domingo, 6 de abril de 2025

Estambul, Marzo 2025

 


Y otra noche que me meto en la cama con los nervios previos a un nuevo de viaje pero con la felicidad de hacerlo al lado de mi medio pomelo, Inmaculada. Ni todos los días ni todos los momentos son maravillosos pero la vida sin tí sería gris, oscura, triste. Si nos enfadamos, a dormir, que mañana volvemos a empezar por la punta. Y aquí estamos, juntos, 33 años después.




Destino: Estambul, Constantinopla, Bizancio, la Nueva Roma, el puente entre Europa y Asia. Asia a un lado, al otro Europa, y allá en su frente Estambul.



Dan igual los destinos que visitemos, cada ciudad tiene su encanto. Decía Napoleón que si la tierra fuera solo un estado, Estambul sería su capital. Es un batiburrillo de historia, tradición, curiosidad, diferentes ambientes, gente, paisaje, olores y sabores, cultura, bullicio y caos. No es la más bonita, ni las más limpia, ni la más culta, ni falta que le hace. Es la ciudad más grande de Turquía pero no es la capital. En 1923 Atatürk, el padre de la Turquía moderna, la trasladó a Ankara, más centrada geográficamente, donde está su mausoleo.  Dos horas de diferencia horaria, que se convirtió en una la noche del sábado al domingo con el cambio horario en España.  




Y antes que lo preguntéis, no, no fui ni a ponerme pelo, ni operarme de la nariz, ni nada por el estilo. Con 57 años asumo el paso del tiempo. El físico, si lo hubo, ya se fue. Intento cuidarme. Hago deporte pero la fachada ya es la de un señor mayor tirando a viejo. Me preocupan más otras cosas. La vista, la boca, la pérdida de memoria. Lo demás, lo entiendo para treintañeros. Por allí vimos mucha gente con la nariz operada, supongo que otras cosas no visibles también. Y los nuevos huertos capilares.




Año 660 antes de nuestra era, hacía calor, a eso de la hora del almuerzo. 

“Byzas, ¿Cuándo paramos? Nos llevas locos”, preguntaba insistente Klafhtmós”.

Byzas, que realmente no tenía un plan pensó: “Como no paremos ya, estos cansinos me van a mandar al guano. Donde estaremos? Mar por ahí, por allá pasa un estrecho y enfrente parece que hay tierra. “Enga, aquí”.

“Klafhtmós”, gritó Byzas, “hemos llegado, nos asentaremos aquí, al menos por un tiempo, dile a tus hombres que empiecen a construir el campamento”.

“Al fin”, se dijo Klafhtmós, “ya era hora, años dando vueltas sin saber adónde íbamos”. “¡¡Byzas¡¡”, le volvió a gritar, “como vamos a llamar al asentamiento”.

Byzas, hartito de Klafhtmós, que hacía honor a su nombre, le gritó “Bizancio, como mi nombre, cansino llorón”.

 

Miércoles, 26 Marzo 2025/ 26 Ramadán 1446


Una vez más Davinia, de https://benytours.com/, nos los organizó y estuvo pendiente de todo. Es un lujo contar con personas que se preocupan por darte el mejor servicio, nunca el precio es lo más importante. 

Esta vez no hubo que madrugar, nuestro vuelo despegaba a mediodía desde Valencia. Volamos con Turkish Airlines, la mejor compañía aérea con la que hemos viajado en lustros. No era muy espacioso pero el servicio a bordo fue perfecto. Nos dieron comida, cosa harto extraña para vuelos cortos, en torno a tres horas y media. Pantalla personalizada para ver películas, oír música, pasatiempos, podcasts. Ambos vuelos perfectos. A la ida vi Civil War, eso que llaman distopía, sobre una guerra civil en EEUU. Interesante y recomendable. A la vuelta, Inferno, cuyo final se desarrolla en Estambul.




Año 73 antes de nuestra era, llovía un disparate, atardecía, sin haber comido y no se veía nada.

Marco Sulpicio Nasón, tribuno de la XV Legio Macedónica seguía avanzando hacia el este. No podía más, estaba aburrido de las órdenes de Pompeyo. Que si los piratas, que si vamos a Siria, que acabemos con los íberos, que como odiaba al tal Cesar. Mi-mi-mi-mi.

“Hasta cuando, hasta dónde?”, mascullaba. “¡¡Varrón¡¡, tú conoces esta provincia?”, le chilló a su centurión primuspilus. Varrón, que se había reenganchado tras 25 años de servicio por no saber qué hacer fuera del ejército, le respondió. “Alguna vez he pasado por aquí, pero no sé decirte, tribuno”. Nasón, también entrado en años decidió: “Seguiremos hasta toparnos con el mar”.

No tuvieron que caminar mucho más, con las botas llenas de piedras, la impedimenta colgada que pesaba 20 kgs, el casco que le rozaba el mentón, avistaron una pequeña colonia helena.

“¡¡Varrooonnnn¡¡, como se llama ese asentamiento?”.

Varrón, arrepintiéndose de haber vuelto al servicio en las legiones para soportar tribunos engreídos, sin mirarlo, arrastrando las palabras respondió: “Bizanciomitribunodemierda”. “¿Cómo? No te entiendo”, gritó de nuevo Nasón. “Bizancio, Señor”.

Con toda la marcialidad que pudo se giró y mirando a la tropa les arengó: “Hoy Bizancio será nuestra, será romana y no nos marcharemos de aquí en más de mil años”. Se quedó corto por 500 años.

 

El aeropuerto de Estambul es enorme y muy lujoso, con tiendas de las marcas más caras y muy caras, caras, caras. Tiene forma de asterisco, pasillos eternos. Tardamos más de cuarenta y cinco minutos en llegar al control de pasaportes. En la puerta 14 nos tenían que estar esperando del servicio de traslado al hotel. Últimamente nos hemos traslado por libre, en autobús o metro, pero esta vez el precio era muy razonable y te quita una preocupación. Llegamos al punto de encuentro. Un viejo nos tuvo un poco mareados esperando. Finalmente nos acompañaron hasta el coche, puro Las Vegas, con lucecitas por todo el coche, intermitentes, rosas, amarillas y moradas. La distancia hasta nuestro hotel eran 35 kms, tardamos poco más de media hora.




La entrada en una ciudad extraña siempre avasalla pero en dos días te haces con la zona turística, más allá, no vamos. Estaba anocheciendo cuando entramos en la gran Estambul. Es la visión de un nostálgico pasado, ciudad de dios, centro del mundo occidental, puente entre dos mundos, miles de fantasmas de la historia siguen paseando por sus calles.




Lo primero, el tráfico. Conducen malamente. Corren mucho, cambian de carril, los semáforos son solo luces de colores. Es una competición para ver quien pasa primero. Son un peligro. Y las calles no ayudan. No hay grandes avenidas en la zona céntrica, muchas cuestas, estrechas, el diseño urbano es un sinsentido, calles y callejuelas amontonadas, entre los coches y el tranvía, cruzar es un peligro. Muy pocos patinetes, la nueva peste europea.

