Y un buen día todo lo que parecía normal y habitual, desapareció. Nos obligaron a encerrarnos. El hombre era un lobo para el hombre. Rehuimos el contacto. Nos separábamos lo máximo posible. Cada ser humano, familiar, amigo, compañero o simplemente otras personas, eran un enemigo potencial. Nos atrincheramos en casa. Todo por un virus microscópico que se ha llevado a cientos de miles de personas con la colaboración necesaria de todas las autoridades. Todas. Desde las nacionales a las autonómicas y provinciales. Europeas, americanas y asiáticas. Durante estos meses he comprobado algo que ya suponía. Tenemos unos políticos que no están a la altura. No me cabe duda que ha debido ser un tema complicado de gestionar. Han tenido que tomar decisiones difíciles que a lo peor no valían para el día siguiente. Pero todos, de un lado y de otro, han demostrado cortoplacismo electoral. Cada uno tiró para su lado. Soltaron auténticas aberraciones por su boca, sin complejos ni vergüenza. A esto hay que añadir el exceso de tiempo libre que facilitó la publicidad uasapera de personas que también han demostrado un mucho de ignoracia y un tanto de estupidez. En lugar de aportar, algunos, unos cuantos, quizás demasiados para mi gusto, solo han sabido dar la turra con todo tipo de mensajes críticos, en la mayoría de los casos, sin contrastar ni verificar. Solo por hacer daño. Del mito de las dos Españas hemos llegado a la realidad de las tres Españas. Los fanáticos de derechas, los fanáticos de izquierdas y los millones de personas que estamos hasta las narices de los unos y de los otros. Solo nos hace falta saber si los que somos más podremos arrinconar y callar a tanto tonto.
Durante estos largos meses de pandemia y confinamiento me sentí como un figurante
en una película postapocalíptica de Will Smith. Tras el
11-M, no pensé que viviría nada mas impactante. Me equivoqué. Calles desiertas.
Las pocas personas con las que me cruzaba parecían supervivientes de una
catástrofe nuclear, me huían como si fuera un apestado. Miedo en las miradas. Aplausos en los balcones, rechazo al contacto. En el supermercado, desolador, compraba cualquier cosa que me hubieran dejado. La
solidaridad desapareció dentro de los rollos de papel higiénico. Me daba claustrofobia mi casa. Intenté hacer caso a los especialistas. Busqué rutinas.
Leí pero hasta los libros me cansaban. Hice cardio vía youtube por encima de mis posibilidades. Cuando esto acabe a la llutuber le mando un sicario. Acabé reventando. Menos mal que estamos en 2020 con todos sus adelantos electrónicos. Si
esto hubiera pasado en los ochenta, la desesperación habría acabado con más
gente que el virus. Como sabía que esto pasaría y que no podía hacer nada por cambiarlo, no sufrí a crédito.
Semanas de terribles cifras. Poco a poco se fue viendo la luz, desgraciadamente luz que no volverán a ver miles de personas. Un buen día nos dieron permiso para salir a pasear, hacer ejercicio y deporte. Muchos desempolvaron las camisetas de publicidad de Mirinda y se encasquetaron las Adidas Nazareno. Tras la encerrona, lo cogí con más ganas que fuerzas. Las vueltas alrededor de mi garaje no sirvieron más que para mantener la cabeza ocupada. En la primera semana de entrenamientos, agujetas que tenía olvidadas hace años. El segundo paso, volver a la montaña. Perdimos la mejor época en Murcia, la primavera. Las primeras salidas ya anunciaban que el calor estaba al acecho. La naturaleza, a salvo de ese virus llamado hombre durante meses, había ido recuperando salud. Muchos de los caminos y sendas por donde solía entrenar estaban cubiertos de vida. Nuestra huella, casi desaparecida en poco más de dos meses. Somos el peor depredador de nuestro planeta.
Fueron pasando las semanas. Primeros planes macedonios. Primeros entrenamientos con Ricardo y Fernando. Todos fuera de forma. Me dí unas cuantas palizas. Un pasito p´alante y tres pasitos p´atrás. Decidimos buscar fecha para nuestro encuentro anual. La III Vuelta Macedonia al Mar Menor. En esta ocasión, diurna a petición del ala eslovena de la legión macedónica. La fecha escogida, el sábado 6 del mes 6 a las 6 de la mañana. Con luna llena. Y sonaron las trompetas.
