




6 de diciembre
- Camino de Bruselas:

Vuelo de ida con Tui y de vuelta con la ínclita Ryanair. En esta ocasión, ningún problema. En el precio de los vuelos iba incluido una pequeña maleta y un bolso de mano por persona, suficiente para tres días de viaje siempre y cuando no se lleve el vestidor completo. Las tarjetas de embarque, directamente en el mostrador de Tui. Y gratis. Nos sentamos cerca de una pantalla para controlar nuestro vuelo. Nos bebimos unos cafés (y un té) que nos sirvió un simpatiquísimo camarero. Al final tuvimos que correr a nuestra puerta por que se nos hizo tarde confundidos por otro vuelo hacia Bruselas que partía mas tarde.







- Primera tarde en Bruselas:







Ida y vuelta a las galerías. Place Agora, bulliciosa. En el centro, una estatua del reformista Charles Bules junto a su perro. Nuevamente empezó a llover. Sin mucha fuerza pero obligaba a poner y quitarse la capucha. Nos costó pero tras 4 horas, al final llegamos a la Grand Place (Gran Pleis para alguna), centro turístico por excelencia. Y lo vale. Espectacular. Cuadrada. Durante las fiestas navideñas, por las tardes, hay un espectáculo de música y luces proyectada sobre sus fachadas. En el momento que llegamos llovía y mucho. Estaba repleto de gente. No pudimos disfrutarla.

7 de diciembre:
- Camino de Gante:


Antes de salir de Bruselas, la pequeña Manhattan, plagada de altos edificios de cristal, emulando los de Nueva York, muchos están vacíos. Les entró el ansia de construir en mitad de la crisis económica. No quedó dinero para acabarlos ni para que nadie los comprara. Se convertirán en una ciudad fantasma o en un nuevo pelotazo. Canal de Charleroi, que antiguamente unía a través de otros canales el puerto de Bruselas con otras ciudades como Amberes y el mar, es el último vestigio del río Senne y los muchos canales que tenía la ciudad.







¿Hambre?. Compraron unos bocadillos de salchichas y unas bebidas en Stadhuis. Yo no comí (todavía estaba digiriendo el triple desayuno). Puntuales, a las 13:30 hora de la cita en el autobús, nos subimos camino de Brujas. Para otra ocasión, ¡quien sabe¡, dejamos el Patershol, el barrio medieval; encontrar su Manneken Pis al final del Kraanlei; o el Rabot, la ultima puerta medieval que queda en pie.
- Camino de Brujas:
El recorrido entre Gante y Brujas fue de aproximadamente una hora, que la mayoría aprovechó para dormir. Yo no pude. Ya ni lo intento. Me resulta imposible dormir viajando en coche, tren, avión o cualquier tipo de medio de locomoción. Me habría venido muy bien.

