Y volvieron las ultras. Por tercera vez en la línea de salida para el clásico de la ultramaratón, los 101 Ronda-La Legión.
Era el momento de desempatar. La primera edición, junto con el primo Pepe, una vomitona en el km 60 me dejó tocado y la llegada al Cuartel, avituallamiento del 70, hundido. Abandoné. La segunda, en 2022, sólo, gestioné mejor la situación pese al tremendo calor, aguanté muy bien hasta el 95. Otra vomitona me dejó tocado pero espoleado por mi medio pomelo y mis mas caros amigos, sufrí pero llegué a meta.
2024, tercera y creo que última
participación. Con mis macedonios Richy y Fernando Zampamillas formamos equipo con la
compañía de correcaminos Elías y el diésel de Paco Bravo.
Sin duda ha sido una edición muy
bien preparada, sistemático, cada semana iba entrenando la distancia y el
desnivel. Como me pasa últimamente, y bien me lo recuerda Zampamillas, me voy de
viaje una semana antes. 70 kms de paseos me pesaron un poco sobretodo el no
pasar por el fisio, con sobrecarga muscular desde el principio.
Para quien haya estado en Ronda,
nada nuevo decir, es un bonito pueblo. Pero en estas ocasiones se supera.
Ambiente de lujo. Estoy seguro que hay ultras mucho mejores en recorrido pero
el ambiente de esta carrera es único y la organización por parte de la Legión,
imbatible.
La Legión es un cuerpo militar
con el que mantengo una relación de amor-odio. No puedo (ni quiero) olvidar sus orígenes ni su credo. Solo pensar en el desequilibrado de robocop Millán Astray, ese cenutrio de "viva la muerte" y "abajo la inteligencia",
dan ganas de salir corriendo (y no estoy para muchas carreras). Entiendo que es
presentismo, que han pasado 100 años, pero nunca me han gustado los
nacionalismos excluyentes y tan malo es el vasco o catalán como en
nacionalismo español. Por otra parte, encomiable su trabajo en esta carrera.
Cuidando los detalles, la simpatía en el servicio, la perfecta organización.
Salimos el viernes camino de
Ronda para llegar con tiempo. Recogimos el dorsal, paseamos un poco y pronto a
dormir.
A las 07.00 ya en pie.
Desayunamos en el apartamento. Zumo de pomelo (verídico) que me llevé desde
mi casa de la cosecha de mi qñau Mariano, para un chute de vitamina C y de
limpieza intestinal. Donuts, plátano, porquerías azucaradas varias. Hay que
llegar recargado.
Por primera vez desde la
inscripción, a 5 minutos de la hora fijada para la salida, nos juntamos los
cinco componentes del equipo. Esto es macedónico total, ni un entrenamiento
juntos. Lógicamente hicimos el macedonio.
Elías, el más rápido, corre mucho
y bien, siempre fue por delante. Paco le acompañó mucho rato. Uno por falta de
costumbre de coca (correr y caminar, ahahahah) y el otro por unos compromisos familiares,
pararon en el 70.
Por detrás, a nuestro ritmo, el
croata de Richy, el montenegrino de Zampamillas y un servidor, el serbio. Y si,
cada nacionalidad tiene su explicación. Nos conocemos de muchas ultras, muchos
años. Conocemos nuestra forma de correr. Y nos adaptamos, fuimos juntos casi
toda la carrera.
09:30, hora de salida, todavía
entrando corredores así que tuvo que retrasarse la hora de salida. Escuchamos
el discurso y el himno del Novio de la Muerte. Sin comentarios, cuando vas a
casa ajena te adaptas a lo que te ofrecen. Es un himno tétrico, negro, oscuro, dar la vida por unos jefes que te mandan a morir en nombre de una bandera, la de la pulsera, que ellos aventan para proteger sus negocios.
Hora de salida, 09:50, seguimos
tirados en el césped. Elías nervioso. Los macedonios salimos siempre los
últimos, estabas avisado. Y tan solo delante del tabor de cola salimos casi 10
minutos después de que saliera el primer corredor. Mi objetivo entre 16 y 17 horas.
No hacía mucho calor pero el sol
picaba mucho, hoy luzco moreno malagueño. En línea de salida, Irene, la
padrina, nuestra mas querida amiga esperando mi paso. Gran abrazo, beso fuerte,
gran nostalgia. Así es la vida.
Enseguida Elías cogió el bastón
de capitán y empezó a tirar, zigzagueando corredores. Que prisas. El recorrido
por la calle principal de Ronda fue un rosario de aplausos, música y gente
aplaudiendo. Subidón que quizás no dure más allá de unos kms. Bajamos hasta la
plaza de toros, media vuelta al ruedo, muy castizo, y mucho español.