Tras dos ediciones con cinco macedonios, en esta edición se animaron dos SR, Amalio y JJ; nuestro fisio de cabecera en su segunda edición de la Vuelta, Juan; el albano Antonio; y el gran Manolo Rico, un clásico de los bambos murcianos. Otro año más en que Fausto no disfrutó del encuentro anual. ¡¡Estás hecho un bosnio!!.
4:15, sonó el despertador. Que pereza. "Y si me hago el enfermo?". Las dudas duraron segundos. Como lo tenía todo preparado desde la tarde anterior solo tuve que asearme, hacerme un zumo de pomelo (la fruta, no soy caníbal), recogerlo todo y al coche a por el primo Pepe con el cual no corría desde el trail de Alhama ya hace muchos meses. De camino, recogimos a Manolo.
Viaje ligero. Sin tráfico, llegamos puntuales a la cita a las 5:45 en el punto de partida, el Molino de Quintín en Lo Pagán donde ya nos estaban esperando el resto de integrantes de la partida. Tras abrazos y parabienes, nos hicimos la foto de alineación. Ocho camisetas macedonias y dos azules, SR, infiltrados, que no quisieron ser macedonios por un día. ¡¡¡Si era gratis¡¡¡. ¡¡Macedonios por un día¡¡.
Puntuales, partimos a las 6 cuando empezaban a insinuarse las primeras luces del alba. Sensaciones contrapuestas. Calles totalmente vacías cuando en los años anteriores estaban abarrotadas. Todo tiene su gracia. El objetivo era único, salimos todos a la vez para llegar todos juntos. Mas o menos. Los ritmos fueron diferentes. Desde el galgo de JJ al diésel de Manolo.
Paseo de la playa Villananitos. Ni una luz de hogar encendida. Muchas bromas, muchas risas, que fueron la constante de las 10:20 horas de la aventura. No se miraba al reloj, no consistía en pensar en la meta, en la marca, si no en disfrutar de la ruta. Y la disfruté. El Mar Menor, como siempre, plácido, como un plato. A lo largo de toda la ruta, especialmente en la zona de enfrente, comprobamos el penoso estado en el que está, con lodos, barros, espumas y demás muestras de mar muerto.
Tras semanas de entrenamiento, el martes 2 salí a correr un rato. Llegando a casa, sentí un pinchazo en el gemelo derecho. El dolor, no muy fuerte, me acompañó un par de días. Como era de esperar, no podía llegar perfecto a la Vuelta. Siempre cargo con alguna aleluya. Después de pocos kms desde la salida, se me reprodujo el dolor que tuve que soportar durante todo el recorrido. Hoy, día después, estoy medio cojo, pero valió la pena. No deja de ser un dolor que se cura con reposo. En un grupo de 10, los ritmos varían por metros, lo que te hace estar a la par de diferentes compañeros de carrera a lo largo del recorrido salvo de Manolo (y Pepe) que con sus 71 años y más de 150 maratones en las piernas, iba a cola de pelotón. Con cada avituallamiento, nos reagrupábamos.
Tras semanas de entrenamiento, el martes 2 salí a correr un rato. Llegando a casa, sentí un pinchazo en el gemelo derecho. El dolor, no muy fuerte, me acompañó un par de días. Como era de esperar, no podía llegar perfecto a la Vuelta. Siempre cargo con alguna aleluya. Después de pocos kms desde la salida, se me reprodujo el dolor que tuve que soportar durante todo el recorrido. Hoy, día después, estoy medio cojo, pero valió la pena. No deja de ser un dolor que se cura con reposo. En un grupo de 10, los ritmos varían por metros, lo que te hace estar a la par de diferentes compañeros de carrera a lo largo del recorrido salvo de Manolo (y Pepe) que con sus 71 años y más de 150 maratones en las piernas, iba a cola de pelotón. Con cada avituallamiento, nos reagrupábamos.
Carrera peculiar. Hacerla a la luz del día cambia. Se ve hacia donde vas, el horizonte, los perfiles, los paisajes. La ausencia de la sensación de no llegar nunca como en las ediciones nocturnas. A medida que íbamos llegando a puntos destacados del recorrido, me decía a mi mismo: "Ya estamos aquí?".
