Y otra noche que me meto en la
cama con los nervios previos a un nuevo de viaje pero con la felicidad de hacerlo al lado de mi medio pomelo, Inmaculada. Ni todos los días ni
todos los momentos son maravillosos pero la vida sin tí sería gris, oscura, triste. Si nos enfadamos, a dormir, que mañana volvemos a empezar por la punta.
Y aquí estamos, juntos, 33 años después.
Destino: Estambul, Constantinopla, Bizancio, la Nueva Roma, el puente entre Europa y Asia. Asia a un lado, al otro Europa, y allá en su frente Estambul.
Dan igual los destinos que visitemos, cada ciudad tiene su encanto. Decía Napoleón que si la tierra fuera solo un estado, Estambul sería su capital. Es un batiburrillo de historia, tradición, curiosidad, diferentes ambientes, gente, paisaje, olores y sabores, cultura, bullicio y caos. No es la más bonita, ni las más limpia, ni la más culta, ni falta que le hace. Es la ciudad más grande de Turquía pero no es la capital. En 1923 Atatürk, el padre de la Turquía moderna, la trasladó a Ankara, más centrada geográficamente, donde está su mausoleo. Dos horas de diferencia horaria, que se convirtió en una la noche del sábado al domingo con el cambio horario en España.
Y antes que lo preguntéis, no, no
fui ni a ponerme pelo, ni operarme de la nariz, ni nada por el estilo. Con 57
años asumo el paso del tiempo. El físico, si lo hubo, ya se fue. Intento
cuidarme. Hago deporte pero la fachada ya es la de un señor mayor tirando a
viejo. Me preocupan más otras cosas. La vista, la boca, la pérdida
de memoria. Lo demás, lo entiendo para treintañeros. Por allí vimos mucha
gente con la nariz operada, supongo que otras cosas no visibles también. Y los
nuevos huertos capilares.
Año 660 antes de nuestra era, hacía calor, a eso de la hora del almuerzo.
“Byzas, ¿Cuándo paramos? Nos llevas locos”, preguntaba insistente Klafhtmós”.
Byzas, que realmente no tenía un plan pensó: “Como no paremos ya, estos cansinos me van a mandar al guano. Donde estaremos? Mar por ahí, por allá pasa un estrecho y enfrente parece que hay tierra. “Enga, aquí”.
“Klafhtmós”, gritó Byzas, “hemos llegado, nos asentaremos aquí, al menos por un tiempo, dile a tus hombres que empiecen a construir el campamento”.
“Al fin”, se dijo Klafhtmós, “ya era hora, años dando vueltas sin saber adónde íbamos”. “¡¡Byzas¡¡”, le volvió a gritar, “como vamos a llamar al asentamiento”.
Byzas, hartito de Klafhtmós, que hacía honor a su nombre, le gritó “Bizancio, como mi nombre, cansino llorón”.
Miércoles, 26 Marzo 2025/ 26 Ramadán
1446
Una vez más Davinia, de
https://benytours.com/, nos los organizó y estuvo pendiente de todo.
Es un lujo contar con personas que se preocupan por darte el mejor servicio,
nunca el precio es lo más importante.
Esta vez no hubo que madrugar,
nuestro vuelo despegaba a mediodía desde Valencia. Volamos con Turkish Airlines, la mejor compañía
aérea con la que hemos viajado en lustros. No era muy espacioso pero el
servicio a bordo fue perfecto. Nos dieron comida, cosa harto extraña para
vuelos cortos, en torno a tres horas y media. Pantalla personalizada para ver
películas, oír música, pasatiempos, podcasts. Ambos vuelos perfectos. A la ida
vi Civil War, eso que llaman
distopía, sobre una guerra civil en EEUU. Interesante y recomendable. A la
vuelta, Inferno, cuyo final se
desarrolla en Estambul.
Año 73 antes de nuestra era, llovía un disparate, atardecía, sin haber comido y no se veía nada.
Marco Sulpicio Nasón,
tribuno de la XV Legio Macedónica seguía avanzando hacia el este. No podía más,
estaba aburrido de las órdenes de Pompeyo. Que si los piratas, que si vamos a
Siria, que acabemos con los íberos, que como odiaba al tal Cesar. Mi-mi-mi-mi.
“Hasta cuando, hasta dónde?”,
mascullaba. “¡¡Varrón¡¡, tú conoces esta provincia?”, le chilló a su centurión
primuspilus. Varrón, que se había reenganchado tras 25 años de servicio por no
saber qué hacer fuera del ejército, le respondió. “Alguna vez he pasado por
aquí, pero no sé decirte, tribuno”. Nasón, también entrado en años decidió: “Seguiremos
hasta toparnos con el mar”.
No tuvieron que caminar
mucho más, con las botas llenas de piedras, la impedimenta colgada que pesaba
20 kgs, el casco que le rozaba el mentón, avistaron una pequeña colonia helena.
“¡¡Varrooonnnn¡¡, como
se llama ese asentamiento?”.
Varrón, arrepintiéndose
de haber vuelto al servicio en las legiones para soportar tribunos engreídos,
sin mirarlo, arrastrando las palabras respondió: “Bizanciomitribunodemierda”. “¿Cómo?
No te entiendo”, gritó de nuevo Nasón. “Bizancio, Señor”.
Con toda la marcialidad
que pudo se giró y mirando a la tropa les arengó: “Hoy Bizancio será nuestra,
será romana y no nos marcharemos de aquí en más de mil años”. Se quedó corto
por 500 años.
El aeropuerto de Estambul es enorme y muy lujoso, con tiendas
de las marcas más caras y muy caras, caras, caras. Tiene forma de asterisco,
pasillos eternos. Tardamos más de cuarenta y cinco minutos en llegar al control
de pasaportes. En la puerta 14 nos tenían que estar esperando del servicio de
traslado al hotel. Últimamente nos hemos traslado por libre, en autobús o
metro, pero esta vez el precio era muy razonable y te quita una preocupación.
Llegamos al punto de encuentro. Un viejo nos tuvo un poco mareados esperando.
Finalmente nos acompañaron hasta el coche, puro Las Vegas, con lucecitas por
todo el coche, intermitentes, rosas, amarillas y moradas. La distancia hasta
nuestro hotel eran 35 kms, tardamos poco más de media hora.
La entrada en una ciudad extraña
siempre avasalla pero en dos días te haces con la zona turística, más allá, no vamos. Estaba anocheciendo cuando
entramos en la gran Estambul. Es la
visión de un nostálgico pasado, ciudad de dios, centro del mundo occidental,
puente entre dos mundos, miles de fantasmas de la historia siguen paseando por
sus calles.
Lo primero, el tráfico. Conducen
malamente. Corren mucho, cambian de carril, los semáforos son solo luces de
colores. Es una competición para ver quien pasa primero. Son un peligro. Y las
calles no ayudan. No hay grandes avenidas en la zona céntrica, muchas cuestas,
estrechas, el diseño urbano es un sinsentido, calles y callejuelas amontonadas,
entre los coches y el tranvía, cruzar es un peligro. Muy pocos patinetes, la
nueva peste europea.
Anocheciendo, nuestro hotel, Antusa Palace,
https://antusa-palace-hotel-istanbul.hotelmix.es/ Estábamos situados en el Cuerno de Oro, el origen de Constantinopla.
