16-19 Marzo 2019
Sábado, 16 de marzo. De nuevo en la carretera para añadir a nuestra lista uno de los lugares imprescindibles: Córdoba. Es bonito viajar al extranjero para conocer otras culturas, países, costumbres, vidas. Pero sin olvidar la cantidad de pequeños y grandes recodos hispánicos que no solo compiten y rivalizan con los mas afamados destinos internacionales si no que en más de una ocasión los superan ampliamente.
Sábado, 16 de marzo. De nuevo en la carretera para añadir a nuestra lista uno de los lugares imprescindibles: Córdoba. Es bonito viajar al extranjero para conocer otras culturas, países, costumbres, vidas. Pero sin olvidar la cantidad de pequeños y grandes recodos hispánicos que no solo compiten y rivalizan con los mas afamados destinos internacionales si no que en más de una ocasión los superan ampliamente.
Córdoba ya no es la gran ciudad de antaño pero atesora historia e historias como pocas ciudades. En este emplazamiento vivían íberos turdetanos en el segundo milenio antes de nuestra era. Fueron al parecer los fenicios llegados con posterioridad los que la llamaron "ciudad junto al río" o Qart-Iuba, aunque la etimología sigue sin confirmarse. Los nietos o bisnietos de estos fenicios, los cartagineses, se desplazaron al este hasta la costa del mediterráneo y allí fundaron otro asentamiento nuevo, que así lo llamaron, "ciudad nueva" o Qart-Hadast, que al pasar de los siglos se convirtió en la actual Cartagena.
A primera hora del sábado, rumbo hacia la milenaria Córdoba. Algo menos de 500 kms y unas cinco horas de autovía. A mi lado, mi medio pomelo, Inmaculada. Detrás mi pequeña, Julia, y una tristeza, mi hija mayor Marta no se vino. Ya fuera por que tenía que estudiar, ya fuera por que ya no le apetece venirse con nosotros, fue una pena que no pude borrar durante todo el viaje. Es ley de vida, los hijos llega un momento que quieren volar solos, sin la mirada escrutadora de sus padres. Parece que fue ayer cuando la adormecía en mis brazos por el pasillo de casa canturreándole negras tormentas. Ya tiene 18 años. No solo casi no nos necesita si no que busca su propio camino. Sic transit gloria mundi. Como cicerones del viaje, los habituales de los últimos años, Mercedes y Diego (que ya conocían Córdoba) junto con sus hijas Emma y Paula. Los siete magníficos.
Viaje tranquilo, con parada obligada. Descanso y almuerzo. Llegamos a Córdoba entorno a mediodía. Como cada familia hizo su reserva nos separamos para dejar las maletas. Ellos a un hotel a las afueras, nosotros a un apartamento de alquiler en el centro histórico. Nos recibió Susana, la encargada de gestionar los apartamentos, cordobesa a más no poder. Situado en la calle de la Concepción, a escasos cinco minutos andando de la céntrica plaza de las Tendillas, era muy pequeño. Ubicación única a 10 minutos de todas partes en el casco histórico. Limpio, coqueto, con falta de lamparas bajas y una cama que chirriaba, perfecto para disfrutar de los tres días.
Tras situarnos, partimos sin mucha demora. Cada vez que llegamos a una ciudad tengo la impresión de que me voy a perder, que no voy a ser capaz de moverme, para descubrir siempre a posteriori que da igual lo grande o pequeña que sea una ciudad, siempre es lo mismo. Centrarse. Buscar puntos de referencia. Un buen callejero y con las nuevas tecnologías, gps y es imposible perderse.
Caminando, la primera de las multitudinarias iglesias cordobesas, San Nicolás de la Villa. No entramos si no al día siguiente y por un brevísimo lapso de tiempo dado que estaban en mitad de misa. No soy religioso pero sí creo ser muy respetuoso con las ideas y creencias de los demás. Cosa que a la inversa, en más de un caso, no he visto correspondido. He oído las quejas de personas religiosas sobre la presunta coacción a sus creencias y celebraciones, que debemos respetar como algo histórico y cultural. La vida me ha enseñado a respetar todas y cada una de las ideas ajenas, incluso las que me parecen un disparate. He tenido que soportar en más de una ocasión burlas y críticas por mi forma de pensar. Por mucho que nos la demos de sociedad avanzada sigue habiendo mucha falta de respeto. Y eso se aprende en casa.
Llegamos a la Plaza de las Tendillas, con su estatua bicolor del Gran Capitán (caballo y cuerpo negro, peculiar cabeza blanca). Estupendo el centro histórico era peatonal. Seguro que a los residentes no les hará tanta gracia pero las ciudades deben ser para los peatones. El problema es que los que deciden peatonizar no ponen un sistema de transporte urbano adecuado, castigándonos con carísimos aparcamientos públicos o carriles bici sin sentido.
