El que viaja y escribe,
viaja dos veces.
PROLOGO
2023 empezó bien pero se torció en febrero en lo
sindical. Han sido cuatro meses difíciles desde entonces. De la incredulidad y
la decepción pasé al desapego y la desidia. No quise entrar en una dinámica de
acusaciones y respuestas porque sabía que no me iban a aportar nada. Preferí
dejar que mi día a día hablara por mí. Soy sindicalista por vocación, no para
eludir mi puesto de trabajo. No quiero ser mejor que nadie, tan solo mejor que
ayer. Eso quizás deje una impresión de pusilánime que no
quiere enfrentarse con nadie, un bienqueda, pero ni me apetece ni
me saca de nada ir a la guerra. Tengo que poder mirarme a un espejo y decirme: Lo has hecho lo mejor que has podido, sin
utilizar ni pisar a nadie. Estos 22 años me han dejado muchos malos
momentos, decepciones y algunas cornadas pero todo valió la pena
por el apoyo y respeto que he sentido de muchos compañeros. No tiene precio
un gracias de corazón. Cada buena palabra me ha compensado y
me ha valido para seguir. Gracias a todos los que habéis confiado en mí.
Durante
esos meses me puse como meta el 07/06, el día después de las elecciones
sindicales. Tras todos esos 22 años, a los que sumar los 4 próximos, creo que
con 26 años de sindicalista y 59 cumplidos en 2027, éstas habrán sido mis
últimas elecciones. Mi tiempo sindical llegará a su fin incluso antes de 2027.
Para
celebrar la salida del túnel negro, que mejor celebración que irme de viaje con
mi medio pomelo IQ? Yo también parafrasearé al poeta. Ella es mi norte, mi sur, mi este
y mi oeste. Mi semana de trabajo, mi descanso dominical. Mi mediodía, mi
medianoche. Es con quien siempre quiero estar, con quien siempre quiero volver.
Lo
bueno de preparar un viaje sorpresa es que puedo elegir destino.
Busqué vuelos directos desde Alicante el 8 de junio, a primera hora. Recordé los
años 70 disfrutando de los dibujos animados de Vickie el Vikingo. Las
aventuras de Ragnar Lodbrok. He sido un apasionado del mundo vikingo. Tuve
muñecos en mi habitación, de hecho, dos velaban mi sueño con los pomposos
nombres de Otón Olav Haakon Erik, el más grande, y Haroldo Otón, el más
pequeño. Siempre quise viajar a Escandinavia. Tras visitar Copenhague en
2014, esta vez Estocolmo fue el destino. Noruega, Islandia y Finlandia
para otra ocasión.
Pero,
que conozco de Suecia? ABBA, Ibrahimovic y Bjorn Borg?. Googleando, suecos famosos como el cineasta Ingmar Bergman, con sus
aburridas películas; Alfred Nobel, sus premios y su complejo de culpa por su
fábrica de dinamita y explosivos; Celsius, el de los grados; Linneo el
científico; Stieg Larsson y su saga Millenium que tan buenos ratos me ha hecho
pasar; y como no, Pippi Calzaslargas, su caballo Pequeño Tío y su mono el Sr
Nilsson.
Suecia es de esos países que
los europeos del sur vemos muy lejanos y plagados de tópicos. Las suecas de las
películas de Alfredo Landa, los vikingos con cascos coronados por cuernos, IKEA
y poco más. Es mucho más. Es un país con uno de los mayores niveles de vida del
planeta, con unas políticas de conciliación y mejoras sociales
envidiables. Son un pueblo cooperativo, no está bien visto el
individualismo, todos deben participar en el desarrollo de la sociedad. Muy
imbuidos de la estricta moral luterana, se rigen por el cumplimiento de las
normas, no entienden de atajos. Los niños son formados en valores de
solidaridad, diversidad y respeto democrático. Es más importante lo que quieren
ser que lo que quieren saber. Y eso se nota cuando paseas por sus calles. No
hay gritos, no hay chillidos. Las calles están muy limpias, ellos mismos
recogen la basura del suelo, aunque no la hayan tirado. No hay una circulación
alocada. No hay prisas. Un paraíso? Tampoco. Imagino esos largos otoños e
inviernos bajo las lluvias y la nieve, esos largos días sin luz. No podría. Y
tengo la impresión que debajo de esa capa de sociedad idílica hay un clasismo
latente entre los suecos de toda la vida
y los inmigrantes.
VOLANDO HACIA ALLÍ
Día 08/06
El viaje nos lo prepararon Lourdes y Davinia, de Benytours, una agencia de Cabezo de Torres.
Perfecto. Ni un fallo. Pendientes durante todo el viaje. Un acierto seguro para
organizar un viaje. Gracias a las dos, es vuestro trabajo, no cabe duda, pero
hay que reconocer el trabajo bien hecho y con cariño.
03:40
sonó el despertador. No había forma de saltar de la cama. Nuestro vuelo
despegaba a las 07:00 desde Alicante y llegamos con el tiempo justo. Incluso
aparcamos el coche en el parking, sin saber a ciencia cierta si era el parking
que teníamos contratado.
07:00,
despegamos. Ambos vuelos, ida y vuelta, con Norwegian Airlines. El
piloto solo hablaba inglés pero la tripulación era española. Este tipo de
aerolíneas se lo ahorra todo, lo próximo será volar de pie. Buen vuelo. A
nuestro lado una sueca con muchos años que justo antes de despegar se cubrió la
cara, se puso gorra y antifaz. Se quedó dormida sobre la tabla. Porque la vimos
antes de despegar pero parecía una talibana
a punto de hacer saltar el avión en pedazos.
11:00,
aterrizamos en Estocolmo, aeropuerto de Arlanda. Como no teníamos que recoger
equipaje, teníamos que llevarlo todo en cabina, salimos rápido.
Teníamos contratado el traslado desde el aeropuerto. Una llamada del conductor
nos avisó que nos estaban esperando. Y menos mal, porque iba con un cartel a
nombre de Juan Gómez, mi primer nombre y mi segundo apellido, al que no habría
hecho caso ni en 100 vidas. Era un iraquí de segunda generación, ya nacido en
Suecia, con tres frases en inglés y un no
problem por coletilla. 45 minutos tardamos en llegar al hotel. El camino se
hizo breve entre tanto bosque y pequeños lagos.
