¿Quién me iba a decir a mí 40 años atrás cuando iba con mis padres y mis hermanos, todos apelotonados en aquel 850 amarillo S-6547-B, a bañarnos en el gélido río Cambillas, tirarnos con el trineo rojo por las laderas cercanas al Club Tajahierro, comer huevos fritos con chorizo en Fresneda o pasear por Bárcena Mayor que a mis casi 50 años recorrería todo el valle del Saja-Nansa en un carrera a pié?. Nadie, claramente, por que en los años 70 la gente era mas "normal", no se pegaba una salvajada de kilómetros, en plan cabra montesa, por mitad de los montes.
Heme aquí, viernes 19 de mayo de 2017, a las 23:00 escuchando los acordes del ya clásico en las salidas de las ultramaratones, "Thunderstruck", de los australianos AC/DC.
Pero no me quiero adelantar por que esta historia empieza atrás, pero que muy atrás.
Bueno, no tan atrás.
Terminaba 2016. Entre colocar el árbol navideño y situar las piezas del belén ya barruntaban en mi cerebro las dos neuronas de guardia en ese momento cual sería el gran reto para 2017. Y no hubo dudas. Como cántabro de pro, correr en "casa", tenía un plus de ilusión. No voy a entrar en nacionalismos trasnochados, para mi Cantabria es mi patria, como tierra de mis padres y mis antepasados; mi país, pero no desde el punto de vista excluyente de otros territorios. Todo lo demás, España, Europa. Orgulloso de ser cántabro. Así que viendo el calendario, ¡como no¡, fui a escoger la más larga y la más dura, el Infierno Cántabro. Los 10.000 del Soplao.
Llanto por el Lábaro
113 kms de distancia, 5.771 de desnivel positivo y un tiempo máximo de 25 horas. Me apunté sin pensarlo dos veces no fuera que las dos neuronas llamaran a las otras dos para pedirles opinión y entre las cuatro intentaran quitarme la idea de la cabeza. Se lo comenté a mi medio pomelo (tampoco le día muchos detalles no fuera que....) y me inscribí. Me asignaron el dorsal 75, al que yo "adorné" con el club de mis amores. Bonito número me tocó.
Todo el entrenamiento desde primeros de año fue dirigido exclusivamente a intentar terminar el Soplao. Muchas horas corriendo en solitario o con mis "hermanos macedonios", especialmente Richy y Fernando.
Para abrir el año, el I Trail de Vista Alegre con Richy, Fausto y Pedro. Como siempre Richy me llevó con la lengua fuera. Esos 10 años de diferencia cada vez marcan más la "diferencia". Fueron el inicio de la preparación, con 16,5 km en algo menos de dos horas.
Sin haberlo preparado me cayó regalado un dorsal de la maratón de Murcia (gentileza del omnipresente Richy) que como ya conté entonces fue un entreno largo, con un tiempo muy mejorable, pero el objetivo era el que era. Amontonar kilómetros
En marzo, con Fausto, la Infern Trail (43,8 kms), la de los 6.800 escalones, que me dejaron en meta con dudas mas que razonables sobre mi capacidad para terminar el Soplao. Mis problemas musculares no solo se repitieron sino que se agravaron.
Abril, una nueva participación en la Ruta de las Fortalezas de Cartagena (53,2 kms), en la que me pasó de todo desde una pájara a mitad de carrera hasta una final para olvidar.
A poco más de un mes para el Soplao las dudas iban en aumento. Decidí añadir a los entrenamientos ejercicios de fortalecimiento muscular para intentar minimizar los calambres. Y así. el 18 de mayo, tras dejar camino del colegio a mis dos pomelitas puse proa hacia Valencia para coger un vuelo a Santander, aprovechando para ver a mi hermana pequeña (es mayor que yo, pero sé que le gusta que la diga la hermana pequeña, por que tengo otra más mayor, pero, ¡eh¡, las dos mayores, que conste en acta) y a mi cuñado Didier.