Tras varias vueltas por los aledaños de la plaza, nos sentamos a comer en el Gran Bar. Típico cordobés son el salmorejo, el rabo de toro, la carrillada o los flamenquines. No muy amigo de los platos de carne, sin llegar a ser vegetariano, probé el salmorejo. Para chuparse los dedos. Seguimos con unas patatas a la brava, croquetas de cocido e incluso pedimos un flamenquín que se quedó en la lista de la compra. Estuvimos esperándolo 15 minutos sin noticias. Un servicio que había sido estupendo quedó empañado por un final inadecuado.
Paseando por la calle Claudio Marcelo llegamos a los restos del templo romano aunque él ya era sombras y cenizas cuando empezaron a construir el tempo en el siglo I de nuestra era, 200 años después de su muerte. Del templo quedan once columnas y el basamento. Afinando mucho podemos oír a los actores romanos declamando a Homero u Ovidio. ¡¡Chisst¡¡¡, escucha. Plaza de la Corredera, amplia, muy al estilo de las plazas castellanas. Nos sentamos al café, bueno, sentarme fue después. Los dejé y empecé a recorrer la plaza para no dejar una esquinar sin cotillear.
El resto de la tarde la pasamos recorriendo sin mucho rumbo la ruta que denominan de las iglesias fernandinas, mandadas construir por Fernando III llamado el Santo, tras su conquista en 1236. Iglesias dispares, en calle anticuadas. Digo anticuadas por que muchas calles del casco histórico de Córdoba mas que antiguas parecen calles de mediados el siglo XX que no han evolucionado ni avanzado, un pueblo insertado en una ciudad histórica. Esta amalgama te hace deambular por calles insulsas para acabar desembocando, por ejemplo, en la Palacio de los Marqueses de Viana, sin decidirnos en ese momento a visitar sus 17 patios interiores.
De sopetón, en una plaza, nos encontramos con una estatua del torero Manolete. Poco más allá, otra. Nada taurino. Más al contrario, me parece una aberración la mal llamada fiesta nacional pero no dejé de contemplar al mito. ¡¡Manolete, si no sabes, por que te metes¡¡. Somos la peor de las especies del planeta. Tras adquirir conciencia propia hace nada (se supone que tomando el plazo de un año, el homo sapiens habría hecho aparición en los últimos minutos de un 31 de diciembre). Desde que hace unos 70.000 años nos hemos puesto a la cabeza del planeta convertidos en auténticos animales. Ninguna otra especie mata animales por el mero placer de hacerlo, por espectáculo. Considerar la tauromaquia como un arte es un enorme insulto para el Arte. Es un asesinato con alevosía y a veces nocturnidad. No contentos con ello, criamos en condiciones aberrantes a millones de animales para luego sacrificarlos. Encerramos a vacas en cubículos donde casi no se pueden mover para que su carne esté tierna. A los cerdos los cebamos para que engorden rápido. Encadenamos a las gallinas para que produzcan huevos por docenas. Millones de años atrás vivían libres. Disfrutaban de su vida. Ahora los esclavizamos, los hacemos sufrir y no me vale eso de que les criamos para eso. Ningún otro animal carnívoro trata a otro de forma tan degradante como lo hace el ser ¿humano? con el resto de especies. ¿Quién es realmente un animal?.
Al borde del casco antiguo la Torre de la Malmuerta, cuyo nombre evocaba alguna truculenta historia. Parece ser que https://espanafascinante.com/leyenda-de-espana/leyendas-de-andalucia/la-malmuerta-leyenda-de-la-torre-cordoba/.
Algo cansados de la procesión nos sentamos en los jardines de la Merced. Mientras los demás hacían parada y fonda me acerqué a ver la fachada del Palacio de la Merced, hoy sede de la Diputación Provincial, que ha sido restaurada recientemente.
Tras el breve descanso nos dirigimos a la Plaza de los Capuchinos, donde está el famoso Cristo de los Faroles, apagados por ser de día. Al fondo la iglesia del Santo Angel, me topé con una puertecilla en la cual tenía que pagar. Tras dos mil años de mangoneos varios, de cesión de la gestión de casi todas los iglesias, conventos y demás monumentos religiosos a Patrimonio Nacional para su mantenimiento me parece aberrante tener que pagar por entrar a ver una iglesia. La Iglesia, como institución, recibe anualmente muchos miles de millones del erario público para su mantenimiento. Y no sé por qué. Es una organización privada y con fondos privados debería mantenerse. Pero es que es más, Patrimonio Nacional se encarga del mantenimiento de la mayoría de estas construcciones. Nuestros impuestos. La propiedad nominal es de la Iglesia, la cual está exenta del IBI y el resto de españoles no podemos ni pensar en no pagarlo so pena de multa o embargo. Así que tienen un millonario talón anual para su mantenimiento, los impuestos mantienen su patrimonio, no pagan impuestos por su patrimonio, pero si yo quiero verlo ¿tengo que pagar, para que ellos se enriquezcan más?. Dos mil años de mangoneos y parece que esto no tiene fin. Demasiados votos en juego me supongo.