PRIMERA TARDE EN
ESTOCOLMO
12:00, Scandic
Grand Central. Otro acierto. Scandic es una cadena hotelera escandinava,
que solo en Estocolmo tiene 6 hoteles, que nosotros viéramos. Nuestro hotel
estaba muy bien colocado. A 5 minutos de la estación central T-Centralen. A 10 minutos andando del
centro turístico. La habitación, algo pequeña, pero muy cómoda. La cadena
informaba que por motivos de respeto de la naturaleza y de lucha contra el
cambio climático, no limpiarían ni arreglarían las habitaciones, no cambiarían las toallas y nos
pedían que no gastáramos mucha agua. Vale, aceptamos pulpo, pero creo que algo
de tema de ahorro dinerario va incluido. Teníamos contratado el desayuno. Muy
bueno. Con un salón pequeño, cada mañana invadían las barras de los dos bares e
incluso el teatro del hotel. El desayuno en sí mismo, de diez. Mucha variedad y
cantidad. Cada mañana salí rodando de los tres desayunos que me metía. IQ más
comedida, picaba de todo un poco, lo disfrutaba más.
Cabezas
cuadradas como todos los centroeuropeos, como teníamos fijada la hora de
entrada a las 15:00, no nos dieron la habitación de inmediato y nos tuvimos que
ir a dar una vuelta hasta que llegara la hora. Dejamos las maletas en la
consigna y a paseo.
NORRMALN
Nuestro hotel estaba situado en lo que hoy se
considera el centro de la ciudad. Esta zona fue creciendo a partir del siglo
XVII desde el centro histórico de Gamla
Stan. Tras la Segunda Guerra Mundial, los edificios en mal estado fueron
derruidos y sustituidos por otros nuevos, así que no hay muchos edificios
históricos en la zona. Repleta de boutiques exclusivas, bancos, centros
comerciales y restauración, es el centro de la vida de la ciudad.
El
hotel está situado en la esquina entre Vasagatan
y Kungsgatan. Bienvenido al
proceloso mundo del sueco. Incomprensible. Como siempre, tirando de mi mal
aprendido inglés que algún día puliré. Muchas promesas me hago cada viaje que
luego no cumplo. Comenzamos a subir por Kungsgatan.
Subir. Aunque la ciudad es muy plana, tiene zonas con cuestas, no muy
pronunciadas, amplias, ideales para correr.
Paseando,
ya con hambre, nos metimos en Caffé Nero
donde comimos dos ensaladas raras con macarrones, salami, garbanzos, rúcula y
salsa rosa, o eso parecía. Enfrente, la plaza de Hotorget donde antiguamente había un mercado de heno y hoy un
mercado de fruta. En esta ubicación hubo un convento dedicado a Santa Clara. En
uno de sus lados, Konserthuset, con
la cara pintada de azul, sede de la Real Academia Filarmónica de Estocolmo.
Giramos en redondo para llegar a Drottninggatan,
la principal zona comercial del centro, que recorrimos arriba y abajo cada día
en nuestros paseos de ida y vuelta al hotel. En el primer cruce, desde un
motocarro moderno, regalaban botellas de Pepsi Max. Nos llevamos una cada uno.
Subimos
despacio, mirando las tiendas, escuchando el silencio. Tegnergatan, pequeño parque presidido por un monolito con escenas
de los libros de August Strindberg
(1849-1912), célebre escritor holmeño.
Allí la conversación con IQ derivó en la actuación sueca en la Segunda Guerra
Mundial. Lo que tiene que aguantarme. Le hablé sobre la que yo considero su falsa
neutralidad.
Una leve cuesta terminaba en Centralbadet, un centro de natación. Por sus calles adyacentes fuimos testigos de una procesión de camiones con el techo abierto, ocupados por chavales de no más de 18 años, de fiesta. Parecían festejar el final de su etapa de bachiller. Sus padres, radiantes, lucían carteles con sus nombres y sus fotos, apostados en los lados de las calles que recorrían ruidosos y achispados.
Observatorienlunden, que como dice su nombre, tiene un Observatorio. En su terraza hacia Karlavagen comenzó una larga lista de fotos de paisajes. Con casi 1.000 fotos nos volvimos. Y ya son 44.000 las que tenemos de nuestros viajes de los últimos 20 años. No nos caben. Dejamos a un lado Gustav Vasa Kyrka, iglesia dedicada al rey Gustav II Adolf Vasa, omnipresente en la ciudad. Toda la ciudad repleta de monumentos, estatuas y edificios erigidos en homenaje a sus reyes. Lo llaman democracia y no lo es, yo no voté al rey.
Svea Vagen es una gran avenida, con
edificios oficiales. Sin mucha gracia. IQ no lo dijo, pero en ese momento se
asustó, pensó que la ciudad era así de gris. Pero no, estaba todo medido, la
parte menos bonita al principio. Cuando bajamos al centro cambió su visión de
forma radical. Tras haber visitado 22 países y muchas más ciudades, tenía claro
que solo una volvería a visitarla de forma obligatoria. Sentado escribiendo
esta crónica, puedo decir que ya son dos. Roma
y Estocolmo. En algún momento del futuro tengo que volver a ambas. Las
demás, no lo sé, pero estas dos son necesarias.
Caminando
por Svea Vagen, Adolf Fredriks Kyrka, otra iglesia dedicada a un rey. Varias
docenas de adolescentes caminaban en fila. Ellas de blanco, virginales, pero
con vestidos mal hechos y bambos sucios. Ellos, pantalón oscuro, camisa blanca.
Muchos con un plato de papel colgado del cuello, con mensajes escritos. Iban
precedidos de sendas banderas de Suecia y Francia. Dentro de la iglesia los
esperaban los que suponemos debían ser sus orgullosos padres. Algo de secta parecían.
En los jardines de la iglesia numerosas lápidas y tumbas de parroquianos. Es
una costumbre holmeña dar cobijo en los
terrenos de las iglesias a las tumbas de sus vecinos. Supongo que serán
personas con influencia, puesto que siendo muchas, lógicamente el espacio es
reducido. Qué forma más bucólica de reposo eterno. Me lo apunto.