Brujas debe ser una lugar precioso de visitar, si no fuera por estar invadida por decenas de miles de turistas a la vez que impedían casi andar no digo ya sentarse tranquilamente a contemplar las vistas. Una pena. Ya aparcar el autobús fue una odisea. La guía nos dio un radio conectada a unos auriculares a través de los cuales nos iba contando. Como era de esperar los míos no funcionaban bien o yo cada vez estoy mas sordo. Tras 10´ en los que intenté seguirle la conversación casi clavándome el auricular en mi oreja, desistí. Lo único que me quedó claro es que teníamos que ceder el paso a las bicicletas y a los carros de caballos so pena de multa. Tienen prioridad sobre los turistas. Los carros no iban despacio, ni mucho menos. No respetaban a nadie. En más de una ocasión estuvimos a punto de ser arrollados.
Minnewaterpark, parque con un pequeño lago artificial. Minne en neerlandés significa amor. Leyenda de amores perdidos, parejas truncadas, para acabar pensando que sencillamente, lo construyeron para tener un pequeño puerto. En un lateral, decenas de cisnes disfrutaban de su pequeño edén. También cuenta la leyenda que tras ejecutar los ciudadanos a Pieter Lanchals, administrador del emperador Maximiliano I, este obligó a los habitantes de Brujas a cuidar eternamente de los cisnes dado que el apellido del amigo Lanchals significa "cuellos largos". Desde el Minnewaterpark al Beguinaje. Las beguinas eran comunidades fundadas a partir del siglo XIII para acoger a mujeres solteras o viudas que dedicaban su tiempo a ayudar a los demás, sin ser monjas. En Brujas se conserva un beguinaje en mejor estado, casas blancas alrededor de un parque, que datan de 1245. La vorágine de gente nos arrastró. No escuché nada de lo que contó la guía. Las calles eran una marea de turistas que te arrastraban. Me dio tiempo a disfrutar de las típicas casas medievales, los pequeños brazos de los canales, puentes con supersticiones (dependiendo el tiempo que tardas en cruzarlo, vuelves, o no, o solo, o con leche). Poco más.
Sint Salvatorkathedraal, con olor a inquisición. La imponente aguja de la iglesia de Vuestra Señora, la impronunciable Onze-Liewe-Vrouwerkerk. Su torre es la segunda mas alta del mundo. Hasta caer arrastrados al Markt, el centro de Brujas. El Groter Markt, la gran plaza de Brujas, con su propio Belfort, la gran torre de 1288, los edificios coloridos, adornados de luces de colores, el gran árbol navideño. En esa plaza se lleva celebrando cada miércoles un mercado desde 968. Miles y miles de personas. Me propongo volver, digamos en mitad de una semana del mes de marzo, sin fiestas cercanas, que pueda saborearla. Es la joya del turismo belga, pero acabará muriendo por invasión. El Burg, en lateral del Markt, con el imponente edificio del ayuntamiento, es el edificio mas antiguo de Bélgica, tiene 1200 años. La plaza Van Eyck con una estatua del famoso pintor, en su centro. Y el Rozenhoedkaal, el recodo mas fotografiado de Brujas. Para los hispanohuertanos, el muelle del rosario. Colas de personas para hacerse la foto, esa foto que todo el mundo colgará en sus redes sociales. Un gran pesar me queda de no haber podido disfrutar de Brujas y que las fotos de la tarde se perdieran en la nebulosa de mi móvil.
Con el tiempo justo, volvimos a la zona de aparcamiento. Esperamos unos 30 minutos a que apareciera nuestro autobús. Cuando aparcó, las doñas nos mandaron por delante para coger sitio pero se les olvidó seguirnos. Cuando se dieron cuenta, echaron a correr con la risa floja de verse solas de repente. Cuando subieron al autobús, llegaban destornillándose de risa. Un par de ¡¡grupazo¡¡ y dos chistes malos más y la risa se hizo contagiosa. ¿Ganteado? ¿embrujado?. Claramente Ganteado.