En el aeropuerto, un nuevo capítulo de ese fascinante microcosmos de historias que pululan entre la Babilonia que conforman los pasajeros a la espera de vuelo. Miles de personas entrecruzan en un instante sus vidas lejanas. Decenas de destinos, cientos de historias. Me gusta mirar las pantallas con los próximos destinos para escoger el que me gustaría. En Valencia, pocas alternativas, mucho vuelo interior o británico, aunque en la fila última, Moscú, ahí si que me gustaría ir.
Me subí en el avión. Sufro. No me gusta volar. Sé de sobra que es el medio de transporte estadísticamente mas seguro pero dependo de como esté de "sembrau" ese día el piloto, no sea que le dé por estar deprimido y lo estrelle .... y estas cosas pasan, poco, pero si te tocan, la llevas. En una hora y cuarto llegué a Santander. No por repetido deja de ser cierto, hay ciudades mas bonitas, con más historia, con mejor presencia o con mas oferta pero para mí nada mas grande ni mejor que Santander. Cada vez que vuelvo recuerdo que soy un privilegiado por ser santanderino. Sí, estoy muy agradecido a Murcia y los "murcianicos" que me han acogido como uno más. No tendré palabras suficientes para alabar a esta gran tierra murciana, pero, Cantabria siempre será mi patria.
Por delante un día junto a mis padres a los que no había visto desde navidades. Mañana del viernes, día de la carrera. Como las estrellas del "furbo", paseo mañanero que rula rulando acaba con paseo por la bahía hasta Somo.
Comí e intenté dormir la siesta. Imposible. No sé si por nervios o por falta de sueño pero no hubo forma. A las 7 me recogió mi sobrino y ahijado José que se brindó a llevarme hasta Cabezón de la Sal, punto de partida y meta del Soplao. ¿Cómo estaba Cabezón?. ¡¡¡Abarrotaoooo¡¡¡. Ambientazo de lujo. Miles de personas. Todos los participantes en las diversas pruebas recogiendo sus dorsales y la bolsa de corredor así como sus acompañantes y familias. No se podía dar ni un paso y en todas las caras la misma sonrisa nerviosa del que piensa "¿que hago yo aquí?".
Primer negativo para la Organización. Que digo que por 50 euros más 20 euros que te cobraban por la camiseta algo más podían "regalar". Hablamos que la Organización debe manejar un presupuesto, solo en inscripciones, entorno a los 600.000 euros. Y sí que es cierto que la seguridad y la sanidad eran de lujo pero está claro que además de la competición deportiva alguno se está haciendo de oro con este evento. Para colmo, en meta, ni un mísero recuerdo a los finalizadores.
Que me desvío. Se fue José y al poco vino mi amigo Félix, amigo desde hace 30 años. De esos amigos que ves muy de tarde en tarde, de los que el día a día te va separando tanto por la distancia como por motivos familiares pero que sentados en un banco en el parque parecía que no habían pasado los años. Una buenas risas que nos echamos. Aproveché para comer un plato de pasta sin aliñar. Aguantó hasta que salí. Y fue a verme al día siguiente, aguantó hasta las 21:30. Llegue a las 21:50. Ainssss, Félix, sabes que te quiero....sin tontunas ¿eh?.
Y tras este rollo de presentación volvemos a las 23:00, al espectáculo de la danza de Ibio y a los citados acordes de Thunderstruc de AC/DC. Empezó la carrera. Según me dijeron, salieron algo menos de 400 participantes. Noche cerrada. Con lo poco que me gusta correr de noche parece un contrasentido encontrarme ahí, y, ¡¡¡solo¡¡¡. No es fácil ir solo. Estas a solas con tu propio yo. Por mucho que te pavonees y te hagas el duro, cuando estás a solas, no te puedes engañar. Cuantas veces se te pasa por la cabeza: "¡¡¡¡que hago aquí¡¡¡".