Olof Palme Gatan, dedicada al ex
presidente socialdemócrata asesinado en esta calle en los años 80 al salir del
cine. Mi guía decía que había una placa conmemorativa. No la encontramos. De
vuelta al hotel ya nos dieron las llaves de la habitación. Es cierto que los
suecos son silenciosos pero tampoco son la alegría de la huerta. Muy secos. Y
cuando mi inglés patinaba ponían cara de póker y no hacían verdaderos esfuerzos
por el entendimiento. Abrimos las maletas, nos aseamos, descansamos un poco,
pero no mucho, no fuera que no pudiéramos movernos.
KUNGSHOLMEN
Ruta de tarde. Atravesamos el puente de Kungsbron, que lleva a la isla de Kungsholmen. Ya desde el puente se
divisaba al fondo Gamla Stan, la
zona paradigmática de Estocolmo. IQ cambió la cara. Eso era lo que quería ver
ella. Por Scheelegatan hasta el Radhuset, los juzgados, para llegar a
la orilla del Riddarfjarden. Estocolmo está cruzado por canales de
todo tipo, tamaño, otra ciudad que la llaman la Venecia del Norte, pero Venecia
solo hay una.
Ante
de llegar a la orilla nos topamos con la única placa que encontramos, dedicada a una de las víctimas del Holocausto,
placas doradas que hemos ido viendo por toda Europa. Erich Holewa en nuestro recuerdo. Neutrales??
Norr Malarstrand es el paseo sobre el Riddarfjarden. En sus orillas, decenas
de barcos anclados, con carteles informativos de su nombre y su origen. Había
barcos de mediados del siglo XIX pero el que más llamaba la atención era una
pista de pádel flotante. En la esquina, el imponente Stadshuset, el ayuntamiento. Este año se cumple el centenario del
final de su construcción. Y es que Estocolmo
tiene edificios antiguos pero la mayoría son más recientes, han priorizado la
funcionalidad sobre la historia. Edificio en ladrillo rojo en el que nos
dejamos decenas de fotos. En el interior, exterior, delante de la torre
dedicada al luchador Engelbrekt, en
el monumento funerario a Birger Jarl.
RIDDARHOLMEN
Sucesivamente cruzamos los puentes de Stadsbron y Centralbron para llegar al centro histórico. Fue un recorrido rápido
a los principales puntos de esta isla. Birger
Jarl Torn, pequeña torre encastrada entre los edificios, último resto de
una instalación defensiva construida por orden del rey Gustav II Adolf Vasa. Enfrente, la vista imponente del Stadshuset. Caminamos por la escollera
hasta la estatua de Evert Taubes
(1890-1976), trovador y compositor de baladas del que vimos dos estatuas en la
ciudad. En la otra orilla, los edificios coloridos del barrio de Sodermalm. Torciendo a la izquierda, la
plaza con una estatua de Birger Jarl
dominando el tráfico de turistas. Stenbockska Palaset, un palacio de
fachada rosada, en perfecto estado de conservación, donde vivía en 1640 el
consejero Frederik Stenbock, actualmente
el tribunal supremo. Riddarholmskyrka,
la iglesia más bonita de Estocolmo.
Es la más antigua de la ciudad, no pudimos entrar en ese momento, estaba ya
cerrada. La vida comercial en Estocolmo
acaba muy pronto, los museos, iglesias y palacios cierran antes de las 6 de la
tarde. Y eso que estábamos en junio. Volvimos un par de días después.
GAMLA STAN
Por el puente Riddarholmsbron, llegamos a la isla, barrio, de Gamla Stan. Ya podíamos cantar la banda
sonora de este viaje. Opa, Gamla Stan.
Cada
calle, cada recodo, cubierto de bellos palacios señoriales. Riddarhuset, construido entre 1641-47,
acoge la reunión de los nobles de cuna cada tres años. Anacrónico en el siglo
XXI. Riksdaghuset, sendos edificios
del Parlamento. Todo ellos enmarcado en calles amplias, limpias, luminosas,
abiertas, resplandecientes, rodeados por los canales por todas partes. Medeltidsmuseet, construido sobre
restos arqueológico que datan de 1520, acoge una exposición permanente de arte
medieval. Presidiendo Gamla Stan, como
punto de referencia, Kunlinga Slottet,
el palacio real. En esta ubicación han existido fortalezas o castillos desde el
siglo XI. Una veces el fuego (como en el
palacio Tre Kronor arrasado en 1697),
otras, la acción del hombre derruyendo y volviendo a construir. El actual
palacio real fue empezado a construir a comienzos del siglo XVIII. Le dimos una
vuelta completa. En cada puerta, guardias casi adolescentes vigilaban las
entradas.
Norrstrom y Strommen son los dos canales que separan Gamla Stan de las islas de enfrente, Blasieholmen y Skeppsholmen.
Que trabajo transcribir los nombres en sueco. En una palabra, uniendo otras
varias, expresan una idea. El sueco actual tiene su origen en el idioma nórdico
que se hablaba en Escandinavia hace
más de 10 siglos. Los suecos, noruegos y daneses pueden entenderse a la
perfección, sin necesidad de intérprete, dadas las grandes similitudes de sus
idiomas.
Paseamos
por la escollera de Skeppsbrokajen,
presidas por más estatuas de reyes suecos. Storkyrkan,
la catedral rosada. Es sorprendente el colorido de todos los edificios pero muy
especialmente de las iglesias. Mientras en el sur de Europa las iglesias son
oscuras y grises, quizás reflejo de una Fe e Iglesia igualmente oscuras y
grises, ya el año pasado en Múnich, pero muy especialmente en Estocolmo, son muy coloridas,
sorprendentemente coloridas.
Rápida pasada por Stortorget, la plaza principal de Gamla Stan, repleta de turistas que no dejaban hueco para fotos.
Por Vasterlanggatan, calle estrecha,
adoquinada, con edificios coloreados, eminentemente comercial, llegamos al
restaurante Michelangelo donde nos sentamos a cenar. Soy poco amigo de la
gastronomía. Como decía ella, soy mik-kino para comer. Tengo una dieta muy
restringida, no por convencimiento, sino por mis manías. Casi no pruebo el
pescado ni la carne, porque no me gustan. Me mantengo con pasta, ensaladas,
verduras y legumbres. Y mi pecado,
las galletas y los dulces. Así que cuando vamos de viaje, la comida es la menor
de mis preocupaciones. Me da igual la gastronomía local. Comer es solo una
necesidad, el carburante para que la máquina siga en movimiento. Ni un solo
plato típico sueco probé. Tras reponernos un poco, iniciamos la vuelta hacia al
hotel por las atestadas calles de Gamla
Stan.