De forma continua, Lo Pagán y Santiago de la Ribera. Playa El Castillico. Playa de Colón. Playa del Pescador. Cada vez quedan menos casetas sesenteras. El aroma del veraneo de la segunda mitad del siglo XX va dejando paso a la atroz comercialización de casi todo. Se pierde al aroma familiar del veraneo, borrado por un capitalismo glacial que solo piensa en euros y más euros. Sin llegar al km 5 el dolor en el gemelo decidió que se venía conmigo.
Las mismas bromas, pullas y recuerdos de batallitas. Y está muy bien. Una vez al año volvemos a ser un grupo de críos sin fecha de nacimiento. Siempre hay lugar para charlas sobre política desde el respeto mutuo a las ideas del otro. Formamos parte de la tercera España. Hartos de tanto político sin escrúpulos y de tanto tontazo dispuesto a darte el día con una catarata de memes y mentiras para empujar adelante su fanatismo, olvidando que con las mentiras se puede llegar muy lejos pero que no se puede volver atrás.
JJ, comercial de Lexus, fue una de las incorporaciones de esta edición. El único al que no conocía. Con su cara de niño no aparentaba los 46 años que me dijo tener. Una liebre. Podía haber hecho el recorrido en mucho menos tiempo si lo hubiera hecho solo. Desconozco si llegó a desesperarse por tanta parada y por un ritmo muy por debajo del suyo pero el reglamento de la carrera es corto e inflexible. Salimos juntos para llegar juntos.
Km 5, Academia General del Aire en Santiago de la Ribera. Abandonamos la línea de costa para llegar a Los Narejos por la carretera interior. Vimos algunos coches de policía. Pese a ser un grupo de 10, corriendo mas o menos agrupados, ni nos pararon ni nos pidieron explicaciones. Zona de asfalto, con algo de circulación, invadida por la vegetación tras el año mas lluvioso que he conocido en mis 27 años viviendo en Murcia. Quizás la zona mas fea del recorrido.
Amalio, profesor de matemáticas, con el cual he coincido en unas cuantas carreras. Otro diésel. Es de los que dice que en largas distancias empieza a correr de verdad a partir del km 30. A mí me pasa algo similar. Hasta el km 30 no entro en calor. A partir del 31 voy quemado. Acabó disfrutando la experiencia. Algo preocupado por el recorrido, sobre todo el paso de la Encañizada, con su visera con faldón volador se asemejaba a un sargento de la Guardia Civil.
Km 10, Los Narejos. Paseo, playa y casas de los 70. Como todas las de esta zona, arena oscura, poca gente, mar en calma chicha y chiringuitos cerrados. Sin separación visible, Los Alcázares, Playa de las Palmeras, Playa del Espejo y Playa Manzanares. Mas de lo mismo. La ausencia de gente facilitaba el trote. 15 kms, llegando a la Playa de la Concha y el Puerto Deportivo, ni un bar ni chiringuito abierto para tomar algo. Antes de salir había tomado un gel de sales a base de pan de centeno, chorizo pamplonica y queso untado. Mano de santo. Tanto correr, me hizo parar a balizar. Mano de santo 2, el retorno.
Manolo, sus labores con 71 años, tercer novato. A sus espaldas todas las aventuras del mundo. Decenas de carreras. Nos contó sobre la carretera de la muerte entre Málaga y Almería, otra de sus aventuras. Más de 200 kms que tuvo que abandonar a los 65 kms por unas inoportunas molestias.
La Desbandá.
(https://www.laopiniondemalaga.es/malaga/2020/02/02/carretera-muerte-abrazo-huida-vida/1142866.html) rememora la ruta que siguieron, en los tristes años de la guerra civil los que huían de los fuegos de Málaga para caer en las brasas de los bombardeos sufridos por parte de las tropas nazifascitas alemanas e italianas. En memoria a quienes les fueron arrancados sus sueños, cada año se repite su ruta.