Anocheciendo, nuestro hotel, Antusa Palace, https://antusa-palace-hotel-istanbul.hotelmix.es/ Estábamos situados en el Cuerno de Oro, el origen de Constantinopla. Lo mejor, su estupenda ubicación. A dos minutos andando de las grandes mezquitas. Hotelito. Habitación, correcta. La cama, cómoda, a ratos tenía calor, a veces frío, me costaba dormirme, debe ser la edad. El aseo, pequeño, pero con todo lo necesario. Vistas a la calle. El bufé, sin él no viajo, escueto. Cada mañana lo mismo. Como el bufé de Estocolmo, ninguno.




Tras dejar las cosas, salimos a dar un breve paseo. El primer momento y más si es de noche, es difícil. Hay que ubicarse y en una ciudad con calles tiradas sin ton ni son, sin ningún plan urbanístico y poca luz urbana,  es complicado. Alrededor del hotel, decenas de restaurantes. En las puertas, también decenas de turcos emperretados en que entráramos en su local. Agobiante, no puedo con ellos. Sencillamente les ignoraba, ni les miraba. IQ les respondía, les decía que no. Yo, estúpido hasta el final, como si no existieran.

A dos minutos, Plaza de Sultanahmet, la más famosa de la ciudad. Hace 1,700 años era un hipódromo romano donde los bizantinos se entretenían con las carreras de caballos. Mantiene la forma y una columna. La plaza estaba a reventar de gente, sin haberlo planificado, llegamos en los días finales del Ramadán. Si ya de por sí tendrá visitantes, en estas fechas, al caer la noche, salen los turcos para comer sentados en jardines, parques o plazas, no cabía un alfiler.




El comienzo y final del Ramadán varía cada año porque el calendario islámico sigue las fases lunares. Empieza el día posterior a la luna creciente. Los musulmanes creen que en el 610 el ángel Gabriel, que se le iba apareciendo a todo quisqui y a cada uno le decía una cosa, se le apareció a Mahoma y le reveló el Corán, libro sagrado islámico, que no sabemos si se lo leyó, si lo tuvo que copiar a mano o si ya le dio el libro impreso.  Según su tradición fue en el mes de Ramadán cuando se produjo la revelación motivo por el cual ayunan desde la salida y la puesta del sol excepto los enfermos, embarazadas, viajeros, ancianas o con la menstruación.




Paseamos por el antiguo hipódromo, varias columnas en el centro, todas ellas varios metros por debajo del nivel de la acera, prueba de que la ciudad, como pasa con Roma, se ha ido construyendo sobre sí misma. Data del año 200. El Obelisco de Teodosio, fue traído desde Karnak por orden del emperador bizantino Teodosio (que era de origen hispano, nació cerca de la actual Sevilla) en el siglo IV. Fue erigido por mi alter ego egipcio, Tutmosis III (que ganas de quemarlo todo me dieron) en el siglo XV antes de nuestra era. Es el monumento más antiguo de la ciudad con 3.500 años. La Columna Serpentina, el resto de una columna que parece ser ya estaba en el hipódromo, toma su nombre de las tres serpientes entrelazadas que la forman. Y el Obelisco de Piedra, 32 metros de alto, sin decoración, de época bizantina.






A un lado la espectacular Mezquita Azul o Sultanahmet, que a esas horas del anochecer lucía naranja por la iluminación. A la entrada daban dulces turcas para paliar el hambre de los musulmanes en ayuno y de los asombrados turistas. No pudimos entrar en ese momento, estaban de oración.

 



Año 330, quizás marzo, las calles de Bizancio hechas un asco por la falta de mármol en los suelos, el edil urbano debe haberse quedado con todo el presupuesto el muy ladrón.

Procopio, fiel servidor del auténtico emperador Marc….esto, Constantino. Sentado, la mesa repleta de rollos, edictos, órdenes  e instrucciones de todo el imperio conocido pero que felizmente había conocido poco. “Que pereza viajar. Con que gusto pegaría fuego a este galimatías de papeles, parece que el Ares solo me quiere hacer sufrir. A ver que se les ocurre hoy a los fieles servidores del auténtico emperador Marc….ainss, Constantino. En una de estas me cortan la lengua”.

Calpurnio Pisón, senador de Roma, descendiente de una noble familia patricia romana y mucho romana, más dedicado a la molicie del ocio que a sus obligaciones políticas, entró veloz en el despacho de Procopio: “Como me gusta esta ciudad, ojalá Constantino no quiera moverse. Roma es un asco, huele mal, está todo que se cae, los godos entran y salen como Josephus por su casa”, berreaba en voz alta, “Grecia es el culmen de la cultura y de la civilización”.

Procopio, muy navegado en luchas de facciones, buen conocedor de todos los chascarrillos de la corte itinerante del auténtico emperador Comosellame, sibilino, pensaba: “Si, Pisón, a ti el griego es lo que te gusta, pirata”. Se calla, sabe que Pisón le puede hundir con un solo gesto y mandarlo a una provincia lejana, oscura, triste, húmeda, quien sabe, a la tierra de aquellos cántabros que tanto trabajo le dieron a Augusto, que ese si fue un gran emperador. “No, por Zeus, Cantabria no”.

Se aclara la boca, zalamero y le argumenta a Pisón, “Mi Señor, porque no trasladar la capital del imperio aquí, a Bizancio. La llenamos de palacios, fuentes, termas, estatuas, diversiones, lo tendríamos todo controlado desde aquí, no tendríamos que ver más bárbaros”. Pisón, pensativo, “Y griegos?”. “Si, todos los griegos que tú quieras”, añadió Procopio.

“Pero como le vendemos el tema al emperador? Solo sabe invadir”, dudaba Pisón. “Le cambiamos el nombre a la ciudad, la llamaremos Constantinopla y verás cómo cuela”, afirmó Procopio. Coló.

 

Las mezquitas son auténticas obras de arte. Desde las más grandes a las más pequeñas. Para entrar en su recinto hay que descalzarse y las mujeres, además, deben ponerse un velo cubriéndose el pelo. No se puede llevar al aire ni brazos ni piernas. En cada entrada, carteles que te avisan de sus normas. Si se te olvida, te siguen los vigilantes para que las cumplas. Tienen una parte central, Haram, donde rezan los musulmanes, que no pueden pisar los no musulmanes. La Fuente de las Abluciones, ya un pequeño edificio separado, ya meros grifos en la pared, para lavarse pies, manos y cara antes de entrar a rezar. Minbar, púlpito desde donde predican los imanes durante la oración del viernes. Mihrab, hornacina en la pared para indicar la dirección de La Meca. Minaretes, torres desde donde el almuédano llama a la oración cinco veces al día, que ya lo hacen por un altavoz, hace siglos se dejarían la garganta dando gritos.





La Mezquita Azul fue construida entre 1603-17 según mandato del sultán Ahmed I. Empezamos con la retahíla de fotos. Más de mil quinientas nos hemos traído de vuelta y eso que esta vez fui eliminando las repetidas cada día. Volvimos a la plaza, en dirección contraria a la inicial. La Fuente Alemana, erigida por orden del Káiser Guillermo II en 1898, regalo a su colega el sultán Abdülhamid II. Ambos sufrieron el mismo final, depuestos por sus pueblos. Adiós monarquía, hola república. Al final de la Plaza, a la derecha, la tumba de Ahmed I y de toda su familia. Colección de coloridos ataúdes cubiertos con telares con suras del Corán.