Salimos en grupo, al trotecillo, no vale la pena apretar, ¿para qué?. Revisando los datos que aporta la organización compruebo que mantuve una cierta regularidad, siempre entre los puestos 140 a 160. Es cierto que el primero me sacó 10 horas pero ése compite, yo participo solo por acabar aunque siempre podré decir que fui uno de los que acabó, dado que el 50% se retiró o quedó fuera de carrera.
Solo tres kms de asfalto, a la altura de la Hoz de Santa Lucía primera subida. 700 metros de desnivel en poco más de 2 kms. Terreno húmedo. He perdido la costumbre de correr sobre mojado. Resbalaba continuamente. Me calenté la cabeza pensando que con tanto resbalón "¿cuando llegará la primera caída?". Aunque rodeado de corredores, voy solo y la cabeza empezó a "trabajar".
¿Cogí la ropa adecuada?. Camisa interior con manguitos, mi camiseta del lábaro para las grandes ocasiones y chaqueta fina como cortavientos. Pantalón corto con pantorilleras. Guantes de ciclista mas que nada para proteger las manos en caso de caída no por frío, por que lo que se dice frío no hizo, eso sí, acusé la humedad y sobre todo que cada dos por tres se me empañasen las gafas. Me tengo que tomar en serio operarme de la vista por que es muy incómodo ir corriendo con las gafas empañadas. Pero, sí, creo que acerté con el "vestuario".
Coroné la primera subida sin mucha convicción. Bajada rápida, todos en fila india, por un sendero resbaladizo. Oigo a mis espaldas el típico grupo de corredores que van sobrados y se te pegan a la espalda como si con adelantarme tuvieran seguro ganar. Los consabidos "huelepedos". Que agobiantes. En esos casos me suelo parar y les dejo pasar. Me niego a que otros hagan la carrera por mi. ¡¡Será por kms¡¡¡.
Carrejo, Santibáñez y la segunda subida. También muy radical pero ya me iba acostumbrando al terreno húmedo. Todos los corredores a mi alrededor con bastones, yo de los pocos sin ellos. Otra cosa que me tengo que plantear para el futuro. La descarga de la espalda que te hacen los bastones puede suponer la diferencia entre el éxito o el fracaso.
Coronando la segunda cota, noche oscura como boca de lobo, bajada de un km hacia Ruente que recibe desde lejos con música y ánimos a los corredores. Bajada muy, pero que muy peligrosa. Muy pindia (no eres cántabro si no sabes lo que significa), tierra negra, húmeda, resbaladiza. En varios sectores había cuerdas para agarrarse. Bajada de esas para dar el campanazo. Me sorprende ver a corredores que bajan como si nada. Yo, con cuidado, no quería arriesgar de más. Aún así, primera culada, sin muchas consecuencias.
Dicen que "en Ruente engañan a la gente" pero nada mas lejano a la realidad. Siendo las 00:50 todo el pueblo pero que todo el pueblo se había echado a las calles a animar. ¡¡Alucinante¡¡. Subidón de adrenalina. Lo más comentado por los corredores en el recorrido, impagable los habitantes de Ruente, un 10 para todos ellos.
Dejo atrás la Fuentona, Barcenillas, La Miña y Sopeña. Nueva y tercera subida. No hubo descanso, o subías o bajabas. Y bajar no supone descansar, algunas bajadas son peor que subir. He participado en carreras con perfil más duro (Sierra Nevada por ejemplo) pero la auténtica dureza del Soplao no es tanto el perfil (que también) sino las condiciones que hacen de ella el Infierno Cántabro como poco después comprobaría.
Tras un terreno húmero pero llevadero empezaron las decenas de kilómetros de camino con barro, fango, piedras grandes, piedras pequeñas, mas barro, mas fango, charcos, regatos, losas mal colocadas, camino impracticables, mas mas barro, mas mas fango, ríos, riachuelos. Me mojé y embarré los pies en el km 30 y así los tuve hasta el final. Muy duro correr en esas condiciones. Los pies sufren lo indecible.