Km 15 al 18, nuevamente por carretera. Tras el puente, torcimos para ir pegados a la playa. Igual que ha pasado en el monte, las repetidas lluvias de este año y la ausencia durante meses del virus humano, han cambiado el paisaje. La ruta, casi borrada, con un mar de vegetación de vuelta a su casa. Lodazales y aguazales. En este punto nos dividimos en dos grupos. Unos prefirieron seguir por la seguridad y comodidad del asfalto. Salva, Ricardo, Pepe y yo nos aventuramos por la orilla que, como era de esperar, nos regaló peste a algas muertas y apestosas, mucho barro, resbalones varios incluso reguerones que cruzar. Los niños que llevamos dentro se lo pasaron pipa.
Pepe, bibliotecario camino de la jubilación. No se le pasa el arroz. Sigue y sigue corriendo. Un día empezó y hasta ahora, pero primo, hay que empezar a cuidarse. A él lo que le gusta es correr, lo de sufrir por la montaña, ya no. Todo lo que no sea acabar con una cerveza es un entrenamiento perdido.
Pepe, bibliotecario camino de la jubilación. No se le pasa el arroz. Sigue y sigue corriendo. Un día empezó y hasta ahora, pero primo, hay que empezar a cuidarse. A él lo que le gusta es correr, lo de sufrir por la montaña, ya no. Todo lo que no sea acabar con una cerveza es un entrenamiento perdido.
Antonio, bancario, fue el cuarto novato, aunque ya albanomacedonio desde hace meses. Bregado en estas lides. Sin mucho entrenamiento, disfrutó de la ruta y el ritmo además de enseñarnos los múltiples negocios que tiene en la zona. Que callado se lo tenía. En los kms finales de La Manga se descolgó un poco pero mantuvo el ritmo.
Km 21, El Carmolí, al otro lado de las playas del Mar Menor, la zona en peor estado ecológico. Primera parada. Primer avituallamiento cuando en los años anteriores a estas alturas llevábamos dos o tres paradas. Primera chispadelavida. Napolitana de chocolate reciente, aún caliente y de buen tamaño. Cada parada el dolor en el gemelo arreciaba. Tiré de gelocatil para aplacar a la bestia pero solo fue un reparo pasajero. Aproveché para mandar el primer mensaje a mi Pomelo. Todo bien. "Echate crema". Lo había hecho justo antes de salir. "Como vas?", bien. "Disfrútalo". Un auténtico sol en mi vida. A partir de El Carmolí, nueva edición de Fernando y EstaplayacualEs. Yo tengo la teoría de que se lo inventa y cada año llama a cada playa como le da la gana.
Juan, nuestro fisio de cabecera. "Juan, me duele el gemelo", le pregunté en el km 20. "Que puedo hacer?". "Reposo¡¡". Tocateeeeee. Es la segunda edición en la que participaba. De hecho, es la segunda vez en que lo veo. Treintañero, otra liebre, pero con problemas ópticos. Las orillas de la Encañizada cada año la ve más alejadas.
Tras salir de El Carmolí tardamos un buen rato en reagruparnos. La luz del día me sirvió para que esta zona que en la ediciones nocturnas se me hiciera eterna, se me pasara muy rápido. Casi demasiado. Desde aquí hasta la entrada de La Manga se van alternando caminos de tierras, que este año eran pistas de agua y barro, con paseos al borde del mar. Manolo nos dio una clase magistral de patinaje sobre barro con caída incluida.
Km 25, Los Urrutias y Los Nietos, con sendos club marítimos gemelos. Ya empezamos a ver gente andando, paseando, corriendo o simplemente al sol. Dos meses encerrados no se olvidan. Este año las salinas de Lo Poyo estaban a reventar de vida...y de barro. Nos cruzamos con varios ciclistas que hundían las ruedas en el fango. Salva se hinchó a hacer fotos.
Salva, vinatero, bodeguero o alcoholero, como se quiera ver. Informático para mas señas. Nuevo cincuentón del grupo. Su vida ha cambiado en los últimos años de forma diametral. Se le ve feliz con lo que hace y como lo hace. Le gusta mucho hablar de política, lástima su borbonmanía, pero de todo se sale. Muy cariñoso, aunque no tanto, Salva, no hace falta tanto. Que corra el aire.