Una hora y media de autobús desde Brujas hasta Bruselas. Para no perder la costumbre fui el único en no dormir. Tuvo su punto bueno, llegando a Bruselas pude ver iluminado el Atomium. Nos despedimos del ¡¡grupazo¡¡ en la Estación Central. Plaza de España, pequeña pero con Don Quijote y Sancho Panza aprestándose a luchar contra los gigantes de los edificios de la Grand Place (gran pleis para alguna). Paseamos por el centro. Echamos un vistazo a las tiendas por si cargábamos algún regalo. Rula rulando, Place Ste Catherine con la iglesia de la misma santa al fondo. Cada 20 minutos la fachada de la iglesia se bañaba de luces de colores, además de lluvia. Un tiovivo curioso, vintás, peculiar en el centro. Una decena de casetas navideñas con artículos de regalos y comida colmaban el espacio. Nos sentamos a comer unas hamburguesas. Tras 15´ de cero atención, nos levantamos. Acabamos cenando sentados en unos bancos corridos unos deliciosos bocadillos de salmón, con salsa y cebolla. Casi enfrente de mi, una ochentera belga me miraba con mala cara.
Disfrutamos el momento. El viaje estuvo repleto de pequeños-grandes momentos que todos sumados me dejan, nos dejan a ella y a mí, un recuerdo imborrable. Paseamos tranquilamente hasta el hotel mirando, observando, digiriendo cada pequeño detalle. En la Place Saint Géry un antiguo mercado, reconvertido, con lugares para comer, cenar, una copa o un café. Dimos una vuelta. En el hotel, con la pierna derecha en el suelo, la izquierda ya estaba dormida nada más entrar en la cama.
Segundo desayuno como si no hubiera un mañana. A las 10:00 teníamos concertado un fritur. Lo que es a mí, no me gustan. Los veo una pérdida de tiempo. Nos enseñaron buena parte de lo que ya habíamos visto pero cuando se viaja en grupo, debemos tomar decisiones en grupo. No iba a ser yo quien pusiera una pega. Y he de reconocer que muchas cosas aprendí y aquí os las cuento.
Punto de salida, la Grand Place (gran pleis, ya se sabe). Nuestra guía era una menudita sudamericana que había vivido unos cuantos años en España y que se había trasladado a Bruselas a la búsqueda de trabajo. Se llamaba Lady. Mal empezó cuando de lo primero de lo que nos habló fue del dinero. La Grand Place (eso, gran pleis), fue empezada a construir en el siglo XV, primero el ayuntamiento, un mercado y varias casas. En 1695 un bombardeo de las tropas francesas la rasó al suelo casi por completo. Los ciudadanos no se arredraron y en tan solo tres años la reconstruyeron mas bella y refulgente. Cada gremio puso de su parte y construyó su sede. Queseros, barqueros, camiseros, cerveceros o panaderos levantaron a toda prisa su edificio. En la parte superior de casi cada edificio se puede ver la fecha de finalización, grabada en pan de oro. El ayuntamiento, el edificio mas antiguo, ha sufrido muchas restauraciones. Actualmente alberga exposiciones. Es el lugar preferido para las bodas de postín.
En el número 9, residencia particular reconstruida en 1698, llamada Le Cygne, el cisne, hubo un café donde K. Marx y F. Engels reunían a la plana mayor del Partido de los Trabajadores, donde empezaron a escribir El Capital. Cosas de la vida, ahora es uno de los restaurantes mas caros de Bruselas. La casa de los duques de Brabante es un conjunto de seis casas adosadas con una única fachada. Le Cerf, el ciervo. L´Angel, el ángel. Le Pigeon, la paloma, fue por breve tiempo la casa del miserable Víctor Hugo. La Maison du Roi, la casa del rey, la más gótica de todas, era la casa de los panaderos, el gremio más fuerte. Dentro está el museo de los trajes de meón Manneken Pis. La Brouette, la mantequilla, sede de los mantequeros. Le Renard, el zorro, sede de los merceros con su zorro dorado en el dintel. Salimos de la Grand Place (pleis, plaza o como sea) por L´Etoile, la estrella, por su pasadizo. En éste está la estatua de Everard´t Serclaes que encabezó a un grupo de patriotas que entraron en la ciudad para expulsar a los flamencos que a su vez habían expulsado a los brabanzones, legítimos señores de Bruselas. Su heroísmo acabó mal, fue asesinado a traición en 1388. Una estatua lo recuerda en el pasadizo. Mas supersticiones. Se dice que si la tocas te da suerte, o que vuelves, o lo que sea. Era de bronce, de tanto sobarla, tiene brazos y piernas doradas, brillantes.