Tres de la mañana, cuatro horas de carrera y los fantasmas aparecen. ¡¡Y solo llevaba 20 kms¡¡. Las dudas me empiezan a corroer. ¿Si sigo a este ritmo cuantos días voy a tardar?. Cabreo. ¿Qué necesidad tengo de pasar otra vez por esto, que quiero demostrar, a quien, para qué?. Saco el mp3, me pongo música para olvidar. Y la primera canción una "joya" de Alaska ... nunca supe quien era René. ¡¡¡Que viejo estoy¡¡¡.
Bajada hacia Viaña, km 25, ya con hambre. Ni cinco horas que comí la pasta y arrastrando hambre de días. ¿Los avituallamientos?. Desiguales. Los dos primeros sin casi nada que elegir. Algunos muy distanciados. Otros muy completos. Creo que por lo que se paga la Organización debería ofrecer mas avituallamientos y con más variedad por que no te puedes ir con varios kilos de comida cargado, segundo punto negativo. Primeros tragos de chispa-de-la-vida, saco un "isotónico" de chorizo de pamplona y a seguir. Como iba camino de Correpoco hice honor al nombre del pueblo.
El tramo entre Viaña y Correpoco supone un cambio. De las negras tormentas cambié el chip empezando mis mejores kms. Desde el 25 hasta el 80 aguanté las subidas, corrí mucho en las bajadas y los terrenos intermedios y empezó mi lucha muscular cuando los sartorios amagaban con darme el día. Escuché en mi mente a Fausto repetir que cuando tiene problemas se comen frutos secos o chuches y le hice caso. Llevaba una bolsa con algunas chuches de mi pomelita Julia, que me dieron la vida.
Correpoco, km 35, cinco de la mañana, primer almuerzo sólido. Como algo de fruta, chocolate, chispa-de-la-vida y zumbando. Se me pasa por la mente que quizás estoy corriendo de más, pero, si no lo hago ahora, a lo mejor luego no tengo terreno. Me arrepentí mas tarde.
Saliendo de Correpoco nos hacen cruzar el río agarrados a un cuerda. Felizmente no bajaba muy alto, me cubría por las rodillas, pero tan fría que me dejó anestesiado durante media hora. Crucé sin problemas pero fue en la otra orilla donde resbalé y me calé entero. Pues venga, anestesiado entero. Empapado estuve entre el agua del río y el sudor hasta bien entrada la mañana.
En el tramo entre Correpoco y el pueblo de Saja, amaneció. Atrás quedó la noche, oscura e inmisericorde. Si además de oscuridad tienes problemas de vista te circunscribes a mirar en un radio de pocos metros, muy atento a las balizas para no errar el recorrido. Ahí si que debemos felicitar a la organización, balizado perfecto. 2-1. Eso sí, en cuanto a los que felicitan por la belleza del recorrido, no deben dárselas a la organización, la madre Cantabría lleva allí ... ¿siempre? ... no es un acierto de la Organización el precioso paisaje solo marcarlo bien para no perdernos.
Saja, km 40, ya de día. Nos avisan que en Colsa hay que estar antes de las 6:30, primer punto de corte. Miro el reloj, hago cuentas y no me salen. Tiempo de corte muy exigente. No puedo entender que te den un máximo de 25 horas pero que te hagan cortes intermedios tan exigentes. En este corte no cayó nadie pero en el segundo más de 100 participantes.
Subida hacia Los Tojos. Pego la hebra con una corredora de mi quinta, bregada en grandes batallas, entre ellas el Mont-Blanc. Hablamos de carreras, de humedad, de tierras secas. Dice que el auténtico trail es éste, el del norte, con barro, agua y fango. Discrepo. Trail debe ser toda carrera de montaña da igual las condiciones. Es muy distinto correr en el norte que en el sur pero hay que correrlo. Y habría que ver a los norteños correr con los cambios bruscos de temperatura.