NORRMALN
Strombron, cruzamos a la zona de
los hoteles y del Kunsgtradgarden,
el jardín del rey. Su historia se remonta al siglo XV. En esta zona hubo un
palacio donde vivían los reyes, rodeados de jardines. El palacio se quemó pero
el jardín se mantuvo para disfrute de los holmeños.
Había leído que en esta semana había una feria de los alimentos pero la guía
debía estar equivocada. Los jardines estaban presididos por una estatua del rey
Karl XII. A mitad del parque, otra
estatua, en este caso de un sucesor, el rey Karl XIII. Que fijación monárquica tiene los suecos. En este jardín
lanza sus arengas la ecologista Greta Thunberg.
Hamgatan, avenida en ascenso con
edificios de corporaciones empresariales, desemboca en la plaza de Sveaplan. Con la decisión de reformar
el centro de la ciudad nueva a mediados del siglo XX, toda esta zona fue
rediseñada en dos alturas, con muchas tiendas y restaurantes en
el subsuelo que verá la vida social en los largos meses invernales. En el
centro de la plaza el obelisco de Sergels
Torg, que se ilumina de noche. Desde la plaza se continua por Klarabergsgattan, amplia avenida con
las marcas más reconocidas, desde H&M
hasta Zara. Por Drottninggatan, de
vuelta al hotel. Era el momento de descansar tras 15 kms en las piernas y
muchas horas desde que iniciamos el viaje.
A
las 9:30 ya en la habitación. El sol caía pero nunca llegó a anochecer del todo.
Varias noches me levanté a mirar por la ventana. Se mantenía la penumbra, sin
anochecer del todo. Sobre las 2 volvía a levantar el sol. A las 3 de la
madrugada ya era totalmente de día.
PRIMER DÍA COMPLETO EN
ESTOCOLMO, EL MÁS LUCIDO
Día 09/06
CENTRO
El sol nos despertó muy pronto. Calentaba a
ratos. En las zonas de sombra hacía fresco. Frío cerca de las orillas. Es un
clima cambiante. Acostumbrados a una temperatura inclemente, bajo estos rayos
del sol los suecos iban con ropa veraniega. Tirantes. Camisetas. Sin
calcetines. La temperatura no subió en ningún momento de 22 grados. A primera y
última hora hacían 5-8 grados. La próxima vez que vayamos me llevaré los
bambos. Esas calles son para correrlas.
La maratón es cada año a primeros de junio. Ahí lo dejo IQ. Mientras nos
duchábamos puse la radio. La primera canción que sonó, la Macarena.
Tras
el primer desayuno, Kungsgatan, con
muchas obras. La ciudad repleta de obras. Y esto también será culpa de los socialcomunistas como en Murcia? Parece
una costumbre en cada ciudad pero a alguno les cunde el enfrentamiento
gratuito, la verborrea memética, la
falta de respeto a la opinión ajena, para luego darse golpes de pecho con una total
falta de mentalidad democrática.
Kungstornen, las torres del rey,
sendas torres gemelas unidas por un puente entre dos colinas hoy desaparecidas
debajo del urbanismo. Las torres, de 16 plantas, utilizadas como oficinas, son
definidas como macho, la del norte, y
hembra, la del sur. Desde Stureplan, hasta Nybroviken, la milla de oro holmeña,
con las tiendas de las grandes marcas, con sus seguratas en la puerta. Strandvagen el paseo marítimo hasta la
isla de Djurgarden. Lugar donde tenían sus villas los holmeños más ricos. Strandvagen
es un bello paseo, con decenas de barcos. Barcos de recreo. Barcos restaurante.
Barcos hoteles. Llegamos a Djurgardenbron,
el puente que une esta isla con el resto de Estocolmo. Único punto de acceso peatonal. En el puente, gastamos
otro carrete de fotos.
DJURGARDEN
Djurgarden es la isla más grande de
la ciudad. Tuvimos que hacer una visita
del doctor. El parque de Skansen
se queda para la próxima visita. Antiguo coto de caza real para el rey Johan III, es un vergel con muy pocos
edificios y menos de mil residentes. En la ribera oeste, Lejonslatten. Césped, caminos para bicicletas, niños jugando al
balón, excursiones escolares, museos. En esta ocasión dejamos a un lado los
museos artísticos. Por la premura del tiempo, optamos por dos museos temáticos,
precisamente en este punto.
Junibacken, museo dedicado al mundo
de la escritora infantil Astrid Lindgren,
creadora de Pippi Calzaslargas y Miguel el Travieso, entre otros. Nordiska museet, castillo renacentista
con una colección 1,5 millones de objetos, ropajes, joyería, muebles,
utensilios y juguetes infantiles. En los jardines, segadoras robóticas se paseaban a sus anchas comiendo hierba a
dos carrillos. Las velas del Vasamuseet
nos llamaban. Antes, Fingrundet, uno
de los pocos barcos faro supervivientes del siglo XIX. A su lado, el Sankt Erik, rompehielos construido en
1915.
Vasamuseet. Durante las primeras
décadas del siglo XVII Suecia
alcanzó la posición de potencia europea participando de forma victoriosa en la
Guerra de los Treinta Años, lo que le reportó su mayor extensión geográfica en
la Historia. El Báltico era un mar sueco. Finlandia, Estonia, Letonia, Lituana,
norte de Polonia y territorios costeros alemanes obedecían al rey Gustav II Adolf Vasa, el cansino. En un alarde de prepotencia decidieron construir un
buque insignia, al frente de su armada. Así durante la década de 1620 se
dedicaron a pulir el Titanic sueco. El 10 de agosto de 1628 botaron el Vasa. Era domingo, mediodía,
soleado. Los cañones anunciaban el gran evento. Orgullosos, todos vieron la
salida de la nave. Poco duró. Un kilómetro y medio después, un golpe de viento
lo escoró. El agua empezó a entrar a borbotones por las troneras. Se hundió
rápidamente. De los 150 tripulantes a bordo, murieron 30. Más de tres siglos
después, olvidado el fracaso absoluto, los suecos decidieron reflotarlo. Si
bien el velamen y los palos habían desaparecido, el casco se conservaba casi
íntegro por la baja salinidad de estas aguas. Durante cinco años estuvieron
cavando grutas debajo del casco para poder introducir el cableado para izarlo, en 1961. Recuperado, tuvo que pasar meses en un dique para extraer toda el
agua y cubrirlo con cera para evitar que la madera se degradara tras el secado
y el contacto con el aire tras 333 años en el fondo del canal.
