Confieso que he pecado. Confieso haber dicho que nunca repetiría una carrera y aquí estoy, en Finestrat (Alicante), a media tarde del viernes 15 de noviembre, con bastante frío, aire, sin lluvia, para mi segundo intento contra la ultramaratón Costa Blanca Trail, 101 kms. El año pasado, una semana lluviosa había dejado el recorrido impracticable, a lo que se sumó que tras cinco horas de carrera, se puso a llover y en las siguientes 10 horas no paró. Frío, lluvia, terreno resbaladizo y peligroso, recorrido más lento y cuatro caídas después, en el avituallamiento de Confrides, km 60, decidí que ya había sido suficiente. Días después no dejaba de darle vueltas al abandono. Sé que hice lo que tenía que hacer. Ni era el día ni las condiciones. Pero me quedó la espina clavada. Sabía que por piernas podía haberla acabado. Y no lo intenté. Un año después, mismo escenario y mismo compañero de aventura, Fernando. Nuestro hermano macedonio. Richy nos dejó empantanados con noseque excusas. Richy, que se te echa de menos.



11:50 de la noche del 15/11. Entramos en el corralito. Control de material. Lo único que nos controlaron fue el móvil. Ningún control más en toda la carrera. Por allí veo a los que lucharán por el triunfo, con muy poca carga. ¿A estos no les piden lo mismo?. Es cierto que los que llegan los primeros, a lo mejor necesitan menos, pero a los que llegamos después, nos cargan como mulas con muchas cosas que no vamos a usar. Físicamente me encuentro bien. En esta ocasión, he hecho los deberes. Los últimos dos meses he entrenado mucho y bien. Con salidas técnicas, metiendo tanto desnivel como tiempo. Entrenamientos de más de 4 horas. Desde finales de agosto me propuse quitarme los kilos de más que arrastraba por el verano. El domingo tras la carrera, pesaba 65 kgs. Muy fino al salir. Lo cual me demuestra que para este tipo de carreras solo hay un camino, entrenar, cuidarse y entrenar y entrenar más.
Perfil de electrocardiograma. Cholismo puro, subida a subida. 00:00 horas, salida tras la cuenta atrás. Entorno a 225 corredores. Primeros metros. Subida desde la plaza del pabellón, punto de salida y meta. Si conseguimos terminar, volveremos al mismo punto. Primer km por las calles adoquinadas de Finestrat. Seguramente más por postureo que por necesidad subimos todos trotando. El temible Puig Campana nos espera. Necesidad no había, una vez fuera del pueblo casi todos los corredores echamos el freno. Desde la salida hasta coronar el Puig Campana, son 5 kms, los más duros del recorrido. Felizmente están al comienzo cuando están la fuerzas intactas. Enseguida el perfil se pone vertical. La subida es muy, pero que muy dura. Una primera parte para calentar, todos en fila india. Para casi un par de kms finales durísimos, con una pendiente muy exigente. Este año no cometí el error de llevar los bastones en esta subida, estorban más que ayudan. Me puse delante de Fernando, siguiendo la estela de un vikingo que se lo notaba muy suelto en el ascenso. Lo escogí al observar como ahorraba esfuerzos dando paso laterales en las zonas mas duras, en lugar de levantar mucho la pierna. A mitad de subida, Fernando ya no iba detrás mío. Mal asunto. Como la fila india te arrastra, seguí al vikingo. Y es que había muchos extranjeros. Por el habla, distinguí a angloparlantes, algún italiano, algún francoparlante y un grupo de escandinavos tipo armario ropero. También muchas mujeres. Cada vez más en las carreras, la mayoría, te dejan atrás sin piedad.