Lo mejor, su estupenda ubicación. A dos minutos andando de las grandes
mezquitas. Hotelito. Habitación, correcta. La cama, cómoda, a ratos tenía
calor, a veces frío, me costaba dormirme, debe ser la edad. El aseo, pequeño, pero con todo lo
necesario. Vistas a la calle. El bufé, sin él no viajo, escueto. Cada mañana lo
mismo. Como el bufé de Estocolmo, ninguno.
Tras dejar las cosas, salimos a
dar un breve paseo. El primer momento y más si es de noche, es difícil. Hay que
ubicarse y en una ciudad con calles tiradas sin ton ni son, sin ningún plan
urbanístico y poca luz urbana, es
complicado. Alrededor del hotel, decenas de restaurantes. En las puertas,
también decenas de turcos emperretados
en que entráramos en su local. Agobiante, no puedo con ellos. Sencillamente les
ignoraba, ni les miraba. IQ les respondía, les decía que no. Yo, estúpido hasta
el final, como si no existieran.
A dos minutos, Plaza de Sultanahmet, la más famosa de la ciudad. Hace 1,700 años era un hipódromo romano donde los bizantinos se entretenían con las carreras de caballos. Mantiene la forma y una columna. La plaza estaba a reventar de gente, sin haberlo planificado, llegamos en los días finales del Ramadán. Si ya de por sí tendrá visitantes, en estas fechas, al caer la noche, salen los turcos para comer sentados en jardines, parques o plazas, no cabía un alfiler.
El comienzo y final del Ramadán
varía cada año porque el calendario islámico sigue las fases lunares. Empieza
el día posterior a la luna creciente. Los musulmanes creen que en el 610 el
ángel Gabriel, que se le iba apareciendo a todo quisqui y a cada uno le
decía una cosa, se le apareció a Mahoma y le reveló el Corán, libro
sagrado islámico, que no sabemos si se lo leyó, si lo tuvo que copiar a mano o si ya
le dio el libro impreso. Según su
tradición fue en el mes de Ramadán cuando se produjo la revelación
motivo por el cual ayunan desde la salida y la puesta del sol excepto los
enfermos, embarazadas, viajeros, ancianas o con la menstruación.
Paseamos por el antiguo
hipódromo, varias columnas en el centro, todas ellas varios metros por debajo
del nivel de la acera, prueba de que la ciudad, como pasa con Roma, se
ha ido construyendo sobre sí misma. Data del año 200. El Obelisco de
Teodosio, fue traído desde Karnak por orden del emperador bizantino Teodosio
(que era de origen hispano, nació cerca de la actual Sevilla) en el
siglo IV. Fue erigido por mi alter ego egipcio, Tutmosis III (que ganas de quemarlo todo me dieron) en el
siglo XV antes de nuestra era. Es el monumento más antiguo de la ciudad con 3.500
años. La Columna Serpentina, el resto de una columna que parece ser ya
estaba en el hipódromo, toma su nombre de las tres serpientes entrelazadas que
la forman. Y el Obelisco de Piedra, 32 metros de alto, sin decoración,
de época bizantina.
A un lado la espectacular Mezquita
Azul o Sultanahmet, que a esas horas del anochecer lucía naranja por la
iluminación. A la entrada daban dulces turcas para paliar el hambre de los
musulmanes en ayuno y de los asombrados turistas. No pudimos entrar en ese
momento, estaban de oración.
Año 330, quizás marzo, las calles de Bizancio hechas un asco por la falta
de mármol en los suelos, el edil urbano debe haberse quedado con todo el
presupuesto el muy ladrón.
Procopio, fiel servidor
del auténtico emperador Marc….esto, Constantino. Sentado, la mesa repleta de
rollos, edictos, órdenes e instrucciones
de todo el imperio conocido pero que felizmente había conocido poco. “Que
pereza viajar. Con que gusto pegaría fuego a este galimatías de papeles, parece
que el Ares solo me quiere hacer sufrir. A ver que se les ocurre hoy a los
fieles servidores del auténtico emperador Marc….ainss, Constantino. En una de
estas me cortan la lengua”.
Calpurnio Pisón,
senador de Roma, descendiente de una noble familia patricia romana y mucho
romana, más dedicado a la molicie del ocio que a sus obligaciones políticas,
entró veloz en el despacho de Procopio: “Como me gusta esta ciudad, ojalá
Constantino no quiera moverse. Roma es un asco, huele mal, está todo que se
cae, los godos entran y salen como Josephus por su casa”, berreaba en voz alta,
“Grecia es el culmen de la cultura y de la civilización”.
Procopio, muy navegado
en luchas de facciones, buen conocedor de todos los chascarrillos de la corte
itinerante del auténtico emperador Comosellame, sibilino, pensaba: “Si, Pisón,
a ti el griego es lo que te gusta, pirata”. Se calla, sabe que Pisón le puede
hundir con un solo gesto y mandarlo a una provincia lejana, oscura, triste,
húmeda, quien sabe, a la tierra de aquellos cántabros que tanto trabajo le
dieron a Augusto, que ese si fue un gran emperador. “No, por Zeus, Cantabria
no”.
Se aclara la boca, zalamero
y le argumenta a Pisón, “Mi Señor, porque no trasladar la capital del imperio
aquí, a Bizancio. La llenamos de palacios, fuentes, termas, estatuas,
diversiones, lo tendríamos todo controlado desde aquí, no tendríamos que ver
más bárbaros”. Pisón, pensativo, “Y griegos?”. “Si, todos los griegos que tú
quieras”, añadió Procopio.
“Pero como le vendemos
el tema al emperador? Solo sabe invadir”, dudaba Pisón. “Le cambiamos el nombre
a la ciudad, la llamaremos Constantinopla y verás cómo cuela”, afirmó Procopio.
Coló.
Las mezquitas son auténticas
obras de arte. Desde las más grandes a las más pequeñas. Para entrar en
su recinto hay que descalzarse y las mujeres, además, deben ponerse un velo cubriéndose
el pelo. No se puede llevar al aire ni brazos ni piernas. En cada entrada,
carteles que te avisan de sus normas. Si se te olvida, te siguen los vigilantes
para que las cumplas. Tienen una parte central, Haram, donde rezan los
musulmanes, que no pueden pisar los no musulmanes. La Fuente de las
Abluciones, ya un pequeño edificio separado, ya meros grifos en la pared,
para lavarse pies, manos y cara antes de entrar a rezar. Minbar, púlpito
desde donde predican los imanes durante la oración del viernes. Mihrab,
hornacina en la pared para indicar la dirección de La Meca. Minaretes,
torres desde donde el almuédano llama a la oración cinco veces al día,
que ya lo hacen por un altavoz, hace siglos se dejarían la garganta dando
gritos.
La Mezquita Azul fue
construida entre 1603-17 según mandato del sultán Ahmed I. Empezamos con
la retahíla de fotos. Más de mil quinientas nos hemos traído de vuelta y eso que esta vez
fui eliminando las repetidas cada día. Volvimos a la plaza, en dirección
contraria a la inicial. La Fuente Alemana, erigida por orden del Káiser
Guillermo II en 1898, regalo a su colega el sultán Abdülhamid II.