Reconstruido
desde la base del casco emergido, encerrado en una nave con siete niveles,
impresiona. Es muy complicado conseguir una foto completa salvo un gran
angular. Piso a piso fuimos subiendo para verlo de cerca. La cubierta, combada,
devolvía los gritos de la soldadesca camino de la guerra contra las tropas de
su Muy Católica Majestad el Rey de España entre otros. Cada detalle. Cada
recuerdo. Visita imprescindible. Es un museo diferente. Como decía, temático.
No creo que haya otro igual.
Salimos
al siglo XXI imbuidos de las epopeyas marinas de la Edad Media, que pese al
tamaño, no dejaba de ser un cascarón de madera, con grandes palos y velamen
para luchar contra las difíciles corrientes y clima del Mar del Norte.
Iguálenselo. Camino del segundo museo temático, paramos en el Estonianminnesvarden, memorial al aire
libre en recuerdo de las 852 vidas perdidas en 1994 tras el hundimiento del
ferri MS Estonia que naufragó en el Báltico en su trayecto entre Tallin y Estocolmo.
ABBA The Museum. No tenía especial
interés pero sabía que teníamos que ir. Que no me vuelva a pasar lo de
Amsterdam. Estar en la puerta de la casa de Anna Frank y no entrar. Fue el
momento de IQ. Su niñez, la banda sonora de aquellos sábados de limpieza con su
madre y sus hermanas. Era el recuerdo de su madre, que tanto disfrutaba con la
música de ABBA, que con tantas ganas veía las películas de Mamma Mía. Era algo
más que una visita a un museo. Eran sus recuerdos con la banda sonora de fondo.
La acompañé, estuve a su lado en su viaje al pasado. El museo, es una colección
de videos, trajes, recuerdos, música, placas, color y nostalgia. Otro
imprescindible para nuestra generación.
Grona Lund, el parque de
atracciones visible desde cualquier punto de la ciudad por sus vertiginosas
atracciones. Su origen data de 1883 y su nombre deriva de la taberna homónima
que había en la actual ubicación. Unido por un pequeño puente de madera está Beckholmen, una pequeña isla donde han
estado situados los astilleros durante siglos. Un breve paseo de tierra nos
llevó por las casas del pueblo, rojas
de madera. En la otra orilla varios cruceros de los que hacen escala a diario
en estas aguas. En mitad de los jardines de Djurgarden, con una ardilla como compañera, nos sentamos a
descansar y comer algo para recargar pilas. Retornamos por la orilla norte, Djurgardsbrunnviken, donde en la otra
orilla campeaba una bandera española, visible desde casi cualquier punto en
alto de ciudad, del edificio de la embajada.
BLASIEHOLMEN y
SKEPPSHOLMEN
Por la tarde fue el turno de las pequeñas islas
de Blasieholmen y Skeppsholmen. De vuelta por el paseo
marítimo de Strandvagen, las horas
pasadas y el movimiento de la luz nos lo presentaron bajo otro prisma. A la
altura de la estación de ferris de Norrstrom,
desde donde parte muchas excursiones por el archipiélago holmeño, entramos en Blasieholmen.
Estas pequeñas islas frente al Palacio Real de Gamla Stan y el Djurgarden tuvieron su inicio en los siglos XVII y XVIII pero su aspecto actual se inició
en el siglo XIX.
Desde
los jardines de Raoul Wallanbergs Torg,
uno de los vástagos de tan prominente familia empresarial holmeña del siglo XX pasamos por la Sinagoga construida en los años 60 del siglo XIX sobre 1300 postes
plantados a una profundidad de 15 metros, ganando terreno al mar. En el
exterior una gran menorah, candelabro de siete brazos, en memoria de las 8.000
víctimas suecas del Holocausto. Tarde radiante. Hacia cualquier dirección que
se mirara Estocolmo refulgía. Junio,
el mes con más horas de luz del año. Como será en diciembre, oscuro, húmedo,
gris, triste, melancólico?.
Atravesamos
el puente Skepssholmbron camino de
la isla de Skeppsholmen que
visitamos en sentido circular. En la orilla de Gamla Stan, un navío de tres palos izó su bandera, una enorme
bandera estadounidense que nos acompañó varios días.
Batteriparken, en unas escaleras, un
par de decenas se congregaban para lo que parecía una boda, aunque no fuimos
capaces de identificar a los novios. Af
Chapman, barco de vela, blanco, sueco y muy sueco, construido en 1888. Utilizado como carguero, fue convertido en buque escuela hasta 1934.
Actualmente es un albergue juvenil pero estaba cerrado. Nos sentamos en un
banco, con una pareja desigual enfrente de suecazo
y oriental.
Por
una breve colina llegamos al Kastellholmen,
de piedra roja, con un gallardete ondeante de la bandera nacional en su torre,
que iza un marinero cada mañana desde 1640. Desde este pequeño castillo se
lanzan salvas de cañón para cada barco que llega. En la parte posterior, una
zona de piedra habitada por gaviotas, lugar de descanso de muchos turistas con
vistas al Grona Lund y al Waldemarsviken, el canal de salida
hacia el Báltico. Moderna museet, a
cuya entrada vimos una exposición muy curiosa cruce entre maquinaria oxidada y
coloridas figuras zoomórficas, primos de Curro, la mascota de la Expo Sevilla
1992. Recorrimos la orilla entre barcos mugrientos y pequeños yates de lujo
hasta una grúa de carga de madera, de 1751, protegida por cañones y torpedos.
Segundo
día, seis de la tarde y ya fundidos. La edad nos empieza a pasar factura. De
vuelta nos sentamos a descansar en la explanada del Grand Hotel, viendo en hormigueo de personas. Grupo de amigos,
todos trajeados con zapatos sin calcetines ellos, de negro riguroso ellas,
menos una de las amigas que debía ser daltónica con su vestido naranja. Tras
una foto general, en silencio, se pusieron en cola rigurosa esperando su
turno para entrar en el hotel. Mientras, a nuestro lado, una pareja, parecían
coreanos, de escandaloso colorido rosa, grababan su escena. El, con el móvil
preparado, traje rosa y gris. Ella, polioperada,
cara de cartón piedra, tetas de gomaespuma,
curvas sinuosas, no dejaba de posar, grabando en breves minutos lo que parecía
un mensaje para sus seguidores de Instagram. “Hey, Barbie”, repitió inasible al
desaliento en varias tomas.