Anocheciendo, bajamos por la Avda del Gran Capitán. A mitad de la misma está la iglesia de San Hipólito en cuyo interior están enterrados los reyes castellanos Alfonso XI el Justiciero y Fernando IV. Fui solo para ver las tumbas reales y acabé entrando por la plaza de San Ignacio de Loyola, santo patrón. Cansados por el día tan largo, de regreso hacia la Plaza de las Tendillas, nos retiramos a descansar. Compramos algo de cena y bebida. Nos la subimos al apartamento y mas pronto que tarde, muertos de cansancio, nos dejamos acunar en los brazos Morfeo.
Domingo, 17 de marzo. Seis y media de la mañana suena el despertador para cumplir con mi tradición de salir a correr por cada ciudad que visitamos. Seis años atrás, exactamente, hacía lo mismo para correr la maratón de Roma. Hoy menos ambicioso, con la idea de rodear todo el casco antiguo cordobés.
Mas fresco de lo esperado para la manga corta, móvil para hacer fotos y un plano para no perderme. Empecé a trotar. 10 kms en los que empleé hora y media, con muchas paradas. Jardines del Paseo de Victoria en cuyo interior hay unos mausoleos romanos del siglo I de nuestra era. Los jardines más modernos de la Avda de América, hasta llegar a la iglesia de San Cayetano. Alcancé los restos de la muralla de Marrubial construida entre los siglos XI y XII por lo almorávides. Donde otros solo ven piedras, yo escucho el entrechocar del alfanjes y espadas, suspiros de doncellas, gritos de soldados, olfateo los asados y las brasas del fuego. Es cierto, te tiene que nacer, la Historia o te atrapa o te cuesta.
Desde la calle de María Auxiliadora, la iglesia de San Lorenzo, cerrada en ese momento, pero uno de los templos mas impresionantes de la ciudad. Iba en busca de la huella visigoda, pero como siempre, poco o nada queda en la península de ellos. Pueblo guerrero, de origen germano-escandinavo. Pese a permanecer en la península tres siglos, dejaron algunas historias pero en Córdoba en concreto poco o nada. Tras ser desplazada por Híspalis (Sevilla) como capital de la provincia, hasta la llegada de los árabes, la ciudad cayó en una época oscura, poco conocida y menos recordada.
Buscando el Guadalquivir, el Molino de Martos, situado justo en la punta del meandro. Amaneciendo el verdoso cauce del río con una postal sin igual, la Córdoba árabe con la Mezquita al fondo. Trotando por la ribera, muchos corredores y paseantes hasta alcanzar el puente de Miraflores que crucé para ver el panorama. Acercándome al puente romano la gran Mezquita, impresionante, somnolienta por el efecto de los años, te llama cálida, te embruja, te seduce. Espera. Antes toca rendir pleitesía al puente romano, que de romano ya queda poco. Algún pilar y poco más. Sí el aura, el pisoteo de las cáligas de las legiones que lo cruzaron, el batido metálico de las gladios, el traqueteo de los carros que portaban el bagaje. A sus pies la torre de Calahorra. Estaban montando el arco de salida de una carrera popular. ¿Voy o no voy?. No di lugar a la duda. Crucé raudo el puente para contemplar, para arrodillarme a los pies de la Mezquita. Un exterior achacoso, necesitado de una restauración....o no. Siglos en sus piedras quizás no deben ser maquillados. No me paré, no fuera que los cantos de sirenas ¡¡entra, entra¡¡ me hicieran perderme en sus recodos. Me perdí por los callejones y callejuelas del barrio árabe, literalmente, hasta dar con la fotogénica calle de las Flores. Rápidas fotos. Esprinté camino del apartamento para tras ducha y desayuno rápido salir los tres hacia la Mezquita donde nos reagrupamos nuevamente.
¿La Mezquita?. ¡Que decir¡. Ya desde el patio de los naranjos empieza un viaje milenario. En tiempos de inmediatez del entretenimiento virtual, interné, llutú, instragrá o el caralibro, pasear por la historia con hache mayúscula enriquece y nos debe hacer recordar que la vida es un milagro, un momento en la eternidad que vale la pena disfrutar por que de igual que los grandes califas de la gran Córdoba, faro de las tres culturas, son ya sombras desdibujadas, nosotros pasaremos. Disfruta hoy, que mañana quien sabe.
