Domingo 25/07/21
Juntos en la piscina le dije a
Inmaculada: “Llevo ya cinco mil palabras en la crónica”. Sorprendida, me
respondió: “¿Para qué tantas?”. Son para recordar, para pervivir. Dentro de
años, décadas, podremos (o no) releerlas y recordar los mejores momentos de nuestras vidas. Nuestras hijas, ya madres, podrán regresar a los viajes de su infancia y
juventud con sus padres. Nuestros nietos podrán viajar décadas atrás para saber
cómo pasaban las vacaciones sus madres. Nuestros bisnietos, tataranietos, hablarán de nosotros cuando hayamos muerto. Estaremos vivos
otra vez, aunque sea por un momento.
Tras la tormenta, volvió a salir
el sol. Después del largo paréntesis, algo parecido a la normalidad. Quince
días antes no teníamos nada decidido. En el consejo
familiar se habló de Tenerife, quizás Baleares por los vuelos baratos. El
extranjero, de momento, aparcado hasta que la situación sanitaria mejore. La
opción era un viaje en coche, no depender de un medio de transporte ajeno. Desde
hace décadas Inmaculada tenía subrayadas en sus preferencias viajeras Galicia y
Cádiz. Las tierras gallegas están muy lejos y tengo que reconocer que cuando el
coche rodea Madrid, enfila si o si hacia Santander. Cádiz, fue la elección.
Miércoles, 14/07/21
Primera hora de la mañana, sin
exageraciones. Desayuno tranquilo y arrancaba nuestro viaje. Marcaje todo el viaje. “Control de
velocidad, ¡¡cuidado con ese que sale¡¡, ahí delante hay un radar. No corras.
No tenemos prisa. Cuidado, con aquel. No adelantes”. Ainsss, ahora sé lo que
sentía Carlos Sainz, tratando de
arrancarlo.
Murcia en dirección Andalucía, carretera
de Granada nada más pasar Puerto Lumbreras. Larga, larga carretera hasta
Granada. Cuando llevábamos unos 250 kms, parada
técnica para el almuerzo y algo más.
En las cercanías de Darro, en el Hostal El Mirador. Unas catalanas, un pastel
de cabello de ángel.
Al fondo ya se vislumbraba la mole de Sierra Nevada con sus más de 3.000 metros de altitud que adornan en lo alto algunas briznas de nieve. Qué bonita ciudad Granada, me recuerda aquella ocasión en la que fuimos a la aventura, sin reserva hotelera. Un 12/10/1992, el día del Quinto Centenario. La ciudad estaba petada. Nos tocó rascarnos el bolsillo y quedarnos en uno de los hoteles más caros, pero supimos disfrutarlo.
Málaga a la izquierda. Gracias a
Pepe que se empeñó en dejarnos su Vía-T, cogimos el camino más corto por todas
las autovías de pago. Durante un par de decenas de kilómetros jugamos al
pilla-pilla con dos suecios que
conducían sendos Lynk&Co, marca de coches que no conocíamos. Buceando en el
“Jorge” nos enteramos que es una compañía sueca, reciente, de coches de alta
gama.
Al fondo ya se vislumbraba el
Peñón de Gibraltar, primer objetivo del viaje. Si tenéis ganas de historia, ahí
os dejo un enlace, más de 300 años desde la ocupación británica y la
abandonarán….nunca.
http://www.visitgibraltar.gi/es/historia
Aparcamos en la zona azul, en La
Línea de la Concepción. Hacía calor, pero menos. Nunca un calor como el de
Murcia. Dimos varias vueltas para buscar un sitio donde comer para terminar en
un Burriking sofocante, con gaviota vigilante incluida, comiendo unas saludables hamburguesas y pollo frito.
¡¡Que poco me gusta este tipo de comida¡¡, no quiero ni saber que le echan.
Pocas veces me he dejado arrastrar a comer esta basura.
Caminamos hacia la frontera, con
un poquito de angustia por que los
pasaportes de las niñas estaban caducados. Con el nif fue suficiente.
Pensaba que Gibraltar se vería en
un par de horas, pero me equivoqué. Los británicos, para dejar clara su
posesión, lo tienen todo plagado de carteles en inglés, detalles como las
cabinas rojas y los buzones de correos, banderas en cada esquina. Es un
pedrusco caído de no se sabe dónde. Peculiar. Sorprende a pocos centenares de
metros de haber entrado en Gibraltar, la pista del aeropuerto que cruza la
carretera de acceso de forma perpendicular. No tuvimos ocasión, pero debe ser
impresionante ver tan de cerca un aterrizaje o despegue.
A mano derecha el estadio de
fútbol, poco más que un campo de tercera división. No sé si habrá otro o si
todos los partidos serán en este estadio, pero la liga la conforman ¡¡12¡¡
equipos. Como sean todos en el mismo campo, el último partido de cada jornada
debe jugarse en un patatal. Lincoln, el actual campeón. Europa FC, subcampeón.
Manchester 62. Boca Juniors. Hasta hay una segunda división.
Él puerto deportivo, algún
pequeño canal y el sorprendente Hotel Crucero que como su nombre dice, es un
crucero anclado a puerto. Paseamos por Main Street, la zona más comercial. Solo
se oía hablar en castellano. Cuando llevábamos un buen rato, desembocamos en un
cementerio a partir del cual se podía ascender al pico de la Roca, ya a pie, ya
en teleférico. Pero no hubo tiempo para más. Como digo, la visita tiene más de
un par de horas. Me quedé con las ganas de subir para ver las vistas desde
arriba. Otra vez será.