Ambos sufrieron el mismo final, depuestos por sus pueblos. Adiós monarquía,
hola república. Al final de la Plaza, a la derecha, la tumba de Ahmed I
y de toda su familia. Colección de coloridos ataúdes cubiertos con telares con
suras del Corán.
El Parque del Sultán Ahmed I,
presidido por Santa Sofía. En sus alrededores, varias mujeres ofrecían
dátiles a los viandantes, en recuerdo a los que comió Mahoma mientras
estaba junto al ángel Gabriel, copia que te copia el Corán. Hicimos cola y nos
regalaron Baklava, dulces típicos turcos, muy dulces, con distintas
variedades de frutos secos, y para beber té turco. Nos trajimos un par de cajas pero no son, ni de
lejos, como los hechos a mano como aquellos. Muy cansados, nos volvimos hacia
el hotel, atronados por los cánticos rítmicos desde las mezquitas.
Jueves, 27 Marzo 2025/ 27 Ramadán 1446
Primer día completo. A las cinco
de la mañana me despertó el canto de oración de la pequeña mezquita que teníamos
enfrente de la habitación. También primer desayuno. Tortilla francesa pero no
tenían beicon, no comen cerdo, o eso dicen. Unos fritos aceitosos, con
sospechoso relleno. Dolma, hojas de parra rellenas de arroz cocido. Börek,
empanada para rellenar. Cuenco de cereales con leche. Unos días magdalenas,
otros bizcochos pedregosos. Y té que no faltara, lo mejor de los desayunos.
La ciudad tiene más de tres mil
mezquitas. Con visitar diez te puedes hacer una idea. Muchas son muy pequeñas,
casi familiares. Hoy si entramos en la Mezquita Azul. Tiene una entrada
frontal para los musulmanes y una lateral para los turistas. En cada mezquita
hay servicios públicos. Los hombres, todavía, pero los de las mujeres no son
aptos para gente decente, que peste. Por primera vez nos quitamos el calzado.
Lo puedes llevar encima o dejarlo en pequeños muebles a la entrada. Una señal
en el suelo fija el punto a partir del cual los zapatos no pueden pisar el
suelo. Era temprano, gratis, no tuvimos que hacer mucha cola. El interior es alucinante.
Colorido. Centenares de luces, dibujos esféricos, cúpulas, suras y escritos en
árabe. Veintiún mil azulejos en sus paredes. Cada mezquita está cubierta de
alfombras, que tienen un sentido especial, sobre la ubicación de los musulmanes,
cada uno tiene su sitio. Repleto de gente, hicimos codos para las fotos.
Santa Sofía, consagrada
como iglesia en 537 por Justiniano I. Tras la caída de Estambul
en 1453 fue transformada poco a poco en mezquita. Hoy es un híbrido, mezqlesia
o igquita. Actualmente en obras. Hasta 2020 era un museo, año en el que fue
otra vez consagrada como mezquita. Compramos las entradas y estuvimos casi una
hora en la cola, repleta de sudamericanos. Para ellos acaba de terminar el verano,
están de vacaciones. Además, mucho ruso. Oímos a muy pocos españoles. Nos
servimos de mi inglés de andar por casa. Y la tarjeta, que siempre te hace que
te quieran entender. Tan solo se puede acceder a la parte superior desde la que
asomarse por los números balcones. En las cúpulas, restos de los mosaicos
bizantinos, dorados, de Jesús y de la Virgen. Los musulmanes tienen un lugar
preferente para la Virgen María, como madre de Jesús, uno de sus principales
profetas. Ellos tampoco creen que sea hijo de Alah, o de Dios, solo un hombre
santo. En el suelo está enterrado Enrico Dándolo, famoso dux veneciano
de la Edad Media.
Que quien era Justiniano I?
El último gran emperador romano bizantino. Nació en 482 y reinó durante 40
años. Casado con Teodora, centralizó el poder, expandió las fronteras
bizantinas de nuevo hasta Hispania, residió en Constantinopla, que la adornó de
numerosas construcciones que han llegado hasta hoy.
Dentro de Santa Sofía ves
pasar la historia. Los soldados bizantinos oyendo la última misa aquel 29 mayo
1453 antes de dar la última batalla. Rodilla en tierra, rezaron por la
victoria, con su emperador Constantino XI Paleólogo al frente, que se negó a aceptar un salvoconducto
del sultán Mehmet II. Murió junto a sus tropas.
Ya agotados, nos sentamos a comer
en Saltanat Grill Kebab. Un gato le dio la comida a IQ. No le gustan y ese
gato parece que le había cogido cariño. Estambul debe ser la capital
mundial de los gatos. Por todas partes, sin vergüenza, se te acercan, se te
suben. La comida, bien, mucho kebab, seudopizzas,
seudopaninis. Para unos días está
bien pero tanta masa al final te infla la tripa. Ni fruta, ni verdura. Todo a
base de harina, carnes picadas y especias muy fuertes.
Siglo XIII, nevaban
copos de nieve como pelotas. Años perseguidos por el Gran Tamerlán, que tenía
muy mala leche, que si los pillaba lo mínimo que les haría sería empalarlos, y
mira no, por ahí sí que no.
Selim, general de las
tropas turcas, hijo de Mustafá, casado con Yasmin, aquella de Bagdad que ya
estuvo casada con aquel Iusuf, chulo harenes, que Alá tenga en su gloria o no,
menudo canalla, descansaba tras la toma de Brusa, en lo que los bizantinos
llamaban Asia Menor. “Cinco años huyendo del Tamerlán y no se cansa, que tío. Y
el cobarde del sultán Otman, en lugar de presentarle batalla, que vayamos hacia
Occidente. Nos vamos a acabar cayendo a los mares tenebrosos, que cuentan los
viajeros que los bárbaros de allá cazan osos, no se lavan, apestan, que
necesidad de seguir? A ver si paramos ya”.
Alí, sobrino de Otman,
entra en la tienda de Selim. “Que haces aquí que no das instrucciones de
levantar el campamento para seguir avanzando”, le gritó de mala gana.
“Somos turcos, Alí, un
pueblo con siglos de historia, nacidos y criados en el centro de Asia, terror
de nuestros vecinos, y ahora solo sabemos huir y huir?”, le respondió enojado.
“Es el momento de parar, de crear nuestra propia nación, aquí mismo, en esta
Asia Menor”.
“Claro”, dijo el
sobrinísimo “Y tú serás el jefe?”.
“No, Alí, yo no soy
como tú, tu tío Otmán es el gran sultán, que se lleve todos los honores, que
pase a la historia como el primer sultán de Turquía y que su dinastía, la
llamaremos otomana en su honor, sea conocida hasta el fin de los tiempos. Quien
sabe, a lo mejor su heredero Mehmet muere por vete tú a saber qué y cómo eres
su sobrino querido….”, decía cuando Alí le cortó: “Si, Turquía, imperio
otomano, sultán Alí, si, si, suena bien”. Ya la tenían liada.
Por la tarde, paseo por el Bósforo.