Tras superar el tramo muy técnico de bajada, llegué al km 7,8, Coll de Pouet, primer avituallamiento. Los avituallamientos estaban entre bien y muy bien. Ni una queja por cantidad y calidad, tan solo la falta de avituallamiento entre los kms 37 y 49. Comí de todo un poco. Plátano por el potasio, frutos secos por las sales minerales, naranja por la vitamina C, melón para recuperar agua, emparedados de salchichón por que sí, membrillo con su pelotazo de azúcar, pasteles rellenos de crema buenísimos y chispa-de-la-vida a tutiplén. Desde el 26 de agosto solo había bebido una al final de la Ricote Trail. Llegó un momento que parecía un globo de gas de la cantidad que bebía cada día. Tras esta ultra, otra vez arrestada. Me gusta pero ya no soporto sus efectos secundarios. Tras 10´ en el avituallamiento del Coll de Pouet esperando ver a Fernando, salí camino del siguiente punto de avituallamiento, el Helipuerto de Polop.

A partir de este avituallamiento, 14,5 kms hasta el siguiente avituallamiento de la Font del Pi. Zona por la que ya pasamos el año pasado pero que este año tenía varios tramos diferentes. Terreno de sube-y-baja. Pistas, senderos, zonas técnicas de piedra. Ya juntos, no cometimos el error de cebarnos. A los que veíamos por detrás mas fuertes, los dejábamos pasar, sin complejos. De hecho, es una manía personal, no soporto llevar a nadie detrás de mi haciendo todo tipo de ruidos, cháchara o presionando para pasar. Cuando llega alguien a mi altura, sin tardar nada, los invito a pasar. A muchos de estos corredores, no los vuelves a ver pero a otros te los acabas encontrando varias veces ya sea por delante, ya sea por detrás. A mitad del tramo, entro en crisis. No sé el motivo, pero algo no iba. Fernando por delante. Sin un gran ritmo, me costaba seguirlo. Terreno quebrado, duro, pero no mucho más de lo habitual. Mirada al suelo. Como me veía alicaído, saqué una pastilla de sales minerales para recuperarme un poco. No, no es dopaje. Son pastillas para evitar el agotamiento y lo calambres. Llega un momento que los kms te agotan sin remedio. En todo caso, ni un solo problema muscular en todo la carrera. Lo que si me dio el follón fue una artritis en el dedo anular del pie izquierdo que cada cierto tiempo reaparece. El fisio me dijo que era un problema de pisada, de haberme dado un golpe y me puso una almohadilla. Pero como me la mojé duchándome, en lugar de secármela, me la quité. Muy listo. Durante toda la carrera tuve que tomar gelocatil cada 5/6 horas para mitigar el dolor que no siendo invalidante si que era molesto.
La segunda parte del tramo, zona calcárea por la que ya pasamos el año anterior, nos enganchamos con un grupo de más de 20 corredores que nos alcanzaron. Enseguida perdí de vista a Fernando por detrás, pero sabía que no iba muy lejos. Bordeamos la Sierra de Aitana por su parte oriental, junto a un quebrada Por detrás algún cagaprisas tenía muchas ganas de adelantar para después ponerse delante y frenarnos. Al ritmo por debajo de 6´de este largo tramo, apretar mucho más es un error pero meter prisas para dejar pasar para luego hacer tapón es de ser poco previsor, cuando no follonero. Disfruté mucho del tramo por que comprobé que los dos meses de entrenamiento previos daban sus frutos. Sin mucho forzarme seguía fácil el ritmo del grupo. Antes del avituallamiento, nueva subida, corta pero intensa. Por primera vez hice uso de los bastones. Es cierto que ralentizan, al menos a mí me da esa impresión, pero la descarga sobre los hombros y brazos de algunos esfuerzos adicionales de piernas y espada, a la larga se nota.
Poco antes del avituallamiento de la Font del Pi, reagrupamiento con Fernando. Km 27 en 5 horas y 48 minutos. A partir de aquí, la larga subida que hicimos el año pasado en esta zona había sido sustituida por un desnivel de poco más de 100 metros en un km que se hizo muy llevadero. Benimantell, km 33, se veía en la lejanía. Tras el breve ascenso, largo descenso en el que, a lo mejor, apreté de más y le pasó factura a la rodilla de Fernando. Rebasamos a muchos corredores. Justo antes de la entrada en el pueblo, nos metieron por un rambla húmeda y resbaladiza del todo innecesaria, fuente de resbalones. No venía a cuento. Nota para la organización, eliminad estos cientos de metros, no aportan nada, más que riesgo.