Abandonamos Ronda. En ningún
momento te quedas solo, solo al final, cuando la lista de corredores mengua. La
mitad de los que salieron no llegaron al final. Cada poco más de 5 kms,
avituallamiento.
Dadas las últimas experiencias,
un poco de miedo por ver como respondía mi cuerpo y mi mente. El cuerpo, aguantó más o menos bien. Lo mejor, la cabeza, ni una duda en toda la
carrera, ni un reproche más allá de “estos machaques deben acabar” pero en
ningún instante pensé en el abandono ni tuve dudas que terminaría.
Ni llegado al primer avituallamiento, los auténticos macedonios nos quedamos solos, como siempre.
Zampamillas, es el mas irregular, con muchos altibajos, que es su forma de ser
regular. Richy se machaca mucho mentalmente, va avituallamiento a
avituallamiento. Yo busco objetivos a más largo plazo. Nuestro ritmo mas lento
del esperado, quizás fue lo mejor que podía pasarme, al ir mas despacio, mi
cuerpo soportó el esfuerzo bastante bien. Más allá de la sobrecarga muscular,
ni un calambre. El que volvió a dar el follón fue el estómago que curiosamente
solo lo hace en Ronda.
Los avituallamientos, algunos, meramente agua. Otros situados en pueblos, más
contundentes pero los encontré poco surtidos. Mucho Aquarius que me siente mal.
Poca chispadelavida, que para correr últimamente huyo. Naranja y plátano. En
Setenil, chocolate, bollería industrial y unos emparedados piedra. En
el Cuartel, arroz, perrito caliente y un donut. No me pondré exquisito pero
algo de variedad adicional habría estado mejor.
Los kms fueron pasando al
trotecillo. Nuestra estrategia, ver pasar kms, sin abrasarnos en ningún
sentido. Y en cuanto al sol, gorra necesaria, se me hicieron eternas las horas
centrales del día. Hasta que no cayó el sol tuve que luchar con el esfuerzo y
el calor.
Circunvalación, km 4,5, primer avituallamiento, con un recorrido diferente a lo habitual, muy gracioso, llegando a puesto de agua. La vejiga a pleno funcionamiento. Pilar de Coca, km 11,5, como su nombre indica, con fruta y aquarius. Llegamos bien.
El guirigay de los corredores es
incesante. En muchos momentos corres rodeado de otros corredores, pegados a ti,
con sus historias y sus acentos. Existen corredores solitarios, callados,
que ves adelante y atrás, por que da igual que sean 5.000, tu corres con un par
de centenas durante decenas de kilómetros a los que pasas y ellos te pasan,
todos a un ritmo similar. Hay chillones que parece que quieren que todos les
escuchen sus batallitas. Los hay que se pasan kms y kms dando consejos de
carrera a sus compañeros, no sé como no les atan a un árbol para que se
callen. El grupo de marchosos, empeñados en llevar música con su altavoz a toda
pastilla, como si los demás tuviéramos la culpa de su mal gusto musical. Los
grupos que no se separan ni dos metros. Las centellas que te pasan disparados para
no volver a verlos o los que encuentras muertos 20 kms después. Y tu mente,
organizándote la carrera. Y pensar en tu medio pomelo y las pomelitas, tenerlas
informadas, que no sufran. Había un app de seguimiento pero intenté tenerlas
informadas.
Navetas de Semiper, km 16, y
Estación de Parchite, km 19. Zampa ya daba señales de cansancio, había podido
entrenar poco por una lesión y nos hacía la goma. Admirable su gestión mental,
inasible al desaliento. Se fija llegar, aunque sea solo y arrastrándose. Muy
fuerte mentalmente. Richy, mentalizado, supo cual era su carrera, que fue la mía.
Arriate, a reventar, las
calles repletas de gente, música y mucha animación. A la salida, el Cortijo de
Polear, km 29, estaban preparando arroz pero no podíamos esperar. El solazo ya pegaba de firme. Caras
descompuestas, las risas se acabaron, cuando el seguir se pone duro solo los
duros siguen. Primera subida hasta el Cortijo de la Manga, 4 kms no muy duros
pero intensos por el calor. Zampa se quedó al principio, Richy subía fácil,
pero el muy canalla para no parar llegaba a los avituallamientos, cogía lo que
fuera y seguía. Me tocaba alcanzarlo casi cada salida.