El punto de encuentro era un local llamado Pasión Turca, muy cerca de Casa
Pepe, a la vuelta de la esquina del Cayetana de Alba. Había muchos locales,
tiendas y restaurantes con nombres en español. El guía arrastraba
lastimosamente las palabras. Desde el principio demostró estar cansado de su
trabajo, no lo supo disimular. Una vez formado el grupo, bajamos paseando hasta
el puerto. Por el camino, el restaurante Seven Hills, famoso por su
terraza con vistas al mar. Four Rooms, hotel de lujo, una noche te
pueden cobrar más de 15.000 euros. Antigua cárcel donde se rodó El Expreso
de Medianoche. Contaba el guía que tras su estreno, el turismo en Turquía
cayó en picado, los turistas identificaban su trama con la realidad.
El crucero era un ferry de dos
plantas. El guía hablaba por un altavoz. Otra voz hablaba en ruso. Recorrimos
las orillas del Bósforo, tanto europeas como asiáticas. Pasamos bajo el Puente
Gálata hasta el Puente Atatürk, frente al Cuerno de Oro. Una
vez de vuelta al gran Bósforo, Galataport, Palacio de
Dolmabahce hasta la Mezquita de Ortaköy, reproducida en redes
sociales hasta la saciedad.
En una de las colinas, la bandera
turca más grande del mundo, 1.500 metros cuadrados. Fotaca del viaje, que la pongo al comienzo de la crónica. Bebek
(la muñeca) barrio exclusivo, con casas valoradas entre 4-5
millones de euros, al alcance de deportistas de élite y de actores de
culebrones turcos. Cruzamos a la orilla asiática. Casas de lujo, jardines,
cool, chick, como dirían los finos. A lo lejos, laderas y laderas repletas de
edificios, mezquitas, rascacielos y banderas sin fin para unos quince millones
de habitantes, de una delas ciudades más pobladas del planeta. El ferry hizo
parada en Uskudar y nuestro guía se bajó. Con un par. Y le pagarán por
eso. Flotando en medio del Bósforo, la Torre de la Doncella.
Cuenta la leyenda que un sultán tenía una hermosa hija a la que temía perder
por una profecía. Para protegerla, mandó construir esta torre y colocarla
allí. No pudo ser, una serpiente llegó
hasta allá y mató a la princesa.
Camino del Mar de Mármara,
la Escuela de Enfermería Florence Nightingale. Florentina de nacimiento,
hija de británicos, es considerada la madre de la enfermería moderna. Un
informe suyo durante la Guerra de Crimea, sobre las condiciones de vida
de los soldados y la higiene, fue recogido por el gobierno británico, aplicando
medidas sanitarias que salvaron miles de vidas. La Guerra de Crimea,
primera gran guerra moderna, comenzó con la invasión rusa de Turquía.
Inglaterra y Francia se aliaron con los turcos. También fue la primera guerra con cobertura periodística, artículos y fotos. En Escutari, en la parte
asiática de Estambul, la muy profesional y mucho racista Nightingale
fundó su hospital, hoy escuela universitaria.
De vuelta a tierra, Bazar de
las Especias, pequeño, luminoso, sin mucho turco dando el follón, repleto
de puestos de olorosas especias. En uno de los puestos, “aceptamos la
tarjeta de su marido”. A su espalda, Sphendone, los últimos restos
de las paredes del hipódromo, invadidas de hierbas y acosado por casas feas.
Bajamos camino de la Pequeña Santa Sofía, en la orilla, que no pudimos
visitar por estar en hora de oración. Su claustro y su jardincillo con bareto
incluido, prueba de su origen cristiano. Fue construida por orden de Justiniano
I en 530 bajo la advocación de San Sergio y San Baco. Una restauración
reciente la ha dejado lista para los turistas.
Mezquita de Sokullu Mehmet Pasha, Gran
Visir del sultán Mehmet II, el conquistador en 1.453. Las mezquitas
suelen tener adosadas una madrasah, escuela coránica, aulas para estudio de su
religión. Entrada con dos alturas, no me di cuenta y pisé con el zapato la zona
que no debía. El vigilante me taladró con la mirada. Un gran telar de cuero
protegía la puerta, pesaba mucho, me costó moverlo. El interior, muy oscuro. Me
acerqué a los aseos, una auténtica pocilga. Mezquita de Atik Alí Pasha,
construida poco después de la toma de Estambul, llamaba la atención por sus
colores grises y azules. Nos acercamos al cementerio. Los musulmanes entierra a
sus muertos directamente en el suelo, de lado y orientados hacia La Meca. Encima
ponen columnas. Muchas mezquitas estambuliotas tienen cementerios centenarios,
con las inscripciones de los fallecidos en alfabeto árabe, que se dejó de usar
hace algo más de cien años. Ya tarde, pasamos cerca de la Cisterna de
Teodosio. Lo apuntamos para volver pero tras ver la Basílica Cisterna, lo dejamos olvidado. En la entrada, varias
figuras de siregatas, o como se
quisieran llamar.
Viernes, 28 Marzo 2025/ 28 Ramadán 1446
Tras el desayuno, rápidos a la Cisterna
Basílica, para no encontrar cola. Tuvimos suerte, fuimos de los primeros en
entrar. Los primeros minutos estuvimos casi solos. Es un lugar muy
cinematográfico. Bond, James Bond, persiguió por allí al malvado de Electra o
al Dr No, no lo recuerdo. El profesor Langdon, de Inferno, tras recorrer media
Europa tras el Código Da Vinci y de luchar contra Ángeles y Demonios, acabó
aquí buscando un virus letal.
Los romanos, siempre tan
prácticos, construyeron grandes cisternas por todo su mundo para acumular agua
para cuando hiciera falta. La Cisterna Basílica es la más grande de Estambul,
aunque no la única. También fue el hiperactivo Justiniano I quien
mandó construirla, en el 532, para traer el agua desde los acueductos. Es un
espacio enorme, con 336 columnas de 9 metros de alto cada una, con capiteles
esculpidos, dos de ellas tienen la basa con la de Medusa, gorgona con
serpientes en la cabeza, que convertía en piedra a quien la miraba a los ojos.
En la antigüedad, muchos soldados dibujaban una medusa en su escudo para
infundir terror en sus enemigos. De aquel mito, el nombre de ese bichito
marino, con largas cintas, que pica si lo tocas. Durante siglos estuvo perdida, hasta que en 1545,
un francés que vivía en la corte otomana, se sorprendió de ver casas privadas
que extraían agua del subsuelo con cubos. Así volvió a la luz siglos después.
A la salida, con mi habitual
libreta en las manos, donde voy apuntando todo lo que vemos y nos pasa, para después daros el
tostón, un francés, que vendía alfombras (le dije que no quería) me
preguntó: “Are you writter?”. “Mis ganas”, pensé. Como me gustaría ser escritor
de libros de viajes o solo de agendas, que te paguen por viajar y contar lo que
ves, vaya chollo. Aunque nunca llegaré a acercarme a mi apreciado Javier
Reverte, el Reverte bueno, cuantos viajes me he pegado a través de
sus libros.
