Deshojando la margarita. 2019 es el año de borrar de la lista de pendientes varias carreras, la primera de ellas, Yecla y su Trail Monastrell de 58 kms que finalmente fueron 59,3. No dejé nada a la improvisación, desde mediados de diciembre empecé a prepararla. En enero más de 200 kms, casi todos por montaña, entre ellos la participación en el Trail Sierra de Orihuela de 23 kms. A comienzos de febrero, prueba en el Pico del Buitre de Moratalla y sus 32 kms. Todo preparado.
¿¿¿Perdonaaaaa??? ¿¿¿Preparadoooo????
Semana previa que hice los deberes, digamos, regular. Comí lo que debía pero en cantidad insuficiente. Me faltaron hidratos de carbono. La noche anterior a la carrera zumo y una tostada mientras veía un clásico en la televisión, Historias de Filadelfia, que quizás ahora parece una historieta de medio pelo, pero con mucho menos presupuesto y grandes actores, el guión le da mil vueltas a todas esas macroproducciones actuales que se lo dejan todo en explosiones y efectos especiales exagerados.
8:00, salida desde el Coto Salinas a las afueras de Yecla, al pie de la Sierra de Salinas, con la mejor compañía posible....¡¡ah, sí¡¡, y con mis hermanos macedonios Ricardo y Fernando. Habiendo salido de casa a las 5:00 de la mañana me confié pensando que algo tendrían de desayuno. Nada mas lejano de la realidad. Un vaso de leche que me dieron y cuatro galletas que llevaba. Mala pinta tenía el caniche.
En línea de salida, se supone que 150 corredores. Si fueron 125 muchos me parecieron. Coincidimos con un grande, Antonio de los Reyes. Pistoletazo de salida. Todo en su sitio. Como siempre cumplimos con la costumbre de salir los últimos. Primeros kms de calentamiento, mucha cháchara, con imágenes grabadas a vista de dron que espero poder ver. Para verme será fácil, con mirar al final me encuentro enseguida.
Los primeros 10 kms eran muy corribles quizás demasiado. Muy peligroso cebarse por que el desnivel positivo era de 2.500. Gastarse al principio te condena al final. Pistas polvorientas en las que de forma inmediata se abren espacios entre los que corren mucho, los que corren menos y los macedonios. Primera hora muy divertida pese a la ristra de chistes malos que nos contamos mutuamente incluso alguno mío de tiempos añejos, que sigo sacando de vez en cuando para desesperación de Ricardo y Fernando.
Si, lo sé, muy malo, pero tenía este o el del perro Mistetas.
Km 11, primer avituallamiento, Raspay. Bien surtido, con chuches, naranja, chocolate, galletas, membrillo, agua y chispa-de-la-vida. Un cartel marcaba ya el km 43 por que será parada de vuelta. Seguimos juntos los cuatro, Ricardo, Fernando, Antonio y un servidor. Desde casi la salida descubro mi mala elección de los calcetines. Por la prisas cogí unos compresivos que no fueron muy compresivos, mas bien lo contrario, no me comprendieron ni lo más mínimo. Me apretaban tanto los dedos de los pies que me provocaban calambres mas incómodos que dolorosos.
Saliendo de Raspay plato fuerte de la jornada, la Sierra del Carche, donde nos dejamos el 60% del desnivel del día. Primera subida al Collado Gaspar, no muy dura, larga y pesada. El pie ya me dolía de más por culpa del calcetín. Subí a rueda, sin mayores problemas. Como siempre, se hace la goma, entre los que suben mejor o bajan mejor o llanean mejor. En condiciones normales, subo bien, constante mas que rápido. En estos kms, dejamos atrás a Antonio que ya no volvió a reagruparse.
Km 16, nuevo avituallamiento. Me quité el calcetín del pie izquierdo para relajar la zona condolida. Dio resultado. Tuve alguna que otra rozadura pero la presión tendinosa se rebajó totalmente. Al principio corría como pisando uvas (por no decir una ordinariez) pero una vez cogido el ritmo me sentí mucho más cómodo. De hecho, unos kms después, me quité el otro calcetín y durante 20 kms de sube y baje lo hice sin calcetines. Si no fuera por las piedrecillas que te obligan a parar de vez en cuando y por las pequeñas rozaduras a lo mejor debería no usar calcetines nunca.
