lunes, 23 de agosto de 2021

V Vuelta Macedonia al Mar Menor

07/08/2021


Cada año tiene fechas claves. Cumpleaños, aniversarios, aquella fecha especial, aquel recuerdo. Desde 2018 hay una cita ineludible, la Vuelta Macedonia al Mar Menor. Seguro que no es la mejor carrera, ni la más bonita, pero ya es una parada anual obligada junto con los hermanos macedonios. Este año, a última hora, se nos cayó de la convocatoria Ricardo. Dicen las malas lenguas que por miedo o que prefería picar en la cantera. Richy, ya tu sabes 1.

 


Antonio Kings, Pepe el Agüelo, SalvaPro, Frenado Pechoboi. Y servidor.

 


Sábado 6:45 recogí a Pepe, hacía meses que no coincidíamos. Muy corretero, correbirrero y le gusta demasiado perderse con el trío la-la-la. Bajamos a Murcia, a recoger a Salva, que con la Canfranc-Canfranc está tan obsesionado, entrenando sin parar, que se le olvida hasta coger la cartera. 

Cuando llegamos a Lo Pagán, punto de partida, no había forma de aparcar. Estuvimos más de 20´ dando vueltas. Al final, hubo suerte, lo dejamos relativamente cerca de línea de salida.

 

A las 8:00, agrupamiento general. No diré el nombre, pero justo al lado del Molino Quintín nos comimos unos bocadillos como primer avituallamiento. Pepe y yo compartimos uno de beicon y queso. Que beicon, pues habría, pero no lo catamos. Y el queso, debía haberse disuelto. Pan con pan.

 

Este año se me ocurrió, mea culpa, cambiar el recorrido, el sentido de la marcha. Desde el mismo punto de salida, retroceder al puerto de San Pedro, recorrer la playa de La Llana toda lo larga que es, cruzar los 300 metros de La Encañizada, que para quien no lo conozca es el espacio de mar que separa la punta de La Manga del Mar Menor de las playas de San Pedro. Agua salada. El resto de recorrido, el mismo de siempre, pero al revés. Que sí, que qué necesidad había de empaparse de salitre al comienzo, pero para opinar hay que saber.  No habrá una segunda oportunidad de recorrido inverso.




 A las 9:10, foto de inicio. Y empezando a anochecer, el momento de la verdad, a correr. Partí cargando una botella de 1,5 litros de agua dulce, un follón, pero todo tiene una explicación.

 


La zona de Lo Pagán, en el fin de semana de la Virgen de Agosto, a reventar, como era de esperar. Además, el más caluroso del verano. Humedad a cascoporro. No había líquido suficiente para calmar mi sed, para evitar la deshidratación. Sudamos lo que no estaba escrito. Punto para la organización🥳🥳.

 

Primero kms por la avenida del puerto, a la vera de las salinas. Pronto empezamos con las tonterías, que si los borbones, que si los virus, que si los políticos, ¡¡esos cómicos¡¡. Que sería de una quedada macedonia sin las controversias de siempre. Y como siempre, me quedé solo en mis postulados, pero a cabezón no me va a ganar nadie. Pero da gusto, todos respetamos la opinión del otro, sin ofensas, y esos hoy está muy caro, demasiada gente agota con su verborrea ofensiva e irrespetuosa, obsesionados en que su fanatismo venza, al precio que sea, incluso por encima de la verdad y la amistad.

 


Puerto de San Pedro, con la oscuridad, ni me di cuenta. La playa de La Llana, quien la ha visto y quien la ve. Queda la cuarta parte de la arena que tenía hace 25 años. A esas horas, sobre las 21:30, los turistas y bañantes en retirada con todo el equipo. Se me hizo eterna. Ya es larga de por sí, pero a oscuras, parecía inacabable.

 




Llegamos al punto crítico, cruzar la Encañizada, de noche tras cuatro ediciones con cruce diurno. Con la luz azul de Collados Beach como referencia en la otra orilla, nos pusimos a la tarea. Bolsas de basura con todo dentro excepto los calzones. El agua, caldete ardiendo, hacía más calor en el agua que fuera y mira que hacía calor fuera. Quince minutos tardamos en prepararnos para la odisea. Veinticinco minutos en cruzar. El terreno estaba fangoso, nos ralentizaba. No sé cómo pero nos fuimos desviando hasta acabar torciéndonos unos 100 metros. 100 metros no son nada?. Si lo son cuando sales descalzo, cansado, cargando con una bolsa llena y el suelo está con todas sus raíces que se te van clavando en los pies.

 


Tercer capítulo de la Encañizada, volver a vestirse. Sacamos todo de las bolsas a la luz de las tenues luces de los frontales. Cuando no te pinchabas un pie, perdías equilibrio. Ahora sí, la botella de agua dulce cumplió con el objetivo. Sí, aquel litro y medio con el que cargué desde la salida. Bañar aquello para evitar llevarlo en carne viva. Algo ayudó, aunque muy larga fue la carrera para hacer milagros.