Kungliga Operan, el palacio de la ópera
inaugurado en 1773, en obras, presidida por la enésima estatua del ubicuo Gustav II Adolf Vasa. Por Fredsgatan desembocamos en Drottninggatan, paramos en varias
tiendas que volvimos a visitar otros días. Nos sentamos a cenar en Il Forno,
muy buena cena atendidos por un camarero que hablaba un jerga que llamaremos espitalingles. Nada más sentarnos sonó Abbrozantissima, de Brusco, que tan
buenos ratos nos hizo pasar en nuestro crucero por las islas griegas. Cuando
llegamos al hotel, 35 kms más en las piernas. 50 en dos días.
SEGUNDO DÍA COMPLETO, GAMLA STAN
10/06/23
GAMLA STAN
Segundo despertar y nos costaba movernos. Segundo desayuno, por primera vez en un teatro. Como no tienen espacio suficiente, ponen mesas corridas para dar servicio. Hoy tocaba una visita detallada a la zona que solo vimos de pasada la primera tarde. Estuvimos viendo la posibilidad de coger un ferry hasta el palacio real de Drottningholm, a 10 kms del centro de Estocolmo, donde descansaban los reyes suecos. Que no sé de qué descansaba un rey de entonces. Ni de ahora. Al menos, entonces, como ejercían el poder en persona algo tendrían que hacer, pero ahora, es un despilfarro sin sentido.
El
paseo ida y vuelta, más la visita al palacio y los jardines, nos llevarían un
mínimo de 4-5 horas. Con la premura del tiempo lo apuntamos para la próxima
visita a Estocolmo. Caminamos por Vasagatan, Masters Salmuels Gatan y Klarabergsgatan
para entrar en Klara Kyrka. Muy
sobria, como la mayoría de las iglesias. En los jardines, algunas tumbas.
Sergels Torg, bajamos por Sergelsgatan para ver la escultura de
la No Violencia que en foto lucía más. Una pistola con el cañón anudado. En la
plaza de Svea Vagen, protestas
contra el régimen iraní. Hamgatan, a
la búsqueda del paseo de la fama de los animales en peligro de extinción que
tras muchos giros de cabeza, eran unas ínfimas placas dedicadas a distintas
razas. Cruzamos el puente de Strombron,
al pie del Kungliga Slottet, el
palacio real, para llegar a las puertas de la catedral Storkyrkan, que cobraban por entrar y no, me sigo negando a pagar a
la Iglesia por enseñar un patrimonio construido con el dinero ajeno. En un
lado, una de las curiosas cabinas telefónicas que se mantienen en pie. Nos
sentamos en los jardines de Storkyrkan
a ver un fritúr de sordomudos. A lo
lejos oímos cascos de caballos. Recordé que a diario se celebra en el palacio
real, a las 12:00, el cambio de la guardia. Corrimos a coger sitio. Caballos,
guardias, música, gente. Algo largo el espectáculo, algo trasnochado, pero
impagable el toque final con la canción sueca que ganó Eurovisión este año
tocada por la banda militar. Estuve media hora dando vueltas a la cabeza donde
había oído esa música hasta que lo recordé.
Svartmangatan hasta la calle más
estrecha de la ciudad, Marten Trotzigs
Grand, con un ancho no mayor de los brazos extendidos. Salimos al río Soderstrom en obras desde 2016 y con
fecha final 2025, así que ya sabemos que la próxima visita no será antes de
2026. Primeras compras, que no serían las últimas.
RIDDARHOLMEN
Volvimos a Riddarholmskyrkan que no pudimos visitar la primera tarde. Construida durante el siglo XIII, es
el sepulcro real. Magnífica por fuera, histórica por dentro. Frente al altar
están las tumbas de los reyes medievales Karl
Knutsson y Magnus Ladulas.
Capillas y pequeñas grutas recogen las tumbas, en mármol y pórfido, de las
mayorías de los reyes suecos. En la zona dedicada a la actual dinastía
Bernardotte hay un sepulcro esperando al actual rey, Karl XVI Gustav, 50 años ya en el trono. Debe ser aprensivo ver tu morada
final. De las paredes cuelgan centenares de placas metálicas negras, con
escudos de armas, nacionales o dinásticos, dedicadas por casas reales o grandes
personalidades al templo. En la máquina con el plano leí que hay 14 de origen
español, la última de ellas, de hace poco más de 20 años dedicada por el
entonces príncipe, hoy rey Felipe VI el Ultimo.
Me
encantan estas visitas. No ha sido la iglesia más impresionante que hemos
visitado pero me sigue emocionando cada lección de historia. Todos aquellos
reyes, Karl, Gustav, Eric. Volvimos a la explanada de Evert Taubess Terras con sendas vistas hacia Stadhuset y Sodermalm.
Descansamos al solete. Al final del día tenía la cara roja.
SODERMALM
Es una elevación sobre el nivel del mar apoyada
en grandes taludes artificiales, con un aspecto y ambiente totalmente
diferente. Hasta tiene un dialecto del sueco. Muchas tiendas, restaurantes,
ambiente diurno, mucha vida en las calles, pero muy lejos de la excelencia
arquitectónica holmeña. Cruzamos por Slussen, en obras perpetuas al decir de
la guía. Los suecos conducían por la izquierda como los británicos. En 1967,
para europeizarse, decidieron cambiar el sentido de la circulación de un día
para otro, sin anestesia, y esta plaza fue el núcleo que facilitó el cambio.
Elevación
del terreno, tuvimos que subir por cuestas empedradas. En la parte alta está Bellmansgatan, la calle donde vive el
personaje principal de la saga Millenium
de Stieg Larsson, serie de culto para los aficionados a la literatura negra
escandinava. En mi casa tengo los cinco libros que se han publicado hasta la
fecha.