De forma sucesiva visitamos de nuevo al incontinente Manneken Pis, subimos por nuestra calle, la Rue de Midi, hasta La Bourse, la iglesia de Saint Nicolás. Varios callejones, oscuros, meones, llevaban a bares y tabernas típicas como Au Bon Vieux Temps. En el camino, Delirium, la cervecería mas famosa de Bruselas. Esta situada en un callejón, Impasse de la Fidelité, sucio, oscuro y desangelado. Ya habíamos pasado por allí un par de veces, sin percatarnos. Enfrente, la niña meona, la Jeanneke Pis, mucho mas reciente que su hermano. Los turistas dejan donativos por la lucha contra el cáncer. Galeries Royales Saint Hubert. Nuevamente se me olvidó buscar por aquellas calles la tienda de Tintín. Bélgica tiene gran tradición del cómic. Además de Tintín, tienen a Lucky Luke, Marsupilami, Spirou. Dicen que tienen adoptado a Astérix y Obélix pero dudo mucho que los franceses estén de acuerdo. Cuando era pequeño, mi hermano Jose y yo coleccionábamos los cómic de Astérix y yo de Tintín. Es cierto que es un poco cansino, el capitán Haddock un alcohólico de cuidado, Tornasol debe tener el síndrome de asperger, y, Hernández y Fernández son un desastre. Pero me gustaba. Ahora no sé que fue de esos cómics. La ciudad tiene su propia ruta del cómic, con fachadas pintadas con escenas. Vimos alguna, pero no muchas. Además de los personajes de cómic, ¿Qué más belgas son famosos?. Pensemos. Simenon, el que escribió las novelas del inspector Maigret. El ciclista Eddie Merckx. Y Adolphe Sax, quizás no muy conocido, pero si muy famoso por su invento. Es un instrumento musical, ya os lo dejo para que lo adivineis. Y no, no es el adolfón.
Subimos camino de la catedral hasta la zona de los museos donde acabó la ruta con la breve historia que nos contó Lady sobre Leopoldo II, su coto privado del Congo, sus atrocidades, el genocidio de más de 10 millones de seres humanos y el silencio vergonzoso de los belgas que ocultan tal baldón en su breve historia.
Liberados del fritur, dimos un paseo y muchas fotos en el Mont des Arts, el mirador desde donde se aprecia la mejor vista del centro de Bruselas. Se construyó en 1910 para una exposición universal. Al fondo, la estatua ecuestre de Alberto I, enfrente de la cual hay otra de su mujer. La Biblioteca Real y los Archivos Nacionales. Notre Dame de Saint Michel et Sainte Gudule, catedral de Bruselas, las bodas reales belgas. Dicen que se parece a Notre Dame de París, pues algo, pero como tantas otras iglesias centroeuropeas. Se empezó a construir en el siglo XIII sobre una iglesia románica del siglo XI. Se la conoció como Saint Michel hasta que en 1047 se depositaron en su interior los restos de Sainte Gudule. El interior, grande, muy sobrio, con grandes vidrieras de color para dejar pasar la poca luz que el clima lluvioso y oscuro dejan translucir.
Caminando por esas calles belgas, volvimos a tropezar con lo peor de nuestro pasado cercano europeo. Una vez más, el homenaje a todos aquellos que dieron la vida por la libertad, a los que asesinaron vilmente en nombre de unos ideales inhumanos que en pleno siglo XXI siguen vigentes en la boca de tanta intolerancia, intransigencia, racismo, populismo e incultura.
En la parte alta de la ciudad, el Parc de Bruselas, embarrado y pelado. Varias docenas de personas que debían participar en algún tipo de evento. La imponente fachada del Palacio Real donde trabaja el rey Felipe, si a eso se le puede llamar trabajar. El Palacio de Coudenberg, sede de los duques de Brabante durante más de 600 años, hasta que se quemó en 1731. En su sala de banquetes abdicó Carlos I de España y V de Alemania en 1555. El Museo de Instrumentos Musicales, el más grande de Europa. A decir de las guías, lo mejor es su cafetería en la última planta, con excelentes vistas. Por la Rue de la Regence se llega a Notre Dame du Sablon. En su lateral, la Place du Petit Sablon, con un mercadillo de antigüedades mas bien antiguallas. Wittamer, una de las chocolaterías mas renombradas. Entramos en la iglesia y no tenía mucho que ofrecer. La mayoría de las iglesias belgas me parecieron frías, insípidas y demasiado austeras. Debe ser debido a la influencias de las guerras de religión. Si bien Bélgica es nominalmente católica, fue influida por el puritanismo protestante y por su defensa de la austeridad. En el otro lado de la iglesia, la Place du Egmont, muy colorida en uno de los pocos momentos en los que vimos el sol.