 


Collados Beach, bonita piscina nocturna y la urbanización Veneziola que a vista de pájaro mejora la vista en superficie. Empezaba el tramo de La Manga. 16 kms que por primera vez afrontábamos descansados. Que espanto, hacía tiempo que no lo pasaba tan mal. Chorreando sudor es poco. Lo mejor es que tras dos kms, teníamos el avituallamiento en casa de Fernando. Abajo, en su coche, junto con su mujer, hijos y cuñados, además de unas buenas risas, comimos donuts, bocadillos, 2 chispa-de-la-vida y barritas.

 


Y como ruta diferente, con recorrido inverso, esta edición hasta contó con banda sonora. Cada uno aportó su canción, aunque al final, solo escuchamos la de Fernando. Y sin rencor, pero Fernando, ¿de verdad?, Pechobois…???. Amossssss. Gracias a Fernando y su familia, fue un gran momento.

 



Próximo avituallamiento, en 12 kms. Cada uno fue rumiando su desesperación. Salva, el pro del grupo, por sentir que no podía correr todo lo que quisiera. Pepe, por que querría correr más y lo demás no lo hacíamos. Fernando, que iba mal del estómago. Antonio, que llevaba tiempo sin correr tanto. Y yo, porque era un mar de sudor.  


Mucha gente, teníamos que ir sorteando personas y grupos. Muchos adolescentes y otros no tanto, sin mascarillas, ni distancia de seguridad. Nada. Mucho blablá, mucho quejarse de los políticos, para luego comprobar como mucha, demasiada gente, no cumple con su parte.

 

Playa Ensenada del Esparto y Puente del Estacio. Físicamente, de piernas, perfecto como casi todo el recorrido, pero ir chorreando sudor a mares me iba debilitando. Poco a poco me fui retrasando. Lo único que me salvaba es que los demás no iban tampoco muy pletóricos.

 


La larga Playa del Estacio hasta el Zoco, íbamos de coca, COrrimos y CAminamos, mal pensados. Nos cruzamos con decenas de quince-veinteañeros, con las hormonas dislocadas. Ellas, ya muy mujeres, ellos muy niños, ese momento desigual de la adolescencia. Todos hemos pensado alguna vez volver atrás. A la adolescencia? Ni loco. A los 35 si volvería, pero siempre y cuando me dejen llevarme todo lo que sé ahora. Mucho pedir?

 

Antes de la Encañizada de Marchamalo, el 24Horas de todos los años. Caímos a peso en las sillas. Derregandos. Chispa de la vida para todos. Un par cayeron y ya con un litro en el cuerpo. Fueron 15 minutos, pero me hicieron revivir. Sin ponerla, porque no estaba para bandas sonoras, debió sonar Thunderstruck, de AC-DC, la canción de Salva.




Media maratón llevábamos. Ya solo nos quedaba una maratón. Nada. 


Tramo desde el comienzo de La Manga hasta Los Alcázares. Todos los años se me atraganta, se me hace eterno, pero no en esta ocasión, esta vez fue mi salvación. No sé si fue más mental que físico, pero menos calor y con muchas ganas de correr.



 

Saludamos al faro de Cabo de Palos, siempre fiel escudero en todas nuestras rutas.


Playa del Vivero, Playa de los Alemanes, Playa Paraíso hasta Playa Honda. Corrimos mientras pudimos porque estaban repletas de quince-veinteañeros de marcha. Estoy seguro que yo también fui así, pero, con perdón, que edad más tonta. Ellos, machitos, los que más deben gritar. Ellas, adultas, las que más deben presumir. Tuvimos que soportar pitadas como si fuéramos un cuerpo de seguridad del estado con intención de disolver las concentraciones. Ni un policía vimos. Que le vamos a hacer. La parte buena de la enfermedad de la juventud es que se cura con los años. Aunque no siempre, conozco a más de uno que sigue anclado en sus 20 años.

 

En esta zona de la Vuelta se combinan zonas urbanizadas con zonas salvajes. En las primeras corríamos todo lo que podíamos, en las segundas, andábamos, más que nada porque no había mucha visibilidad.

 

Mar de Cristal, que no hace honor a su nombre, paseo algo oscuro, silencioso. Muy callados íbamos todos. Para evitar que alguno corriera de más, preferí ponerme en cabeza para controlar el ritmo, mi ritmo. Al que podía ir. De fondo se oía la canción de Pepe, del Boss, me sorprendió muy gratamente. Punto para Pepe.

 



Entre Mar de Cristal y Los Nietos, zona no urbanizada. Bien. Ya tenía excusa para no correr. Iba bien, con ganas y fuerzas. Antonio nos contó donde tenemos su casa para veranear.