Entramos. Por muchas fotos o documentales que se hayan podido ver, nada te prepara para la magnificencia de la Mezquita. Lugar sacro donde ya hubo una iglesia visigoda. Poco después de la invasión árabe del siglo VIII comenzó la construcción de una mezquita que tras varios siglos llegó a su esplendor en los siglos X-XI. Ni más ni menos que 13 siglos. No lo cuento, os dejo enlace https://espanafascinante.com/leyenda-de-espana/leyendas-de-andalucia/la-malmuerta-leyenda-de-la-torre-cordoba/.
Sin rumbo. Fotos a tutiplén. A las columnas. A las bóvedas. A las vidrieras. Al mihrab. En un monumento tan grande no dejaron espacio para el aburrimiento. Pequeños detalles. Decorados llamativos. Nos dimos de bruces con el implante de la catedral católica. No digo que no fuera espectacular, pero me quedó una sensación de invasión, de imposición, de abuso o de postizo.
Tras un par de horas de regreso al pasado, camino del Alcázar de los Reyes Cristianos, previo saludo a la estatua del Arcángel Rafael, ubicuo en toda la ciudad hasta el agotamiento. Cola de media hora, felizmente sin mucho calor. Dentro del Alcázar, mucha gente, tanto sube y baja de escaleras a la caza de fotos en las torres agota. Los jardines, grandiosos, aunque algo resecos. Bonitos, pero suenan a repetidos. Desde lo alto vemos las caballerizas, mucha arena. Los juegos acuáticos son el hermano pequeño de los de la Alhambra. Mala copia cristiana del lujo árabe.
Hora de comer. Teníamos una reserva en el restaurante El Churrasco, en la Judería. Aunque hubo un pequeño malentendido con la reserva acabamos los siete en el invernadero, la última sala, que hizo honor a su hombre. ¡Que calor¡. No dejamos pasar la ocasión de probar la comida típica cordobesa todo ello de la mano de un camarero sin doblaje al cual no entendí la mitad de lo que nos dijo. A pocos metros, estaba Casa Pepe, de los mejores restaurantes de la zona, con una terraza con vistas a la torre de la Mezquita. No tuvimos oportunidad de catarlo.
Por la tarde teníamos contratado un guía (ese palabro horroroso de fritur( free tour)). El nuestro, de nombre Jaime, era un estudiante (o licenciado de Traducción e Interpretación, no me acuerdo) con mucha maña para el asunto. Nos condujo por un ameno paseo de dos horas por la ciudad de las tres culturas. Primer paso, la Judería. Calles abigarradas, con grandes portalones, recodos imposibles y la estatua de sabio Maimónides https://www.biografiasyvidas.com/biografia/m/maimonides.htm, judío, maestro de taitantas ciencias en el siglo XII que tuvo que huir de la ciudad. De todo lo que contó, lo mejor fue la anécdota de la frase seguir en sus trece. Parece ser que Maimónides dictó trece normas de obligado cumplimiento para los judíos. Tras la caída de Córdoba en manos cristianas muchos judíos se vieron en la diatriba de irse de la ciudad o quedarse convirtiéndose al cristianismo. La mayoría, por no tener donde ir o no querer irse, se convirtieron pero de forma oculta seguían los trece preceptos de Maimónides, "seguían en sus trece".
Nuevo sabio cordobés. De pie ante la estatua de Averroes, árabe, que fue el maestro de Maimónides. Primer liberal en el siglo XII. A decir del guía, Averroes fue un feminista convencido, defensor de los derechos de las mujeres. Una pena que diez siglos después sigan existiendo millones de trogloditas que se crean superiores a las mujeres por el mero hecho de ser hombres.
https://www.biografiasyvidas.com/biografia/a/averroes.htm
La puerta de Almodóvar, única de la muralla que se mantiene en pie. El guía obvió a otro cordobés ilustre y eso que tenía una estatua bien visible. Séneca, hispano ilustre, pasó a la historia por su filosofía y por ser el preceptor de un tal Nerón https://www.biografiasyvidas.com/biografia/s/seneca.htm que posteriormente, por su gran complejo de inferioridad, le instigó al suicidio, olvidando que junto con Agripina le había aupado a la cabeza del Imperio Romano.
Llegamos por segunda vez en el mismo día al Alcázar de los Reyes Cristianos. Nueva anécdota. Estando la católica Isabel en entre sus paredes para controlar los territorios del sur de la naciente nación española mientras su veleidoso marido Fernando no era tan católico por tierras catalanas, diariamente la cordobesas la llamaban al pie de la murallas. Algo harta del follón diario, una mañana la pestilente Isabel (que tenía aversión al jabón) salió a saludar y en venganza dictó al leguleyo de turno la Ley de la Holgazanas. Viendo la reina tantas mujeres desocupadas dictó que aquellas mujeres que no ayudaran a sus maridos en sus trabajos no tendrían derecho a heredar. Y la ley estuvo en vigor casi 400 años.
