lunes, 13 de junio de 2022

101 Ronda 14 05 2022

 


14 de mayo de 2022, tras más de dos años y medio, volví a ser ultramaratoniano en Ronda, covid mediante.

Lo intenté en 2018, junto a mi primo, el incombustible Pepe Gálvez. Entonces en el km 60 reventé. Vomitando cinco minutos. Los espasmos que me generaron los vómitos, me provocaron calambres. Noqueado. Lo intenté. Seguí junto a Pepe otros 10 kms, pero llegando al cuartel, en el 70, sabía que la única elección era la retirada. Hay que saber cuando es que no.

Ante mi segundo intento en Ronda, me rodeé de la mejor compañía. Inmaculada, mi medio pomelo, no se lo quiso perder. Nuestros amigos, casi hermanos, Irene y Carmelo, tampoco.

Larga distancia en coche desde Murcia. Más de cinco horas. Cuando llegamos a mediodía del viernes 13, Ronda ya empezaba a llenarse.



Alquilamos un apartamento para los cuatro. Tengo claro la oferta-demanda pero menudo abuso de precios en ese fin de semana. Llegamos a ver apartamentos por 20.000. Verídico.

Como llegamos antes, Inmaculada y yo salimos a pasear. Era como ir con una niña pequeña. Yo ya lo había vivido, sé lo impresionante que es ver las calles atestadas. Ya de por sí Ronda es una ciudad para no perdérsela. Pero si a eso sumas miles de personas a la vez, no tiene parangón.

A última hora, nos acercamos a la cena de la pasta. Entregué mi boleto. "Entra", me dijo Inmaculada, "que te espero". "Tira delante de mi", le respondí. Cogí una bandeja, se la puse en la mano. El legionario le echó el pegote de ensalada de patatas, la pasta, la chispa-de-la-vida y el postre. Su cara de niña feliz valió por toda la carrera. Y eso que no fue la mejor cena que hemos disfrutado juntos.



Volvimos paseando poco a poco, al día siguiente, batalla. Irene y Carmelo llegaron al anochecer. Ya estamos todos.



Día D, 6.00, ya en pie. Para hacer los deberes, zumo de pomelos que me llevé de casa. Bollería industrial en grandes cantidades. Luego té, mas bollería. Comí todo lo que encontré por encima de la mesa. Pasé a ver al Sr Baliza.

Empecé el rito. Vestirse. Y la elección de la ropa es fundamental. Nada nuevo, todo usado y reutilizado muchas veces, que no genere sorpresas. Camisa lo mas desgastada posible, imposible rozaduras. Calcetines que no aprieten. Bambos usados, el terreno era pedregoso pero no técnico. Calzoncillos sin costuras, es muy molesto que te vaya rozando un testículo, todavía recuerdo una carrera en Moratalla, que me tuve que apartar de la senda para quitarme los que llevaba que me estaban martirizando.

La mochila. Agua. Pastillas de sales minerales. Algo de comida, chocolate, pasas, masa de higos y frutos secos. El móvil bien cargado. El reloj para saber en que km se va. Visera para el sol. Baterías para recargar el reloj o el móvil. Algo de dinero, por si acaso. Es un follón cargar con la mochila, da mucho calor, pero la alternativa es no poder echar mano de lo que te haga falta.



Cuando todos se despertaron, salimos camino de línea de salida. Las calles a reventar. Miles de personas hacia el campo de fútbol. La carrera tenía como hora de comienzo las 10 de la mañana. Cuando llegamos, a las 9:15, no cabía un alfiler. Me fui a dejar mi bolsa de vida. Me separé de Inmaculada, Irene y Carmelo. Ya no les vi hasta la salida.

Bajé al césped. 


¿Que como estaba la plaza? ¡¡ Abarrotáaaaa¡¡¡ Sólo ante la ultradistancia. Tras la foto, me tumbé y esperé. Me llamó IQ. "¿Como estás?", me dijo. "No hemos conseguido sitio", añadió. "Estamos justo en la curva". "Vale", respondí. "Saldré el último", concluí. "¿El último?", dijo ella. No debió creerme en ese momento.