De vuelta al coche, 90 minutos
para llegar al hotel. Fue entrar en la provincia de Cádiz y las carreteras
empeoraron radicalmente. De largo ha sido lo peor del viaje. Demenciales,
trazados pésimos, falta de autovías, asfaltado añejo, baches, agujeros, mala
señalización, señales de velocidad irreales con límites a 60, 80, 100 y 120 en
tramos de menos de 1 kilómetro. Para hacérselo mirar.
Destino, Vincci Costa Golf Resort
https://www.vinccihoteles.com/
Buen augurio al llegar, la calle donde
está el hotel se llama Vespasiano. Roma Victrix. En días posteriores vimos
muchas calles de la urbanización tenían nombres de emperadores romanos.
Un acierto total de Inmaculada. Situado en la urbanización Novo Sancti Petri, tenía una óptima ubicación para el viaje que llevábamos en mente. No es un edificio de muchas plantas, en esta urbanización no los hay así, sino de dos alturas con ramales alrededor de la zona de piscinas y de restauración. La habitación, para los cuatro, con habitación de matrimonio y un pequeño salón donde instalaron las dos camas supletorias. Aseo muy limpio. Terraza con vistas al campo de golf. El servicio de habitaciones diario. Los trabajadores, muy amables. La piscina central, grande, con forma de mancha de pintura. Una pequeña piscina redonda para niños. Al otro lado de una pequeña duna artificial de hierba, la piscina de adult(er)os, solo para mayores de edad. El agua, fresca sin llegar a fría. Así no tenías que sufrir a varios infantes gritando al unísono “¡¡Marco¡¡”, “¡¡Polo¡¡”. Que pesadilla.
Alojamiento y desayuno. El bufé,
muy completo. Como siempre, me perdí con el bacon, huevos, salchichas,
tortilla, chorizo, quesos, para terminar cada mañana con un cuenco de cereales,
leche y todo tipo de bollería. Salía tambaleándome. Más de un día no comí o cené,
no recuperado del atracón matutino. Tienen
un pequeño gimnasio, que visitamos Marta y yo una vez, pero no me gustan las
pesas, no veo la necesidad. Spa, que no usamos. Sala de animación, cada noche
diferente. Vimos algunas actuaciones. Un pequeño restaurante para comidas que
usamos un día. Actividades de animación. En resumen, un 10 para Inmaculada,
acierto pleno.
Tomo nota de la cadena Vincci
para otras ocasiones. Hay varios hoteles en la costa mediterránea. En Portugal,
Centroeuropa e incluso en Santander, en Puerto Chico.
Por ponerle una pega, no tiene
aparcamiento propio. Una aventura aparcar el coche. A lo que hay que añadir que
la zona de asfalto no es demencial si no lo siguiente. Así se lo transmití en
el cuestionario de satisfacción al hotel tras nuestra vuelta. Nos respondieron
que se lo han reclamado al ayuntamiento de Chiclana, al cual pertenece la
urbanización, y que, dicen, este año lo arreglan. Tarde. Quien sabe, a lo mejor
volvemos a comprobarlo.
Tras dar una vuelta al hotel para
ver sus instalaciones, bajamos a la playa
de La Barrosa. Está a escasos 5/10 minutos andando. Espectacular. Arena
fina, blanca, kilométrica. Salí dos días a correr por allí y no tenía fin.
Cansados por el viaje, decidimos
cenar en la terraza del salón de animación. Sin piedad. Nachos con salsa de
queso. Ensalada Cesar bien surtida. Huevos rotos, que tuvimos que romper
nosotros. Rotos también, nos acostamos pronto.
Jueves, 15/07/21
Primer día completo en Cádiz.
Decidimos disfrutar del hotel. Para empezar, bocata de bacon y queso, con un
huevo frito en medio. Leche. Dulces y pastelería. Asakoooo.
Amaneció la mañana con fuerte
viento de levante que persistió varios días. La parte buena, refrescaba el
ambiente, tanto como para taparse con la sábana por la noche. La mala, que
tanto viento vuelve loco a cualquiera.
La piscina tenía horario de
vigilancia de 11:00 a 20:00, pero se podía usar a cualquier hora. Las toallas
te las dan allí, así que no hizo falta usar las nuestras. Nos tumbamos y a
disfrutar. Abrí el libro y a leer. Cada viaje tiene su libro, una historia
detrás. En esta ocasión, la India del siglo XIX, el comercio de opio, las
relaciones entre los amos británicos y los indios locales, la vida al borde del
Ganges, Mar de Amapolas, de Amitav Ghosh.
Le dediqué unos cuantos ratos, pero volvió inconcluso a casa. Habrá que
terminarlo rápido.
Primer baño en la piscina. Para
un rato la tumbona y piscina está bien, pero el exceso me agota, me baja la
tensión y me deja hecho un trapo. Dejé
a mis pomelos y me puse los bambos para correr un poco.
Recorrí la urbanización. Descubrí
un pequeño centro comercial, Centro
Comercial Novo Center, con bares, restaurantes, tiendas de ropa y adornos.