Era viernes por la mañana, día
sagrado de la semana para los musulmanes. Las mezquitas cerradas hasta
mediodía. Bajamos camino del Bósforo. Pasamos por delante de la embajada
de Irán. Rodeada por bloques de cemento altos más de dos metros y con sendos
coches de la policía turca, atrincherados. Turquía e Irán son enemigos
acérrimos. Los turcos han hecho todo lo posible por pasarle el problema kurdo y
conseguir la caída del gobierno sirio. Turquía está ganando mucha
preponderancia en su área geográfica de influencia. Hace más de 20 años solicitó
su adhesión a la UE. Los europeos, ñoños
como siempre, los rechazaron varias veces por carencias democráticas cuando
tienen a Hungría con una deriva autoritaria clara y a varios estados virando a
la extrema derecha, cuya aceptación de la democracia es cuestionable. Tras la
llegada de Erdogan, los turcos han pasado de querer a ser deseados. La
UE sabe que no le queda más remedio, que sin Turquía, el flujo de inmigrantes
del cercano oriente será continuo. Su peso económico y su potencial mercado
animan a dejarlas entrar en la UE. Ahora es Turquía quien no quiere o si lo
quiere, con sus condiciones.
Mezquita Nueva, cerrada
a esa hora. Bazar Egipcio. El más agradable de la ciudad. Dos pasillos
cubiertos, en forma de cruz, camino
ancho, puestos de lo de siempre,
especias, dulces, lámparas y demás objetos de deseo para los turistas. En los
exteriores se han arracimado varias calles con más puestos. Es una pena ver a niños,
obligados a trabajar, intentando venderte lo que sea.
Plaza Eminonu, se
agolpan los atraques de barcos y ferris hacia todos los destinos. La estación
central del tranvía y la estación del Orient Express. Dicen que en su
cafetería escribió Agatha Christie su libro Asesinato en el Oriente
Express. Será. No nos acercamos, no creo que sea algo para recordar. Ya nos
colocaron una parada en Egipto donde dicen que escribió Muerte en el Nilo.
Uniendo el Cuerno de Oro
con el barrio de Gálata, el puente del mismo nombre, el más famoso de la
ciudad, construido en 1845, también el más antiguo de la ciudad. Hasta entonces
solo se podía cruzar en barco. En la parte superior, carretera y tranvía, miles
de personas lo cruzan a diario. Unos cuantos se dedican a la pesca, que en agua
tan contaminada por el carburante de tanto barco y ferry, debe tener una cierto
sabor a petra óleum. En su parte
inferior, han construido restaurantes donde seguro que clavan por comer.
Al otro lado del puente, barrio
de Karaköy, con sus múltiples puestos de bocata de caballa, centro del ambiente
nocturno. Puedes ver cómo te lo hacen en directo, mejor no pensar en las
planchas renegridas, los ingredientes al aire y las manos sucias del cocinero.
Comer y callar.
Por una cuesta muy pindia, donde
hicimos parada para comprar las primeras
pulseras, Torre de Gálata. Cilíndrica.
63 metros de altura. Los bizantinos construyeron una torre para vigilar la
ciudad. Quien? Pues sí, Justiniano I, en 507. En 1204 fue destruida por
los cruzados. En 1348 los genoveses construyeron la actual. Compramos las
entradas y subimos los seis pisos en ascensor. Puedes acceder por una escalera
al punto más alto, con vista 360 grados. Estando allí me dio un bajón de
tensión, me tuve que sentar y beber agua. Me hago mayor. Ni sé las fotos que
hicimos. La bajada, por escaleras, con parada en cada planta con pequeñas
exposiciones. La bajada que une la Torre Gálata con el comienzo de Istiklal,
es la foto tan famosa, con las casas de colores a los lados. Subiendo por las
cuestas, no vimos indicaciones. La ciudad tiene pocos carteles, pocas
papeleras, pocas zonas de descanso, pocas plazas, realmente, no les queda
espacio entre tantas casas y comercio abigarrados.
Istiklal es la
calle comercial por excelencia. Va subiendo poco a poco, jalonada a ambos lados
por tiendas de las principales marcas propias y extranjeras, Zara incluida. Por
el centro de la calle sube y baja el tranvía rojo tan fotografiado. Nos paramos
en sendas iglesias cristianas, que al igual que las embajadas iraní, y la rusa
que estaba por allí, tienen vigilancia policial. La Iglesia de Santa María, había que
bajar unas escaleras, arrinconada, gris, oscura, una iglesia más. La Basílica
de San Antonio de Padua, en cambio, si tenía mejor planta. De ladrillo
rojo, de 1912, mezcla el estilo bizantino con el veneciano.
En la parte final de Istiklal,
Plaza Taksim, una plaza más, con el enésimo monumento a Atatürk,
presente en banderas, carteles, murales, fotos, por toda la ciudad. Erdogan
reniega de él en privado, pero tiene que hacerle la pelota en público. En la Plaza
Taksim se hacen las celebraciones deportivas y manifestaciones. Desde hace
ya más de 10 días, cada anochecer, Plaza Taksim se llena de
manifestantes que piden la liberación de Imamoglu, el alcalde de la ciudad,
detenido por orden de Erdogan, su rival político, acusándole de
corrupción política. Viniendo de Erdogan,
un dechado de virtudes democráticas,
pues lo mismo es una forma de quitarse de enmedio a un rival político. Cada
noche las manifestaciones acaban en disturbios aunque a nosotros no nos
afectó, está a cuatro kms de nuestro hotel. La seguridad de la ciudad es total.
Policías y militares custodian las calles. Pese a que algunas caras dan que
pensar, nunca tuvimos sensación de inseguridad. Lo principal es el sentido común,
evitar barrios periféricos, zonas poco iluminadas, calles estrechas o zonas
donde te avisan del peligro.
Allí mismo nos sentamos a comer, kebab.
De paseo tras comer, Iglesia Ortodoxa de Hagia Triada. Muy pulcra,
bonita, con llamativos iconos y un jardín florido. También un coche de la
policía custodiaba su entrada. Los católicos y los ortodoxos adoran al mismo
dios (como los musulmanes), lo único que les diferencia es la forma de organizarse y algunas partes
del rito. Los ortodoxos no tienen una figura como el Papa (pobre Francisco,
muriéndose en directo, porque no le dejaran descansar lo que le quede?),
sus obispos son todos iguales, creen que Jesús es el único jefe de la iglesia.
Cada iglesia ortodoxa se organiza por sí misma, los católicos dependen directamente
del papado. Los curas ortodoxos se pueden casar.
Amaneciendo el 29 mayo
1453, a los pies de las murallas de
Constantinopla, desayunando cruasanes.
Rülf, mercenario
varego, descendiente de una larga estirpe de vikingos a sueldo del sultán
Mehmet II, cuya tienda estaba bien lejos de las murallas para que el señorito
ni se manchara, recibe órdenes de dirigir su turma para encabezar un nuevo
asalto a las murallas. Porque hace mucho frío y las casas no tienen comodidades que si no, de buena gana, se iría a la corte de los reyes suecos, sean quienes
sean: “Mamma mía”.
Se da la vuelta y habla
con su lugarteniente, su cuñado Sihtric, hermano de su esposa Gründe, que no
sabe cuál de los dos le da más miedo. “Sihtric, prepáralo todo, avisa a los
hombres, nos toca otra vez dar la cara. Estos turcos, mucha delicia, mucho baklava,
pero el trabajo sucio siempre nos toca a nosotros”.
