará en llegar.
Tras una rampa
vertical, la suerte me acompaña, ¡¡avituallamiento¡¡.
Bebo como un
cosaco. Relleno la bolsa y me aseguro de cerrarla bien. No tengo ni dodotis ni
creminas para mas escoriaciones.
Km 59. “Has
pasado lo peor”, me dicen….pa´matarlas. Nunca he entendido esa afición de la
gente a querer dulcificar la realidad. Si lo que queda es peor, prefiero
saberlo, porque al final, te vienes abajo a la mínima. Como veo el mapa, y tras
las experiencias anteriores, no me fío.
Empiezo la
subida. Según el plano, 4 kms. Y no es que fuera más dura que otras que haya
hecho, no. El problema que además de dura, era larga, enrevesada…y con 60 kms
en las piernas.
Confieso que
en más de un momento me acordé de la santa madre del que diseño el
recorrido..pido perdón…pero es que era larga hasta la
desesperación…desesperante de tan larga.
Tras casi 45
minutos de subida, no me lo creía cuando veo la bajada, sabiendo que era ya la
última a meta.
Frente alta.
Mente fuerte. Cuidado de no caer.
Ya los dolores
eran generalizados. Muchos tropezones. Me costaba levantar los pies. Tobillos
de mantequilla. No encontré enchufe alguno para conectarme y recargarme la
batería, así que, me comí…¡¡orejones¡¡.
Km 65 último
avituallamiento. Agua y coca-cola calentorra…ahí os lucisteis.
Los últimos
kms se me hacen eternos.
Llegando ya a
Moratalla me alcanza un corredor que por la camiseta era cartagenero, Pablo
según ví en la clasificación, con el cual discurro el último km hablando de lo
divino y lo humano.
Oimos la meta.
Si, está aquí, es cierto, lo he conseguido. Palmotazo a Juanjo que está en la
entrada y esprín a meta.
Final.
10:54:20
91 de los 149
que terminaron de los 281 que salieron. 14 en mi categoría de veteranos. Increíble
lo del primero, poco más de seis horas. Cuando yo llegué, ya estaba en su casa
viendo la tele.
Estadísticas.
Ha sido una
experiencia maravillosa. No fue la carrera en grupo que esperaba, pero, me
aportó aplomo y paciencia, saber sufrir y saber disfrutar en su momento.
Mi
reconocimiento a todos los que se atrevieron a correrla, mi felicitación a los
que pudieron acabar, mi agradecimiento a los que compartieron minutos o
kilómetros, y muy especialmente para Ramón, Fernando y Chary. Esta aventura era
con ellos, pero la acabé, sin ellos.
Ahora, a
pensar en nuevos retos….porque siempre habrá otra oportunidad para “situación
límite, aguantar, reventar”.
Y no quiero
terminar sin dar otro dato. Como siempre digo, las casualidades existen o no.
El día de la carrera eran los famosos Idus de Marzo….”guárdate de los idus de
marzo, César”….2058 años después del asesinato de Julio César……..ROMA
VICTRIX¡¡¡¡¡
Gracias a
Inmaculada, Marta y Julia, mi vida sin vosotras no tendría sentido. Gracias por
soportarme y apoyarme en mis locuras.
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