Seguí la carretera hasta llegar al hotel Aldiana que por las pinta parecía de
lujo superior. Playa de la Barrosa. Hacia el sureste se vislumbraban kilómetros
y kilómetros de arena. Al fondo, la
Torre del Puerco que también llaman Torre
de Cabeza del Puerco. Fue mandada construir por el austria Felipe II en el
siglo XVI. Ha sido puesto de vigilancia de la costa durante siglos, habiendo
sido espectador de excepción en la batalla naval de Chiclana en 1811, durante
las guerras napoleónicas.
De espaldas a la torre, un
antiguo cuartel de la guardia civil todavía con el lema Todo por la Patria en
el frontal, ha sido convertido en chiringuito. Uno de tantos de la Playa de la
Barrosa, de tantos chiringuitos de tantas playas, porque si algo es de destacar
en Cádiz son sus impresionantes playas, enormes, de arena fina, aguas
azul-verdoso-turquesa.
Bajé a la orilla y volví en
dirección al poblado de Sancti Petri
que da nombre a la urbanización hotelera, vigilada por la isla del mismo
nombre. Isla con historia, mencionada por el historiador Estrabón antes de nuestra era. Acogió hace miles de años un templo
a Hércules, construido sobre las
ruinas de un templo fenicio a la diosa Melkart.
Actualmente conserva los restos de un castillo amurallado erigido entre los siglos
XVII-XVIII.
Antes de llegar al final, subí
por la urbanización Almadraba, la zona de marcha, a casi 2 kms del hotel.
Bares típicos andaluces, restaurantes italianos, varios supermercados de
Covirán y Carrefour. En las horas de comidas y cenas, a reventar sus calles.
De vuelta al hotel, baño y a
comer. Para no movernos, lo hicimos en el bar del propio hotel. Pescaíto frito.
Boquerones, Croquetas de marisco y ensaladilla. Un vaso de agua para mí, el
bocata de bacon-queso-huevo todavía sin digerir.
Nos subimos a la habitación en la hora de la siesta. Dejamos a las niñas. Inmaculada y yo fuimos a investigar el centro comercial Novo Center que había visto por la mañana. Nos dejamos clavar por un café y un té 3,40 €, mientras discutíamos con el camarero si lo árboles de su terraza eran limoneros o naranjos. Limonero dijo él. Amossss, a una murciana no se la pegas, eran naranjos. De ahí, a la zona de bares y tiendas de la urbanización Almadraba. Compramos algunas cosas para tener en la habitación. Refrescos, yogures, fruta.
Por la tarde-noche, ni Marta ni
Julia quisieron salir a cenar, así que nos fuimos Inmaculada y yo, al caer del
sol, a pasear por la playa. Siempre es un momento mágico pasear juntos, pero en
esa playa, con la satisfacción de ver cumplido su deseo gaditano, mas.
Viernes, 16/07/21
La Virgen del Carmen.
Imprescindible felicitar al padrino Carmelo,
como un hermano más de la familia. En el desayuno, puse el freno, no quería
volver a casa con 10 kgs de más.
Primer día de ruta. Sanlúcar de Barrameda. Unos 70 kms de
coche desde el hotel. Carretera infame. La salida de la urbanización hasta la
autovía, un dédalo de caminos, rotondas, socavones y señales de velocidad de 50
kms/hora. Al final llegábamos al camino del Ñaña, que en Centroamérica
significa excremento humano. La
autovía que rodea la zona de marismas cercana a Cádiz, camino de Sanlúcar,
horrenda, más baches, velocidad máxima de 80 km/h. Desesperante.
A la orilla de la desembocadura
del río Guadalquivir, vecino de
orilla del onubense Parque de Doñana, Sanlúcar se remonta a decenas siglos debido
precisamente al río, navegable entonces y ahora. Por aquí entraron las naves cántabras
de Ramón de Bonifaz que rompieron
las cadenas de la sevillana Torre del Oro en 1248, recuperando para Fernando
III y la cristiandad dicha plaza, por cuyo mérito la ciudad de Santander
refleja esa imagen en su escudo. También de aquí partió Cristóbal Colón para el tercer viaje a América y Magallanes, para la dar la primera
vuelta al mundo, que concluyó con éxito Elcano.
Hacía mucho calor cuando
aparcamos cercanos a las bodegas
Barbadillo. Paseamos camino del Castillo
de Santiago. Escucho el ruido de los cascos de los caballos en el patio, el
frufrú de las faldas de las doncellas
que corren a atender a la señora, el clangor metálico de las espadas contra las
cotas de malla. Huelo el sudor, la angustia y el miedo de los soldados que
otean las tropas invasoras desde las almenas. Barrunto a lo lejos los barcos
coronados con pendones de guerra. Si me siento, oigo los cotilleos, las
traiciones, las excusas, las órdenes. Vuelvo cientos de años atrás y me
convierto en uno más. Reconozco que cuando entro en castillos, iglesias, museos
o monumentos históricos, pierdo la noción del tiempo y desespero a mi familia.
Pero sé que no volveré a visitar a los habitantes del Castillo de Santiago. Así
que disfrutemos el momento.
El Castillo de Santiago fue
construido en una época épica. Entre 1468 y 1492, el mal llamado descubrimiento
de América, porque los españoles no descubrieron nada. América, como la
renombraron, ya estaba allí. Millones de personas nacieron, crecieron y
murieron sin saber nada de Europa, Asía y África y no consideran que en 1492
descubrieran Europa. Les impusieron el idioma, nuevos nombres, cultura e
incluso religión. Puede ser que se creyeran que estaban civilizándoles, pero realmente fue un genocidio sociocultural.