Sihtric, dos metros de
vikingo, tremendo, pero con una risible voz aflautada, era la coña de la tropa,
eso sí, a sus espaldas, porque si se enterara, les partía por la mitad con su
espadón, le responde: “Cuñauuu, lo que haga falta, yo solo quiero matar y
matar”. “Que simple es mi cuñado Vozdepito, pero que miedo da” piensa. “Ahí
viene Morham, putillo del sultán, a ver qué tontería nos suelta”.
Morham, pequeño,
renegrido, bigotín ridículo pero acompañado de ocho jenízaros que no dudarían en
sacarle la tripas en directo a quien hiciera falta, ni saluda “Ya estáis
tardando, antes de mediodía quiere entrar el sultán Mehmet II, Alá lo proteja, en
Estambul”. “Estambul?” responde extrañado Rülf. “Va a ser el nuevo nombre para la nueva ciudad del sultán,
Alá lo proteja”, corta Morham.
Rülf, harto de todo y
de todos se anima “hoy caerá Bizancio, Constantinopla, Estambul o Galatasaray,
como quieran llamarla, me tienen harto, hoy lo dejo, como no me pagan por lo
que trabajo, voy a trabajar por lo que me pagan”. Y cayeron las murallas y Rülf
lo abandonó todo, pero no se fue a Suecia, era vikingo, no tonto, se fue a
vivir a una isla en el Mar Egeo, sin Sihtric ni Gründe, rodeado de valkirias.
Fue feliz?
Bajando de nuevo por Istiklal
nos entraron ganas de dulce. Nos sentamos en Mado, pastelería de nivel. Sendas tartas y bebimos café y té. Y nos lo cobraron a buen
precio pero valió la pena. Antes de volver a cruzar el Puente de Gálata, dos nuevas mezquitas, Kilic Ali Pasha y Nusretiye.
Ponte y quítate los zapatos. IQ, tápate el pelo. Desde allí, puertas de acceso
vigiladas para entrar en Galataport, zona de atraque de cruceros, con más
tiendas de marcas conocidas y paseo al borde del Bósforo. Primer asomo
de modernización y nueva urbanización de la ciudad. Pese a que llovía, echamos
fotos y paseamos un rato. Volvimos por Karaköy, a través de los puestos
de caballa, por una calle colorida, cubierta de paraguas y luces de colores.
Cruzamos el Puente de Gálata.
Al final, ardía un fuego que debía desprenderse de algún mecanismo. A lo lejos
escuchamos las sirenas de los bomberos. En Plaza Eminonu, a reventar del
ir y venir de turistas y personas que subían y bajaban de barcos, preside la Mezquita
de Rüstem Pasha o Mezquita Nueva. Aunque la llamen así, tiene más de 400
años. Fue mandada construir por las madres de los sultanes Mehmet III y Mehmet
IV entre 1597 y 1663. IQ se puso unas calzas azules para proteger sus pies
descalzos. Una vez dentro, mientras estábamos de videoconferencia con nuestras
hijas, un vigilante se nos acercó berreando algo en turco, señalando sus pies.
Le dije que iba descalza. No debió de creerme y le cogí la mano para que tocara
el pie. Comprobando que efectivamente iba descalza y que había tocado el pie de
una infiel, se marchó avergonzado. Nos lo volvimos a cruzar a la salida, no
sabía dónde mirar. La mezquita, de las más bonitas que vimos.
En todas las grandes mezquitas
ofrecen gratis información sobre el Islam
y versiones del Corán en muchos
idiomas. Cargué unos cuantos, no es que me vaya a convertir en Ibrahim bin Youssef Al-Nachid pero el saber no ocupa lugar.
Desde la Mezquita Nueva
arranca una calle comercial, cara para los estándares estambuliotas, que
desemboca en el Parque Gülhane, 1912, a los pies del Palacio Topkapi.
Fue el único parque urbano que vimos. Plagado de tulipanes. Los turcos dicen
que el origen de estas flores está en su país, no en los Países Bajos. La
palabra tulipán deriva del turco tullband, turbante. En medio del
parque, la enésima estatua de Atatürk y muchas fuentes.
Desde Parque Gülhame, subimos
por Sogukcesme, calle con origen del siglo VIII, lugar elegido para que
vivieran los funcionarios de alto rango que trabajaban en el cercano Palacio
de Topkapi. En los
años ochenta las casas fueron reconvertidas en albergues de lujo. Rodeando Santa
Sofía y la Mezquita Azul vimos una nueva tarde a la población
copando los jardines para comer tras el ayuno diario. Y como teníamos hambre,
nos metimos en Adonin, del cuñado de Lourdes, de Benytours.
Yo cené bien, algo así como albóndigas aplastadas. IQ un pescado reseco. Otro
gato le dio la noche. El camarero, kurdo nos dijo, hizo una demostración de cómo
preparan arroz en pequeñas vasijas de barro. Los kms amontonándose en las
piernas. 95 al final del viaje.
Tumbados en la cama vimos videos
de influencers o de Callejeros Viajeros, como visitan todo Estambul,
parte de Turquía y casi China, en poco más de dos días. O no viajan o los
llevan en brazos, es del todo imposible e irreal ver esta ciudad al ritmo que
ellos dicen.
Sábado, 29 Marzo 2025/ 29 Ramadán 1446
Tras el desayuno, esperé a IQ en
la puerta del hotel mientras ella recogía su cazadora. Y pienso en ese Síndrome
de Estocolmo que me da en todas las ciudades que visitamos incluso cuando fuimos al propio Estocolmo. Me enamoro rápidamente, quiero volver pronto, conocerla a fondo, seguir
recorriéndola. El flechazo se enfría rápidamente, se va a medida que escribo
estas letras y casi desaparece cuando acabo la crónica. Queda el recuerdo, la
posibilidad de volver (o no), en el futuro. Siempre quedará Roma
y la cuarta visita que ya tocará, espero más antes que después.
Palacio Topkapi.
Compramos las entradas por Civitatis,
caro y pésimo servicio. Topkapi fue la sede del imperio otomano entre
los siglos XV y XIX, donde vivían los sultanes, sus esposas y concubinas, su
harem, donde se reunía el Gran Visir con sus funcionarios. El primer patio es
gratuito, con la Iglesia de Santa Irene, no entramos.
Es el templo cristiano bizantino más antiguo y mejor conservado de la ciudad,
mandado construir por Constantino el Grande en el siglo IV.
Atravesamos la Puerta del
Medio, acceso al segundo patio. A la izquierda, el Harem. Paseamos
por las salas, las habitaciones repletas de baños. También las habitaciones de los
eunucos, que vale, que no pueden usar eso, pero hay otras maneras. Las
habitaciones del sultán y la sala de recepción, accedimos al cuarto patio, con
pequeños pabellones independientes para lectura, Pabellón de Ereván (conmemorativo
de la victoria en Armenia), Pabellón del Iftar (donde los
sultanes rompían el ayuno), sala de las reliquias (pelos y libros de
Mahoma). En la esquina derecha, un balcón con vistas panorámicas al Bósforo, con una Barbie reciclada, culocarpeta, que montó cola mientras le
hacían cientos de fotos. De vuelta al tercer patio, a un lado el tesoro
imperial. Al otro, las dependencias del sultán. Atravesamos la Puerta de la
Felicidad, custodiado por dos turcos vestidos de soldados de época. Otra
vez a un lado, salas y salas para las cocinas y ropajes. Al otro, la Cámara del Consejo Imperial.