Parada final ante la Mezquita, arcángel Rafael mediante. Adiós al guía nos dirigimos al puente romano, invadido no tan solo de gente si no también montones de mosquitos que nos acompañaron en el paseo de ida y vuelta.
Agotados, nos sentamos en un banco. Paseamos despacio hasta dar con el bar Santos donde hacen la tortilla de patatas mas famosa de Córdoba que te dan en un plato de plástico para comer sentados en el basamento de la Mezquita. Soy un gran comedor de tortilla y ésta tuvo más fama que sabor. Masa de patata sin cebolla, salada y poco huevo. Las he probado mucho mejores. Poco a poco, de vuelta al apartamento y a dormir.
Lunes 18 de marzo. Parece increíble en una ciudad tan visitada, pero los lunes todos los monumentos están cerrados, así que hoy paseo. El cansancio de tanto caminar empieza a pasar factura. Quedamos en la puerta de Almodóvar para desayunar todos juntos. Miramos el plano y recorrimos lentamente la Judería. A solas con Maimónides nos tiramos una nueva ristra de fotos. De ahí, al barrio de San Basilio, a ver patios cordobeses https://www.artencordoba.com/patios/historia-patio-cordobes-origen-evolucion.html, famosos en el mundo entero. El origen no es andaluz, no, si no las lejanas culturas orientales que paliaban el calor con altos patios cubiertos de arboles trepadores que les daban sombra. Los cordobeses añadieron las macetas. Los patios son patrimonio inmaterial. Eran el lugar que compartían las familias. Vivían los patios. Vivían en los patios. Contaba el guía que una vez en un patio a un vecino se le desconchó la pared. A falta de dinero para la reparación decidió poner una maceta. Sus vecinos, algo envidiosillos, pusieron las suyas para imitarlo. Ya tenemos el patio. Pero había que regar las crecientes macetas, las cuales goteaban. Para evitar un barrizal, decidieron empedrar el suelo para que el agua corriera en leve pendiente hacia el desagüe. El toque final, el color azul, que repele a los mosquitos que lo confunden con el agua del cual huyen.
No siendo mayo, la gran fiesta de los patios, vimos dos gratuitos en el barrio de San Basilio. Venga, vale, que no están mal pero personalmente creo que visto uno vistos todos. Quizás insensible, a lo mejor mezquino pero no me llamaron la atención. Algunos paseos de ida y vuelta para acabar almorzando otra vez en el bar Santos, otra ración de tortilla descebollada, salada y sin casi huevo.
Callejeamos hasta la calle de las Flores, petada de gente, no cabía un alfiler. Es lo que tiene internet, que cuenta siempre lo mismo a todos. El callejón de poco más de un metro de ancho. No había como hacerse una foto hasta que mi medio pomelo, con su gracia habitual, ¡¡¡plis plis plis¡¡¡ se hizo sitio para foto familiar. Siguiente objetivo el centro de interpretación de los patios, al otro lado del casco antiguo. Paseo bajo el sol que calentaba algo más de lo deseado. Muchas fotos y semillas de geranios que mi pomelita, Julia, mima y cuida en el balcón de nuestra casa esperando ver nacer las flores.
Comimos por segunda vez en el Gran Bar, en la plaza de las Tendillas y otra vez fallaron al final. Tras un buen servicio, el último plato se lo dejaron olvidado, teniendo en ayunas a mi niña Julia.
Por la tarde, excursión a Almodóvar del Río para ver su castillo. 22 kms de carretera con semáforos, cruces y mucho tráfico. Surgía en lontananza vigía vigilante del típico pueblo blanco andaluz. Castillo en perfecto estado pero, ¡¡horror¡¡, lleno de fotos de escenas de Juego de Tronos. ¿Qué fue antes la Historia o Juego de Tronos?. ¿Tan poco valoramos nuestra historia que debemos acudir a una serie televisiva para magnificar nuestro patrimonio?. Últimamente Juego de Tronos me sigue de viaje. Harto. En todo caso el castillo era espectacular, en perfecto estado. Torres, almenas, pasillos, mazmorra...hasta que al final descubrí el porqué. Fue comprado por un ricachón a comienzos al siglo XX que gastó un millón de pesetas de entonces (un pastizal de ahora) en rehabilitarlo de las ruinas que compró. ¡¡¡Acabáramos¡¡¡. Si, es muy bonito, impresiona, pero lo único auténtico son los cimientos. No me pondré follonero pero quien sabe como era realmente originariamente.