Desde Arriate a Setenil de las
Bodegas, la parte más fea, secarral, calor, mucho polvo. Era el momento de
guardar, aguantar, no desperdiciar. Andamos mucho ese tramo para evitar
el agotamiento por deshidratación. En el 45, Alcalá del Valle, otro ambientazo,
música de Chayanne. Mi estómago ya me mandaba señales. Me dolía y no poco. La
vejiga mal, no trasegaba bien el líquido, tenía la sensación de querer orinar pero no podía. Jiuston, tenemos un problema. Bebí liquido de más para limpiar
los riñones pero mi estómago no funcionaba bien, solo incrementaba el dolor.
Km 50, mitad de carrera, cinco de
la tarde. Atravesamos las casas y restaurantes cueva de este precioso pueblo
Richy y yo. Zampa hizo la goma. Cuando llegamos al avituallamiento, sentados, apareció. Yo no podía comer, dar un solo bocado me daba angustia. Pero
sin comer no hay gasolina para seguir. Zampa nos dijo que siguiéramos, que
intentaría alcanzarnos mas adelante. Como hemos pasado muchas juntos, le
hicimos caso.
A la salida de Setenil empezaba
una larga subida, no muy dura, pero si constante de 5 kms hasta el Cortijo
Calle, allí cometí el error de principiante de coger agua de un camión,
metiendo los pies en un charco. Pies húmedos, calcetines húmedos, rozadura segura.
Empezó a molestarme la planta del pie.
Atardecía, los campos verdes, la mies alta, faltaba Máximo Décimo Meridio.
Saliendo de esta avituallamiento
el dolor de estómago persistía. En el 59, Chinchilla, bebí un vaso de Aquarius
y todo lo que llevaba en el estómago salió por donde entró. Pánico, por tercera
vez en Ronda vomitando. Recordaba la primera ocasión, que me provocó calambres insoportables que me obligaron a retirarme. La cara de Richy cuando me volví
era un poema “¿Cómo estás?”, le escuché asustado. Quizás pensó que tendría que seguir solo. Pues muy bien, me quedé como nuevo.
La subida se hizo larga, Richy
aguantaba bien, no me forcé mucho para no forzarlo a él, conocía la bajada y
sabía que tenía miga. Y la tiene, son kms y kms de bajada, con un tramo en
cemento muy asqueroso. En este tramo, llamada de Elías, que estaba en el
cuartel, 5 kms por delante, que no podía más, que estaba mal, que abandonaba.
Los macedonios a defender el pabellón.
Pudimos correr más pero Richy no
podía correr cuesta abajo, a veces es mas importante la compañía que la marca.
A veces no, siempre. Y seguramente bajar el ritmo fue mi éxito, llegué muy bien
al último tramo, sobrado aunque suene mal, pero acompañado que era lo
importante. Me olvidé del reloj.
Km 70, avituallamiento del Cuartel, justo cuando arriaban la bandera. Allí estaba el autobus que te bajaba a Ronda si querías abandonar. "Es una indirecta?", me dijo Richy. No, tranquilo, seguimos.
Mi estómago me volvió a avisar que
seguía ahí. La vejiga se recuperó, el problema de riñón desapareció. Si, esto
es una ultramaratón, un cúmulo de sensaciones, seguramente incomprensibles para
la mayoría que pensarán que necesidad hay de someterse al límite pero eso es
lo bonito, verse al límite y conseguir que tu mente venza al cuerpo, te hace
creer por un rato que eres invencible y te moldea el carácter. La vida es
como una ultramaratón, muchas pequeñas batallas para ganar la guerra.
En el Cuartel, cuatro tenedores
de un arroz tres delicias muy mejorable, un par de bocados a un sabroso donut,
del perrito ni hablar. Y con más de media hora parados, escribí a Zampa y me
dijo que acaba de llegar, que iba al podólogo. De perdidos yo al
fisio y Richy hizo doblete de podólogo y fisio. Piernas a punto otra vez, me
llevaron en volandas. La espalda, aguantando. Me eché pasta al agua en las
plantas de los pies para evitar las ampollas.
Tras más de una hora allí, reloj no marques las horas, salimos los tres. Ese es el espíritu. Los
tres, el ganador ya se había duchado, cenado y estaba durmiendo y nosotros
afrontando el último tramo. Empezaba a refrescar. Me puse y me quité el
cortavientos varias veces. Mi parte favorita, la que mas disfruté.
Empezaba la auténtica carrera,
esos 30 kms finales, de sube y baja, no muy duros, pero constantes. La primera,
la subida a la Ermita, se envenena a cada paso, con un tramo final endemoniado.
