Crónica de una
Maratón anunciada
18 de Mayo de
2014. 9:30 de la mañana. Muelles de Islands Brygge. Copenhague.
Suena el
pistoletazo de salida. Kiprono y el resto de kenyatas, etíopes, tanzanos y
daneses, ¡muchos daneses¡, vamos, lo que viene a ser la élite, salen disparados.
Pasarán otros
11 minutos para que me llegue el turno de salir a disfrutar de mi quinta maratón
urbana. Más de 12.000 corredores, por turnos de varios miles, iniciamos la
aventura.
La espera,
¿desespera?. No, al contrario, la euforia del momento se palpa en el ambiente.
Hay que saborear cada instante, cada imagen, cada segundo. Desde el grupo de
vikingos uniformados tirando de un trineo polar al afroamericano de más de 2
metros (hay que ser racialmente correcto, dicen) llorando como una dolorosa.
Daneses y
suecos; finlandeses y noruegos; galileos y samaritanos; alemanes, ingleses,
franceses y hasta un total de 63 nacionalidades (y un cántabro) esperamos
turno. Va a empezar la maratón. 42 kilómetros por delante.
Pero no, la
maratón no empieza en este momento. Empezó mucho tiempo atrás, quizás días después
de correr la anterior, en noviembre de 2013, en Murcia.
La ciudad
elegida era Estocolmo, pero por mor de esos eventos “mayeros” que tanto
abundan, la fecha estaba ocupada. Ya se sabe, la BBC (bodas, bautizos y
comuniones). ¡Viva Estocolmo 2015¡.
Pasadas las
navidades, me senté tranquilamente delante del ordenador. Disfruté viendo las
posibilidades, soñando con destinos lejanos y cercanos. Berlín, Londres, París,
pero diferida en el tiempo la posibilidad sueca, la opción escogida fue Viena.
Busco y
rebusco con los buscadores para acabar la búsqueda de la mejor combinación.
Todo visto…pero tras varios días de espera a los compañeros de viaje, se perdió
la oportunidad.
Tercer plato,
Copenhague. Sin saber muy bien ni cómo ni porque, marqué el objetivo en la
capital danesa de la que tan solo conocía que albergaba la estatua de la
Sirenita y poco más. Pocas veces una elección a ciegas fue tan acertada.
Pasadas las
peripecias de los problemas con los vuelos a causa de una "franchute-huelga" que
casi nos arruina el plan, aterrizamos mi medio pomelo y yo, la noche del 15 de
mayo en “danesilandia”.
¿Quién sino mi
medio pomelo?. Siempre a mi lado, la que no falla, la que me soporta, la que
hace realidad todos mis sueños y es mi sueño hecho realidad. Nada sería igual
sin ella. Nada haría sin ella.
Dos días de
frenético turismo por una ciudad bonita entre pocas. Coqueta, recoleta y
vistosa. Palacios versallescos, edificios germánicos, parques aterciopelados,
todo pulcro, y de entre todo, destaca la forma de vida. Sosegada, silenciosa y
concentrada.
Eso sí,
calles, parques y palacios impronunciables.
Ellas y ellos, todas altas y altos,
muy guapas y guapos… por eso de la igualdad de géneros…y generas.
Viajamos para
ver mundo, para visitar ciudades, para conocer otras sociedades, otras culturas
y dentro de estos viajes, hay una maratón. Si, fue primero la maratón, pero lo
primordial ahora es disfrutar del viaje. Estas aventuras dan sentido a la vida.
Yo soy de los que piensa que se trabaja para vivir, no que se vive para
trabajar. Si pudiera….
Divago. Como
decía, tras once minutos, llega mi turno. Suerte.
Día nuboso.
Sin ser un clima húmedo, no estamos en la costa levantina, así que opto por una
camiseta de malla y mi maratónica que ya me ha acompañado en las 4 maratones y las
8 ultramaratones anteriores.