Tras decenas de fotos a cada
esquina, caminamos por las callejuelas hasta la iglesia de Santa María de la O, que data del siglo XV de estilo
gótico mudéjar con un reloj de sol en su fachada. No se podía visitar. Desde el
siguiente cruce divisamos la playa, la desembocadura del Guadalquivir. Bajamos
por la calle del Mercado de Abastos, con sus arcos del siglo XVII, las Covachas. Se olía a varias decenas de
metros con su aroma a pescado, seguramente los famosos langostinos de Sanlúcar
que no pudimos saborear ya que teníamos la agenda completa de lugares por
visitar.
Finalmente, la Plaza del Cabildo, centro neurálgico y
comercial de la ciudad. Todas las calles del centro cubiertas con toldos para
dar sombra. Una lección a aprender por parte de otras comunidades, por ejemplo
Murcia, en la que el sol es inclemente y solo encerrado en casa se puede
sobrellevar el infierno veraniego.
Nos acercamos a la playa, en la
desembocadura, un cauce amplio y ancho, repleto de pequeñas embarcaciones de
recreo y algunos barcos que deben de realizar rutas de paseo por el río. En la
otra orilla, el Parque de Doñana, pero eso será para otro viaje. Como el coche
estaba lejos, las tres se quedaron tomando un refresco y volví andando a por el
coche para recogerlas.
Chipiona. Segundo punto de destino. Y no es que estuviera en el
plan pero cuando alguien nos preguntaba dónde íbamos, les respondíamos que a la
zona de Chiclana. “¿Dónde la más grande?”, nos respondíamos. “No, eso es
Chipiona”. Pues hacia Chipiona. El gepese
nos llevó por carreterucas llenas de
cruces y baches, paralelos al mar.
Chipiona es un pueblo playero,
veraniego, blanco como casi todos, con una bonita playa. Mis amigos los romanos
ya vivieron en esta zona, de hecho un tal Quinto Servilio Cepión mandó
construir en 140 antes de nuestra era un faro que denominaron Cepionis Turris,
de donde deriva el nombre del Chipiona.
Pasando por el Faro de Chipiona, no hubo forma de
parar a sus pies por que el aparcamiento estaba imposible. Es el más alto de
España, el 16º de Europa y el 21º del mundo. Ahí es nada. La iglesia de la Virgen de Regla, al borde
del mar. Vista a la playa. Al lado, la Torre de la Virgen Negra de Regla. Y
como no, no quisimos dejar de buscar el monumento a la más grande. Al otro lado del pueblo, en una pequeña rotonda
frente al puerto marítimo. ¿No habría un lugar más lucido para su ciudadana más
renombrada?.
Rota, tercera etapa. A tiro de piedra desde Chipiona. Prueba
viviente de la doblez estadounidense. Tanto alardear de defender al mundo libre, a la democracia con
mayúscula, y, como siempre, anteponen sus intereses a todo lo demás. No
tuvieron empacho en llegar a un acuerdo con el dictador Franco (demócrata
insigne, defensor visceral de la libertad), la cesión de miles de metros
cuadrados para establecer una base militar, puente entre el Mediterráneo y el
Atlántico. Ahí siguen.
Rota es un cabo, una ensenada, un
lugar de parada náutica, que ha crecido como vigía de los mares. Dejamos el
coche en la playa del Rompidillo
desde la que se oteaban en la otra orilla los navíos de guerra estadounidenses,
en su misión de paz. Como era tarde,
nos metimos en el mercado de abastos, junto a la Torre de la Merced, para buscar donde comer. Elegimos el Bar La
Merced, que con su pulpo a la roteña nos convenció…para no volver nunca más.
En la mesa contigua, una familia
que nos fuimos encontrando más tarde en otras rutas. En un momento de silencio,
oí al padre hacer mención a un personaje de película, un ex leproso. ¡¡ La Vida de Brian ¡¡. Una de mis películas
favoritas. “¿Un shekel para un ex leproso??”
Tras la comilona, para no
repetirla, paseo por las callejuelas. El Castillo de Luna, al menos sus
murallas. La iglesia de Nuestra Señora de la O, no muy agraciada. Buscando el
arco con vistas al mar y torciendo a la derecha, en la pared, Bésame en esta Esquina, junto a la Playa de la Costilla. Dicho y hecho.
Ya cansados, de nuevo al coche.
Puerto de Santa María. Cuando estuvimos buscando hoteles, estuve a punto de coger uno al borde de la playa de Valdelagrana. Menos mal, Inmaculada. Se le veía avejentado, caluroso, con poco espacio para la piscina. Ratifico, Novo Sancti Petri es la mejor opción. Y el precio, buscando-buscando, más barato y razonable que en otras zonas y con mayor calidad.
El Puerto está situado en la
desembocadura de otro río, en este caso, el Guadalete. A un lado, el pueblo en sí; al otro, la zona más
turística, con las playas. Aparcamos el coche junto a la plaza de toros. Sigo
pensando que una sociedad tiene un problema cuando considera una tradición
ancestral la tortura y sufrimiento de toros, con el añadido del regodeo del
público. Pura barbarie.
Llegamos a la Basílica de Nuestra Señora de los Milagros,
con gran parecido a la catedral de Sevilla. Usaron para su construcción, como
muchos otros monumentos de la provincia, piedra arenisca que con los años se ha
desgastado mucho y da cierto aspecto de dejadez. Gótica. Estaba cerrada, así
que no pudimos entrar.