Mariaberget tiene el mirador por
excelencia de la ciudad desde el que se observa, fotografía y disfruta la mejor
panorámica. Sacamos unos breves bocadillos para disfrutar del
momento. El mirador estaba repleto de gente, esperamos tranquilamente a nuestra
oportunidad de cargarnos un par de carretes de fotos. Como íbamos con las ganas, también de café, nos sentamos en
una terraza llamada A Bowl & Plates a tomar un café y un té. Hornsgatan hasta la plaza de Mariatorget. Como decía la guía,
repleta de bares y cafeterías a rebosar, con las calles repletas de personas. Estaban
haciendo un Fika. Que es hacer un Fika? La hora de tomar algo juntos, con
amigos, con compañeros. Es una parada para socializar. En el mundo laboral incluso
está mal visto no participar en el Fika.
Cuando se para el trabajo, todos los trabajadores deben participar, porque no
solo se descansa, o se habla de temas personales o triviales, también se habla
de asuntos laborales.
María Magdalena Kyrka con su colección de
tumbas antiguas y recientes. La zona céntrica de Sodermalm la llaman el SoFo,
en comparación con el Soho
londinense. Realmente es una ciudad totalmente distinta, más mundana, con poca
historia ni realeza. Katarina Kyrka,
azul celeste, con su plácido cementerio urbano sobre el césped imponía por su
grandiosidad. Camino del otro mirador en Fjallgatan,
avistamos a la lejos la iglesia de Sofía
Kyrka de la que salían unos novios seguidos de sus invitados. Venían hacia
donde estábamos nosotros. Les esperamos. Ella, radiante. El, tímido. Los
invitados, con las cajas de regalos en las manos. Suponiendo que iban al
mirador a hacerse fotos, los seguimos. Nos sumamos a la comitiva. Se metieron
en un restaurante para la celebración y nos dejaron en el mirador desde donde
vimos partir a los tres cruceros que habían hecho noche en Saltsjon. Otra panorámica para fotografiar, con la ciudad histórica
a nuestros pies.
USCGC EAGLE
Paseando por encima del Fotografiska, unos de los centros de fotografía contemporánea más
grandes del mundo, por Slussen de
vuelta a la orillas de Gamla Stan
donde llevaba días amarrado el buque escuela USCGC Eagle, que con su
inmensa bandera, era visible desde casi cualquier punto. Tuvimos la suerte que era
el día de puertas abiertas y pudimos subir a bordo. Habría pagado lo que fuera
gustosamente para disfrutar de la cara de felicidad de IQ, sentada en cada
rincón como si fuera una niña pequeña. Y que no cambie, que los años caen, pero
no así debe hacerlo nuestro espíritu, siempre joven.
El
USCGC Eagle es uno de los dos buques
escuela de la marina estadounidense. Construido por Alemania, originalmente fue
botado en 1936 con el nombre de Horst Wessel (supuesto héroe nazi, líder de las fuerzas de asalto SA), con un
discurso de Rudolf Hess en presencia de Adolf Bigotito Hitler. En ese buque ondeó la cruz gamada hasta que en
1945 un grupo de refugiados navegaron hasta Flensburg, donde se rindieron a los
británicos, que arriaron la cruz gamada e izaron la Union Jack, la bandera
británica. En 1946 fue entregado a la guardia costera estadounidense que lo convirtió
en buque escuela. Entre maromas, velas y
marineros corre mucha historia. Ni sé los carretes que gastamos, pero no hubo
recodo sin inmortalizar.
GAMLA STAN
Stortoget, a disfrutarla
apaciblemente. A media tarde, semivacía, cayeron decenas de fotos de todos los
colores. En estas calles se produjo hace 503 años el llamado Baño de Sangre, el ajusticiamiento de
80 nobles y ciudadanos traicionados por el rey danés invasor, Kristian II. Les invitó para
congraciarse con la población local y tras los festejos, ordenó su
decapitación. Esta traición no pasó sin respuesta, pero de un rey, pasaron a
otro, y otro. No cambian.
PREMIOS NOBEL
En la fachada norte de Stortoget, el palacio donde se entregan los Premios Nobel desde 1901. Repasando la lista, nombres ilustres. Theodor Mommsen, no muy conocido para
el público en general, pero uno de los primeros literatos en publicar un
estudio exhaustivo sobre la historia de mi amada Roma. Marconi, el
sinvergüenza, que no inventó casi nada, solo recopiló los avances en la telefonía
sin hilos, los patentó y se hizo de oro quitándole la fama de inventor a Tesla. Décadas después un juzgado le
quitó la patente pero los Nobel nos
recularon con su premio. Marie Curie, ganó sendos en Física y Química en una época que la machotuda sociedad europea creía que una mujer solo servía para
cocinar, coser, engendrar y criar. Tagore,
Kipling, Benavente, Mann, Hesse, Cela, Russell, Hemingway, Juan Ramón Jiménez,
Sartre, Neruda, Aleixandre, Saramago, Pamuk, Vargas Llosa, lo más granado
de las letras mundiales. Unamuno se
quedó sin su merecido premio, vetado por los nazis por su posicionamiento
público contra Mr Bigotito, de hecho, aquel año, no se concedió premio de
literatura. Murakami, el eterno
candidato, que ha corrido muchas maratones pero que parece que esta carrera la
perderá. Cortázar, Tolstoi, tampoco, ni a mi querido Javier Reverte.
En
cuanto al Nobel de la Paz, su criterio es muy discutible. Los presidentes estadounidenses Roosevelt, Wilson, Carter y el increíble Obama que lo recibió cuando llevaba solo un año en el cargo,
demuestra la falta de criterio y panamericanismo doloso. Kissinger, conocido creador y financiador de golpes de estado,
asesinatos políticos y todo tipo de ruindades. Walesa, más borracho que sindicalista. Gorbachov, cuyo mérito no fue acabar con el régimen soviético sino
derruir la URSS muy a su pesar. Se lo dieron a Mandela a la vez que a De
Klerk, líder del apartheid. Al terrorista Arafat. Al militarista Simón
Peres. Al veleta Rabin. Pero que esperar de unos premios que tuvo
entre sus candidatos a Hitler, en 1939, justo en el año del estallido de la
Segunda Guerra Mundial.
De
vuelta para el hotel, vimos varios baretos
que vendían Spanska Churros, no
quisimos arriesgar. Cruzamos por el Riksbron,
al lado del Parlamento. Cenamos en Rydberg, penosas pizzas harinosas con chispa-de-la-vida aguada. Tras 21 kms,
76 acumulados, a dormir.