Oía las conversaciones. Los más, no hablaban. Concentrados. Y no por el tiempo o por el puesto. No. Por acabar. Por no equivocarse en la estrategia. Con el calor que hacía, no cebarse era la única opción de los seres humanos que cerramos el pelotón.

10:00. 4.350 corredores individuales y 1.400 en equipo dispuestos a comenzar nuestra aventura. De los 5.750 que salimos, 1.600 abandonaron, básicamente, por el tremendo calor.




Pistoletazo de salida. Seguí sentado. Uno tras otra fueron saliendo detrás de mi. No había prisa. Seguí sentado. Tras 10' desde la salida, me levanté. Despacio fuí hacia el arco. Y sí, salí el último. Tras jartarse de grabar, Inmaculada apagó el móvil. Al fin llegué. "Lo del último....?". "Ya te lo dije".


Calle principal, amplia, a rebosar de corredores, andarines y gente mirando. Empecé a correr, despacio, pero adelantado. Espectacular el ambiente. Entramos en la plaza de toros, la de los Ordóñez, y dimos media vuelta al coso, a ese lugar donde dicen que se disfruta de una tradición pero que personalmente me parece una barbarie que no deberíamos permitirnos como sociedad. Y no, decir que si no, no habría toros de lidia es otra necedad, disfrutar con el sufrimiento nos rebaja al nivel de alimañas. No es mío el video, pero hace una idea.



Dejamos Ronda. Camino estrecho, sin complicaciones. Mucha cabeza. No quemarse, en todos los sentidos, ni correr mas rápido de lo debo ni hacerlo cuando mas calor hiciera.

Los primeros avituallamientos se sucedieron cada 5/6 kms. Organización perfecta. La Legión lo borda. Bien aprovisionados. Dulce, salado, frutas, líquidos. Aunque es cierto que al final, cuando mas falta hacía, te limitaban a un dulce y un salado. No sé si por falta o por permitir a los primeros coger sin medida.

No llevaba ni 10 kms cuando se me puso a la par Pablo. Me vio mi escudo racinguista y me preguntó: "Eres de Santander?". Casi 60 kms juntos, muy buena compañía. Me vino bien. Ya en los 30 kms finales, el sube-y-baja, el montañero que llevo dentro me hizo tirar. Se quedó a su ritmo.

Arriate, primer gran punto de paso, km 25. Pueblo de cuestas. Todo el pueblo en las calles. Todo. El calor empezaba a castigar. Mucha agua, chispa de la vida, tomatitos cherry (la primera vez que los veía en una carrera) y dulces. Comí y bebí de todo y en todos los avituallamientos. Es obligatorio. Da igual no tener ni sed ni hambre. Si esperas a tenerlos, estás acabado. Al final de la carrera llevaba un buen revoltijo en el estómago.




Como era mi segunda participación, sabía que la subida tras Arriate se hacía muy larga. Llevadera, no muy dura, pero muchos kms. Fijé un ritmo sostenido, pero sin forzar. Ahí se nota quien es montañero y quien llanea. Adelanté a decenas, de hecho saqué de rueda a Pablo.

Coroné, me avituallé y esperé a Pablo. Tener con quién hablar, de lo que sea, evade la mente del dolor. Bajamos al trote y empezó mi tramo peor. 25 kms hasta Setenil de las Bodegas. Totalmente plano. Mucho calor. "Mi consejo", le dije a Pablo, "andar hasta que baje el calor". Me hizo caso. 

Todo lo que adelanté en la subida lo perdí, y mas, en esos 25 kms. Asfixiado. Primeros mensajes a mi pomelo. "Voy bien pero !qué calor!". Cada km se me hizo eterno. Y consciente que no había llegado a la mitad.

Alcalá del Valle, kms 42, maratón. Y me quedaba otra maratón más 19 kms. Esta afición mía va a ser de sicólogo.




Saliendo de Alcalá del Valle, muchísimo calor, una tremenda cuesta, corta pero muy intensa. Al fondo ya se divisaba Setenil. Necesitaba llegar allí. Mitad de carrera, empezar a restar kms. Siguen quedando muchos, pero restar es fundamental para la moral.

!Que bonito Setenil!, con sus bares, bodegas y casas esculpidas en la roca. En la bajada hacia el pueblo, Pablo se quedó atrás, se le cargaban las rodillas. Hizo bien, hay que adaptarse.