En este caso si
pega. Conecto el mp3 con las mejores canciones de Eurovisión. Ningún sitio más
típico-tópico que Copenhague para oír tres largas horas de música festivalera.
Aquí, hace solo 8 días ha ganado el festival la mujer barbuda…el hombre barbudo
disfrazado de mujer…bueno, donde ganó Austria.
Trotamos los
primeros metros por Islands Brygge, en cuyos márgenes había unos curiosos
“meódromos”, al aire libre. Y los daneses, tan cívicos, tan propios, pues
orinan a la vista de todos.
Busco con la
mirada a mi medio pomelo, pero entre que no llevo las gafas y que hay mucha,
pero que mucha gente, no la veo. Bueno, espero verla en el segundo punto
acordado, km 14.
Sé que llego
un poco justo a la línea de salida. He corrido mucho por montaña, y dejé
olvidado demasiado tiempo el asfalto. Con solo tres semanas de re-adaptación a
la superficie, veremos si apruebo el examen.
Atravesamos el
puente de Langebro e iniciamos la “subida” por la avenida de Hans Christian
Andersen, el cuentista.
El perfil de
la maratón es totalmente llano, pero en muchos tramos, solo hay uno o dos
carriles, lo cual ralentiza el ritmo de los que no somos “élite”, aunque casi
mejor. Menos ritmo, más reservas para el final.
Eso sí, mucho
danés, mucho civismo, mucha eficiencia y tienen la ciudad levantada por obras
por todas partes, versus, “Spain is diferent”. Esto, baja el ritmo más si cabe.
El firme es
variable, no tan firme. Pensaba que tras la experiencia del empedrado en Roma,
no tendría nunca más que sufrir tanto, pues, otra vez, me equivoqué. El
recorrido es una mezcla cambiante de asfalto antiguo, adoquinado y terreno en
obras. Hoy no se bate ningún record. Al menos, yo no.
Como decía,
subiendo por la avenida del cuentista, siento la magia de estar corriendo por
una ciudad de ensueño. Edificios de ladrillos marrones con torreones terminados
en techos verdosos y adornos dorados de los cuales parece que va a asomarse una
princesa de cuento de hadas, casas estilo germánico con mucha madera, flores y
arboles en plena ebullición primaveral, ambiente de lujo con muchos animadores.
Corres dentro
de tu burbuja, intentado paladear cada momento. ¿Quién me iba a decir a mi hace
cuarenta y tantos años, cuando jugaba a la pelota en la Travesía de Tantín, en
mi natal Santander, que cuatro décadas después correría por las calles de
capitales europeas de tanto postín?.
Km 2 dejamos a
la izquierda el Tívoli. Es el padre de todos los parques temáticos. Construido
en 1843, alberga una pléyade de atracciones de otra época, de madera, con un
colorido de cómic. Dicen las guías que en ella se inspiró Walt Disney para crear
su parque y que el ínclito Michael Jackson, tras un concierto, ¡¡pretendió
comprarlo¡¡….estos americanos, se creen que todo se consigue con dinero.
Y no, el
dinero ayuda, no lo podemos negar, pero la felicidad que se te queda en el
cuerpo antes, durante y después de una experiencia maratoniana como ésta, no se
paga con nada.
Km 3, torcemos
camino de la avenida de los parques, la Oster Voldgade, lo dicho, con lo fácil
es que se llamara avenida de la Constitución. Y son unos parques espectaculares.
Un remanso de paz. Dado el carácter de los daneses, el silencio es casi
sepulcral, seguro que hablan, pero su tono es casi imperceptible, nada que ver
con el carácter bullanguero latino.
Estanques de
patos y cisnes, laderas de verde prado y
árboles frondosos. Si te sientas en un banco, la civilización parece olvidada a
cientos de kilómetros, pero, es que, a lo peor, esto es civilización, y no el
griterío hispánico, aunque tanta paz y sosiego, a la larga, debe aburrir, de
ahí su afición a las bebidas espirituosas.