CUARTO DÍA, LA UNICA
EXCURSIÓN CONTRATADA, EL METRO
11/06
METRO DE ESTOCOLMO
Ultimo
día pero como nuestro vuelo despegaba a las 20:40 todavía tuvimos otro día para
visitar la ciudad. Esa mañana teníamos la cita para la excursión de Civitatis, al Metro. Desayuno, como unos señores, una
mesa para nosotros solos, al lado de la barra del bar.
Vasagatan. Klarabergsgatan. Hasta la roja St
Jakobs Kyrka, en obras, pero al estar en medio de la misa pudimos verla
desde la entrada. En la parte posterior, apiñadas muchas tumbas. Una de ellas,
databa de 1829.
Había
leído varias veces que el metro de Estocolmo
es de los más bonitos. Cierto. Las estaciones que nos enseñaron eran pequeñas
obras de arte. Nuestra guía, Magaly
Castañeda, era una mexicana que rondaba los 50 años que tras dejar su
país, vivió en España y hace dos años se trasladó con su marido sueco a Estocolmo donde trabaja en un colegio
para poder convalidar su carrera y también hace rutas turísticas. Cuando se
escoge una excursión se espera pasión del guía. Recuerdo al guía de Salzburgo, monótono, con la lección memorizada,
sin salirse del guión. Recuerdo al guía de Egipto, un auténtico espectáculo que
disfrutaba de su trabajo y nos cambió la imagen por completo. Magaly es de este
segundo grupo. Se le notaba que disfruta con lo que hace.
Antes
y después de la Segunda Guerra Mundial la ciudad de Estocolmo se propuso construir su Metro, el Tunnelbana.
Dicen que un Metro vale la pena en
ciudades con una población superior al millón de personas, que no es el caso de
esta ciudad, pero insistieron. Hay cuatro líneas y el centro de la ciudad, el
ámbito donde se mueven los turistas, consta de escasas paradas. Ciudad para pasearla. Fue planteado
para ser diferente y reconocible. Destinan el 2% del total del presupuesto
anual de país al arte y el Metro se
lleva una gran parte por que no son solamente unas líneas de trenes urbanos
subterráneos para agilizar el tráfico, cada estación es un proyecto artístico,
expresivo, con mensaje. La construcción y decoración de cada estación se
presenta a concurso. Los candidatos que presentan sus proyectos son artistas
muy reconocidos, con una trayectoria de décadas, que ya se labran perfectamente
su futuro con la venta de sus obras. Construir una estación del Metro es un reconocimiento. Pero no es
una mera construcción. Casi todas las estaciones han de estar inspiradas en el
tema de su superficie. Están excavadas en la piedra, de la forma menos agresiva
posible. No existen las paredes rectas, la roca es respetada una vez excavado
el túnel por el que correrán los trenes y donde se sitúan los andenes.
Estación de
Kungstradgarden, pertenece a la línea azul. En el origen, el proyecto incluía que
la boca del metro estuviera en el mismo parque. Había que talar varios árboles.
Los suecos llevan a fuego el respeto por la naturaleza. Poco más de 50 holmeños se ataron a los árboles que
iban a talar como protesta. El legislador, muy sensible a este tipo de manifestaciones
ciudadanas, aceptó el cambio de ubicación, aunque solo se lo pidieran 50,
aunque supusiera más gasto, aunque demorara la línea casi dos años.
En
la superficie de esta estación estuvo el palacio de Makalös, que se quemó hace siglos. El responsable de la
construcción decidió decorarla con réplicas de las estatuas que estuvieron en Makalös. Cada tren tiene un nombre de pila. Karla pasó mientras escuchábamos la explicación. La
estación se inauguró en 1977 tras todas las controversias. Ha generado un
propio ecosistema, con musgos raros y alguna especie de arañas únicas en
Suecia.
Estación de Radhuset, debajo del palacio de
justicia donde antiguamente había un centro de mercancías hortofrutícolas y
artesanales. El artista lo planteó sobre el color, a decir del mismo, el color
del interior de la cordillera del Atlas, color marrón, beige, tierra. En una de
las escaleras de acceso, la base de una gran columna simbolizando que la
Justicia, cuyo palacio está en la superficie, anclaba sus raíces en lo profundo
de la tierra holmeña.
Estación de Solna Centrum, de un llamativo
colorido rojo y verde, alegato contra la deforestación, el abandono de las
zonas rurales y la contaminación. A lo largo de las paredes, numerosas viñetas
con imágenes entre lo cómico, por el diseño, y lo trágico, del ataque a la
Naturaleza.
Estación Fridhemsplan, solo pasamos por el
cruce, camino de otra estación, de color gris y una figura colgada entre Batman
y una cometa en vuelo.
Estación Thorilsplan, en superficie, un
homenaje a los primeros videojuegos, en 8 bits.
Estación T Centralen, la primera y más
grande. Construida en 1950, al lado de nuestro hotel. En varias tonalidades de
azul, sucesión de figuras de los oficios que hicieron posible su construcción,
homenaje a todos los que colaboraron en hacer del Metro, además de un medio de transporte, la imagen subterránea de Estocolmo. En ninguna estación vimos
servicios. Las losas del suelo, los bancos, las papeleras incluso, van a juego
con el tema de cada estación.
Estación Stadion, en el subsuelo del
estadio donde se celebraron en 1912 los Juegos Olímpicos, de lucido color azul
aguamarina, con un recodo con los colores del arco iris que en su fecha hacían
mención a la diversidad racial, hoy es un centro de homenaje al colectivo
LGTBI.
COMPRAS POR EL CENTRO
Era el momento de rematar las compras. Tiendas
donde ya habíamos estado. Precios que ya habíamos visto. Que bien quedaremos
pero que poco me gusta perder tiempo en compras cuando podíamos dedicarlo a la
visita de la ciudad. Todas las compras con la tarjeta. No nos hizo falta
llevarnos coronas suecas, en todos los comercios se pagaba con dinero
electrónico. Otros 14 kms para casi 90 en las piernas en total.
DE VUELTA A CASA
Nuestro conductor nos esperaba a las 17:45. Fue
más que puntual, a las 17:30 ya estaba esperándonos. 45 minutos de vuelta al
aeropuerto. Vuelo eterno, dando cabezadas, pero sin llegar a dormirme, con un
tremendo dolor de cabeza al aterrizar. Se acabó. Estocolmo es historia, pero no punto final, seguro que hemos de
volver. Solos o con quien quiera apuntarse, pero ha sido un flechazo. Tack och ses snart.
No hay comentarios:
Publicar un comentario