 


En toda esta zona, ni un bar abierto, nada donde avituallarnos, hasta que encontramos un bar cerrando. Allí se fue de expedición Pepe para coger botellas de agua. Frías, como témpanos, que cortaban la respiración.

 

Mas kms y la obligatoria foto con el caballito de mar. Comentaba Antonio lo bien que estaba el baño en la zona para, al día siguiente, leer en la prensa la nueva catástrofe medioambiental. Espero que no fuera por cinco macedonios cruzando la Encañizada la noche anterior🎃.

 


De Los Nietos a Los Urrutias, con dos clubes marítimos gemelos. Nunca me aclaro cual es cual. Entre medio, mas arbustos, mas altos que otros años por las lluvias. Algo de barro, algún resbalón. Estrella de Mar y Los Nietos, paseo al borde de la playa, mas trote, pero las horas pasaban y no parecía tener fin nuestra ruta. Por mi parte, sin prisa, estaba disfrutando el momento. No sufro ya con el reloj, a veces se va mas rápido, a veces menos, lo importante es el camino y la compañía. Richy, nos faltó tu camiseta para hacernos un gabi, ya tu sabes 2.

 


El Carmolí, última zona urbanizada antes del nuevo giro. La fábrica de siempre, esta vez entramos por otra parte, corrimos por una pista que parecía de aeropuerto. Desde allí hasta Bahía Bella, lo mas complicado. El sendero, invisible. Nos pusimos en manos de Salva, pero aún así el camino desaparecía por momentos. Idas y vueltas. Acabamos saliendo a la carretera. Muy oscura. En fila india, mucho respeto por el tráfico, mala hora para andar por allí, aunque no vimos un solo coche.

 

Al son de Runaway de Bon Jovi, propuesta por Antonio, abocamos a la entrada a Los Alcázares. Parada en una gasolinera, mesas altas. Salva, con el gesto contrariado. Antonio, con evidentes signos de cansancio. Fernando, raner de esos, disfruta siempre incluso en las peores ocasiones. Y Pepe, que se te acababa el camino, corre que no hay más.

 


Siempre me ha gustado mucho el largo paseo de Los Alcázares de noche. Eso sí, Pepe, este año no nos contaste como veraneabas allí hace 50 años con tus padres, con el agua al borde de la casa. La edad.


Creo que fue de los mejores momentos, habría corrido sin parar hasta el final y mira que se veía lejano. Saliendo de Los Alcázares, el paseo continúa por Los Narejos


Cañizo y camino de madera, en algún punto debimos liarnos, otra vez acabamos en la carretera. Nos saltamos el aeropuerto de San Javier, un aeropuerto ya sin aviones, solo uso militar, creo. Rodeamos la base militar, en un estado penoso, no aguantaría ni la invasión del dispar ejército macedonio que conformábamos.



 

Larga, larguísima carretera. Todos hacíamos aguas, mayores la mayoría, ahahaha. Al tran-tran, con la rotonda de entrada a Santiago de la Ribera. Tiene un no-se-que de ochentero que me atrae. El paseo, tras la remodelación, lo han dejado de lujo, siempre y cuando sea a estas horas. De día, a reventar, es un zigzag. 




El sol asomaba en lontananza. Que bonitas fotos. La meta se acercaba. Y no podía faltar, aunque fuera in absentia, la canción de Richy. The Offsprings.

 


El cansancio ya se había cobrado la factura. Me dolían los pies, los bambos tenían más años que las falsas noticias de AS sobre el fichaje del Empapé, que seguro seguro que lo fichan este año, también. Y así desde hace cuatro años. Periodismo de altura.

 




El salitre, finalmente me alcanzó, y las rozaduras en salva sea la parte me hacían correr como si me acabara de bajar del caballo. 


Que momento tan especial, buena compañía, los paseos vacíos, el sol borrando la noche casa a casa. El molino Quintín, final de carrera. Como dice mi canción favorita, aquí estamos, vivos y pateando.

 


Nos cambiamos rápido. Un remojón en los grifos de la playa. Desayuno en el bar de al lado de aquel cuyo nombre no quise decir. En éste, el premio al mejor camarero del año. Agradable, simpático, dispuesto. Mister Sin Patía.

 

Se acabó la ruta. Una y no más, no habrá otra edición en sentido contrario, pero había que probarlo. Y una en invierno??? Ahahahah.

 

65 kms. 10:50 en todo el recorrido con sus paradas. El tiempo, pues el peor de las cinco ediciones anteriores pero que más da. Lo sufrí, pero lo disfruté, y al final estas son las cosas que dan sentido al día a día. 


Gracias a Antonio, Fernando, Pepe y Salva, sin vosotros esto no sería lo mismo, vamos, que no valdría la pena. Richy, no te olvidamos.

 

Macedonia Victrix





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