8:16 horas después, tras 40 minutos finales muy duros, entrando en pájara y con problemas de riñón llegaba a meta el domingo pasado (1 octubre 2017) en mi última carrera ... por el momento.
Atravesé el arco de meta y me abracé a mi hermano macedonio Richy que me había precedido cuatro minutos antes. Tras saber que me habían perdido mi licencia federativa y que me toca reclamar me senté en la primera silla que encontré. Muerto. Mensaje a Pomelandia, he acabado, estoy bien. Contento por el reto superado.
No adelantaré acontecimientos, volvamos al principio. Y no me refiero a la línea de salida, si no mas atrás, al final de mi última aventura en mayo, Los 10.000 del Soplao en mi patria cántabra. Mucho me costó recuperarme y no solo físicamente. Durante semanas no tuve ganas de correr ni para coger el autobús. Había perdido la motivación que me hace ponerme un dorsal y hacer la cabritilla por esos montes.
Durante más de dos meses salí a entrenar poco y mal. El verano murciano, mas caluroso que en años precedentes, tampoco ayudó. No fue hasta mediados de agosto cuando, de vacaciones en la playa, me marqué mi rutina. El primer objetivo, correr. Ya sé que parecerá una tontuna mía pero para correr hay que sentirse corredor, te tiene que apetecer, tienes que pasar muchas horas dando zancadas con el objetivo de acabar el entrenamiento disfrutando. Las dos primeras semanas me costó mucho. Acababa cada entrenamiento desmoralizado por la falta de progresión. Distancias que antes eran pecata minuta se me hacían maratón. Poco a poco volví a recuperar el ritmo. Busqué nuevos recorridos para no caer en la monotonía.
En esas estaba cuando la cofradía de hermanos macedonios propuso participar en la maratón de montaña de La Vara Trail. Pese a que ya participé en la edición de 2015, no lo dudé, era un objetivo asequible con el tiempo que tenía por delante para prepararla, buena piedra de toque para retos futuros. Poca montaña hice hasta el pistoletazo de salida. Desnivel sí que metí, con varias subidas a la Cresta del Gallo por el asfalto, con rampas duras. Pero lo mismo no era suficiente.
5:00 suena el despertador. Miento, no sonó. Soy de esos que cuando hay que despertarse antes de lo habitual el cerebro no me deja descansar y media hora antes se conecta solo. No suena la mayoría de las veces y molesto lo menos posible a mi medio pomelo. Sin desayunar recogí la ropa, el resto del material y cogí al coche camino de Caravaca de la Cruz, punto salida y meta de la carrera. A mitad de camino desayuné con Richy y Fernando, los compañeros del día.
7:00 recogida del dorsal, en esta ocasión el 147 con la leyenda que siempre me acompaña Rácing. Algún desbarajuste de la Organización que puso la entrega de dorsales a 1 km de la línea de salida lo que nos provocó varios paseos pero dentro de lo, digamos, razonable.
Tuvimos que darnos mucha prisa para cambiarnos así que en línea de salida no tenía claro donde llevaba cada cosa. Empezó el ritual de saludos, muy especialmente con el cuarto macedonio del evento, Fausto, que actuaba como escoba. Para los profanos, el último corredor que va recogiendo y retirando a los que llegaban fuera de horario a los puntos de corte.
Pistoletazo de salida a los acordes de Thunderstruck de ACDC, que si bien mas de una vez he dicho que da subidón, en esta ocasión me sonó repetido. Ahí van los tres macedonios echando a correr, como siempre, los últimos.
Según la organización 300 dorsales. Muchos menos eran, 150 como mucho. Llegaron a meta 137 corredores. Este tipo de carreras, salvo excepciones, las afrontan corredores que tienen capacidad para acabar salvo lesión, caída o desfallecimiento.
Si bien la carrera estaba fijada en 43 kms añadieron un tramo de 2 kilómetros escasos, neutralizados, por las calles de Caravaca de la Cruz por motivos de imagen. Preparados para 45 kms. Pasado el Templete, en el camino hacia Las Fuentes del Marqués, dio comienzo la carrera, con casi 8 minutos de calentamiento.