El Parque del Sultán Ahmed I, presidido por Santa Sofía. En sus alrededores, varias mujeres ofrecían dátiles a los viandantes, en recuerdo a los que comió Mahoma mientras estaba junto al ángel Gabriel, copia que te copia el Corán. Hicimos cola y nos regalaron Baklava, dulces típicos turcos, muy dulces, con distintas variedades de frutos secos, y para beber té turco. Nos trajimos un par de cajas pero no son, ni de lejos, como los hechos a mano como aquellos. Muy cansados, nos volvimos hacia el hotel, atronados por los cánticos rítmicos desde las mezquitas.







Jueves, 27 Marzo 2025/ 27 Ramadán 1446

 

Primer día completo. A las cinco de la mañana me despertó el canto de oración de la pequeña mezquita que teníamos enfrente de la habitación. También primer desayuno. Tortilla francesa pero no tenían beicon, no comen cerdo, o eso dicen. Unos fritos aceitosos, con sospechoso relleno. Dolma, hojas de parra rellenas de arroz cocido. Börek, empanada para rellenar. Cuenco de cereales con leche. Unos días magdalenas, otros bizcochos pedregosos. Y té que no faltara, lo mejor de los desayunos.




La ciudad tiene más de tres mil mezquitas. Con visitar diez te puedes hacer una idea. Muchas son muy pequeñas, casi familiares. Hoy si entramos en la Mezquita Azul. Tiene una entrada frontal para los musulmanes y una lateral para los turistas. En cada mezquita hay servicios públicos. Los hombres, todavía, pero los de las mujeres no son aptos para gente decente, que peste. Por primera vez nos quitamos el calzado. Lo puedes llevar encima o dejarlo en pequeños muebles a la entrada. Una señal en el suelo fija el punto a partir del cual los zapatos no pueden pisar el suelo. Era temprano, gratis, no tuvimos que hacer mucha cola. El interior es alucinante. Colorido. Centenares de luces, dibujos esféricos, cúpulas, suras y escritos en árabe. Veintiún mil azulejos en sus paredes. Cada mezquita está cubierta de alfombras, que tienen un sentido especial, sobre la ubicación de los musulmanes, cada uno tiene su sitio. Repleto de gente, hicimos codos para las fotos.








Santa Sofía, consagrada como iglesia en 537 por Justiniano I. Tras la caída de Estambul en 1453 fue transformada poco a poco en mezquita. Hoy es un híbrido, mezqlesia o igquita. Actualmente en obras. Hasta 2020 era un museo, año en el que fue otra vez consagrada como mezquita. Compramos las entradas y estuvimos casi una hora en la cola, repleta de sudamericanos. Para ellos acaba de terminar el verano, están de vacaciones. Además, mucho ruso. Oímos a muy pocos españoles. Nos servimos de mi inglés de andar por casa. Y la tarjeta, que siempre te hace que te quieran entender. Tan solo se puede acceder a la parte superior desde la que asomarse por los números balcones. En las cúpulas, restos de los mosaicos bizantinos, dorados, de Jesús y de la Virgen. Los musulmanes tienen un lugar preferente para la Virgen María, como madre de Jesús, uno de sus principales profetas. Ellos tampoco creen que sea hijo de Alah, o de Dios, solo un hombre santo. En el suelo está enterrado Enrico Dándolo, famoso dux veneciano de la Edad Media.









Que quien era Justiniano I? El último gran emperador romano bizantino. Nació en 482 y reinó durante 40 años. Casado con Teodora, centralizó el poder, expandió las fronteras bizantinas de nuevo hasta Hispania, residió en Constantinopla, que la adornó de numerosas construcciones que han llegado hasta hoy.

Dentro de Santa Sofía ves pasar la historia. Los soldados bizantinos oyendo la última misa aquel 29 mayo 1453 antes de dar la última batalla. Rodilla en tierra, rezaron por la victoria, con su emperador Constantino XI Paleólogo al frente, que se negó a aceptar un salvoconducto del sultán Mehmet II. Murió junto a sus tropas.




Ya agotados, nos sentamos a comer en Saltanat Grill Kebab. Un gato le dio la comida a IQ. No le gustan y ese gato parece que le había cogido cariño. Estambul debe ser la capital mundial de los gatos. Por todas partes, sin vergüenza, se te acercan, se te suben. La comida, bien, mucho kebab, seudopizzas, seudopaninis. Para unos días está bien pero tanta masa al final te infla la tripa. Ni fruta, ni verdura. Todo a base de harina, carnes picadas y especias muy fuertes.




 

Siglo XIII, nevaban copos de nieve como pelotas. Años perseguidos por el Gran Tamerlán, que tenía muy mala leche, que si los pillaba lo mínimo que les haría sería empalarlos, y mira no, por ahí sí que no.

Selim, general de las tropas turcas, hijo de Mustafá, casado con Yasmin, aquella de Bagdad que ya estuvo casada con aquel Iusuf, chulo harenes, que Alá tenga en su gloria o no, menudo canalla, descansaba tras la toma de Brusa, en lo que los bizantinos llamaban Asia Menor. “Cinco años huyendo del Tamerlán y no se cansa, que tío. Y el cobarde del sultán Otman, en lugar de presentarle batalla, que vayamos hacia Occidente. Nos vamos a acabar cayendo a los mares tenebrosos, que cuentan los viajeros que los bárbaros de allá cazan osos, no se lavan, apestan, que necesidad de seguir? A ver si paramos ya”.

Alí, sobrino de Otman, entra en la tienda de Selim. “Que haces aquí que no das instrucciones de levantar el campamento para seguir avanzando”, le gritó de mala gana.

“Somos turcos, Alí, un pueblo con siglos de historia, nacidos y criados en el centro de Asia, terror de nuestros vecinos, y ahora solo sabemos huir y huir?”, le respondió enojado. “Es el momento de parar, de crear nuestra propia nación, aquí mismo, en esta Asia Menor”.

“Claro”, dijo el sobrinísimo “Y tú serás el jefe?”.

“No, Alí, yo no soy como tú, tu tío Otmán es el gran sultán, que se lleve todos los honores, que pase a la historia como el primer sultán de Turquía y que su dinastía, la llamaremos otomana en su honor, sea conocida hasta el fin de los tiempos. Quien sabe, a lo mejor su heredero Mehmet muere por vete tú a saber qué y cómo eres su sobrino querido….”, decía cuando Alí le cortó: “Si, Turquía, imperio otomano, sultán Alí, si, si, suena bien”. Ya la tenían liada.