Desde este avituallamiento al 24, primer punto de corte, otro sube y baja muy corrible que hicimos ligeros. Allí nos alcanzó Antonio que nos dijo que abandona en ese punto. Al pie del Alto del Carche, avituallamiento algo escueto para el tremendo esfuerzo que teníamos por delante. Primer fallo de la organización. Debería haber habido algo contundente para insuflar energía al cuerpo. El km vertical es francamente duro. Terreno difícil, muy técnico, con cortados a pico, mucha exigencia física, sin descansos. Pese al avituallamiento tan escueto, sin desayuno y con una cena frugal, ascensión lenta pero constante. Ricardo se quedó en los primeros metros por unos problemas musculares que arrastra ya meses pero se mantuvo siempre a una distancia prudencial. Encabecé la subida con Fernando detrás. 40 minutos de subida, llegamos a la cima extenuados. Una pequeña bajada hasta la zona de las antenas en la cual tuvimos que poner mil ojos para evitar alguna caída más por el agotamiento que por el terreno. Esperamos a que Ricardo nos alcanzara unos 10 minutos después. Fernando se sentó en una ambulancia, luego nos confesó que en ese punto estaba liquidado. Pero en estas ocasiones es donde la testosterona y sobre todo la cabezonería la que te hace seguir.
Bajada desigual con malos síntomas. Mucho hambre. Me comí una pasta de avellanas que me aportó algo de fuerza pero el avituallamiento que carga un corredor encima es para un momento puntual no para aguantar toda una carrera. Empecé a sufrir un tremendo dolor de estómago, hambre, calambres y escozor en la garganta. La pájara se apoderó de mí. Me costaba seguir el ritmo, el mareo me hacía descoordinar y por miedo a una caída bajé el ritmo, a cola de grupo. Ricardo se recuperó, de hecho, a partir de ese punto fue el más fuerte y pudo haber acabado mucho antes si no se hubiera encargado de gestionar el geriátrico que llevaba a su lado. Fernando, por momentos, con su correr duro pero fiable.
Km 27, avituallamiento, en pájara, ¡¡¡ y no tenían nada de nada¡¡¡. Agua, algunas chuches y poco más. Viendo el perfil, camino de la Sierra de las Pansas, pensaba que si podía aguantar un poco, aunque fuera a base de chuches y alguna de las cosas que llevaba encima, sería suficiente. Me engañé. El perfil me engañó. La Sierra de las Pansas era mucho mas dura de lo que el perfil hacía creer. Subida muy larga, no muy exigente que se me hizo muy dura en las condiciones bajo cero en las que me encontraba. No es que Ricardo y Fernando me apretaran, es que yo no podía ni seguirles. Para no agobiarles, decidí descolgarme.
Solo, conmigo mismo, libré la auténtica batalla del día. "¡¡Que necesidad tengo de sufrir así¡¡", "¡¡No vuelvo a otra carrera más¡¡¡". "¡¡ Que quiero demostrar y a quién¡¡" y otras frases del estilo pasaron por mi cabeza infinidad de veces. Supe sufrir. El daño de la falta de alimentación ya estaba hecho, culpa mia durante la semana, culpa suya durante la carrera. No sé si es problema de desidia o avaricia pero en una carrera con 125 corredores, que al paso del que va el 85 no quede casi nada, es de juzgado de guardia. Y no fue solo cosa mía, todos los corredores coincidimos en el diagnóstico. Los tiempos finales lo demuestran. Demasiados corredores por encima de 10 horas. La carrera es dura, está claro, pero el fiasco de la organización nos puso a muchos contra las cuerdas. Más de 40 abandonaron.
Bajada peligrosa camino del siguiente avituallamiento solo pensando en comer y comer. Peligrosa no por el terreno si no por la falta de control en mis movimientos por los dolores estomacales, el mareo y la angustia del hambre. Tras un aviso, Fernando se cayó, herida de regalo en un dedo. Pa´que más. Si Fernando que estaba mejor, se cae, pues en una de esas me estampaba como es mi costumbre.