Los Tojos, km 48, punto de vida. ¡¡Que pueblo tan bonito con unas casonas espectaculares y que buen cocido montañés¡¡. Me cambié solo los calcetines, hechos un auténtico barrizal. Cuando lo metí todo en la lavadora se veía un poso de tierra a cada vuelta del tambor. No tenía vaselina para echarme para posible rozaduras, pero daba igual, con tanto agua y barro no servía para nada. ¿Os he contado del barro, fango, agua y piedras?. Harto, no, lo siguiente.
El mejor avituallamiento, Los Tojos. Ocho de la mañana comiendo tortilla de patatas, salchichas fritas, fruta, chispa-de-la-vida, chuches y frutos secos. Los voluntarios tanto en éste como en el resto de avituallamientos, perfectos. Cariñosos, agradables, se desvivían por ayudar y animar. Quisiera creer que la Organización se lo va a recompensar de alguna manera, pero me temo que no, 600.000 euros son muy golosos. 2-2.
Desayunando me cuentan que tengo hasta las 10:00 para llegar al segundo punto de corte, así que acelero, como rápido y zumbando de nuevo. Veo el despliegue de ambulancias. Esto también al haber de la Organización, muy bien cubierta la cuestión sanitaria. 2-3. 7 kms hasta Bárcena Mayor para el corte. Enciendo el móvil, primeros mensajes a Pomelandia, voy bien, pero, si, ya lo sé, me repito ... "barro, fango, agua, piedras, regatos...".
Este tramo era engañoso. La primera parte se podía correr pero en la segunda, sin ser dura, era un rompepiernas. Y las mías empezaban a romperse y lo que era peor, mi músculos sartorios en ebullición sin explotar y además con un tremendo dolor lumbar. Sin haberlos usado nunca ya estaba echando de menos los bastones.
9:30 llego a Bárcena Mayor (uno de los pueblos mas bonitos de Cantabria) con media hora de margen sobre el tiempo de corte. Me tocaba ahora hacer el bucle que rodeando y subiendo la Ozcava me llevaría de nuevo a Los Tojos. Este era el km 55. A más tardar debía estar a las 16:00 otra vez en Bárcena Mayor para el último punto de corte. Me quedan 6:30 para hacer 27 kms, eso sí, con la subida más larga según el perfil.
Hacía rato que me quité la música, me daba dolor de cabeza. Es la carrera que menos he usado el mp3 creo que ni dos horas. Preferí oír el silencio atronador de la naturaleza interrumpida por los cencerros de las decenas de vacas tudancas (si no las conoces, no eres de Cantabria), pájaros, el rumor del agua fluyendo por los ríos y el concierto de grillos.
Saliendo de Bárcena Mayor me agacho y cojo una buena rama con forma de bastón. A falta de bastones "profesionales" este bastón de pura "artesanía cántabra" me acompañó ya hasta casi la meta. Muchos fueron los que me llamaron la atención por el bastón, mas de uno se rió. Debía ser chocante ver a un corredor subir o andar con un simulacro de bastón extraído de una rama de un árbol como si fuera un dandy londinense, pero ya se sabe, "ande yo caliente...". El apoyo me eliminó por completo los dolores lumbares y en algunas subidas fue la diferencia entre si o no.
El rodeo a la Ozcava fue el terreno más pesado o al menos a mí se me hizo muy aburrido y eso que íbamos paralelos a un río con un paisaje verde precioso. Aquí hice masa con un vasco, cincuentón, también muy "ultrero". En estas carreras están los que compiten y luego, todos los demás, los que participamos para acabar, así que nos fuimos dando cháchara con tranquilidad. Media hora juntos desde el avituallamiento al pie de la cumbre del Ozcava.