 

Por la tarde, paseo por el Bósforo. El punto de encuentro era un local llamado Pasión Turca, muy cerca de Casa Pepe, a la vuelta de la esquina del Cayetana de Alba. Había muchos locales, tiendas y restaurantes con nombres en español. El guía arrastraba lastimosamente las palabras. Desde el principio demostró estar cansado de su trabajo, no lo supo disimular. Una vez formado el grupo, bajamos paseando hasta el puerto. Por el camino, el restaurante Seven Hills, famoso por su terraza con vistas al mar. Four Rooms, hotel de lujo, una noche te pueden cobrar más de 15.000 euros. Antigua cárcel donde se rodó El Expreso de Medianoche. Contaba el guía que tras su estreno, el turismo en Turquía cayó en picado, los turistas identificaban su trama con la realidad.





El crucero era un ferry de dos plantas. El guía hablaba por un altavoz. Otra voz hablaba en ruso. Recorrimos las orillas del Bósforo, tanto europeas como asiáticas. Pasamos bajo el Puente Gálata hasta el Puente Atatürk, frente al Cuerno de Oro. Una vez de vuelta al gran Bósforo, Galataport, Palacio de Dolmabahce hasta la Mezquita de Ortaköy, reproducida en redes sociales hasta la saciedad.






En una de las colinas, la bandera turca más grande del mundo, 1.500 metros cuadrados. Fotaca del viaje, que la pongo al comienzo de la crónica. Bebek (la muñeca) barrio exclusivo, con casas valoradas entre 4-5 millones de euros, al alcance de deportistas de élite y de actores de culebrones turcos. Cruzamos a la orilla asiática. Casas de lujo, jardines, cool, chick, como dirían los finos. A lo lejos, laderas y laderas repletas de edificios, mezquitas, rascacielos y banderas sin fin para unos quince millones de habitantes, de una delas ciudades más pobladas del planeta. El ferry hizo parada en Uskudar y nuestro guía se bajó. Con un par. Y le pagarán por eso. Flotando en medio del Bósforo, la Torre de la Doncella. Cuenta la leyenda que un sultán tenía una hermosa hija a la que temía perder por una profecía. Para protegerla, mandó construir esta torre y colocarla allí.  No pudo ser, una serpiente llegó hasta allá y mató a la princesa.







Camino del Mar de Mármara, la Escuela de Enfermería Florence Nightingale. Florentina de nacimiento, hija de británicos, es considerada la madre de la enfermería moderna. Un informe suyo durante la Guerra de Crimea, sobre las condiciones de vida de los soldados y la higiene, fue recogido por el gobierno británico, aplicando medidas sanitarias que salvaron miles de vidas. La Guerra de Crimea, primera gran guerra moderna, comenzó con la invasión rusa de Turquía. Inglaterra y Francia se aliaron con los turcos. También fue la primera guerra con cobertura periodística, artículos y fotos. En Escutari, en la parte asiática de Estambul, la muy profesional y mucho racista Nightingale fundó su hospital, hoy escuela universitaria.




De vuelta a tierra, Bazar de las Especias, pequeño, luminoso, sin mucho turco dando el follón, repleto de puestos de olorosas especias. En uno de los puestos, “aceptamos la tarjeta de su marido”. A su espalda, Sphendone, los últimos restos de las paredes del hipódromo, invadidas de hierbas y acosado por casas feas. Bajamos camino de la Pequeña Santa Sofía, en la orilla, que no pudimos visitar por estar en hora de oración. Su claustro y su jardincillo con bareto incluido, prueba de su origen cristiano. Fue construida por orden de Justiniano I en 530 bajo la advocación de San Sergio y San Baco. Una restauración reciente la ha dejado lista para los turistas.





Mezquita de Sokullu Mehmet Pasha, Gran Visir del sultán Mehmet II, el conquistador en 1.453. Las mezquitas suelen tener adosadas una madrasah, escuela coránica, aulas para estudio de su religión. Entrada con dos alturas, no me di cuenta y pisé con el zapato la zona que no debía. El vigilante me taladró con la mirada. Un gran telar de cuero protegía la puerta, pesaba mucho, me costó moverlo. El interior, muy oscuro. Me acerqué a los aseos, una auténtica pocilga. Mezquita de Atik Alí Pasha, construida poco después de la toma de Estambul, llamaba la atención por sus colores grises y azules. Nos acercamos al cementerio. Los musulmanes entierra a sus muertos directamente en el suelo, de lado y orientados hacia La Meca. Encima ponen columnas. Muchas mezquitas estambuliotas tienen cementerios centenarios, con las inscripciones de los fallecidos en alfabeto árabe, que se dejó de usar hace algo más de cien años. Ya tarde, pasamos cerca de la Cisterna de Teodosio. Lo apuntamos para volver pero tras ver la Basílica Cisterna, lo dejamos olvidado. En la entrada, varias figuras de siregatas, o como se quisieran llamar.







 

Viernes, 28 Marzo 2025/ 28 Ramadán 1446

 

Tras el desayuno, rápidos a la Cisterna Basílica, para no encontrar cola. Tuvimos suerte, fuimos de los primeros en entrar. Los primeros minutos estuvimos casi solos. Es un lugar muy cinematográfico. Bond, James Bond, persiguió por allí al malvado de Electra o al Dr No, no lo recuerdo. El profesor Langdon, de Inferno, tras recorrer media Europa tras el Código Da Vinci y de luchar contra Ángeles y Demonios, acabó aquí buscando un virus letal.




Los romanos, siempre tan prácticos, construyeron grandes cisternas por todo su mundo para acumular agua para cuando hiciera falta. La Cisterna Basílica es la más grande de Estambul, aunque no la única. También fue el hiperactivo Justiniano I quien mandó construirla, en el 532, para traer el agua desde los acueductos. Es un espacio enorme, con 336 columnas de 9 metros de alto cada una, con capiteles esculpidos, dos de ellas tienen la basa con la de Medusa, gorgona con serpientes en la cabeza, que convertía en piedra a quien la miraba a los ojos. En la antigüedad, muchos soldados dibujaban una medusa en su escudo para infundir terror en sus enemigos. De aquel mito, el nombre de ese bichito marino, con largas cintas, que pica si lo tocas. Durante siglos estuvo perdida, hasta que en 1545, un francés que vivía en la corte otomana, se sorprendió de ver casas privadas que extraían agua del subsuelo con cubos. Así volvió a la luz siglos después.







A la salida, con mi habitual libreta en las manos, donde voy apuntando todo lo que vemos y nos pasa, para después daros el tostón, un francés, que vendía alfombras (le dije que no quería) me preguntó: “Are you writter?”. “Mis ganas”, pensé. Como me gustaría ser escritor de libros de viajes o solo de agendas, que te paguen por viajar y contar lo que ves, vaya chollo. Aunque nunca llegaré a acercarme a mi apreciado Javier Reverte, el Reverte bueno, cuantos viajes me he pegado a través de sus libros.