Agotados, cuatro horas a ritmo de
procesión de semana santa, entre una muchedumbre. Los españoles e italianos
seremos chillones, pero los sudamericanos también son escandalosos. Los chinos
y japoneses, ni te miran a la cara, son soberbios en grado sumo. Germanos y
escandinavos pasean como si no hubiera nadie más. Los turcos y árabes, todos en
grupo, con toda la familia. Los rusos, que te invado. Comimos kebab, como no, y de
vuelta al hotel para descansar un rato. Descansar? Eso no va en mi ADN. IQ se
quedó, yo me puse los bambos y salí a correr por los alrededores del Bósforo
hasta la Mezquita de Solimán. No es una ciudad para correr. Hay pocas
zonas de paseo, tuve que correr por la carretera, las cuestas y el tráfico,
zigzagueando personas. No volví a salir a correr.
Gran Bazar, que
lleva allí más de quinientos años. Calles y calles perpendiculares, 80 dicen, cubiertas, con cientos de puestos, cientos de
turcos regateando. Había que ir pero felizmente el día siguiente lo encontramos
cerrado. Me recuerdan aquella escena del regateo de La Vida de Brian. Paseamos
por las calles de alrededor, de todos los locales escapa música turca, toda
suena a culebrón. O música en español, de hace lustros o la horribles versiones
chilau.
Sábado noche, último día del Ramadán,
el Iftar. En los jardines frente a Sultanahmet nos sentamos.
Miles de personas, como si fuera el Bando de la Huerta, disfrazados también, comían
celebrando el final del ayuno.
Domingo, 30 Marzo 2025/ 30 Ramadán 1446
Domingo, muchos comercios
cerrados. Mejor, menos compras. Y no es por el dinero, sino por la pérdida de
tiempo de esto sí, esto no, y por el agotamiento de entra, sal, mira, vuelve a
entrar.
En el desayuno me fijo en la
gente, en el microcosmos que se forma en los salones de un hotel, al coincidir
gente de diferentes países y culturas. Las chicas de oro, dos italianas
maduras, criticando a una tal María que “mi fa schifo”. Cuatro rusas, con cara
de tártaras, pegadas a sus móviles. Seis portugueses que cada vez que llegaban
a sus habitaciones les oía todo el hotel. El camarero pelirrojo, bueno, ese
color tenía el pelo que le han replantado, que todas las veces nos saludaba con
un “hola amigo”.
Mezquita de Ahmet Tevfik Pasha y su
cementerio árabe. La Columna de Constantino, erigida por éste en
conmemoración de la victoria sobre su rival imperial, Licinio. Mezquita
de Nuruosmaniye construida entre 1748-55, barroco otomano. Otra de las
bonitas. A la salida, sobre la escalinata, vimos un cable de un aifon.
Sin padre conocido, lo cogí, para tener
dos. Doce horas después, cuando fui a conectar mi móvil a cargar, fui a sacar
los dos cables. Solo llevaba uno. Aquel que pensaba encontrado realmente era el
mío perdido. Congraciado con la gente, sigue habiendo gente buena, yo menos.
Felizmente el Gran Bazar
cerrado. Lo rodeamos para llegar a la Plaza del Bayezid II, a un lado la
mezquita del mismo nombre, al frente la Universidad. La mezquita data de
1500-1505. Azulada. Limpia, con unos aseos demenciales. El caravanserai es utilizado como biblioteca pública. Los caravanserai eran posadas que se
construían en los caminos, normalmente cerca de los cruces y las mezquitas,
para que los viajeros descansaran. La Universidad estaba cerrada, pero su
entrada era majestuosa con sus dos ondeantes banderas turcas. Ni sé las decenas
de banderas que ondean en toda la ciudad, grandes y pequeñas en sus mástiles.
Desde el Bósforo si vislumbran innumerables en las alturas.
Mezquita de Sehzade,
resultona. Dos italianas de edad se miraban a un espejo. Una le dijo a la otra:
“que fea me veo”. La otra respondió: “no eres fea, eres vieja”. Todas las
mujeres no son iguales, son la mismaaaaa.
Acueducto de Valente es una
de la obras arquitectónica romanas mejora conservadas. Construido por orden del
emperador Valente, finalizado el 368. Actualmente queda un tramo de 600
metros, atravesado por la carretera. Valente fue emperador entre
364-378, de origen panonio, la actual Hungría, se pasó todo su mandato
guerreando contra los godos, muriendo en la batalla de Adriánopolis.
Por una pequeña cuesta se llega a
la Mezquita Suleymaniye o de Solimán el Magnífico, que se ve desde
cualquier punto de la ciudad. Fue construida entre 1550-57, maravillosa tanto
por fuera como por dentro, con sus decenas de miles de azulejos. A la derecha
de la entrada principal está su tumba y la de su mujer. Las vistas desde su
patio alcanzan todo el Cuerno de Oro, Gálata y la zona asiática. Visita
imprescindible. Solimán fue uno de los principales sultanes otomanos. Sultaneó
entre 1520-56, gran militar, tomó
Belgrado, Rodas y venció a Luis II, haciendo colapsar el reino de Hungría.
Intentó tomar Viena, pero fracasó en 1529, deteniendo el avance turco hacia Occidente.
Volvió su mirada a Oriente, tomó Bagdad y grandes extensiones de los reinos
persas.
De bajada, segunda pasada por el Bazar
Egipcio, cerrado en domingo pero con todas las tiendas de alrededor
abiertas, nueva sesión de torturadoras compras. Tomar nota. Para el próximo
viaje, no compramos nada, ni para nosotros. Comimos en el Restaurante
Bitlisi, de nivel. Lahmacun, un remedo de pizza, más fina y ligera. Meze,
aperitivos, verduras asadas, encurtidos y ensaladas diversas. Rematado todo con
el maravilloso té turco.
1.923, casi que ahora pero hace 102 años, sentados en enfrente de la
Mezquita Azul, bebiendo un té sin limón.
Yigit, Recep y Umut,
amigos de la niñez, miembros activos de los Jóvenes Turcos que derrocaron al
último sultán y encabezaron las tropas de gran Mustafá Kemal Atäturk en la
guerra civil que acabó con la proclamación de la República de Turquía, saborean
el té, sin limón, pobres.
Yigit, el más
parlanchín inicia la conversación, “Y ahora qué? ya somos turcos, lo de jóvenes
que se lo digan a mi próstata”, comenta entre risas cómplices, “hemos echado a
todos, ya tenemos la república, ahora que toca?”.
Recep, el islamista del
trio, sentencia “Alá es grande, Alá proveerá”. “Deja ya el narguilé, te está
afectando la cabeza Recep” le interrumpe Yigit, “es cosa nuestra, no de Alá, y
como dejemos que Atäturk lo haga todo, vete tú a saber dónde acabamos”.
Umut, callado, tímido,
intenta entrar en la conversación “Atäturk es el padre de los turcos, el
perfecto, como un padre nos guiará hacia la gran Turquía”.
“Otro que abusa del
narguilé”, apunta socarrón Yigit. “Atäturk tiene mucho peligro, no os fieis, le
das la mano y es capaz de secularizar la sociedad arrinconando la religión en
las mezquitas y las madrazas, de obligarnos a quitarnos el gorrito rojo este,
el fez…”. Recep le corta, “si, eso estaría bien, estoy harto este gorrito ridículo”.