En la antigüedad romana, una
basílica era un edificio erigido con funciones de tribunal, reunión y comercio.
El nombre deriva de la palabra griega, basileus,
que era el nombre que daban en la parte oriental del imperio al emperador. Por
derivación, quien impartía justicia lo hacía en nombre del emperador, el
basileus, de ahí el nombre de basílica. Una catedral es una iglesia donde se
encuentra la cátedra, la silla del obispo o arzobispo de la diócesis. Y la
concatedral, es una iglesia que comparte con otra la sede o cátedra obispal.
La zona cercana al río está
repleta de terrazas, aunque el calor invitaba a poco. Buscamos el Castillo de San Marcos. En varios paños
está apoyado sobre viviendas, supongo que por diferentes derrumbamientos de las
murallas y su posterior ocupación por casas. Tampoco pudimos acceder, había una
boda. Como corresponsales del Tomate,
nos quedamos a ver salir a los novios. El novio debía ser militar, les hicieron
el paseíllo de salida en las escaleras dos decenas de militares que, al paso de
los novios, desenfundaron sus espadas de lujo, paseíllo. Muy andalú.
Más bodegas, las Osborne. La playa de Valdelagrana, otro playón inmenso, con arena blanca. Pero
los edificios de la zona lucían un blanco desconchado de turismo venido a
menos.
Agotados de la larga excursión,
volvimos al hotel para darnos un buen baño en la piscina. Cenamos en el hotel
ensalada Caprese, más huevos rotos y un sándwich mixto. Estuvimos viendo un
rato el baile latino, los integrantes del cuarteto de animación. Algunos iba marchoso de más.
Sábado 17/07/21
Día grande, visita a la Tacita de
Plata, Cádiz. Despertar con mi banda
sonora de todo el viaje, un clásico de hace más de 50 años, Sweet Caroline, de Neil Diamond. Aunque
la canción por excelencia del hotel, que la usaban para todas las actividades
era Madre Tierra, de Chayanne, una
versión de un clásico latinoamericano de los años 80, que en España también
versionó Paloma San Basilio.
Al coche, nuevamente varias
decenas de desesperantes kilómetros hasta Cádiz entre nacionales vergonzantes
por los baches y autovía irregulares, con muchos conductores que se creen
Fernando Alonso e incluso ciclistas pedaleando por el arcén.
Dicen los historiadores que la
antigua Gadir fue fundada en torno
al 1.100 antes de nuestra era, por los fenicios. La ciudad más antigua de
Europa, dicen. Entonces estaba formada por un pequeño archipiélago de islas que
con los milenios han sido unidos por caminos artificiales o colmatación de las
marismas, entre la desembocadura del río San Pedro, las zonas de marismas de
San Fernando y a resguardo de la bahía gaditana desde la es que visible Rota. Tres
mil años de historia bien valen la pena ser visitados. Y tras una visita de
varias horas, nos quedamos con las ganas de tener más tiempo. Creo que Cádiz
tiene más por descubrir que las playas urbanas, la zona amurallada, la
catedral, el casco histórico y el gracejo gaditano.
Dimos muchas vueltas para
aparcar, para finalmente dejarlo en pleno paseo marítimo, frente a los restos
del teatro romano. Empezamos por la plaza
de la Catedral. Como había cola, decidimos dejarla para más tarde.
Callejeamos por el barrio del Pópulo,
vías estrechas, comercios y bares, para acabar entrando en la ruinas del teatro
romano, construido en el 70 antes de nuestra era por los gaditanos Balbo el Mayor y el Menor, amigos personales de Julio César. Como el de Cartagena, fue descubierto tras la demolición de algún
edificio colindante. Cuanta historia se ha llevado por delante el urbanismo
comercial.
La Plaza del Ayuntamiento, construida en 1799, con grandes edificios
del siglo XIX, con sabor a la Pepa, la constitución liberal que se pergeñó y
sancionó en 1812 en la ciudad gaditana que, ¡¡cómo no¡¡ un borbón, Fernando VII,
se cargó años después.
El centro histórico es un
laberinto de calles. El Mercado de las
Flores, que hacían reseña en las guías, no eran más que tres o cuatro
puestos. La torre de Tavira, un
punto vigía construido en el siglo XVII parece tener una vista especial del
casco antiguo, pero 45 minutos de espera por las restricciones covid nos
hicieron desistir.
Playa de la Caleta, una de las playas urbanas de Cádiz, con cierto
aire al Sardinero, con su balneario blanco y ajado. Es la única playa separada
del resto de playas gaditanas, coronada por los restos de los castillos de San Sebastián y Santa Catalina. A mano derecha,
paseo marítimo y vuelta por el Parque
del Genovés, no hace mucho zona colindante con el área militar. Cádiz,
durante siglos por su ubicación, ha sido centro militar, por lo que también
guarda cierta similitud con Cartagena, con los restos y detalles de cuarteles,
garitas, murallas y vigías.
En el paseo hacia el castillo de
San Sebastián, un cartel de la peña flamenca, Juanito Villar. Ah, ah, ah,
qué buena risa me eché acordándome del Yayo
Meroño que siempre que me llama por teléfono pregunta por Juanito. Porque
es él, que sabe que no soporto que me llamen Juan, pero a un amigo no he de
tenérselo en cuenta.