Era viernes por la mañana, día sagrado de la semana para los musulmanes. Las mezquitas cerradas hasta mediodía. Bajamos camino del Bósforo. Pasamos por delante de la embajada de Irán. Rodeada por bloques de cemento altos más de dos metros y con sendos coches de la policía turca, atrincherados. Turquía e Irán son enemigos acérrimos. Los turcos han hecho todo lo posible por pasarle el problema kurdo y conseguir la caída del gobierno sirio. Turquía está ganando mucha preponderancia en su área geográfica de influencia. Hace más de 20 años solicitó su adhesión a la UE.  Los europeos, ñoños como siempre, los rechazaron varias veces por carencias democráticas cuando tienen a Hungría con una deriva autoritaria clara y a varios estados virando a la extrema derecha, cuya aceptación de la democracia es cuestionable. Tras la llegada de Erdogan, los turcos han pasado de querer a ser deseados. La UE sabe que no le queda más remedio, que sin Turquía, el flujo de inmigrantes del cercano oriente será continuo. Su peso económico y su potencial mercado animan a dejarlas entrar en la UE. Ahora es Turquía quien no quiere o si lo quiere, con sus condiciones.

Mezquita Nueva, cerrada a esa hora. Bazar Egipcio. El más agradable de la ciudad. Dos pasillos cubiertos,  en forma de cruz, camino ancho, puestos de lo de siempre, especias, dulces, lámparas y demás objetos de deseo para los turistas. En los exteriores se han arracimado varias calles con más puestos. Es una pena ver a niños, obligados a trabajar, intentando venderte lo que sea.




Plaza Eminonu, se agolpan los atraques de barcos y ferris hacia todos los destinos. La estación central del tranvía y la estación del Orient Express. Dicen que en su cafetería escribió Agatha Christie su libro Asesinato en el Oriente Express. Será. No nos acercamos, no creo que sea algo para recordar. Ya nos colocaron una parada en Egipto donde dicen que escribió Muerte en el Nilo.




Uniendo el Cuerno de Oro con el barrio de Gálata, el puente del mismo nombre, el más famoso de la ciudad, construido en 1845, también el más antiguo de la ciudad. Hasta entonces solo se podía cruzar en barco. En la parte superior, carretera y tranvía, miles de personas lo cruzan a diario. Unos cuantos se dedican a la pesca, que en agua tan contaminada por el carburante de tanto barco y ferry, debe tener una cierto sabor a petra óleum. En su parte inferior, han construido restaurantes donde seguro que clavan por comer.




Al otro lado del puente, barrio de Karaköy, con sus múltiples puestos de bocata de caballa, centro del ambiente nocturno. Puedes ver cómo te lo hacen en directo, mejor no pensar en las planchas renegridas, los ingredientes al aire y las manos sucias del cocinero. Comer y callar.




Por una cuesta muy pindia, donde hicimos  parada para comprar las primeras pulseras,  Torre de Gálata. Cilíndrica. 63 metros de altura. Los bizantinos construyeron una torre para vigilar la ciudad. Quien? Pues sí, Justiniano I, en 507. En 1204 fue destruida por los cruzados. En 1348 los genoveses construyeron la actual. Compramos las entradas y subimos los seis pisos en ascensor. Puedes acceder por una escalera al punto más alto, con vista 360 grados. Estando allí me dio un bajón de tensión, me tuve que sentar y beber agua. Me hago mayor. Ni sé las fotos que hicimos. La bajada, por escaleras, con parada en cada planta con pequeñas exposiciones. La bajada que une la Torre Gálata con el comienzo de Istiklal, es la foto tan famosa, con las casas de colores a los lados. Subiendo por las cuestas, no vimos indicaciones. La ciudad tiene pocos carteles, pocas papeleras, pocas zonas de descanso, pocas plazas, realmente, no les queda espacio entre tantas casas y comercio abigarrados.






Istiklal es la calle comercial por excelencia. Va subiendo poco a poco, jalonada a ambos lados por tiendas de las principales marcas propias y extranjeras, Zara incluida. Por el centro de la calle sube y baja el tranvía rojo tan fotografiado. Nos paramos en sendas iglesias cristianas, que al igual que las embajadas iraní, y la rusa que estaba por allí, tienen vigilancia policial. La Iglesia de Santa María, había que bajar unas escaleras, arrinconada, gris, oscura, una iglesia más. La Basílica de San Antonio de Padua, en cambio, si tenía mejor planta. De ladrillo rojo, de 1912, mezcla el estilo bizantino con el veneciano.





En la parte final de Istiklal, Plaza Taksim, una plaza más, con el enésimo monumento a Atatürk, presente en banderas, carteles, murales, fotos, por toda la ciudad. Erdogan reniega de él en privado, pero tiene que hacerle la pelota en público. En la Plaza Taksim se hacen las celebraciones deportivas y manifestaciones. Desde hace ya más de 10 días, cada anochecer, Plaza Taksim se llena de manifestantes que piden la liberación de Imamoglu, el alcalde de la ciudad, detenido por orden de Erdogan, su rival político, acusándole de corrupción política. Viniendo de Erdogan, un dechado de virtudes democráticas, pues lo mismo es una forma de quitarse de enmedio a un rival político. Cada noche las manifestaciones acaban en disturbios aunque a nosotros no nos afectó, está a cuatro kms de nuestro hotel. La seguridad de la ciudad es total. Policías y militares custodian las calles. Pese a que algunas caras dan que pensar, nunca tuvimos sensación de inseguridad. Lo principal es el sentido común, evitar barrios periféricos, zonas poco iluminadas, calles estrechas o zonas donde te avisan del peligro.





Allí mismo nos sentamos a comer, kebab. De paseo tras comer, Iglesia Ortodoxa de Hagia Triada. Muy pulcra, bonita, con llamativos iconos y un jardín florido. También un coche de la policía custodiaba su entrada. Los católicos y los ortodoxos adoran al mismo dios (como los musulmanes), lo único que les diferencia es la forma de organizarse y algunas partes del rito. Los ortodoxos no tienen una figura como el Papa (pobre Francisco, muriéndose en directo, porque no le dejaran descansar lo que le quede?), sus obispos son todos iguales, creen que Jesús es el único jefe de la iglesia. Cada iglesia ortodoxa se organiza por sí misma, los católicos dependen directamente del papado. Los curas ortodoxos se pueden casar.




 

Amaneciendo el 29 mayo 1453, a los pies de las murallas de Constantinopla, desayunando cruasanes.

Rülf, mercenario varego, descendiente de una larga estirpe de vikingos a sueldo del sultán Mehmet II, cuya tienda estaba bien lejos de las murallas para que el señorito ni se manchara, recibe órdenes de dirigir su turma para encabezar un nuevo asalto a las murallas. Porque hace mucho frío y las casas no tienen comodidades que si no, de buena gana, se iría a la corte de los reyes suecos, sean quienes sean: “Mamma mía”.

Se da la vuelta y habla con su lugarteniente, su cuñado Sihtric, hermano de su esposa Gründe, que no sabe cuál de los dos le da más miedo. “Sihtric, prepáralo todo, avisa a los hombres, nos toca otra vez dar la cara. Estos turcos, mucha delicia, mucho baklava, pero el trabajo sucio siempre nos toca a nosotros”.