Zampa no podía subir al mismo ritmo. Bajé un poco el ritmo pero aún así se quedaba.
Mantenía a Richy a rueda. En la bajada el
que no podía era Richy, yo me dejaba caer, y sorprendentemente en las bajadas
Zampa corría mucho, así que nos juntábamos en los avituallamientos. La bajada
hacia Montejaque era especialmente fea, zigzag sobre cemento, no apreté, pero
me dejé caer para no cargar los cuádriceps. Los esperé en el avituallamiento donde me fue imposible comer nada.
Richy cargó y salió zumbando. Esperé a Zampamillas, con
el que salí, pero se quedó atrás en nada. Apreté para coger a Richy al salir de
Montejaque.
Recorrido del 77 al 85 alrededor
de los montes de aquella localidad, por escalones, pequeñas subidas exigentes
con zonas de descanso. Lo mismo, Zampa se descolgaba y Richy se mantenía. La
vez anterior aquel tramo se me atragantó hoy subía muy bien, guardando fuerzas.
De vuelta a Montejaque, enésimo
reagrupamiento. Mi móvil decía 4 kms más del libro de ruta, lo comprobé con
varios corredores y el desvío de la distancia fue común a todos, nos íbamos más
allá de los 101. Finalmente fueron 104.
Bajada muy larga hasta Benaoján,
con un cartel a la entrada que ponía Travesía. “Otra vez este pueblo”, dijo uno.
Amosss.
Y seguimos bajando y bajando
hasta la estación. Para evitar perder a Richy bajé el ritmo, no corrí. Abajo tenía mucho frío y mucho sueño, me costó un rato que se me pasara. Intenté con el café pero como nunca lo bebo, me fue
imposible, ni un sorbo, no me gusta. Y sin comer nada. Con mucho hambre. SOS, SOS.
Subida de 4 kms al Cortijo de la
Manija, adelantando gente, Richy a rebufo, a un ritmo cómodo. Zampa descolgado.
Mi estómago que me dolía. Avituallamiento y como no, Richy cogió algo y salió
sin más. Yo lo intenté pero segunda vomitona. Otra vez todo fuera. Km 90, no
me rindo. Intento estirarme. ¿Todo bien? Si, todo bien. Salgo corriendo,
alcanzo a Richy. “¿Cómo estás?”, muy bien, a correrrrr. Pero en la bajada me
quedaba solo, no era muy técnica pero con mucho bache, engañosa. Podía haber
tirado rápido para acabar pero lo habría hecho solo, todo por 15-20 minutos.
Aguanté.
Ultima subida, Puerto de la
Muela, subí como una moto el escaso km. Sin apretar llegué a cima con 5
minutos de diferencia sobre Richy. Me senté a esperar. “Estas bien?”, me dijo
más de uno. “Perfecto”, respondía. Me alcanzó Richy, de Zampa ni señal pero
sabíamos que estaba por allí. Ya solo era bajar y bajar. Pues echamos a andar. Ronda
al fondo.
Era el momento de empezar a
disfrutar la meta. Estaba hecho. La guinda, la Cuesta del Cachondeo, de la risa
le dicen, una subida de un km con desniveles de hasta el 18%. Pero no hay
dolor, ritmo de crucero.
Vemos el puente al fondo, la meta
está ahí. Y llegamos. Hicimos meta. Gran abrazo. Cierto, llegamos en el puesto
2.030, a muchas horas del primero, en 19 horas cuando mi idea eran 16, pero llegamos. Se pudo
hacer mucho mejor tiempo pero no mejor carrera, la hicimos juntos. Zampa no
llegó a tiempo de cruzar juntos, solo 12 minutos después.
Una vez que nos dieron la
medalla nos mandaron a 500 metros a hacer cola para recoger la sudadera
de premio para los finalizadores. De madrugada, con el cansancio cayendo a
plomo, 20 minutos de espera de pie. Más de un corredor cayó fulminado por la
espera. Gran error tenernos así, empañando algo la perfecta organización.
Ronda es historia como historia
es la experiencia vivida. No ganamos nada, solo autoestima y eso no tiene
precio. 56 años tengo, sé que esto se acaba, que mi cuerpo me parará si no lo
paro yo antes, pero es que…..os quiero Inmaculada, Marta, Julia.
Aunque harán pasado doce años, me he trasladado a Ronda con vosotros, querido hermano.
ResponderEliminarPues hablamos de ti, con uno que te conoce de allí, no me preguntes el nombre, pero dice que ha quedado contigo varias veces a montar en bici
EliminarHabrán
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