Km 34, nuevo avituallamiento. Premio, no había agua ni chispadelavida, solo un isotónico naranja que nada mas beberlo me dio arcadas. Un bocadillo pan piedra que no había forma de tragarlo y poco más. Otros 9 kms hasta el siguiente avituallamiento. Reunidos 5 o 6 corredores todos nos quejamos. Los voluntarios, con su mejor cara, intentaron disculparse, pero es que no. ¿¿Avaricia o desidia???
9 kms al siguiente avituallamiento, casi todo pista amplia, en bajada, pero no podía correr. Y era un terreno para correr y mucho. Pero en estado de pájara nada funciona y mucho menos si vas cabreado. Acabé con mi existencias de comida que ya eran exiguas. No se puede cargar con kgs de frutos secos, bocatas, etc. Desmoralización total. Cuesta abajo ¡¡cada km fue un calvario¡¡. Me volví a descolgar enseguida. Poco antes de llegar a Raspay, Fernando me está esperando. Literalmente me empujó a llegar.
Km 43. Otra vez Raspay. Tras 8 horas largas, primer avituallamiento decente. Espaguetis, membrillo, bocadillos, vamos, lo que debería ser normal. Ya no estaba ni para comer. Lo intenté pero cada tenedor de espaguetis me costaba minutos tragarlo. Me obligué. Algo de membrillo. Me descalcé. Algo de chocolate. No quería hablar con nadie. No pensaba abandonar pero Ricardo, a mi lado, me dijo: "O seguimos todos o nos retiramos todos".....¡¡será canalla¡¡. Con una frase así no me quedaba mas remedio que seguir. Menos mal que le escuché, si no fuera por ellos me habría retirado ahí mismo. Mandé un mensaje a mi medio pomelo. "Peor imposible". Ahora me arrepiento. Sin cobertura las siguientes tres horas, la puse nerviosa de más y no se merece pasar ningún mal rato y menos por una carrera.
Salimos camino de las dos últimas subidas. Entre medio, 9 kms de terreno corrible….para quien pudiera. La pájara iba remitiendo pero el daño causado ya no tenía solución. Algo corrí pero poco. Viendo pasar los kms, restando, ansiando la meta para acabar con el suplicio.
Km 52, empezaba la última subida al Pico Aguila de la Sierra de Salinas. Subida larga, que a las alturas del partido en la que estábamos cada paso fue un triunfo. Ricardo por delante se va y ya no le vimos hasta meta. Mantuve a Fernando a una distancia asequible. Fui de menos a mas. Para los números rojos con lo que empecé, hice cumbre en franca mejoría dentro de la miseria física.
Bajada de las que me gustan, quebrada, para ir brincando haciendo la cabritilla. Pero mi cabeza hizo el trabajo. "Hay que llegar, ahora de nada vale arriesgar, da igual 10:30 que 11.30". Aseguré. Me puse delante quizás para evitar dejarme llevar por el ritmo mas vivo de Fernando. Poco a poco fui recuperando fuerzas, pero sin alardes, lo justo para saber que iba a acabar.
No esperando encontrar otro avituallamiento nos encontramos uno en el km 55 donde pudimos tomar agua y chispadelavida. Si había algo de comida ni la vi. Aunque hubiera querido no me veía capaz de comer nada. Ultima pequeña subida y bajada final de 2 kms con muy mala baba, pies de plomo, para evitar la traca final.
Tras 11:08 horas y 59,3 kms hice meta. Lo primero, mensaje a mi pomelo, para tranquilizarla. Agua, comida si quería, pero no estaba ni para quejarme. Y eso lo dice todo. Me fui casi directo al coche por que tenía mucho frío, mas fruto de la debilidad que de la temperatura. Se pudo hacer mejor pero con las condiciones dadas es lo que se pudo hacer. A recordar, la fortaleza mental de no hundirme cuando me vi tan cascado y sobre todo, la compañía de Ricardo y Fernando.
Domingo por la mañana, desayuné por dos. Almorcé un bocadillo viendo Rogue One, que pese a la críticas que tuvo, me parece de las mejores películas de la saga Star Wars de los últimos 20 años. Comí unas albóndigas en salsa con patatas fritas para chuparse los dedos y aguantando-aguantando, a las nueve en la cama, no podía más.
Tu tas crazy!
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