La hora de comer se acercaba. Bajando poco a poco hacia el centro, pasamos por delante de Notre Dame delle Chapelle, más gótica, con una pequeña estatua de Pieter Brueghel, ya no sé si el viejo o el joven, famosos pintores belgas del siglo XVI. No solo teníamos hambre si no también sed y exceso de manneken en el cuerpo. Big Game, en un lateral de La Bourse, nuevas cervezas. En la otra esquina, Fritland, compramos varias metralletas. No fusilamos a nadie. Metralleta es una bocadillo típico de Bruselas con hamburguesas, cebolla, salsa, patatas fritas y mas salsa todo en uno. Una bomba. Nos sentamos, bueno, se sentaron en las mesas exteriores de Big Game a comer. Tampoco este día comí, el desayuno todavía a medio digerir. Mientras comían y bebían, me fui a la búsqueda del Zinneke Pis, el tercer meón de la lista, un perro que estaba en la otra esquina del 9 Voisins, donde comimos el primer día. Tres kms ida y vuelta corriendo para no perder tiempo, hasta el distrito de Molenbeek al otro lado del canal de Bruselas para ver De Vaartkapoen. Es un curiosa estatua de 1985. Un mozo que sale de una alcantarilla agarra del tobillo a un policía haciéndole tropezar, no sabemos si caerá o no. Molenbeek es una de los mas malfamados barrios de Bruselas, centro del islamismo mas radical. Sin caer en el clasismo, se me acercaron tres hombres, de clara ascendencia árabe, que me dijeron que les dejara el móvil para hacerme un foto. Algo me dijo que mejor no así que tiré yo mismo la foto. De vuelta, pasé por el Plaine de Jeux Quai a la Houille, que algo debe significar. Una feria para niños y un gran noria no dejaban ni un metro al cemento.
Repuestos, ya en marcha, primera parada, Saint Nicholas, frente a La Bourse. Empezó a erigirse en 1381, también sobre una iglesia románica. Es muy curiosa. En la parte alta de un pilar sigue empotrada una bomba que cayó en Bruselas en los bombardeos franceses de 1695. Ha sido destruida y reconstruida varias veces. Si se entra por la puerta izquierda se aprecia como el altar está torcido debido a que se tuvo que reconstruir sin derruir las casas adyacentes. A media tarde se puso a llover. Paseamos sin rumbo, entrando en las tiendas a comprar algo. Unas camisetas, bombones y chocolates. Delirium, para hacerle los honores. Son varios bares/tabernas en diferentes alturas, unidos unos a otros, donde dicen que se pueden beber hasta 2004 marcas de cerveza diferentes. Las mas baratas en los pisos más bajos. Tras la cerveza, que yo tras casi 52 años sigo sin probar, nos paseamos por algunas de sus tabernas. Buena música. No dejamos pasar la oportunidad de unos gofres. Rue Neuve, la calle con las tiendas de las marcas actuales. La Place des Martys, solitaria, sombría, pero a la vez un remanso de paz, en sus bajos están enterrados en una cripta 445 mártires fusilados en 1830 en mitad de la revolución belga. Place Sainte Catherine y de vuelta al hotel. En la calle del Manneken Pis nos metimos en una tienda mientras diluviaba. Cuando paró un poco dimos un salto para llegar al hotel, parada y fonda. No nos acomodamos mucho. Salimos a cenar. En la zona de cenamos unas sabrosas ensaladas en La Plattesteen. Y a dormir.
9 de diciembre:
- Último día en Bruselas:
Amaneció sereno. Aproveché el último desayuno. No lo hago por gula o por rácano. Me encantan los bufetes, me pierde el poder elegir dulce, salado, otra vez dulce, té, chocolate y bocadillos. Como era día de retorno, bajamos las maletas y las dejamos en consigna hasta la tarde, nos recogían a las 5:50.