Cenamos solos los tres en la Taberna Montillana, al lado de la iglesia de San Miguel, local torero, bien atendido, con unas ricas berenjenas. El Pisto, en la calle de enfrente, también se quedará para otra ocasión. De regreso, caímos redondos a dormir.
Martes, 19 de marzo. Ultima mañana, quería salir a correr, pero la alergia no me dejó descansar. Doble plan. Ellas no quisieron dejar pasar la ocasión de ver los 17 patios del Palacio de Viana. Una vez reencontrados, pues les gustó, pero decían que les faltaban flores, gracia, vida. Yo bajé a ver la Sinagoga, del siglo XIV. Visto y no visto. Cuatro paredes esculpidas y poco más. Algo decepcionante. De vuelta me dirigí a fotografiar los mausoleos romanos y conocer la Avda de los Tejares, avenida comercial, con el cortingles de turno y bancos a cascoporro. Así paseando aproveché para llamar a felicitar a mi padre por partida doble, por José y por padre. Y tras colgar, me llamó Diego. Nos reunimos, nos sentamos en un banco de la plaza de las Tendillas de cháchara a la espera de que nos comunicaran el final de la visita al Palacio de Viana. Como no daban señales de vida, empezamos a pasear para recogerlas.
Reagrupamiento general. Recogimos las maletas e iniciamos el camino de vuelta. Otras cinco horas con parada a comer en Diezma donde cometimos el error de pedir salmorejo que debían llamarse salpachejo, un coctel a mitad de camino entre el salmorejo y el gazpacho. Un quiero y no puedo.
En casa. Viajar, esa maravillosa experiencia. Feliz. Feliz por un viaje con auténticos amigos con los que compartir kilómetros, fotos (¡¡¡miles y miles M¡¡¡) y buenos momentos. Feliz de hacer que Julia viaje y vea otras personas, otras formas de ver la vida. Y muy feliz de compartir mi tiempo con Inmaculada. Cada minuto a su lado hace que la vida tenga sentido.
Final. Se acabó Córdoba. A preparar el siguiente viaje.
¿La Mezquita?. ¡Que decir¡. Ya desde el patio de los naranjos empieza un viaje milenario. En tiempos de inmediatez del entretenimiento virtual, interné, llutú, instragrá o el caralibro, pasear por la historia con hache mayúscula enriquece y nos debe hacer recordar que la vida es un milagro, un momento en la eternidad que vale la pena disfrutar por que de igual que los grandes califas de la gran Córdoba, faro de las tres culturas, son ya sombras desdibujadas, nosotros pasaremos. Disfruta hoy, que mañana quien sabe.
Entramos. Por muchas fotos o documentales que se hayan podido ver, nada te prepara para la magnificencia de la Mezquita. Lugar sacro donde ya hubo una iglesia visigoda. Poco después de la invasión árabe del siglo VIII comenzó la construcción de una mezquita que tras varios siglos llegó a su esplendor en los siglos X-XI. Ni más ni menos que 13 siglos. No lo cuento, os dejo enlace https://espanafascinante.com/leyenda-de-espana/leyendas-de-andalucia/la-malmuerta-leyenda-de-la-torre-cordoba/.
Sin rumbo. Fotos a tutiplén. A las columnas. A las bóvedas. A las vidrieras. Al mihrab. En un monumento tan grande no dejaron espacio para el aburrimiento. Pequeños detalles. Decorados llamativos. Nos dimos de bruces con el implante de la catedral católica. No digo que no fuera espectacular, pero me quedó una sensación de invasión, de imposición, de abuso o de postizo.
Tras un par de horas de regreso al pasado, camino del Alcázar de los Reyes Cristianos, previo saludo a la estatua del Arcángel Rafael, ubicuo en toda la ciudad hasta el agotamiento. Cola de media hora, felizmente sin mucho calor. Dentro del Alcázar, mucha gente, tanto sube y baja de escaleras a la caza de fotos en las torres agota. Los jardines, grandiosos, aunque algo resecos. Bonitos, pero suenan a repetidos. Desde lo alto vemos las caballerizas, mucha arena. Los juegos acuáticos son el hermano pequeño de los de la Alhambra. Mala copia cristiana del lujo árabe.
Hora de comer. Teníamos una reserva en el restaurante El Churrasco, en la Judería. Aunque hubo un pequeño malentendido con la reserva acabamos los siete en el invernadero, la última sala, que hizo honor a su hombre. ¡Que calor¡. No dejamos pasar la ocasión de probar la comida típica cordobesa todo ello de la mano de un camarero sin doblaje al cual no entendí la mitad de lo que nos dijo. A pocos metros, estaba Casa Pepe, de los mejores restaurantes de la zona, con una terraza con vistas a la torre de la Mezquita. No tuvimos oportunidad de catarlo.