Vuelta por el paseo del Campo del Sur, con la vista de la Playa de Santa María del Mar. De vuelta
a la plaza de la Catedral, pudimos entrar, previo pago. El estado les da
millonarias subvenciones. Costea el mantenimiento. Y la Iglesia tiene la desfachatez de cobrar por el acceso a
sus monumentos. Seguimos bajo palio.
Catedral gótica, más bonita por
fuera que por dentro. Conocida por los gaditanos como Catedral Nueva, en
contraposición con la antigua del siglo XVI (así dicen las guías, sic), fue
erigida en el siglo XVII en el mismo lugar donde estaba la anterior que quemó
la flota angloholandesa en 1596. Rodeada de pequeñas capillas. Descargamos la
guía por código bidi y pudimos ver la capilla con Don Bosco, patrono salesiano,
y una capilla jesuita, con la estatua del santo patrón San Ignacio de Loyola,
cuya festividad está ya cercana. Un año más me retrotraerá 45 años atrás, a mi
natal Travesía de Tantín, cuando Luis el Cartero, cada 31 de julio me cantaba
la Marcha a San Ignacio.
Bajamos a la cripta, con toda su
cacofonía de voces, construida entre 1730-32, con las reliquias incorruptas de la mártir romana Santa Victoria. Enga. Sepulcro de todo tipo de curas.
Del insigne músico de cien pesetas, Falla.
Y el escritor José María Pemán, monárquico
convencido, que fue quien redactó en 1928 unos versos dedicados a España que
posteriormente los acólitos del
dictador retocaron y adaptaron para dar letra durante la dictadura al himno
nacional, nunca mejor dicho.
Subimos al campanario. Vaya
subida. Rampa sin escalera. El campanario empezó a sonar de repente, vaya susto
se llevó Marta. Vistas inmejorables. Seguro que nada que envidiar a las de la
torre de Tavira.
Con la cantidad de sitios
típicos, acabamos comiendo en un 100 Montaditos y comprando helados en
Narigoni, ambos en la plaza de la catedral, que saboreamos tranquilamente
sentados en las escaleras de la catedral. En la misma plaza está la Iglesia de Santiago, de 1635, que no
tenía tampoco abiertas las puertas.
De vuelta al hotel, Marta y yo
bajamos al gimnasio. Solo aguanté media hora. Tal cual estaba, salí a correr en
la dirección contraria, hacia Sancti
Petri pueblo y las playas de
Chiclana. Paseo de 1 km desde la urbanización de la Almadraba hasta el
pinar. Zona arenosa, con varias atalayas de madera para fotos. Playas de Chiclana, arena fina, me
costaba correr. Reventado. Estaba repleta de turismo local, se notaba en la
forma de hablar. Buen baño me di en la piscina, pero con la edad, mi tensión ya
no sobrelleva bien el exceso de calor y agua, así que a última hora estoy
reventado.
Bajamos a cenar algo al bar y
vimos un rato la animación del salón, baile, música, etc. Reventauuuu.
Domingo, 18/07/21
Buenos días excursionistas. Otra
mañana gaditana amanece y parece que remite el viento de Levante. Hoy, Arcos de la Frontera y Jerez de la Frontera.
Durante la edad media, los límites entre los reinos cristianos y musulmanes
fueron más o menos estables. Muchos pueblos fijaban la frontera, coletilla que
ha pervivido en muchos nombres en la provincia de Cádiz. Arcos, Chiclana,
Conil, Jerez, Vejer, Jimena y Castellar de la Frontera. También los hay en las
provincias de Málaga (Cortes de la Frontera), Córdoba (Aguilar de la Frontera)
o Sevilla (Morón de la Frontera). Casi todos conquistados al moro invasor durante el siglo XIII.
Arcos de la Frontera está a unos 70 kms desde nuestro hotel. Es la
segunda vez que lo visitamos Inmaculada y yo. La anterior ocasión fue con
nuestro amigo Adrián, antes de casarnos, no digo más.
Aparcamos el coche al comienzo de
la visita turística. Una señal de Stop
Violencia de Género y varios carteles similares nos dieron la bienvenida.
Suelo empedrado, de esos que se te va clavando en la planta de los pies.
Primera parada en la Plaza del Cabildo desde cuyo Balcón de la Peña Nueva se divisa una
espectacular vista de la campiña jerezana y del serpenteante río Guadalete, el mismo cuya
desembocadura vimos en Puerto de Santa María. A espaldas del balcón, la basílica de Santa María de la Asunción
al frente, el Castillo Ducal y el Parador de Turismo donde antiguamente
estaba situado el palacio Corregidor.
Visitar Arcos no se entiende sin
dejarse llevar por los recovecos de sus casas y callejuelas blancas. En el
continuo trasiego de personas nos cruzamos varias veces con un zagal con un
pantalón corto con el escudo del Rácing. No tenía cara de racinguista, así que
no me acerqué.
Plaza de las Boticas y Palacio
del Mayorazgo con su arco. Iglesia
de San Pedro a la espalda de la basílica. Bajamos al Mirador de Abades desde el cual se vislumbraba al fondo la playa de Arcos. Nueva oportunidad de
inmortalizar un momento bajo un azulejo que suplicaba Bésame en este Arco. Tras una breve parada en el Quitapesares para refrigerio y aseo,
homónimo de tantos otros como el de la Fuensanta en el Valle, en Murcia, vuelta
por el Callejón de las Monjas hasta
la Cuesta de Belén, testigo de nueva
sesión fotográfica.