Pocos centenares de metros antes del avituallamiento de Setenil empecé a oír sirenas de ambulancias. Pregunté a un legionario. El calor se cobraba su precio. Bastantes participantes no soportaron el calor y acabaron en el hospital. Me conjuré, a mi hoy no me pasa, pensé.

20' sentado. No había prisa. Chocolate. Chispa de la vida. Bocata y un par de pastillas de sales minerales para contener los calambres. En mi anterior participación, fue en este tramo donde reventé. Pero hoy no toca. Hoy volveré a ser ultramartoniano.

No negaré que salí de Setenil con dudas. Pero mantuve la concentración. No cebarse. 




Corrí unos kms junto a un malagueño con tal acentazo que me perdí la mitad de la conversación. Poco después, me alcanzó Pablo. Otros 10 kms juntos. Terreno menos llano. Mejor. Ni una molestia muscular. Pero sin acelerarme. 

Llegué a "aquel" avituallamiento, que con mi primo Pepe de testigo, vomité hasta la primera papilla, lo cual me provocó agujetas, tirones y todo tipo de calambres. Entonces supe que estaba liquidado. Casi no podía andar. En cambio, en esta ocasión, aparte del lógico cansancio y el hartazgo del calor, todo controlado.

7:00 de la tarde, empezaba a caer el sol. Conseguí superar los 45 kms bajo el infierno. A lo lejos, Ronda, pero aún faltaba mucho.




Anochecía cuando llegué al acuartelamiento de la Legión. Bajaban la bandera, toques de corneta, todos quietos como hipnotizados. Respeto pero no comparto el "banderismo". No soy amigo del militarismo. En tiempos de tecnología y botones rojos, los ejércitos son un reducto del pasado. Y la Legión, por añadidura, tiene un sesgo histórico que no olvido. Que su fundador repitiera una y otra vez su frase, "Viva la Muerte", demuestra que no estaba muy en sus cabales. Pero en cuanto organizar carreras, matrícula de honor. Sin duda.




Cena. Con Pablo. Arroz blanco tres delicias. Perrito caliente. No me entraba, pero me obligué. Quedaba lo mas duro. Cuatro subidas y cuatro bajadas.




Recogí mi bolsa de vida. Dejé la sobrecarga y cogí el cortavientos, obligatorio. Sin comentarios, vi a pocos que se lo pusieran.

Media hora. Iba hacia lo desconocido. Pablo se quedó a los primeros metros. Entró en meta una hora después que yo.

Ya de noche. Bajó el calor. Montaña. Esto es lo mío. Y lo fue. Cuando llegué al cuartel iba entorno al 1700, acabé sobre el 1100, adelanté a 600. Que sí, que da igual, que cuando yo salí hacía la montaña el ganador llevaba 1 hora en meta. 9 horas tardó. Superman. Pero como sube la moral verte adelantar corredores. Y como te hunde ver que te adelantan todos.

Algo había oído hablar de la subida a la Ermita, de ser dura e interminable. Es llevadera hasta los 500 metros finales, muy pindios. Dos llamadas. "Como vas, primo?". Era Pepe. "Muy bien, todo controlado". La otra, mi pomelo, "Donde estás?". "Bajando a Montejaque", le respondí. "Aquí estamos".

Mi hija Marta, todo la carrera preocupada. Me escribió varia veces. Dándome ánimos. Incluso hablando del festival de Eurovisión, que como le pronostiqué un mes antes, ganaría Ucrania si o si, aunque mandaran una delegación de mudos.

Mi hija Julia, un clon mío y de mi. Un como vas y poco más. No hizo falta más.

Cuando supe que estaban a 1 km, aprovechando la bajada, aceleré. De noche, todo cambia. Los pueblos blancos, resplandecen. Las montañas negras, asustan.




Allí estaban. Inmaculada, Irene y Carmelo. Mi compañera para todo y los amigos que siempre están. "Como vas?".  Algo exhausto, me salió un bien poco convincente.