La subida fui muy llevadera, por pista forestal. La bajada, en cambio, tuvo dos zonas, una resbaladiza (segunda culada de la carrera) y la otra con senda muy estrecha entre espinos, muy desagradable. Muy cansado veo al fondo de nuevo Los Tojos, pero no acababa de llegar.
De nuevo Los Tojos, km 75, 14:00. Tengo dos horas para comer y llegar al último corte. Respondo un mensaje para los "hermanos" macedonios que veo tiene un chat siguiéndome. La Organización te daba un localizador gps que nos mantenía localizados en todo momento. Les informé, no sé, algo así como "¡¡¡ barro, fango, agua, mas fango, mas barro, piedras¡¡¡". Varios mensajes a Pomelandia, leo los mensajes de ánimo de Inmaculada que sé que no me entiende, no comprende el porqué es estas "locuras". A veces yo tampoco, pero, sus palabras de aliento siempre sirven. De ella, siempre sirve todo.
Como poco, error. No me entraba nada. Pensé que en Bárcena Mayor había otro avituallamiento, error. Un poco de tortilla, algo de pan y chispa-de-la-vida. ¡¡¡¡ Error ¡¡¡.
Repito el tramo Los Tojos - Bárcena Mayor. 7 kms. En la primera pasada fueron 1:15. Sabiendo que tenía casi dos horas para hacerlos para no quedar fuera de carrera salí corriendo pero con tranquilidad. Son estresantes los puntos de corte. E injustos por que desde el último corte quedaban 30 kms y 8 horas a meta. Yo, que apreté en este tramo, lo hice en 6 horas y luego me pasaron factura. Creo que la comodidad de la Organización primó sobre la ilusión de los corredores. Error 3-3. En esta segunda pasada, tiempo de 1:20 casi al mismo ritmo que la primera vez. El "bastón cántabro" hizo su trabajo. Y venga piropos al bastón. Tenía que haberlo vendido en e-bay.
15:30, kms 82, Bárcena Mayor. Ya no hay vuelta atrás. Ya no hay puntos de corte. Pero muy cansado, lógico, y sin comer lo suficiente. A la salida del pueblo empezaba la subida a El Moral, unos 8 kms. Del 82 al 86 paso los peores momentos de la carrera. Pajarón de cuidado. La falta de alimentación me llevó a la agonía. Sin reservas, me costaba no solo subir. si no tan siquiera andar. Me adelantaron varios participantes y veo que mi ritmo es ínfimo. Para colmo el camino de subida era muy duro, no tanto en desnivel, si no en condiciones ....hummm, ¡¡ah, si¡¡... todosss ... ¡¡¡barro, fango, piedras, agua¡¡¡.
Cuando llevaba una hora de subida y ni tres kms, me adelantan dos participantes. "¿Qué queda?", les pregunto. "Estamos a la mitad", responden. Mazado sicológico. Subo dando tumbos. Me paro cada pocos metros. Solo quiero retirarme ahí mismo. Miro al fondo y me acuerdo de las chuches de Julia. Como con avidez, una, dos, tres. No sé si fue el azúcar, el efecto placebo o una dosis extra de testiculitis pero me sentí renacer. Bueno, no tanto. Cogí ritmo, no muy fuerte, pero conseguí llegar al avituallamiento mantenido a vista a los corredores que me habían sobrepasado como punto de referencia.
En esos lares empezamos a coincidir con los participantes de la prueba ciclista que subían por la otra cara de El Moral. En el avituallamiento del km 90 acepto que el daño de la pájara es irreversible. No podré correr más. Tendré que andar y trotar si me lo permiten las fuerzas. Pero éramos pocos y apareció la burra. Hasta cuatro ampollas en el pié derecho y dos en el izquierdo. No llegaron a ser muy grandes aunque las que llevaba entre los dedos eran muy molestas.