Templete
Fuentes del Marqués
Perfil de 2.900 metros de desnivel positivo, han mejorado el recorrido en relación con la primera edición en la cual participé eliminando parte de los tramos innecesarios. Se ha endurecido con tramos más técnicos. Mal empezó la cosa cuando a las primeras de cambio me noto incómodo, respiración irregular y dolores por todo el cuerpo producto de la incertidumbre. Las pantorrilleras me apretaban demasiado haciéndome daño en los gemelos. A mitad de la carrera me las tuve que bajar, no me dejaban correr. Para la próxima no las usaré. Bastará que no las lleve para echarlas de menos.
La primera cumbre era el Pico del Buitre, que ya he subido en otras cuatro ocasiones anteriores. Situado en el punto kilométrico 14, la ascensión desde lejos con zonas mixtas de senda y pista. Como soy perro viejo me descolgué de Richy y Fernando para buscar mi ritmo de carrera. Advertidos estaban que iba a mi carrera, que no me iba dejar arrastrar para luego reventar.
Pasé dos o tres kms solo. Solo. Sin música siquiera, escuchando mi respiración, mirando el panorama, pensando sobre la mejor manera de afrontar la carrera. Tenía 11 horas como tope para terminar así que no era cuestión de cebarse. Fui haciendo la goma, alcanzándolos y quedándome, hasta llegar al primer avituallamiento en el km 6.
¿Los avituallamientos?. Muy básicos. Agua, isotónicos y chispa-de-la-vida en cuanto a los líquidos. Melón, sandía y naranjas mejorables. Plátanos. Algunos frutos secos y barritas de cereales. Algo escuetos. Te limpian las perras y luego te dan lo justo. Vaya negocio esto de las carreras.
Reagrupados. Salvo en tramos muy concretos mantuvimos posiciones. Richy en cabeza, servidor en medio y Fernando al final. Con las carreras hemos aprendido a conocernos, saber cuando uno va mejor o peor. Estaba claro que al comienzo Richy iba sobrado, bien pudo tirar solo y meternos una hora. A mitad de carrera tuvo 5-6 kms con problemas musculares pero de los tres fue el que mejor llegó a la línea de salida y a meta. Fernando, a la caza de su motivación. Pese a su desgaste físico-síquico de otras carreras aguantó muy bien el 70% de la carrera y supo sufrir el final. Yo sorprendentemente bien toda la carrera. Algunos problemas musculares de forma muy puntual. Tras las dudas del comienzo, subí y bajé a buen ritmo pese a la ausencia de entrenamientos específicos en tres meses pero noté la falta de kms que bien me pudieron costar caros.
Entre el km 6 y el siguiente avituallamiento del km 11 zona muy corrible. A la salida de ese avituallamiento comenzaba en sí la ascensión al Pico del Buitre (1.427 metros). Tres kilómetros ya conocidos, tranquilidad y pa´rriba. Mañana que amaneció con niebla. Despuntó el alba con un mar de nubes sobre el pico. Richy tiraba en cabeza. Le mantuve a unos 300 metros, a lo mío, sin cebarme. Aún recuerdo la última vez que pasé por allí, en la edición de 2015, sufriendo a raudales.
Arriba le pedimos a un corredora, cuyo dorsal decía que se llamaba Pepe ... ¿Pepe? .... bueno, pues Pepe nos echó un par de fotos. Bajada por la Senda de los Castillitos. Sabía que era técnica, vamos, que si no ibas concentrado mordías el polvo, bajé con mil ojos. Delante iba Fernando, que no, Fer, bajar no es lo tuyo. Nos adelantó cabraloca Richy que nos abría camino. Bajada feliz, ¡ea¡, que no me caí....¡¡¡no me caí ni una vez en toda la carrera¡¡¡.
Km 15 tercer avituallamiento. Todos bien. Comiendo algo me veo ahí mismo sentado, dos años atrás, mirando a Richy y Salva convencido de no poder mas. Nos avisan que la siguiente subida era durilla. Primer tramo complicado. En estas zonas es donde defines a quienes te preceden si te adelantan y te dejan tirados o si te taponan. Por mi parte no destaco ni subiendo ni bajando ni llaneando. Me defiendo en todo, vamos, que no soy una flecha pero tampoco un fardo...creo.
Subida hacia Peña Rubia (1.307 metros) por la Senda del Reventón. Siento algunos pinchazos en mis amigos, los sartorios. Richy me dio una pastilla de sales minerales que me cortaron de raíz los calambres. Tomaré nota para la próxima ocasión. Subida algo mas radical que el Pico del Buitre pero mas corta. Sigo a mi ritmo, manteniendo a raya a Richy. Echo de menos llevar bastones para estas ocasiones, los tengo, pero en el coche se quedaron. Ahí estaban bien.