Por la tarde teníamos contratado un guía (ese palabro horroroso de fritur( free tour)). El nuestro, de nombre Jaime, era un estudiante (o licenciado de Traducción e Interpretación, no me acuerdo) con mucha maña para el asunto. Nos condujo por un ameno paseo de dos horas por la ciudad de las tres culturas. Primer paso, la Judería. Calles abigarradas, con grandes portalones, recodos imposibles y la estatua de sabio Maimónides https://www.biografiasyvidas.com/biografia/m/maimonides.htm, judío, maestro de taitantas ciencias en el siglo XII que tuvo que huir de la ciudad. De todo lo que contó, lo mejor fue la anécdota de la frase seguir en sus trece. Parece ser que Maimónides dictó trece normas de obligado cumplimiento para los judíos. Tras la caída de Córdoba en manos cristianas muchos judíos se vieron en la diatriba de irse de la ciudad o quedarse convirtiéndose al cristianismo. La mayoría, por no tener donde ir o no querer irse, se convirtieron pero de forma oculta seguían los trece preceptos de Maimónides, "seguían en sus trece".
Nuevo sabio cordobés. De pie ante la estatua de Averroes, árabe, que fue el maestro de Maimónides. Primer liberal en el siglo XII. A decir del guía, Averroes fue un feminista convencido, defensor de los derechos de las mujeres. Una pena que diez siglos después sigan existiendo millones de trogloditas que se crean superiores a las mujeres por el mero hecho de ser hombres.
https://www.biografiasyvidas.com/biografia/a/averroes.htm
La puerta de Almodóvar, única de la muralla que se mantiene en pie. El guía obvió a otro cordobés ilustre y eso que tenía una estatua bien visible. Séneca, hispano ilustre, pasó a la historia por su filosofía y por ser el preceptor de un tal Nerón https://www.biografiasyvidas.com/biografia/s/seneca.htm que posteriormente, por su gran complejo de inferioridad, le instigó al suicidio, olvidando que junto con Agripina le había aupado a la cabeza del Imperio Romano.
Llegamos por segunda vez en el mismo día al Alcázar de los Reyes Cristianos. Nueva anécdota. Estando la católica Isabel en entre sus paredes para controlar los territorios del sur de la naciente nación española mientras su veleidoso marido Fernando no era tan católico por tierras catalanas, diariamente la cordobesas la llamaban al pie de la murallas. Algo harta del follón diario, una mañana la pestilente Isabel (que tenía aversión al jabón) salió a saludar y en venganza dictó al leguleyo de turno la Ley de la Holgazanas. Viendo la reina tantas mujeres desocupadas dictó que aquellas mujeres que no ayudaran a sus maridos en sus trabajos no tendrían derecho a heredar. Y la ley estuvo en vigor casi 400 años.
Parada final ante la Mezquita, arcángel Rafael mediante. Adiós al guía nos dirigimos al puente romano, invadido no tan solo de gente si no también montones de mosquitos que nos acompañaron en el paseo de ida y vuelta.
Agotados, nos sentamos en un banco. Paseamos despacio hasta dar con el bar Santos donde hacen la tortilla de patatas mas famosa de Córdoba que te dan en un plato de plástico para comer sentados en el basamento de la Mezquita. Soy un gran comedor de tortilla y ésta tuvo más fama que sabor. Masa de patata sin cebolla, salada y poco huevo. Las he probado mucho mejores. Poco a poco, de vuelta al apartamento y a dormir.
Lunes 18 de marzo. Parece increíble en una ciudad tan visitada, pero los lunes todos los monumentos están cerrados, así que hoy paseo. El cansancio de tanto caminar empieza a pasar factura. Quedamos en la puerta de Almodóvar para desayunar todos juntos. Miramos el plano y recorrimos lentamente la Judería. A solas con Maimónides nos tiramos una nueva ristra de fotos. De ahí, al barrio de San Basilio, a ver patios cordobeses https://www.artencordoba.com/patios/historia-patio-cordobes-origen-evolucion.html, famosos en el mundo entero. El origen no es andaluz, no, si no las lejanas culturas orientales que paliaban el calor con altos patios cubiertos de arboles trepadores que les daban sombra. Los cordobeses añadieron las macetas. Los patios son patrimonio inmaterial. Eran el lugar que compartían las familias. Vivían los patios. Vivían en los patios. Contaba el guía que una vez en un patio a un vecino se le desconchó la pared. A falta de dinero para la reparación decidió poner una maceta. Sus vecinos, algo envidiosillos, pusieron las suyas para imitarlo. Ya tenemos el patio. Pero había que regar las crecientes macetas, las cuales goteaban. Para evitar un barrizal, decidieron empedrar el suelo para que el agua corriera en leve pendiente hacia el desagüe. El toque final, el color azul, que repele a los mosquitos que lo confunden con el agua del cual huyen.