Km 91, 19:00, camino del sube-y-baja hacia El Toral hago recuento. Me duele todo. Punto. La primera bajada, sobre pista forestal, intento correr. No puedo durante mucho rato. Vuelvo a alcanzar a la corredora con la que compartí kms en la subida a Los Tojos. Dice que tampoco puede correr. Compartimos algunos kms. Posteriormente la vi pasar con otra mujer que parecía acabada de salir por que iba como un tiro. ¡¡¡¡Quien pudiera¡¡¡.
Cuando el seguir se pone duro, solo los duros siguen. No quería seguir aunque no me quedaba mas remedio, el siguiente punto para abandonar sería el km 100 y tras tanta paliza, huir sería de cobardes o de tontos a 13 kms de meta....pero y si....??.
Si la subida a El Moral se me hizo dura, el sube-y-baja hasta El Toral y El Cerezo fue matador. Aquí dí alcance a muchos de los participantes en la ruta a pié. Iban muertos, se lo veía en la cara. Preferí no preguntarles como me veían. Cuando les alcanzaba un participante de la ultra, se apartaban reverescentes, como si fuéramos superhombres. Nada más lejos de la realidad. Mi reconocimiento a todos aquellos que se ponen en una línea de salida para cualquier carrera, de cualquier tipo y distancia. El que participa puede perder, el que no participa, ya ha perdido.
No recuerdo si el sube-y-baja eran 5 o 6 subidas cortas, pero la visión lejana era aterradora. Metí la cabeza hacia el suelo. Oí pasar varias veces el helicóptero. ¡¡¡Aquí, aquí, salvadme, estoy aquí¡¡¡.
Una tras otra fui superando las tachuelas que se me clavaban en las plantas de los pies hasta alcanzar la subida final a no menos del 35% de desnivel que sin ser muy larga, fue demoledora. Cuando coroné solo quería tirarme en el suelo y descansar. Obré con buen tino. Rechacé lo cómodo y mal que bien, seguí ruta. Ya solo me quedaba descontar. Me quedan 16, 15, 14....
Km 98 y dos kms para el avituallamiento de El Cerezo, camino por pradería, largo, viendo la fila india de los andarines. Los sobrepaso, mas que por fuerzas, por ganas de acabar de una vez. Llego al avituallamiento. Fila de unos cien metros. Me cuelo y voy a la punta. Tras 20 horas no estaba para ser melindroso. De hecho me atendieron a la perfección. Cogí un pequeño bocadillo de salchichas, plátano y agua. Ahora sabía que era todo para abajo, pero todavía 10 kms.
Primer tramo de bajada muy irregular. Bajé con mucho cuidado por miedo a que la debilidad acabará conmigo en el suelo y finiquitado a dos brazadas de la orilla. Después, un tramo cementado que te machacaba lo cuádriceps. Al fondo, a poco más de dos kms en línea recta, Cabezón de la Sal, la meta. Pero sabía que era un espejismo, giro a la derecha, pequeña subida y pequeña bajada con ...¡¡¡¡siiii, barro, fango, agua, piedras, mas barro y mas fango¡¡¡.
Lo sabía por el perfil de la carrera pero cuando estás ahí te preguntas, "¿y esto para qué?". En lugar de llevarnos en línea recta nos desviaron hacia Mazcuerras (cuantas plantas compraba mi madre allí) para dar otra vuelta de 5 kms. Vale, no me cabreo. Me acordé de mi "hermanos" macedonios. Ellos ahí esperarían que dijera la consabida frase "¡¡¡que necesidad hay de esto¡¡¡. Pero no lo hice.
Compartí algunos kms con un corredor de San Sebastián al que las ampollas no le dejaban ni andar y con otro que no me enteré muy bien de donde era. Nos sabíamos finalizadores. Atrás quedaban los sufrimientos y penurias, los aciertos y errores, y ¡¡¡el barro, fango, agua, piedras¡¡¡. Emboco la gran recta hacia meta. Tranquilo. Colocando todo en su sitio. Mensaje a Pomelandia. 5 kms a meta. Ya llego. Más feliz que un niño con zapatos nuevos.