Media maratón, pasamos por el famoso Cruce de Pepe el Macedonio, el bien sabe por qué. Llegamos a la parte alta y vemos un grupo de senderistas disfrutando de la naturaleza. Incluso nos ofrecieron avituallarnos pero los experimentos con la Coca-Cola. Bajada al siguiente avituallamiento, km 22, en Los Alamos. Empieza la sesión de chispa-de-la-vida. Allí nos encontramos con Fausto. ¿Neneeee, por donde has tirado?. Nos dijo que teníamos pocos por detrás. No importa, no participo para ganar si no por acabar.
Al salir me encuentro francamente bien. El no dejarme arrastrar por la testosterona y obedecer a los mandatos de la prudencia que te aconseja el cerebro es mi medalla en cada una de las últimas carreras. ¿Podías haber apretado e irme solo?. Si, me veía fuerte. ¿Debía hacerlo?, No, quedaba mucho por delante.
Primer tramo de subida al Pico del Reventón (1.377 metros) que afortunadamente no hizo honor a su nombre. Complicado, senda pedregosa, en algunos puntos ni se veía, desnivelada y peligrosa, pero resultó asequible. En la parte superior nueva ración de mar de nubes. No es el Teide, pero no tienen nada que envidiar estos valles.
Bajada con mucha piedra suelta, piedra grande, quebradas, puntiagudas. Había que estar muy atento para no caerse. Por esta senda vimos en la vez precedente una piara de unos 10 jabalíes de los que deben haber dado cuenta Astérix y Obélix. No puedo comprender como hacen los primeros para pasar por ahí corriendo a 4 minutos el kms. ¡¡¡Si es para matarse¡¡¡. En un punto con ramas sueltas una me arranca las gafas de sol y se quedan colgadas. Suerte hubo de no clavarme una punta en un ojo.
Buen ritmo. Fernando empieza a dar señales de cansancio. Empieza a quedarse. Para los problemas que viene arrastrando, gran mérito el suyo.
Llegamos al Corral de la Olla y subida al Pelón de Ortega (1.330 metros). Este tramo nos marcará a los tres. Richy sufrió calambres, uno de ellos en el gemelo que hasta yo vi. No hizo falta que nos lo dijera se le deformó a ojos vista. Ralentizamos el paso. Yo con muchas ganas de correr tuve el acierto de esperar. Llegamos al avituallamiento del 31. En una pequeña explanada había un helicóptero de anti-incendios, con doble rotor. Me podían haber llevado a meta.
Fernando se sienta sospechosamente. Al poco de salir nos dice que no puede más, que va muy cansado y que le duele todo. Se vuelve para retirarse. Richy le animó a seguir pero era que no. Le dije si estaba seguro. Si, respondió. Así lo hizo pero fue llegar abajo y empezó a sentirse mejor. Tras un rato de descanso, siguió en ruta solo hasta meta. Fernando siempre igual. No supimos que seguía en carrera hasta llegar a la meta. Espero que le sirva para subir la moral para próximas carreras. No hay nada peor que una cadena de abandonos.
Fernando se sienta sospechosamente. Al poco de salir nos dice que no puede más, que va muy cansado y que le duele todo. Se vuelve para retirarse. Richy le animó a seguir pero era que no. Le dije si estaba seguro. Si, respondió. Así lo hizo pero fue llegar abajo y empezó a sentirse mejor. Tras un rato de descanso, siguió en ruta solo hasta meta. Fernando siempre igual. No supimos que seguía en carrera hasta llegar a la meta. Espero que le sirva para subir la moral para próximas carreras. No hay nada peor que una cadena de abandonos.
Desde La Alberquilla iniciamos la subida al Collado de la Cruz y la Loma Victoria (1.198 metros) ya solos Richy y yo. Subimos a marcheta, sin forzar. Sabíamos que lo más duro estaba pasado pero 12 kms de montaña todavía son muchos para darse por vencedores. Mala bajada. Terreno pedregoso con desnivel peligroso. Sin arriesgar mucho íbamos dando caza a los que nos antecedían. Había que vigilar cada pisada, una mala colocación del pie puede provocarte torceduras, esguinces o caídas. En el mejor de los casos se te doblan los tobillos y te pega un tirón. Las plantas de los pies arden. Y eso que era de día. Esa bajada de noche y con humedad debe ser una sentencia de abandono. Barranco del Aserrador, con ese nombre está todo dicho.