Al coche, la Sierra de Grazalema
dada la hora, muy lejos. Retrocedimos nuestros pasos, camino de Jerez. Más de uno nos dijo que no había
mucho que ver. Y no se equivocaron, pero como dicen en México “¡¡que no te lo
cuenten¡¡”. Antes de entrar en la ciudad, a mano izquierda dejamos el Circuito de Velocidad, fantasmal, que
supongo que cuando haya motos o F1 será un hervidero, parecía abandonado.
Los accesos a Jerez no prometían.
El calor tampoco. Aparcamos en una zona céntrica. Recorrimos varias calles
hasta acabar en la Plaza del Arenal,
presidida por una estatua ecuestre de uno de sus vecinos ilustres, Miguel Primo
de Rivera, dictador militar entre 1923-30 bajo los auspicios del bisabuelo
Alfonso XIII. Partió al exilio el 28/01/30 y murió en París dos meses después.
La mala conciencia, quizás.
A la espalda de la Plaza del
Arenal, el Alcázar, de origen
almohade, levantado durante el siglo XII, al que le faltan varios paños de la
muralla. La Catedral, gótica,
iniciada en 1695 y construida durante 80 años. La Torre de la Atalaya a la que tampoco pudimos subir por los horarios
covid. De vuelta a la Plaza del Arenal, comimos en una mesa alta, típica, Taberna de Jerez, tortillas de
camarones, rabo de toro, berenjenas con salmorejo, chipirones y tomates
aliñados en un aceite de chuparse los dedos. Vista rápida a las bodegas
jerezanas de González Byass, hasta
encontrarnos una estatua de La Faraona, Lola Flores, seguro que la más insigne
vecina de Jerez, no un generalote dictador.
Hotel, piscina. Inmaculada y yo
nos fuimos paseando hasta el centro comercial Novo Center, de vuelta, unas
pizzas para las niñas, que no pasen hambre.
Lunes, 19/07/2021
Que no decaiga el ánimo. Cuarto
día de ruta.
Vejer de la Frontera, el pueblo blanco más cercano al mar, a corta
distancia de Sancti Petri. Grata sorpresa. Campeando en las alturas de un
cerro, fuimos a subir por la cuesta más pindia
para llegar a la zona alta del pueblo, cuando había un camino más sencillo. Sin
casi resuello, llegamos a la vista de los molinos, que no se veían, y con no
muchas ganas de andar, no los quisimos ver.
En el mismo centro, la Iglesia del Divino Salvador, con más
piedra arenisca desgastada, daba imagen de desidia y desgaste. Por tramos torreaban
restos de las murallas de la ciudad apoyadas en muchas zonas sobre casas
habitadas. El Arco de las Monjas,
camino de entrada a la Judería, cola
para hacernos foto. Torciendo a la izquierda, paralelos a paños de la muralla,
desembocamos en un mirador donde está la estatua más famosa de Vejer, la Cobijada, una mujer vestida toda de
negro, con la cabeza totalmente tapada salvo el ojo izquierdo. Girando y
girando calles, nos saltamos la famosa plaza de España y su fuente de colores.
Muy cerca, ya en la costa, Los Caños de Meca. Mal empezamos cuando
al aparcar vimos a dos agentes de policía junto a un coche, que según les
escuchamos, era robado. En ese mismo momento apareció el dueño. No nos quedamos
a ver más.
Los Caños de Meca, como la mayoría
de los pueblos de la zona, parecen anclados en los ochenta, con sus playas
semisalvajes, sin urbanizar y casas blancas ajadas. Por un lado, dificultad de
acceso y aparcamiento. Por la otra, atisbar lo que debió ser antes de la infección de ese virus llamado ser
humano.
Presidiendo, el cabo de Trafalgar, en cuyas aguas
sufrieron las naves napoleónicas (reforzadas por las forzadas españolas) una derrota ante los ingleses comandados por el
almirante Nelson, que ascendió al olimpo de los dioses militares sajones dejando
su vida en aquellas aguas. Hoy su estatua preside la famosa plaza londinense de
Trafalgar Square. Más de 20 años atrás estuvimos ante su tumba en la catedral
de San Pablo, en Londres. Cerrando el círculo.
Agotadas o más bien hartas, Marta
y Julia no quisieron ir hasta el faro, pero no sabiendo si volveremos,
Inmaculada y yo nos hicimos el más de 1 km hasta allí, entre ardiente arena y
el asfalto de una carretera guadianesca,
oculta durante tramos por la arena.
Desde Los Caños de Meca a El Palmar de Vejer. Más carretera
infame. Vacas, decenas, cientos de vacas por todas partes. Nos sorprendió ver
tantas vacas durante todo el viaje. Y girasoles, campos hasta pérdida de vista.
El Palmar, pues otro playón inmenso, otros accesos demenciales, ninguna
facilidad, así que foto rápida y poco más. Plagado de chiringuitos de surf, se
palpaba el ambiente de fiesta.
Conil de la Frontera, mareados de tanto coche, esa sí que fue una
foto rápida. Una pena que la zona cercana a la playa, al mar, esté en tan mal
estado. No parecen preocupados, tanto desconchón afea y mucho. Desembocadura
del río Salado, que fue la tercera
tras la del Guadalquivir y el Guadalete.
Comimos en El Parque, el centro
comercial Novo Sancti Petri. Nos lo cobraron bien, pero platos repletos y unos
sabrosísimos langostinos a la plancha.