Camino del km
6 no me noto muy “académico”. Me pesan las piernas. Las palizas de los dos días
anteriores se tienen que notar. Llegando al primer avituallamiento, bebo agua,
como naranja (¡¡egipcias¡¡), y plátanos (¡¡colombianos¡¡)…así que la Unión
Europea colabora y a seguir.
Cogemos la
Strandboulevarden, y vivo un "momento túnel", no sabía si estaba en 2014 o en
1942. La avenida parece un decorado para una película de nazis, solo faltaba
salir un par de chalados con el uniforme
militar y la esvástica en el brazo.
A la altura
del Sparta Hallen, el campo de fútbol de la ciudad, miro el reloj, no voy bien
y encima, algo más preocupante, a un ritmo demasiado lento, pero es que no me
veo para apretar.
¡Cerebro a
corazón, cerebro a corazón, no pasa nada, mantén el ritmo¡. ¿Oído corazón?
Atravesamos el
Faelled Parken, a rebosar de animadores y una walkiria pelirroja de ojos
verdes. Vale, parece que no voy tan mal.
Volvemos
camino del centro, en paralelo a los canales del Sortedams So, lleno de obras.
Muchos giros, mucho amontonamiento de corredores, más lento no se puede ir, y
ese ritmo no me favorece. Tampoco es el caso de esprintar, pero ir a más de
5:40 me carga mucho las piernas.
Km 12, “solo”
quedan 30 kms. Pasamos por un arco que lo indica, y experimento una catarsis
personal. De repente, me vengo arriba. Se activa el chip.
¡Corazón a
cerebro, corazón a cerebro¡, estamos aquí para disfrutar, ¿no?. Pues arriba el
ánimo.
Sigo al mismo
ritmo, pero la hormona de la felicidad, que seguro que en Kobenhavn, como
llaman a la ciudad los nativos, la dicen la “flecitantvorksormonaen”, me hace
un gran regalo. Moral por las nubes.
Otra vez el
centro. Km 13, a ver si veo a mi medio pomelo. No, no está.
Km 14, ¿estás
por ahí?. Tampoco. Km 15, pasamos por la plaza Kongens Nytorv, ambiente
espectacular, música en la calle, gente aplaudiendo a rabiar….¡hasta el infinito
y mas allaaaaa¡.
Del km 15 al
23 salimos del centro de la ciudad y nos acercamos al barrio de Vesterbro, zona
en crecimiento, con feotes edificios de cemento y cristal, y, un repentino
puerto pesquero con sus bares de “pescaíto frito”, que bien pudiera ser Torre
de Mar, en Málaga.
El tiempo es
cambiante. Frío, calor, frío, calor. Pasando por Media Maratón, me quito la
maratónica y voy tan solo con la camiseta de malla. La maratónica, en la mano,
a buen recaudo.
Busco un punto
de referencia. A ver, a ver, escojo un corredor de naranja que me debe sacar
unos 2 kms. A por él.
Paso por Media
Maratón en 1:54, muy, pero que muy lento, máxime cuando en Roma, pasé en 1:45.
Lo dicho, hoy no hay récord.
Puntazo del recorrido.
Con la moral por la nubes, acelerando y rebasando corredores veo a mi medio
pomelo….¡¡ahora si, a por ellos¡¡. Carpe diem, disfruto el momento.
Km 24,
paralelo a los canales de Knippelsbro e Inderhavn, pongo velocidad de crucero,
que en mi caso supuso ir del 25 al 30 a ritmo de 4:40.
Ha llegado la
hora de los valientes. Empiezan a caer los corredores, gente desfondada,
andando, tirada en el suelo. Esa es la magia de la distancia. No consiste en
salir el primero, sino en llegar. Regular. Estudiar el recorrido. Escoger el
ritmo adecuado. Debes entrenar mucho, pero la estrategia es básica.