Desde Montejaque, un giro en redondo para volver al mismo sitio, dejando el embalse a un lado, oculto por la noche. Físicamente, el peor momento. La subida, dura, la llevé muy bien, pero la bajada asfaltada me abrasó las piernas. Cuando los volví  ver a mi segundo paso por Montejaque, iba muerto, les di mala imagen. "Déjalo ya", me dijo Inmaculada. En mi cabeza pasó la idea un milisegundo. Me quedan 18 a meta. Aunque sea a rastras, acabo.

Seguí. Bajando a Benaoján iba derrotado. Atravesé sus calles medio zombi.




Pero tras el avituallamiento de un minidulce y un bocata, me noté revivir. 15 kms a meta. Esto está hecho. Creo. Corría algo de fresco, lo suficiente para animarme. En la subida al Cortijo de la Manía llevaba un equipo pisándome los pies. No me gusta ir rodeado de gente que grita, parece que para que les oigan. Pero parecían ir mas fuertes. Poco a poco sus voces se perdieron, se fueron quedando atrás, había vencido una pequeña batalla. El terreno algo mas quebrado, los adelantaba a pares. Subidón de moral.

Todavía con fuerzas, bajé corriendo, no muy fuerte para evitar una caída que me dejara tirado a tan poco de la meta.

Km 95, ultima subida, el Puerto de la Muela. Subí pletórico, pero con dolor de estómago.




Coroné. Un trozo de naranja. Me calló como una piedra. Empecé a vomitar. ¡¡Otra vez no¡¡. Cinco minutos con el cuerpo baldado. Tranquilo. Son solo 6 kms más. "Estás bien?", pues no, no lo estaba, pero nadie me lo preguntó. No di tiempo a mi cerebro a ordenar la rendición. Empecé a caminar, lento al principio. Tras unos minutos comprobé los efectos de los vómitos. El estómago mucho mejor, las piernas, mucho peor. Pero da igual, asakoooo, hasta la meta.

Al empezar la ultima bajada, ahí estaba Ronda, con su tajo esperándome. Ya de madrugada, Inmaculada, Irene y Carmelo se habían ido a dormir. Todos? No. Mi medio pomelo seguía velando. Vaya noche le di. 




Según dicen los que saben, la garganta del río Guadalevín que divide en dos Ronda, lleva ahí 5 millones de años. Ahí es nada. Así que cuando en 1751 empezaron a construir el puente, parece que fue ayer. 40 años tardaron en terminarlo. 

Por un lateral hay una cuesta, que como bien dice su nombre, cuesta mucho, la que llaman la cuesta del cachondeo. Y tras 100 kms, mas que del cachondeo, es del cabreo, pero que necesidad había de terminar así.




Pero esto es Ronda. De todo un poco. 

Tras una bajada sin forzar, para evitar tirones o calambres, me fui acercando a la cuesta. Despacio. Sabía que era el final. Y en lugar de tomarlo con calma, decidí apretar, era hora de terminar. Subía francamente bien. Ya en las calles de Ronda. Hola, estoy de vuelta. Tras 18 horas exactas crucé la meta.




Recogí la medalla. La sudadera de regalo (pagada con sudor y dinero de la inscripción). Y como en todas las grandes carreras, mi cerebro al darse cuenta de que se había acabado, empezó a desconectar todo. Si hubiera tenido que hacer 130, 130 habrían sido, pero cuando cruzo la meta, ni 20 metros más.

Ir a por la mochila al otro lado del puente me costó mucho trabajo. Eso a mejorar para la organización. Y la vuelta al apartamento fue muy dura. No podía ni dar un paso.

Ya "en casa", debía tener muy mala pinta porque Inmaculada me miraba como si estuviera al borde del colapso. No había forma de quitarme los bambos. La ducha fue trabajosa. El cansancio calló en cascada. Una vez en la cama, me dolía todo, solo pude dormir 1 hora, y malamente. Mi amor, mi compañera, mi amiga, mi pomelo me trajo de vuelta.

Feliz. Lo conseguí. Otra para la memoria.

Volveré?. Pues quien sabe. Pero no necesariamente. Tendría que ser con los macedonios, en equipo, para hacerla de otra manera, pero en este momento, creo que mi página de los 101 de Ronda se cierra.

Gracias Irene y Carmelo, por siempre estar y ser. Impagable vuestro cariño.

Inmaculada, todo empieza y acaba contigo. Espero que por otros 25 años.


Roma Victrix











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