Sihtric, dos metros de vikingo, tremendo, pero con una risible voz aflautada, era la coña de la tropa, eso sí, a sus espaldas, porque si se enterara, les partía por la mitad con su espadón, le responde: “Cuñauuu, lo que haga falta, yo solo quiero matar y matar”. “Que simple es mi cuñado Vozdepito, pero que miedo da” piensa. “Ahí viene Morham, putillo del sultán, a ver qué tontería nos suelta”.

Morham, pequeño, renegrido, bigotín ridículo pero acompañado de ocho jenízaros que no dudarían en sacarle la tripas en directo a quien hiciera falta, ni saluda “Ya estáis tardando, antes de mediodía quiere entrar el sultán Mehmet II, Alá lo proteja, en Estambul”. “Estambul?” responde extrañado Rülf. “Va a ser el  nuevo nombre para la nueva ciudad del sultán, Alá lo proteja”, corta Morham.

Rülf, harto de todo y de todos se anima “hoy caerá Bizancio, Constantinopla, Estambul o Galatasaray, como quieran llamarla, me tienen harto, hoy lo dejo, como no me pagan por lo que trabajo, voy a trabajar por lo que me pagan”. Y cayeron las murallas y Rülf lo abandonó todo, pero no se fue a Suecia, era vikingo, no tonto, se fue a vivir a una isla en el Mar Egeo, sin Sihtric ni Gründe, rodeado de valkirias. Fue feliz?

 

Bajando de nuevo por Istiklal nos entraron ganas de dulce. Nos sentamos en Mado, pastelería de nivel. Sendas tartas y bebimos café y té. Y nos lo cobraron a buen precio pero valió la pena. Antes de volver a cruzar el Puente de Gálata, dos nuevas mezquitas, Kilic Ali Pasha y Nusretiye. Ponte y quítate los zapatos. IQ, tápate el pelo. Desde allí, puertas de acceso vigiladas para entrar en Galataport, zona de atraque de cruceros, con más tiendas de marcas conocidas y paseo al borde del Bósforo. Primer asomo de modernización y nueva urbanización de la ciudad. Pese a que llovía, echamos fotos y paseamos un rato. Volvimos por Karaköy, a través de los puestos de caballa, por una calle colorida, cubierta de paraguas y luces de colores.








Cruzamos el Puente de Gálata. Al final, ardía un fuego que debía desprenderse de algún mecanismo. A lo lejos escuchamos las sirenas de los bomberos. En Plaza Eminonu, a reventar del ir y venir de turistas y personas que subían y bajaban de barcos, preside la Mezquita de Rüstem Pasha o Mezquita Nueva. Aunque la llamen así, tiene más de 400 años. Fue mandada construir por las madres de los sultanes Mehmet III y Mehmet IV entre 1597 y 1663. IQ se puso unas calzas azules para proteger sus pies descalzos. Una vez dentro, mientras estábamos de videoconferencia con nuestras hijas, un vigilante se nos acercó berreando algo en turco, señalando sus pies. Le dije que iba descalza. No debió de creerme y le cogí la mano para que tocara el pie. Comprobando que efectivamente iba descalza y que había tocado el pie de una infiel, se marchó avergonzado. Nos lo volvimos a cruzar a la salida, no sabía dónde mirar. La mezquita, de las más bonitas que vimos.





En todas las grandes mezquitas ofrecen gratis información sobre el Islam y versiones del Corán en muchos idiomas. Cargué unos cuantos, no es que me vaya a convertir en Ibrahim bin Youssef Al-Nachid pero el saber no ocupa lugar.

Desde la Mezquita Nueva arranca una calle comercial, cara para los estándares estambuliotas, que desemboca en el Parque Gülhane, 1912, a los pies del Palacio Topkapi. Fue el único parque urbano que vimos. Plagado de tulipanes. Los turcos dicen que el origen de estas flores está en su país, no en los Países Bajos. La palabra tulipán deriva del turco tullband, turbante. En medio del parque, la enésima estatua de Atatürk y muchas fuentes.






Desde Parque Gülhame, subimos por Sogukcesme, calle con origen del siglo VIII, lugar elegido para que vivieran los funcionarios de alto rango que trabajaban en el cercano Palacio de Topkapi. En los años ochenta las casas fueron reconvertidas en albergues de lujo. Rodeando Santa Sofía y la Mezquita Azul vimos una nueva tarde a la población copando los jardines para comer tras el ayuno diario. Y como teníamos hambre, nos metimos en Adonin, del cuñado de Lourdes, de Benytours. Yo cené bien, algo así como albóndigas aplastadas. IQ un pescado reseco. Otro gato le dio la noche. El camarero, kurdo nos dijo, hizo una demostración de cómo preparan arroz en pequeñas vasijas de barro. Los kms amontonándose en las piernas. 95 al final del viaje.






Tumbados en la cama vimos videos de influencers o de Callejeros Viajeros, como visitan todo Estambul, parte de Turquía y casi China, en poco más de dos días. O no viajan o los llevan en brazos, es del todo imposible e irreal ver esta ciudad al ritmo que ellos dicen.


Sábado, 29 Marzo 2025/ 29 Ramadán 1446

 

Tras el desayuno, esperé a IQ en la puerta del hotel mientras ella recogía su cazadora. Y pienso en ese Síndrome de Estocolmo que me da en todas las ciudades que visitamos incluso cuando fuimos al propio Estocolmo. Me enamoro rápidamente, quiero volver pronto, conocerla a fondo, seguir recorriéndola. El flechazo se enfría rápidamente, se va a medida que escribo estas letras y casi desaparece cuando acabo la crónica. Queda el recuerdo, la posibilidad de volver (o no), en el futuro. Siempre quedará Roma y la cuarta visita que ya tocará, espero más antes que después.

Palacio Topkapi. Compramos las entradas por Civitatis, caro y pésimo servicio. Topkapi fue la sede del imperio otomano entre los siglos XV y XIX, donde vivían los sultanes, sus esposas y concubinas, su harem, donde se reunía el Gran Visir con sus funcionarios. El primer patio es gratuito, con la Iglesia de Santa Irene, no entramos. Es el templo cristiano bizantino más antiguo y mejor conservado de la ciudad, mandado construir por Constantino el Grande en el siglo IV.





Atravesamos la Puerta del Medio, acceso al segundo patio. A la izquierda, el Harem. Paseamos por las salas, las habitaciones repletas de baños. También las habitaciones de los eunucos, que vale, que no pueden usar eso, pero hay otras maneras. Las habitaciones del sultán y la sala de recepción, accedimos al cuarto patio, con pequeños pabellones independientes para lectura, Pabellón de Ereván (conmemorativo de la victoria en Armenia), Pabellón del Iftar (donde los sultanes rompían el ayuno), sala de las reliquias (pelos y libros de Mahoma). En la esquina derecha, un balcón con vistas panorámicas al Bósforo, con una Barbie reciclada, culocarpeta, que montó cola mientras le hacían cientos de fotos. De vuelta al tercer patio, a un lado el tesoro imperial. Al otro, las dependencias del sultán. Atravesamos la Puerta de la Felicidad, custodiado por dos turcos vestidos de soldados de época. Otra vez a un lado, salas y salas para las cocinas y ropajes. Al otro, la Cámara del Consejo Imperial.