Vuelta al hotel con el firme
propósito de no dejar pasar la ocasión, obligación, de darme un baño en el
Atlántico gaditano. El primer día metí el pie y fría es decir poco. Con el
cambio del viento y la temperatura, estaba muy buena, con leve oleaje. Que buen
baño.
Julia hizo amiguicos de su edad. No
se hubiera movido del hotel. Marta, tras varios días sin nadie más con quien
hablar que sus viejos padres, ya se
habría vuelto. Los cincuentones, aprendida la lección de la velocidad con la
que pasa todo, disfrutamos del momento, que nunca se sabe que pasará mañana.
Bajamos a cenar algo y a ver el
Quiz Musical en el salón de animación. Quince canciones, quince preguntas.
Julia ya se había ido de fiestaca,
mientras los tres restantes echamos un rato divertido. Algunas acertamos.
Incluso a posteriori cuando al terminar acertamos la edad a la que murió Freddy
Mercury (45) cuando habíamos puesto 42 o que el cantante Manuel Carrasco es
onubense. Impagable el concursante que puso como título de una canción de
Michael Jackson….¡¡anigüachigüoki¡¡.
Ese momento en que te preguntas los nombres de las integrantes de las Spice
Girls y solo te sale Britney Spears. Delante de nosotros, la típica pareja con
hijos dispuestos a ganar como fuera….ainssss, ¡¡¡vacaciones¡¡¡.
Martes, 20/07/2021
Otro día que no dejé para luego
nada. Tortilla, salchichas, bacon, leche con cereales, galletas, té, fruta, que
no falte de nada.
En ruta para Playa Bolonia, que si impresiona la playa, la duna es espectacular.
Nuevamente malos accesos y nuevamente el abuso de cobrar por el aparcamiento
por parte, creo, de las autoridades, aunque quien sabe. Abusivo que te cobren
por aparcar para hacer uso de los espacios naturales públicos.
Al borde de la playa, los restos
de Baelo Claudia, pequeña ciudad
romana fundada en el siglo II de nuestra era. Villa comercial, con una zona de
puerto desde donde se comerciaba todo tipo de productos, especialmente el garum, salsa a base de restos de
pescado, muy apreciada en la época, el kétchup
de hace dos mil años. El apellido
Claudia lo recibió por favor recibido de esta villa por parte del emperador
Claudio en el siglo I. Paseamos por sus restos, la zona del mercado, bodegas y
tugurios, el teatro, el foro, varios templos. Iniciada la campaña de excavación
en 1917, en los márgenes e incluso en el interior, a simple vista se observan
muchos restos por desenterrar. Que gran momento pasear por otra ciudad romana.
Gritos en latín mal hablado, origen del castellano. Claveteo de las caligae de unos legionarios de guarda.
¡¡Aparta¡¡, que viene el decurión. Es la hora del Foro.
Zahara de los Atunes, topetazo, dimos vueltas y vueltas para
aparcar, abandonar, olvidar o tirar el coche, pero no hubo forma. Vista desde
el coche. Playas salvajes camino de Barbate.
Barbate, la broma del viaje, mamarracha, ¡Ba´ar bate??. Chiquito de la Calzada, que grande, cuantas veces hablaba de Barbate pese a ser malacitano. El objetivo era comer en El Campero, restaurante con 1 estrella Michelín. Hicimos una reserva por internet, pero nos pusieron en lista de espera. Un vistazo, un restaurante que ha ido invadiendo locales adyacentes. Para no desesperarnos, dimos el teléfono y nos fuimos a pasear por la playa y el paseo.
Desesperados por la espera, nos
sentamos en el Bar Barrunto, donde
comimos sardinas marinadas, croquetas de atún, bocadillo de puntillitas, solomillo
al whisky. No tendrán una estrella del gordo recauchutado, pero lo disfrutamos
a gusto. Justo cuando estábamos pidiendo, nos llamaron de El Campero. Pues no,
nadie merece ser esperado tanto. Helados en El Malagueño de postre.
La vuelta al hotel, jalonada por
solo ¡¡ 15 ¡¡ rotondas en 12 kms. Que mareo. Bañazo en la piscina de
adult(er)os, los dos solos. Marta haciendo planes para el día siguiente, a
nuestro regreso a casa. Julia, por ahí con su amiga segoviana Leticia, y dos
zagalones de Zaragoza y Castellón. Sin comentarios.
Cenamos en el hotel, escuchamos a
un guitarrista tocar temas famosos, casi gustándose
con Sultans of Swing de Dire Straits.
Miércoles, 21/07/21
Día de la vuelta. Sin
remordimientos. Sin sufrimientos. Fue bonito mientras duró pero la vida es el
día a día, lo demás, ocasiones para viajar. Como último día de bufé, les hice
todo el gasto posible.
El camino de vuelta, por la parte
norte de la provincia pero sin saber que más de 100 kms eran por la nacional
A384. Eterno. Menos mal que pasamos cercanos a Bornos y Olvera, dos preciosos
pueblos blancos. Como sería la carretera que pasando por Campillos, el gepese
nos remitía a la carretera fantasma
Jerez – Cartagena.
Ya en la provincia de Granada nos
paramos a comer en un área de servicio, La Parada, que pésimo todo.
A media tarde, en casa. Sigue la
vida, sigue cada día, disfruta el momento. 1968 kms después, que bien se está
en casa, porque en casa se está como en ninguna parte. O no…..???
ROMA VICTRIX
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