Salimos de Benimantell en ligera bajada, un tramo diferente en subida, en un terreno blancuzco y nada transitado para el calentamiento de lo que estaba por venir. Del año anterior recordaba la subida a la Mallada del Llop, brumas entre la distancia, el agua por los tobillos y el terreno en continuo ascenso. Aunque sepas a lo que te enfrentas, tus piernas te vuelven a recordar la nula necesidad de tanto esfuerzo. Justo antes del comienzo de la subida, km 37 avituallamiento con los mismos que estaban allí el año anterior. Unos compañeros de aventura nos preguntaron por el tramo. "Largo y muy pesado", les dijimos. Era el recuerdo que teníamos, que se cumplió.



Avituallamiento del 49, casi mitad de carrera. Asustaba pensar en ese momento lo que quedaba por delante cuando ya te ves tan cansado. Comí algo, no mucho. Pregunté por la bajada, pista casi todo hasta Confrides. Me dejé caer. Hice grupo con dos corredores valencianos, uno muy joven que ya la había acabado el año anterior, otro talludito, como yo. Pista en buen estado, para adelantar kms, para empezar a descontar. Ya llevaba más de los que quedaban. Más de 11 horas de carrera con 50, 51, 52 kms. A 49 de meta. Al final de la pista, bajada vertical por la que bajamos el año pasado pisando huevos, entonces estaba embarrada y resbaladiza. En esta ocasión, todo seco, no menos arriesgada. Pasamos por el punto donde estuvo el avituallamiento donde el año anterior decidimos que abandonaríamos en Confrides. Desde allí algo de pista y un largo sendero lleno de surcos, piedras y ramaje que hice a una media de 5:40. Contento, feliz, fuerte, no dejé de pensar que a lo mejor debía bajar el ritmo para no quemarme, que luego los esfuerzos se pagan. Pero no, seguí apretando.



Sella. Poco más de las seis de la tarde. Allí me estaba esperando Fausto. Mensaje a casa. Ya solo me quedaban 20 kms. Un conocido de Fausto me explica el final. Subida en zigzag al principio, dura. Dura subida larga, por pista, hasta llegar a la parte posterior del Puig Campana hasta el Coll de Sacarest. De allí, 500 metros de desnivel y bajada final "que te va a gustar". Bastante animado viendo el objetivo asequible. Se me estaba haciendo de noche. Segunda noche. Otra vez mi miopía de malvada compañera.
Al salir de Sella me despido de Fausto, gracias hermano, no sabes el bien que me ha hecho verte en esta y otras carreras en las que hemos coincidido. Al fondo, no muy lejos, veo un pequeño grupo formado por los tres del mismo equipo y el tal Miquel. De noche, prefiero la compañía así que apreté un poco hasta alcanzarlos. Pero debe ser que no querían compañía silenciosa. Cuando superamos el primer zigzag de subida, me quedé solo. El camino era una subida por pista, nada técnica, pero empinada. Los kms no caían. El momento zen se vino abajo. 10 kms mentalmente durísimos. Mentalmente pensando los porque de estas locuras. No tenía ganas de seguir. La senda cada vez más oscura. Sin ningún punto de referencia sino las balizas que en algunos casos perdía de vista. "Lo dejo", pensé una y mil veces. "Nunca más", me repetí. En voz alta, en voz baja, al cielo, a mi mismo juré que nunca más. Me dio tiempo a pensar hasta como decirles a mis hermanos macedonios que nunca más. De las ultras también se sale. Fueron dos largas, eternas horas. El remate, una bajada estrecha y peligrosa. Por primera vez en mucho tiempo, tras muchas carreras, pasé miedo de sufrir una caída fatal. Solo fueron unos 200 metros, pero tuve el corazón en un puño. Aun hoy tengo marcado el sufrimiento de ese tramo y el espanto que me produjo esa bajada.