Línea azul, dirección Rey Balduino hasta la parada de Heysel para ver el Atomium. Está situado en un extremo del Parc du Laeken. El Atomium fue construido para la exposición universal de 1958 y al igual que pasó con la torre Eiffel, cuando acabó la exposición, ahí se quedó. 15.000 trabajadores tardaron tres años en construirlo. Lo restauraron completamente en 2005. En cada esfera hay un espacio de interés. En la superior, un restaurante con un mirador. Para conectar cada esfera, escaleras mecánicas. Fotos desde todos los ángulos posibles. Justo al lado de la parada del metro está el Mini Europa, un pequeño parque con miniaturas de los principales monumentos europeos. Cuando estuvimos en Ámsterdam, vimos uno similar, el Madurodam, muy cerca de La Haya. Con las ganas nos quedamos. Llovía, y mucho, y no era plan de verlo a la carrera para no empaparse.
De vuelta al metro, Heysel hasta la estación de Simonís para ver la Basílica del Sacre Coeur. Como había obras en el Parc Elisabeth tuvimos que dar un rodeo que se nos pegó a las piernas. Al final de los tres días, andamos más de 40 kms. La vista exterior era espectacular, el interior insulso, típica iglesia funcional de los años 60-70 como tantas otras en España. Para no volver andando nos subimos al tranvía que admitía la tarjeta del metro.
Desde la estación de Simonís, con transbordo en Arts-Loi, llegamos a la estación de Schuman para ver el Parque del Cincuentenario. Fue construido por orden de Leopoldo II en 1880 para conmemorar el cincuentenario de la independencia belga. Mas llover. Tierra fina, zapatos enlodados. Al fondo, a cada lado, dos grandes palacios con el Museo de Arte e Historia y el Museo de la Armada y de Historia Militar. En el centro, un arco del triunfo, con una cuadriga en la parte superior y una bandera belga ondeante en el vano central, muy similar a la Puerta de Brandenburgo de Berlín. Fue terminado en 1905.
El camino de regreso al metro cruza el barrio europeo donde están la mayoría de los edificios de las instituciones de la comunidad europea. Entre ellas, la ¿embajada? catalana, con su lazo amarillo incluido. ¿Vendrá alguna vez a trabajar Alto del Monte o con quedarse en su palacete de 4.000 € al mes tendrá suficiente para su cruzada estéril?.
Se nos acaba el tiempo. Metro desde De Brouckére para buscar donde comer. Habíamos probado las patatas fritas, chocolate, endivias rellenas, estofado, metralletas, mas chocolate, algunos gofres, faltaban los mejillones, también típicos. Para hacer los honores, Chez Leon. Pedimos varios platos de mejillones, con 18 piezas cada uno. Unos fríos con una salsa marrón rara. Otros con mucho perejil, muy especiados. Los demás, con queso. Algunos fritos. Ensalada. Al salir, me dolía el estómago, no solo me hago mayor, si no que mi estómago se queja sin piedad.
Ya no nos entretuvimos mucho. Fuimos a despedirnos de la Grand Place (gran gran pleis). Grabamos el espectáculo de luces. Enésimas fotos. A las 5:30 ya estábamos en el hotel. Nos recogieron, conducía el minibús un marroquí casado con una tinerfeña que también tuvo que hacer su larga marcha particular por falta de trabajo. Está deseando volver. Frío, lluvia, el viento es insoportable, los belgas son muy siesos. Volverá.
Vuelo de vuelta con Ryanair. El ¿despegue?, prueba superado. Los Gordianos no acabaron con Maximino, mas al contrario, Capeliano los venció ante Cartago. Gordiano el Joven murió en batalla. Gordiano el Viejo se suicidó al saber de la derrota. Murieron sin saber que su nieto llegaría a ser emperador durante 6 años, como Gordiano III.
Se acabó. Felices. Objetivo conseguido. Disfrutamos del viaje, de la compañía y de nosotros mismos. Nos hacía falta reencontrarnos y volver a disfrutar de tiempo juntos. Y reírnos muchos. Bélgica ya es historia. Viajar para que la vida no se nos escape.