Agotados, cuatro horas a ritmo de procesión de semana santa, entre una muchedumbre. Los españoles e italianos seremos chillones, pero los sudamericanos también son escandalosos. Los chinos y japoneses, ni te miran a la cara, son soberbios en grado sumo. Germanos y escandinavos pasean como si no hubiera nadie más. Los turcos y árabes, todos en grupo, con toda la familia. Los rusos, que te invado. Comimos kebab, como no, y de vuelta al hotel para descansar un rato. Descansar? Eso no va en mi ADN. IQ se quedó, yo me puse los bambos y salí a correr por los alrededores del Bósforo hasta la Mezquita de Solimán. No es una ciudad para correr. Hay pocas zonas de paseo, tuve que correr por la carretera, las cuestas y el tráfico, zigzagueando personas. No volví a salir a correr.




Gran Bazar, que lleva allí más de quinientos años. Calles y calles  perpendiculares, 80 dicen,  cubiertas, con cientos de puestos, cientos de turcos regateando. Había que ir pero felizmente el día siguiente lo encontramos cerrado. Me recuerdan aquella escena del regateo de La Vida de Brian. Paseamos por las calles de alrededor, de todos los locales escapa música turca, toda suena a culebrón. O música en español, de hace lustros o la horribles versiones chilau.





Sábado noche, último día del Ramadán, el Iftar. En los jardines frente a Sultanahmet nos sentamos. Miles de personas, como si fuera el Bando de la Huerta, disfrazados también, comían celebrando el final del ayuno.




 

Domingo, 30 Marzo 2025/ 30 Ramadán 1446

 

Domingo, muchos comercios cerrados. Mejor, menos compras. Y no es por el dinero, sino por la pérdida de tiempo de esto sí, esto no, y por el agotamiento de entra, sal, mira, vuelve a entrar.




En el desayuno me fijo en la gente, en el microcosmos que se forma en los salones de un hotel, al coincidir gente de diferentes países y culturas. Las chicas de oro, dos italianas maduras, criticando a una tal María que “mi fa schifo”. Cuatro rusas, con cara de tártaras, pegadas a sus móviles. Seis portugueses que cada vez que llegaban a sus habitaciones les oía todo el hotel. El camarero pelirrojo, bueno, ese color tenía el pelo que le han replantado, que todas las veces nos saludaba con un “hola amigo”.




Mezquita de Ahmet Tevfik Pasha y su cementerio árabe. La Columna de Constantino, erigida por éste en conmemoración de la victoria sobre su rival imperial, Licinio. Mezquita de Nuruosmaniye construida entre 1748-55, barroco otomano. Otra de las bonitas. A la salida, sobre la escalinata, vimos un cable de un aifon. Sin padre conocido,  lo cogí, para tener dos. Doce horas después, cuando fui a conectar mi móvil a cargar, fui a sacar los dos cables. Solo llevaba uno. Aquel que pensaba encontrado realmente era el mío perdido. Congraciado con la gente, sigue habiendo gente buena, yo menos.






Felizmente el Gran Bazar cerrado. Lo rodeamos para llegar a la Plaza del Bayezid II, a un lado la mezquita del mismo nombre, al frente la Universidad. La mezquita data de 1500-1505. Azulada. Limpia, con unos aseos demenciales. El caravanserai es utilizado como biblioteca pública. Los caravanserai eran posadas que se construían en los caminos, normalmente cerca de los cruces y las mezquitas, para que los viajeros descansaran. La Universidad estaba cerrada, pero su entrada era majestuosa con sus dos ondeantes banderas turcas. Ni sé las decenas de banderas que ondean en toda la ciudad, grandes y pequeñas en sus mástiles. Desde el Bósforo si vislumbran innumerables en las alturas.





Mezquita de Sehzade, resultona. Dos italianas de edad se miraban a un espejo. Una le dijo a la otra: “que fea me veo”. La otra respondió: “no eres fea, eres vieja”. Todas las mujeres no son iguales, son la mismaaaaa.





Acueducto de Valente es una de la obras arquitectónica romanas mejora conservadas. Construido por orden del emperador Valente, finalizado el 368. Actualmente queda un tramo de 600 metros, atravesado por la carretera. Valente fue emperador entre 364-378, de origen panonio, la actual Hungría, se pasó todo su mandato guerreando contra los godos, muriendo en la batalla de Adriánopolis.




Por una pequeña cuesta se llega a la Mezquita Suleymaniye o de Solimán el Magnífico, que se ve desde cualquier punto de la ciudad. Fue construida entre 1550-57, maravillosa tanto por fuera como por dentro, con sus decenas de miles de azulejos. A la derecha de la entrada principal está su tumba y la de su mujer. Las vistas desde su patio alcanzan todo el Cuerno de Oro, Gálata y la zona asiática. Visita imprescindible. Solimán fue uno de los principales sultanes otomanos. Sultaneó entre 1520-56, gran militar,  tomó Belgrado, Rodas y venció a Luis II, haciendo colapsar el reino de Hungría. Intentó tomar Viena, pero fracasó en 1529, deteniendo el avance turco hacia Occidente. Volvió su mirada a Oriente, tomó Bagdad y grandes extensiones de los reinos persas.









De bajada, segunda pasada por el Bazar Egipcio, cerrado en domingo pero con todas las tiendas de alrededor abiertas, nueva sesión de torturadoras compras. Tomar nota. Para el próximo viaje, no compramos nada, ni para nosotros. Comimos en el Restaurante Bitlisi, de nivel. Lahmacun, un remedo de pizza, más fina y ligera. Meze, aperitivos, verduras asadas, encurtidos y ensaladas diversas. Rematado todo con el maravilloso té turco.






 

1.923, casi que ahora pero hace 102 años, sentados en enfrente de la Mezquita Azul, bebiendo un té sin limón.

Yigit, Recep y Umut, amigos de la niñez, miembros activos de los Jóvenes Turcos que derrocaron al último sultán y encabezaron las tropas de gran Mustafá Kemal Atäturk en la guerra civil que acabó con la proclamación de la República de Turquía, saborean el té, sin limón, pobres.

Yigit, el más parlanchín inicia la conversación, “Y ahora qué? ya somos turcos, lo de jóvenes que se lo digan a mi próstata”, comenta entre risas cómplices, “hemos echado a todos, ya tenemos la república, ahora que toca?”.

Recep, el islamista del trio, sentencia “Alá es grande, Alá proveerá”. “Deja ya el narguilé, te está afectando la cabeza Recep” le interrumpe Yigit, “es cosa nuestra, no de Alá, y como dejemos que Atäturk lo haga todo, vete tú a saber dónde acabamos”.

Umut, callado, tímido, intenta entrar en la conversación “Atäturk es el padre de los turcos, el perfecto, como un padre nos guiará hacia la gran Turquía”.

“Otro que abusa del narguilé”, apunta socarrón Yigit. “Atäturk tiene mucho peligro, no os fieis, le das la mano y es capaz de secularizar la sociedad arrinconando la religión en las mezquitas y las madrazas, de obligarnos a quitarnos el gorrito rojo este, el fez…”. Recep le corta, “si, eso estaría bien, estoy harto este gorrito ridículo”.