No siendo mayo, la gran fiesta de los patios, vimos dos gratuitos en el barrio de San Basilio. Venga, vale, que no están mal pero personalmente creo que visto uno vistos todos. Quizás insensible, a lo mejor mezquino pero no me llamaron la atención. Algunos paseos de ida y vuelta para acabar almorzando otra vez en el bar Santos, otra ración de tortilla descebollada, salada y sin casi huevo.
Callejeamos hasta la calle de las Flores, petada de gente, no cabía un alfiler. Es lo que tiene internet, que cuenta siempre lo mismo a todos. El callejón de poco más de un metro de ancho. No había como hacerse una foto hasta que mi medio pomelo, con su gracia habitual, ¡¡¡plis plis plis¡¡¡ se hizo sitio para foto familiar. Siguiente objetivo el centro de interpretación de los patios, al otro lado del casco antiguo. Paseo bajo el sol que calentaba algo más de lo deseado. Muchas fotos y semillas de geranios que mi pomelita, Julia, mima y cuida en el balcón de nuestra casa esperando ver nacer las flores.
Comimos por segunda vez en el Gran Bar, en la plaza de las Tendillas y otra vez fallaron al final. Tras un buen servicio, el último plato se lo dejaron olvidado, teniendo en ayunas a mi niña Julia.
Por la tarde, excursión a Almodóvar del Río para ver su castillo. 22 kms de carretera con semáforos, cruces y mucho tráfico. Surgía en lontananza vigía vigilante del típico pueblo blanco andaluz. Castillo en perfecto estado pero, ¡¡horror¡¡, lleno de fotos de escenas de Juego de Tronos. ¿Qué fue antes la Historia o Juego de Tronos?. ¿Tan poco valoramos nuestra historia que debemos acudir a una serie televisiva para magnificar nuestro patrimonio?. Últimamente Juego de Tronos me sigue de viaje. Harto. En todo caso el castillo era espectacular, en perfecto estado. Torres, almenas, pasillos, mazmorra...hasta que al final descubrí el porqué. Fue comprado por un ricachón a comienzos al siglo XX que gastó un millón de pesetas de entonces (un pastizal de ahora) en rehabilitarlo de las ruinas que compró. ¡¡¡Acabáramos¡¡¡. Si, es muy bonito, impresiona, pero lo único auténtico son los cimientos. No me pondré follonero pero quien sabe como era realmente originariamente.
Cenamos solos los tres en la Taberna Montillana, al lado de la iglesia de San Miguel, local torero, bien atendido, con unas ricas berenjenas. El Pisto, en la calle de enfrente, también se quedará para otra ocasión. De regreso, caímos redondos a dormir.
Martes, 19 de marzo. Ultima mañana, quería salir a correr, pero la alergia no me dejó descansar. Doble plan. Ellas no quisieron dejar pasar la ocasión de ver los 17 patios del Palacio de Viana. Una vez reencontrados, pues les gustó, pero decían que les faltaban flores, gracia, vida. Yo bajé a ver la Sinagoga, del siglo XIV. Visto y no visto. Cuatro paredes esculpidas y poco más. Algo decepcionante. De vuelta me dirigí a fotografiar los mausoleos romanos y conocer la Avda de los Tejares, avenida comercial, con el cortingles de turno y bancos a cascoporro. Así paseando aproveché para llamar a felicitar a mi padre por partida doble, por José y por padre. Y tras colgar, me llamó Diego. Nos reunimos, nos sentamos en un banco de la plaza de las Tendillas de cháchara a la espera de que nos comunicaran el final de la visita al Palacio de Viana. Como no daban señales de vida, empezamos a pasear para recogerlas.
Reagrupamiento general. Recogimos las maletas e iniciamos el camino de vuelta. Otras cinco horas con parada a comer en Diezma donde cometimos el error de pedir salmorejo que debían llamarse salpachejo, un coctel a mitad de camino entre el salmorejo y el gazpacho. Un quiero y no puedo.
En casa. Viajar, esa maravillosa experiencia. Feliz. Feliz por un viaje con auténticos amigos con los que compartir kilómetros, fotos (¡¡¡miles y miles M¡¡¡) y buenos momentos. Feliz de hacer que Julia viaje y vea otras personas, otras formas de ver la vida. Y muy feliz de compartir mi tiempo con Inmaculada. Cada minuto a su lado hace que la vida tenga sentido.
Final. Se acabó Córdoba. A preparar el siguiente viaje.
ROMA VICTRIX ¡¡¡
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