¡¡¡Sorpresa¡¡¡¡ ....¡¡¡¡Fausto viene a verme¡¡¡. Sabía que estaba de vacaciones con Ana en Santoña, de hecho le dije de subir, pero hasta horas después no ví el guasá en el que me decía que estaba en meta. Abrazo de los que hacen aficción. El tramo final lo hago con él. Si quieres ¡¡¡barro, fango, agua y piedras ¡¡¡, esta es tu carrera, Fausto. ¡¡¡Que Gran tipo eres¡¡¡.
Ultimo km, hecho a correr para entrar en meta. Los pelos como escarpias. Todo el pueblo aplaudiéndome. Muy emocionado. Al final, ha valido la pena. 22:53 horas después de salir, volvía al punto de salida. ¿Qué sentido tiene?....¡¡¡no eres ultramaratoniano si no lo sabes¡¡.
Inmaculada y todos los que me habláis de esta afición mía por las ultramaratones de montaña sé no lo entendeis, pero aquellos que participan como yo en estas pruebas saben que esos minutos del final valen por todo. A partir de entrar en meta, los puntos negros desaparecen, solo queda la enorme satisfacción del reto conseguido. Se olvidan las miserias, las dudas, los cabreos, solo queda la felicidad del reto conseguido.
Pasada la línea de meta, ni un detalle de la organización, penoso. Veo a mi hermano Jose que junto con mi cuñada Mª Eugenia vinieron a recogerme. Recojo el material. Platico un poco con Fausto y Ana, y vuelta a Santander.
Cuando llegué a mi casa parezco vuelto de la guerra. En la ducha ni me podía quitar la ropa. Para pasar la pierna dentro de la ducha me tuve que ayudar con los brazos. Miré las plantas de los piés....¿amputación?. De cena pimientos rellenos (¡que güenos¡) y croquetas, pero no me entraba nada. Sin más, me metí en la cama.
Como debe ser que esto enferma la mente. En lugar de llevarme una botella de agua a la cama me levanté cuatro veces a beber para saciar la sed infinita acumulada. Cada vez que tenía que moverme, parecía un robot, no me obedecían las articulaciones. Me desperté, tenía hambre canina. No contento con zumo, tostada y té comí arroz con leche y como no podía llevármelos, aunque fueran las 9:00, me acabé los pimientos rellenos...de las croquetas no quedó señal.
Viaje de vuelta. Otra vez el miedo escénico en el avión. Parada en la T1 Barcelona con la tristeza de verme atracado por comer un bocadillo vegetal y agua al precio de 10,60 pero la alegría de ver en el móvil que mi Racing había ganado el primer partido de las eliminatorias por el ascenso al Rayo Majadahonda, 1-3.Verdiblanco el color de mi corazón.
Chimpún al barro, fango, piedras, losas, riachuelos y regatos, ríos, y más barro y más fango. ¿Volveré?. No creo, no me gusta repetir, no me gusta verme sufrir en el mismo infierno, aunque, quien sabe, quizás, en esta tierra mía...
....si reconozco que soy un adicto, que es inexplicable tanto sufrir para después repetir, pero, "hermanos" macedonios, familia, Julia, Marta e Inmaculada, ¿Qué decir?
Quiero saltar de la rama de un roble
gritar tu nombre y echar a volar
tengo la fuerza del viento del norte
y esa bravura que viene del mar
gritar tu nombre y echar a volar
tengo la fuerza del viento del norte
y esa bravura que viene del mar
....si reconozco que soy un adicto, que es inexplicable tanto sufrir para después repetir, pero, "hermanos" macedonios, familia, Julia, Marta e Inmaculada, ¿Qué decir?
Yo también me voy a apuntar, pero como siempre hoy no......MAÑAAAAAANAAAAA. Un saludico y enhorabuena.
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