8 de diciembre:
- Único día completo en Bruselas:
Amaneció un gran día. Lluvioso sería, pero especial. El santo, o mejor dicho, la virgen de mi medio pomelo. Hacía mucho que no lo hacía, pero cogí el móvil, busqué en el llutub y acompañé la canción con mi melódica voz.






Caminando por esas calles belgas, volvimos a tropezar con lo peor de nuestro pasado cercano europeo. Una vez más, el homenaje a todos aquellos que dieron la vida por la libertad, a los que asesinaron vilmente en nombre de unos ideales inhumanos que en pleno siglo XXI siguen vigentes en la boca de tanta intolerancia, intransigencia, racismo, populismo e incultura.



- Último día en Bruselas:
Amaneció sereno. Aproveché el último desayuno. No lo hago por gula o por rácano. Me encantan los bufetes, me pierde el poder elegir dulce, salado, otra vez dulce, té, chocolate y bocadillos. Como era día de retorno, bajamos las maletas y las dejamos en consigna hasta la tarde, nos recogían a las 5:50.
Destino: Atomium. Primer contacto con el metro. Para moverse en metro hay que comprar billetes sueltos o una tarjeta de varios viajes. En una boca de metro, Anneessens, lo intentamos pero solo había máquinas expendedoras. Boulevard Maurice Lemmonier hasta la Gare du Midi. En las calles, bolsas de basuras amontonadas. No eran las primeras. En Bruselas hay pocos contenedores. Recogen la basura a mano, persona a persona.
En la Gare du Midi compramos tarjetas 24 horas. Cuestan 7,50 pero dado que teníamos previstos cuatro trayectos, nos ahorrábamos dinero.
Línea azul, dirección Rey Balduino hasta la parada de Heysel para ver el Atomium. Está situado en un extremo del Parc du Laeken. El Atomium fue construido para la exposición universal de 1958 y al igual que pasó con la torre Eiffel, cuando acabó la exposición, ahí se quedó. 15.000 trabajadores tardaron tres años en construirlo. Lo restauraron completamente en 2005. En cada esfera hay un espacio de interés. En la superior, un restaurante con un mirador. Para conectar cada esfera, escaleras mecánicas. Fotos desde todos los ángulos posibles. Justo al lado de la parada del metro está el Mini Europa, un pequeño parque con miniaturas de los principales monumentos europeos. Cuando estuvimos en Ámsterdam, vimos uno similar, el Madurodam, muy cerca de La Haya. Con las ganas nos quedamos. Llovía, y mucho, y no era plan de verlo a la carrera para no empaparse.



Ya no nos entretuvimos mucho. Fuimos a despedirnos de la Grand Place (gran gran pleis). Grabamos el espectáculo de luces. Enésimas fotos. A las 5:30 ya estábamos en el hotel. Nos recogieron, conducía el minibús un marroquí casado con una tinerfeña que también tuvo que hacer su larga marcha particular por falta de trabajo. Está deseando volver. Frío, lluvia, el viento es insoportable, los belgas son muy siesos. Volverá.
Vuelo de vuelta con Ryanair. El ¿despegue?, prueba superado. Los Gordianos no acabaron con Maximino, mas al contrario, Capeliano los venció ante Cartago. Gordiano el Joven murió en batalla. Gordiano el Viejo se suicidó al saber de la derrota. Murieron sin saber que su nieto llegaría a ser emperador durante 6 años, como Gordiano III.
Se acabó. Felices. Objetivo conseguido. Disfrutamos del viaje, de la compañía y de nosotros mismos. Nos hacía falta reencontrarnos y volver a disfrutar de tiempo juntos. Y reírnos muchos. Bélgica ya es historia. Viajar para que la vida no se nos escape.
Gracias a todos por este gran viaje.
Gracias a ti, te quiero.

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