Desembocamos en el Barranco del Agua, que digo que alguna vez tuvo, tendría o tendrá agua pero en ese momento brillaba por su ausencia. Todo tipo de piedras, desde gravilla a pedruscones. A correr. Lo hice con ganas, sin apretar de más pero tirando de Richy. Durante varios kms de zig-zag avanzamos rápido. Al final de la senda empiezo a notar hambre. No hacía mucho me había comido un pequeño bocado con chorizo pamplonica pero el desgaste era ya tan importante que había que comer ya o ya.
Km 37, avituallamiento y la lían parda. Solo tienen agua. ¿Es que los últimos no pagamos igual que los primeros?. No tenían nada cuando mas falta me hacía. Fijo la vista en el suelo y le digo a Richy de subir el Cerro del Castillito (la última subida) sin apretar. Aún así hubo tramos en los que corrimos.
Muy mareado. Tenía el estómago vacío. Nada que comer. Empiezo a sufrir. A una vuelta le digo a Richy que paro a orinar. No puedo, no me sale nada, pero con la sensación de tener ganas. ¡¡¡Jiuston, tenemos un problema¡¡¡. Bebo agua para aliviar al riñón pero el aviso es claro. Voy al límite. Resultaba curioso por que física y muscularmente me encontraba bien. En pocos kms empiezo a respirar con dificultad. No me esfuerzo en alcanzar a Richy. Me llevaba escasos 300 metros. Otras dos paradas para orinar pero no me sale. ¡¡¡Peligro¡¡¡.
Cuando corono le pido a Richy sales minerales. Quedaban unos 3 kms a meta, al menos servirán de reconstituyente. Si la distancia a meta hubiera sido mayor habría abandonado en ese punto. Una cosa es llegar al límite otra muy distinta pretender superarlo a costa de la salud. Bebí mucha agua y aunque algo de comer había en el último avituallamiento no fui capaz de tragar nada. Según salimos del avituallamiento le digo a Richy que tire para abajo solo. Ni le quiero frenar ni quiero ir a otro ritmo que el que esté dispuesto a afrontar.
Final. Sin mucha dificultad pero con el riesgo de entrar en pájara e irme al suelo en alguna descoordinación. Veo a unos metros a un corredor de verde y lo tomo como referencia. Bajo despacio. No arriesgo. Cuando veo alguna dificultad, freno. Oigo el ruido de meta así que es tontería lanzarse a lo loco. El mareo aumenta. El dolor de riñón machaca. ¡¡¡Estoy salvado¡¡¡ .... veo el arco de meta.
8:16 después de salir, llegué a meta. 4 minutos después de Richy. Fernando, con co...raje, llegó 45 minutos después. Mejoré en 40 minutos mi propia máquina en la prueba. Puesto 120 de los 141 que salieron. Si, ya sé que es mejorable, pero acabé 120 delante de los que no se pusieron un dorsal para intentarlo, esa es mi pequeña victoria. Francisco José Díaz Pozo ganó con 4:37.
8:16 después de salir, llegué a meta. 4 minutos después de Richy. Fernando, con co...raje, llegó 45 minutos después. Mejoré en 40 minutos mi propia máquina en la prueba. Puesto 120 de los 141 que salieron. Si, ya sé que es mejorable, pero acabé 120 delante de los que no se pusieron un dorsal para intentarlo, esa es mi pequeña victoria. Francisco José Díaz Pozo ganó con 4:37.
En resumen, buena gestión de los recursos con los que contaba. Supe frenarme cuando podía y aguantar donde debía. Amontonando kilómetros para el último reto del año, la UCAM Falco de diciembre, 100 kms de los que no estoy muy convencido, no me gusta correr de noche y en esa hay mucha noche. Además, tiempos de corte demasiado exigentes y no me gusta estresarme. Veremos.
¡¡¡ Roma Victrix ¡¡¡
Cocacola, agua, barritas, geles y fruta...que mas quieres en un avituallamiento de carrera, que te pongan un pavo al horno jejejeje, pa eso te vas al Ranga quejica. Un saludico y a ver como te deslias en los 100.
ResponderEliminarhombre, arrocico, bocatas, membrillo, que ya estoy mayor para otras cosas.
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