Al fondo ya se veía claramente Cabo de Palos muy cerca. Segundo avituallamiento. Mas chispadelavida. Me tomé una pastilla de sales minerales. Rellené la botella de agua. Mientras todos los demás optaron por la mochila, de hecho Manolo parecía el Inspector Gadget por la cantidad de cosas que llevaba, yo me arriesgué con el cinturón de hidratación para evitar el calorazo en la espalda. Y no lo eché en falta. Pensé, y acerté, que con un litro de agua, un bocadillo para la ruta y papel probalizamiento sería suficiente.
Fernando se fue inventando nombres. Islas Pequeñas y Mar de Vidrio hasta llegar a la Punta de Las Lomas donde nos hicimos la anual foto con el caballito de mar que a la luz del día luce desvaído, descolorido y todos los des que se os ocurran. Aún así, fieles a la tradición, nos hicimos foto de grupo. Salimos zumbando y Fernando a lo suyo con Playa Profunda y Playa Cielo.
Cada vez mas separados. A cola de pelotón Manolo, a su marcheta, como Dora la Exploradora, mochilaza, bastones, birra y bocatas. Inasible al desaliento. Por fin, La Manga, a la cual entramos por el km 2, 39 del recorrido. Estaremos de pandemia, pero ¿¿como estaba??, "¡¡¡abarrotá¡¡¡". Coches, playas y calles llenas de gente. Incluso mi compañero Carlitos pasó por allí en su cochazo, me imagino a echar el día con la familia.
Puerto Bello y playa La Gola a la izquierda hasta llegar a la encañizada de Marchamalo, primer canal que atraviesa La Manga de forma perpendicular. La Manga, con más de 20 kms de largo, tiene escasos 200/500 metros de ancho de media. Es un claro ejemplo de como la especulación y el dinero lo puede todo. De cerrar por el este con su barra arenosa el Mar Menor durante millones de años en poco más de 60 años se han parido centenares de edificios y casas por doquier, a mayor gloria de Mr Peseta y de su hijo Mr Euro. Un día debió ser bonito, ahora es una carretera plagada de coches, con casas, edificios y hoteles amontonados. De todos los bares y chiringuitos abiertos volvimos a pararnos por tercer año consecutivo en el 24 Horas del km 40 de la ruta, el 3 de La Manga, donde nos volvimos a juntar todos. Un buen rato de almuerzo y empezaban los 16 kms hasta la Encañizada.
Fernando, el pescatero del grupo, sudmacedonio, compañero de todas las aventuras, incluso de las que termina, con su filosofía pesimista de lo corta que ve la vida. Nos enterrará a todos. Fue haciendo la goma pero al final hizo meta con todos. Da igual lo que le diga, por donde lo lleve, no se arredra. Todoterreno.
Km 40 a 56. Todo el recorrido de La Manga, hicimos un 2 x 1. Dos corriendo, uno andando. El sol ya pegaba con fuerza. El gemelo me castigaba. Mientras corría, trotaba, era llevadero, pero al terminar el km andando, me costaba ponerme en marcha otra vez. Primeros kms. Plaza Bohemia y el Zoco, la zona con mas turismo. Playa del Tabal. No sabía que era peor si el calor o el gemelo. Urbanización de Las Gaviotas. Eurovosa. Mucho tráfico. A medida que los edificios se van dispersando, mejora el paisaje. Puerto de Tomás Maestre con el puente del Estacio. A lo lejos lo vimos levantado pero, ¡¡canallas¡¡, lo bajaron cuando llegamos para evitar una buena parada. Algo disgregados, Pepe y Manolo se quedaron muy atrás. Tramo final, urbanización Veneziola. Tercera y última parada en una terraza de las Aldeas de Taray. Esperamos durante mucho rato hasta la reagrupación. Nos dio tiempo a beber y reponernos. Cuando tuve que ponerme de nuevo en movimiento, arrastraba la pierna.
Ricardo, Plasticman, el benjamín macedonio. Buen zagal donde los haya. Siempre dispuesto, siempre disponible. La vida le ha puesto trabas pero las afronta y las supera. Fiel compañero de aventuras. Corredor con suerte. Da igual que entrene más o menos, siempre está en forma. O casi. Iba cargado como si la ruta fuera a durar tres día. Otro inspector Gadget.