He corrido
carreras desde 5 a 100 kms. Por asfalto, por montaña, por senderos y
verigüetos, por ramblas y pedregales. La maratón siempre será mi distancia
preferida…pero es que, ¡es tan aburrido entrenar en asfalto¡.
Vikingos y
walkirias caen por docenas. El famoso muro de los 30 les pasa factura.
Pero yo me
siento en mi película particular. Veo pasar decenas de corredores al ralentí,
pero no, soy yo, acelerando hacia la meta.
Km 27, hola
Sirenita. Que no hubo forma de hacerle una foto decente. Rodeamos el Kastellet,
que más que una zona militar destinada ahora a las visitas de turistas, parece
un remedo de un campo de concentración, con sus barracones simétricos, sucios y
destartalados.
Km. 32,
segunda pasada por el Sparta Hallen, estoy que me salgo. Sigo marcando cada
avituallamiento, agua, naranja y plátano, sin ganas, pero es la gasolina para
las piernas.
Del 30 al 35
mantengo el ritmo fuerte, a 4:50 el km. Una duda me pasa por la cabeza, ¿no
estaré yendo demasiado fuerte?. Estos esfuerzos al final se pagan, y sería una
pena romperme al final.
¡Cerebro a
Corazón, Cerebro a Corazón¡. Velocidad de crucero. Todo controlado.
Por el Faelled
Parken, primeras ambulancias. Es la parte dolorosa de estas carreras, ver como
caen reventados algunos corredores. Seguro que nadie está libre de ello, pero
no puedo entender llegar a un punto tal que tu cuerpo te descabalgue de la
maratón, sin haber percibido las señales antes.
Km 35. Parece
que empiezan a caer unas gotas. Otras más. Chaparrón. Hasta la meta no deja de
llover. Lejos de venirme abajo, la adversidad, me pone. Y no me acuerdo de la
maratónica. Empapado.
Los daneses,
fríos como su tiempo, ya no animan como al principio. Sufro una experiencia
extracorpórea, me veo a mi mismo diciendo a voz en grito, levantando los
brazos…¡¡no os oigo, no os oigo¡¡…¡¡clap yours hands¡¡…y Radhus Pladsen se
viene arriba…
Fue un
segundo, pero fue mi segundo, fui el centro de cientos de daneses que me
aplaudían.
…si me lo
cuentan, no me lo creo.
Y no fue la
última vez, llegando al cuarenta, cuando más te hace falta el apoyo, nuevamente
me escucho repetir…¡¡go, go, clap yours hands¡¡.
Cruzo el
puente, y entro en éxtasis, la adrenalina disparada, corro solo, busco con la
mirada a mi medio pomelo, no la veo.
Voy empapado,
sigo adelantando corredores. En línea de meta entro triunfal.
Si, es cierto,
Kiprono entró hace 1 hora y 23 minutos, pero me siento ganador.
Ni de lejos
hice mejor marca, 3:40:01, pero ha sido, de largo, la mejor maratón planteada,
la que más he disfrutado y la que más feliz he terminado.
Para los
amigos de la estadística puesto 2.528 de los casi 13.000 corredores que
salieron. Acabaron poco más de 11.000. 307 de los 1.061 de mi categoría. Y lo
más significativo, salí en el puesto 5.557, esto es, adelanté a más de 3.000
corredores. Cogí al corredor de naranja en el 35.
Agua, fruta,
medalla, se acabó, la maratón de Copenhague ha terminado, pero vive en mi
recuerdo, por ello me escribo esta crónica, para recordar esos momentos, y los
comparto contigo, mi lector, y principalmente contigo, la incondicional, a mi
medio pomelo, Inmaculada.
Ahora, pasados
los días, sombras y cenizas…..Roma Victrix¡¡¡
Aprendes rapido chavalin jeje, buen alumno que progresa adecuadamente. Un saludico.
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