Yigit sigue a lo suyo
“…de cambiar el alfabeto árabe por el latino, crear escuelas, dar igualdad,
quitarle el velo a las mujeres y darles el derecho al voto, convertirse no en
un padre sino en un dictador. Que sería lo siguiente, creernos europeos, un
código civil como el suizo o un código penal como el italiano?”.
“No, no, no”, exclaman
Umut y Recep. Silencio pensativo. Umut, siempre tímido, concluye “lo del velo
de las mujeres estaría bien”. Ah ah ah ah, hombres.
Aprovechando el sol, fuimos de
nuevo a pasear por Galataport, hasta el final y más allá. Salimos a la
carretera para llegar al Palacio de Dolmabahce, que ya habíamos visto
durante el crucero por el Bósforo. Cerrado. Enfrente, el estadio del
Besiktas, el tercer equipo de la ciudad, junto al Galatasaray y el Fenerbahce.
La noche anterior derbi, Besiktas vs Galatasaray, 2-1 para los locales. En los
visitantes juega ahora Morata.
Retrocedimos por el mismo camino,
junto a la orilla, para sentamos un rato a ver el andarivieni de los ferris
y barcos. Cruzamos, Torre Gálata, para bajar a una explanada en la que,
descansando, vimos el atardecer. Enfrente, el nuevo puente sobre el Bósforo,
por donde pasa el tren, añadimos 100 fotos de todos los colores y perfiles
posibles. Al pie, la Mezquita Sokullu Mehmet Pasha, encajonada, la única
que vimos con dos entradas separadas, para hombres y mujeres, de azul turquesa
en su interior. Se nos hizo de noche en el puente hacia el Cuerno de Oro.
Al cruzar, compramos bocadillo de caballa y un panini de esos raros que comen los turcos. Nos dejamos colocar dos
helados caros e insípidos con el juego de manos de un turco listo.
Ya de noche pasamos a despedirnos
de Santa Sofía y de la Mezquita Azul, quien sabe amigas, quizás
volveremos a vernos. Pero la marcha no es total. Algo nuestro se queda en cada
ciudad, dejamos un trozo de nuestro espíritu, quizás dentro de décadas, hijas o
nietos volverán a pasar por allí y podrán saludarlas de nuevo y podrán recordar
a sus padres o abuelos, que al final del Ramadán del 2025, pasaron allí. Esta
historia permanecerá mientras sea leída y recordada. Hasta entonces, esperemos que
la limpien más, la arreglen y esas zonas oscuras las iluminen.
Lunes, 31 Marzo 2025/ 1 Shawwal 1446
A las 10:30 nos recogían para ir
al aeropuerto. Salí corriendo al Bazar Egipcio, a comprar mi taza.
Cerrado. Buscamos y finalmente la encontramos, a dos minutos de nuestro hotel.
El conductor nos llevó flechado al aeropuerto. Hasta tres controles tuvimos que
pasar. A una vuelta, me di cuenta que había perdido mi jersey. Buscando, otra
buena persona lo había dejado apoyado, a la vista, para recogerlo.
Ayer, a la salida de comer kebab en un local sospechosamente limpio.
Hans, corresponsal del
Der Spiegel, paseando por la calle, se cruza con Paola, encargada de negocios
de la embajada italiana. Que desilusión cuando se la presentaron. Italiana,
pensó, morenaza, ojos negros, rotunda por todas partes y se encontró con una
cincuentona larguirucha, gafas de culo de vaso, que silabea las letras al
hablar. Seguramente ella pensará lo mismo de Hans, bajo, gordo, calvo. Esto es lo que hay.
“Hola, como estás, te
has enterado de la última de Erdogan”, le asalta apremiante Paola. “No, que va,
hoy solo he leído de la nueva lesión de Morata, que le van a tener que cambiar
el nombre a Mortaja. Cuéntame”, responde Hans.
Le soltó una retahíla
de hechos, declaraciones y acciones. Tras quince minutos sin parar, Hans
sentenció: “Por sus hechos los conoceréis”.
Mirándolo de hito en
hito Paolo le acusó: “¿Pero qué dices?”. “Erdogan es una pieza más en la gran
revolución ultra orquestada desde arriba, por las clases poderosas, que
vendiendo humo, se están apoderando del mundo de nuevo gracias a un electorado
que compra el ultranacionalismo como nuevo maná, sin querer darse cuenta que
ese mensaje no solo no nos dará de comer si no que en nombre de una falsa libertad nos restringirá derechos, buscando en
el otro, en el diferente, la culpas de nuestras miserias. Nos enfrentarán a
unos contra otros, mientras las élites económicas, las que manejan a
políticos sin escrúpulos ni formación y a electorados ansiosos de grandes
declaraciones. Solo nos dejarán las manidas banderas para quitarnos el frío”, argumentó
la italiana.
“Erdogan”, continuó, “es
un síntoma más de una deriva autoritaria que critica la democracia liberal
tachándola de inmoral o fallida, con el objetivo inicuo de perpetuarse en su
cargo como han hecho Netanyahu, Orban o Putin, que en pocos meses ha pasado de
ser un criminal invasor a ser un socio y colega del otro gran peligro, Trump. No
solo son capaces de pensar barbaridades si no hacerlas pasar como necesarias,
capaces de humillar a Ucrania, la agredida, la destruida, la asesinada, para
alabar a su amigo, el hijo de Putin. O invadir y masacrar a decenas de miles de
palestinos impunemente por su interés económico. O aplicar unos aranceles que
al final, pagamos tú y yo, no ellos, porque, además, nuestros gobiernos
europeos no saben si suben o bajan, colapsados por tacticismos para intentar congeniar
la defensa de la libertad y la democracia con los negocios con EEUU. Penosa
involución pero real.
Es Erdogan, pero
también Milei, Weidel, Salvini, todos
marionetas de los auténticos dueños, de los que manejan los hilos por sus
propios y egoístas intereses, Soros, Musk, Bezos, Zuckenberg…Hitler llegó al
puesto de canciller por unas elecciones apoyado por los grandes empresarios
prusianos”.
Paola, cabreada, me miró a los ojos, lo abrazó, y como colofón le susurró al oído: “No pasarán”. Paola le llegó al corazón, lo demás ya no era importante. Hans quedo prendado por ella para siempre. Su belleza estaba en su interior.
Recuerda, solo se
pierde la batalla que no se lucha.
Que si lo vimos todo? No, claro, el tiempo es el que es. Se nos quedó una visita a la parte asiática, a los barrios de Usküdar y la nueva mezquita de Camlica, la mas grande en espacio. El barrio judío de Balat, con su ambiente bohemio y sus casas de colores. Visitar Capadocia, Esmirna, Pamukkale. Por el momento, esto es todo, lo demás, ya se verá. O no.
Viajamos para vivir otras vidas.
Cada viaje es una puerta de ida vuelta a otros lugares, otras culturas, otras
personas. Viajando se aprende a respetar. El racismo se cura viajando y el
fascismo se cura leyendo.
Estambul es
historia, nuestra historia, seguirá en nuestro recuerdo.
Inmaculada, empieza la cuenta
atrás para…..??