Km 56, llegaba el momento duatlón. Para pasar de una punta a otra de La Manga hay que atravesar los 300 metros de la Encañizada, con el agua a la cintura. En el punto más profundo, por el pecho. 10 señores mayores, algunos muy mayores, nos despojamos de la ropa, algunos de toda. Yo mas por comodidad que por pudor no me quité el pantalón. Dentro de bolsas de basura todo lo demás. 20 minutos para llegar al otro lado donde una pescadora de caña con un niño pequeño debió alucinar de vernos llegar como si fuéramos una pequeña tropa invasora...de 10 macedonios. Así poco terreno vamos a invadir. Nuevamente vestidos y secos, el último tramo. Cansados la mayoría, algunos eserres con ganas todavía de correr, hicimos los últimos cuatro kms. Error de principiante, no me volví a echar crema tras el tramo marítimo y en cuatro kms me abrasé.
Finito. La marca no fue ni importante ni significativa. Lo que si lo fue, fue lo que disfruté. No es solo una carrera, si no una ocasión para pasar un buen rato. Comida final. Gazpacho, berenjenas y arroz con leche. La III Vuelta al Mar Menor es historia. Ya esperando la cuarta edición para 2021. Os esperamos.
Fernando, el pescatero del grupo, sudmacedonio, compañero de todas las aventuras, incluso de las que termina, con su filosofía pesimista de lo corta que ve la vida. Nos enterrará a todos. Fue haciendo la goma pero al final hizo meta con todos. Da igual lo que le diga, por donde lo lleve, no se arredra. Todoterreno.
Km 40 a 56. Todo el recorrido de La Manga, hicimos un 2 x 1. Dos corriendo, uno andando. El sol ya pegaba con fuerza. El gemelo me castigaba. Mientras corría, trotaba, era llevadero, pero al terminar el km andando, me costaba ponerme en marcha otra vez. Primeros kms. Plaza Bohemia y el Zoco, la zona con mas turismo. Playa del Tabal. No sabía que era peor si el calor o el gemelo. Urbanización de Las Gaviotas. Eurovosa. Mucho tráfico. A medida que los edificios se van dispersando, mejora el paisaje. Puerto de Tomás Maestre con el puente del Estacio. A lo lejos lo vimos levantado pero, ¡¡canallas¡¡, lo bajaron cuando llegamos para evitar una buena parada. Algo disgregados, Pepe y Manolo se quedaron muy atrás. Tramo final, urbanización Veneziola. Tercera y última parada en una terraza de las Aldeas de Taray. Esperamos durante mucho rato hasta la reagrupación. Nos dio tiempo a beber y reponernos. Cuando tuve que ponerme de nuevo en movimiento, arrastraba la pierna.
Ricardo, Plasticman, el benjamín macedonio. Buen zagal donde los haya. Siempre dispuesto, siempre disponible. La vida le ha puesto trabas pero las afronta y las supera. Fiel compañero de aventuras. Corredor con suerte. Da igual que entrene más o menos, siempre está en forma. O casi. Iba cargado como si la ruta fuera a durar tres día. Otro inspector Gadget.
Km 56, llegaba el momento duatlón. Para pasar de una punta a otra de La Manga hay que atravesar los 300 metros de la Encañizada, con el agua a la cintura. En el punto más profundo, por el pecho. 10 señores mayores, algunos muy mayores, nos despojamos de la ropa, algunos de toda. Yo mas por comodidad que por pudor no me quité el pantalón. Dentro de bolsas de basura todo lo demás. 20 minutos para llegar al otro lado donde una pescadora de caña con un niño pequeño debió alucinar de vernos llegar como si fuéramos una pequeña tropa invasora...de 10 macedonios. Así poco terreno vamos a invadir. Nuevamente vestidos y secos, el último tramo. Cansados la mayoría, algunos eserres con ganas todavía de correr, hicimos los últimos cuatro kms. Error de principiante, no me volví a echar crema tras el tramo marítimo y en cuatro kms me abrasé.
Finito. La marca no fue ni importante ni significativa. Lo que si lo fue, fue lo que disfruté. No es solo una carrera, si no una ocasión para pasar un buen rato. Comida final. Gazpacho, berenjenas y arroz con leche. La III Vuelta al Mar Menor es historia. Ya esperando la cuarta edición para 2021. Os esperamos.
Legio Invicta Macedónica
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