Yigit sigue a lo suyo “…de cambiar el alfabeto árabe por el latino, crear escuelas, dar igualdad, quitarle el velo a las mujeres y darles el derecho al voto, convertirse no en un padre sino en un dictador. Que sería lo siguiente, creernos europeos, un código civil como el suizo o un código penal como el italiano?”.

“No, no, no”, exclaman Umut y Recep. Silencio pensativo. Umut, siempre tímido, concluye “lo del velo de las mujeres estaría bien”. Ah ah ah ah, hombres.

 

Aprovechando el sol, fuimos de nuevo a pasear por Galataport, hasta el final y más allá. Salimos a la carretera para llegar al Palacio de Dolmabahce, que ya habíamos visto durante el crucero por el Bósforo. Cerrado. Enfrente, el estadio del Besiktas, el tercer equipo de la ciudad, junto al Galatasaray y el Fenerbahce. La noche anterior derbi, Besiktas vs Galatasaray, 2-1 para los locales. En los visitantes juega ahora Morata.








Retrocedimos por el mismo camino, junto a la orilla, para sentamos un rato a ver el andarivieni de los ferris y barcos. Cruzamos, Torre Gálata, para bajar a una explanada en la que, descansando, vimos el atardecer. Enfrente, el nuevo puente sobre el Bósforo, por donde pasa el tren, añadimos 100 fotos de todos los colores y perfiles posibles. Al pie, la Mezquita Sokullu Mehmet Pasha, encajonada, la única que vimos con dos entradas separadas, para hombres y mujeres, de azul turquesa en su interior. Se nos hizo de noche en el puente hacia el Cuerno de Oro. Al cruzar, compramos bocadillo de caballa y un panini de esos raros que comen los turcos. Nos dejamos colocar dos helados caros e insípidos con el juego de manos de un turco listo.







Ya de noche pasamos a despedirnos de Santa Sofía y de la Mezquita Azul, quien sabe amigas, quizás volveremos a vernos. Pero la marcha no es total. Algo nuestro se queda en cada ciudad, dejamos un trozo de nuestro espíritu, quizás dentro de décadas, hijas o nietos volverán a pasar por allí y podrán saludarlas de nuevo y podrán recordar a sus padres o abuelos, que al final del Ramadán del 2025, pasaron allí. Esta historia permanecerá mientras sea leída y recordada. Hasta entonces, esperemos que la limpien más, la arreglen y esas zonas oscuras las iluminen.




 

Lunes, 31 Marzo 2025/ 1 Shawwal 1446

A las 10:30 nos recogían para ir al aeropuerto. Salí corriendo al Bazar Egipcio, a comprar mi taza. Cerrado. Buscamos y finalmente la encontramos, a dos minutos de nuestro hotel. El conductor nos llevó flechado al aeropuerto. Hasta tres controles tuvimos que pasar. A una vuelta, me di cuenta que había perdido mi jersey. Buscando, otra buena persona lo había dejado apoyado, a la vista, para recogerlo.




 

Ayer, a la salida de comer kebab en un local sospechosamente limpio.

Hans, corresponsal del Der Spiegel, paseando por la calle, se cruza con Paola, encargada de negocios de la embajada italiana. Que desilusión cuando se la presentaron. Italiana, pensó, morenaza, ojos negros, rotunda por todas partes y se encontró con una cincuentona larguirucha, gafas de culo de vaso, que silabea las letras al hablar. Seguramente ella pensará lo mismo de Hans, bajo, gordo, calvo. Esto es lo que hay.

“Hola, como estás, te has enterado de la última de Erdogan”, le asalta apremiante Paola. “No, que va, hoy solo he leído de la nueva lesión de Morata, que le van a tener que cambiar el nombre a Mortaja. Cuéntame”, responde Hans.

Le soltó una retahíla de hechos, declaraciones y acciones. Tras quince minutos sin parar, Hans sentenció: “Por sus hechos los conoceréis”.

Mirándolo de hito en hito Paolo le acusó: “¿Pero qué dices?”. “Erdogan es una pieza más en la gran revolución ultra orquestada desde arriba, por las clases poderosas, que vendiendo humo, se están apoderando del mundo de nuevo gracias a un electorado que compra el ultranacionalismo como nuevo maná, sin querer darse cuenta que ese mensaje no solo no nos dará de comer si no que en nombre de una falsa libertad nos restringirá derechos, buscando en el otro, en el diferente, la culpas de nuestras miserias. Nos enfrentarán a unos contra otros, mientras las élites económicas, las que manejan a políticos sin escrúpulos ni formación y a electorados ansiosos de grandes declaraciones. Solo nos dejarán las manidas banderas para quitarnos el frío”, argumentó la italiana.

“Erdogan”, continuó, “es un síntoma más de una deriva autoritaria que critica la democracia liberal tachándola de inmoral o fallida, con el objetivo inicuo de perpetuarse en su cargo como han hecho Netanyahu, Orban o Putin, que en pocos meses ha pasado de ser un criminal invasor a ser un socio y colega del otro gran peligro, Trump. No solo son capaces de pensar barbaridades si no hacerlas pasar como necesarias, capaces de humillar a Ucrania, la agredida, la destruida, la asesinada, para alabar a su amigo, el hijo de Putin. O invadir y masacrar a decenas de miles de palestinos impunemente por su interés económico. O aplicar unos aranceles que al final, pagamos tú y yo, no ellos, porque, además, nuestros gobiernos europeos no saben si suben o bajan, colapsados por tacticismos para intentar congeniar la defensa de la libertad y la democracia con los negocios con EEUU. Penosa involución pero real.

Es Erdogan, pero también Milei, Weidel, Salvini, todos marionetas de los auténticos dueños, de los que manejan los hilos por sus propios y egoístas intereses, Soros, Musk, Bezos, Zuckenberg…Hitler llegó al puesto de canciller por unas elecciones apoyado por los grandes empresarios prusianos”.

Paola, cabreada, me miró a los ojos, lo abrazó, y como colofón le susurró al oído: “No pasarán”. Paola le llegó al corazón, lo demás ya no era importante. Hans quedo prendado por ella para siempre. Su belleza estaba en su interior.

Recuerda, solo se pierde la batalla que no se lucha.

 

Que si lo vimos todo? No, claro, el tiempo es el que es. Se nos quedó una visita a la parte asiática, a los barrios de Usküdar y la nueva mezquita de Camlica, la mas grande en espacio. El barrio judío de Balat, con su ambiente bohemio y sus casas de colores. Visitar Capadocia, Esmirna, Pamukkale. Por el momento, esto es todo, lo demás, ya se verá. O no.




Viajamos para vivir otras vidas. Cada viaje es una puerta de ida vuelta a otros lugares, otras culturas, otras personas. Viajando se aprende a respetar. El racismo se cura viajando y el fascismo se cura leyendo.




Estambul es historia, nuestra historia, seguirá en nuestro recuerdo.

Inmaculada, empieza la cuenta atrás para…..??