La subidita, pues como era de esperar, no era tal. Eran 500 metros de desnivel. Con giros, no verticales, pero se pegaban. Senda muy estrecha, arbustos que te zaherían las piernas. Regulando y sufriendo, se acabó la subida. Km 96 y no se veía Finestrat, la meta. Bajada que en otras condiciones, con 20 horas menos en las piernas, habría disfrutado más. Trotamos sin mucho convencimiento, mas optando por la seguridad que por la velocidad. Adelantamos a los tres de siempre, los que me dejaron tirado saliendo de Sella. Justicia poética. Finalmente entramos en el tramo final de bajada que había sido el tramo inicial de subida. Tierra suelta, piedras, pero no, no me caí. Ni una caída en toda la carrera. En el ultimo avituallamiento nos dijeron que los últimos 2 kms eran en asfalto. Pues va a ser que no, 500 metros y gracias.
Finestrat. El sonido de la meta. Lo he conseguido. Perfil de la carrera Me dejo caer, empiezo a borrar los malos momentos, pero no del todo, la experiencia, madre de la ciencia. Tras 22:30 horas, hice meta. Final. Mucho mejor tiempo del esperado para mi edad y mis capacidades. Puesto 131 de los más de 225 que salieron, mas de 80 abandonaron. Abrazo y foto con Vicente, gracias por el tramo final. Tras el sufrimiento del tramos del 80 al 93, su compañía me sirvió para venirme arriba. Y es que las ultras son así, una montaña rusa de emociones. Tan pronto estás en crisis como en extásis. Es adictivo. No sé cuantas más podré hacer pero ya son casi cuarenta entre maratones y ultramaratones.
Finestrat. El sonido de la meta. Lo he conseguido. Perfil de la carrera Me dejo caer, empiezo a borrar los malos momentos, pero no del todo, la experiencia, madre de la ciencia. Tras 22:30 horas, hice meta. Final. Mucho mejor tiempo del esperado para mi edad y mis capacidades. Puesto 131 de los más de 225 que salieron, mas de 80 abandonaron. Abrazo y foto con Vicente, gracias por el tramo final. Tras el sufrimiento del tramos del 80 al 93, su compañía me sirvió para venirme arriba. Y es que las ultras son así, una montaña rusa de emociones. Tan pronto estás en crisis como en extásis. Es adictivo. No sé cuantas más podré hacer pero ya son casi cuarenta entre maratones y ultramaratones.
Avituallamiento de meta. Me pedí un bocadillo de beicon. Me senté para cenar y mandar mensajes a casa. Todo bien. Y de repente, como una piedra, te cae el agotamiento, de golpe, como una losa. Pregunté en meta donde estaba en pabellón para la ducha y dormir. Una vez allí, no había colchonetas. Locura del día. No fue la carrera. Las subidas y bajadas. Los kilómetros. Si no, a medianoche, tras 42 horas sin dormir, 22:30 de ellas corriendo-andando 101 kms, ¡¡me metí en el coche para volver a casa¡¡. Al principio, bien, una vez en la monótona autovía, el sueño me vencía. Bajaba la ventana para con el frío no dormirme, pero es que no. Decidí parar en una estación de servicio para dar una cabezada pero el frío me impidió dormir ni un minuto. Otra vez en carretera. Ventana abajo, tiritando y a voz en grito recitando Augusto, Tiberio, Calígula, Claudio, Nerón, Galba, Otón, Vitelio, Vespasiano, Tito, Domiciano, Nerva, Trajano, Adriano, Antonino Pío, Lucio Vero y Marco Aurelio, Cómodo, Pértinax, Didio Juliano, Septimio Severo, Geta y Caracalla, Macrino, Heliogábalo, Alejandro Severo, Maximino Tracio, Balbino y Pupieno, los Gordianos....y hasta aquí, Decio? Filipo? no me salía el siguiente. Y volvía otra vez a empezar. Una y otra vez me repetía la lista de emperadores romanos. Malamente tratra llegué a casa. Feliz, satisfecho por el reto superado. Costa Blanca Trail es historia. Habrá más? Quien sabe¡¡.