martes, 4 de abril de 2017

VIII Ruta de las Fortalezas - 2017










Hora de Salida: Sábado, 01 de Abril desde la Plaza Héroes de Cavite tras el tradicional izado de bandera e interpretación del himno español por la banda militar de turno.


Distancia: 53,2 kms., con 2.100 metros de desnivel positivo.


Tiempo máximo: 12 horas.


Número de Dorsal: 339.


Precio Inscripción: 36 €.


Total Inscritos: Había 3.800 inscripciones entre corredores y andarines.


Primer Clasificado: Alberto Plazas en 4:15:59.

                
Mi Clasificación: No buscaré excusas, pudo ser mejor, pero pudo ser peor, 7:45:00, puesto 868 de la general, 452 de mi categoría y 796 por sexo.

  
El Perfil, con algunos cambios, el de siempre.














Pues no sé que tendrá esta carrera que me engancha, heme aquí que por cuarta vez me veo en la línea de salida. Mi tercera RDLF a la que sumar la Ultra de las Fortalezas de 2015. Así que sorpresas, las justas.






El motivo de esta nueva ocasión en tierras cartageneras era reunirnos los seis "macedonios" para correr una carrera juntos dado que no coincidíamos desde la Ultra de los Bosques del Sur también en 2015.





He hicimos bueno el calificativo de macedonios, cada uno a su fruta. Pepe no pude venir, lesionado, aunque al día siguiente hizo podio en una carrera de 10 kms. Fausto, perdido de principio a fin, con una sospechosa camisa morada, "de los tuyos" me dijo. Salva, ¡¡ainsss¡¡, Salva, croata del todo. Además de guindillas, no sé que le han puesto a este crío en la comida que hay que ver lo que corre. Así que en línea de salida, como siempre los últimos, Richy, Fernando y un servidor. Aquí está el testimonio gráfico de que salimos los últimos.





Comenzamos el trote cochinero buscando a Fausto, para, al menos correr los primeros kms juntos. De Salva, pues nada, cuando nosotros salimos ya debía ir por el km 5, tan interesante y apasionante que iría.





En esta edición han realizado cambios que han "endurecido" la prueba, con mas subidas y bajadas. Aún así, para mi gusto, mucho, pero que mucho-mucho asfalto. Es una ultra, dura, larga, hay que hacerla, pero no, no es una carrera de montaña. Las subidas cortas y salvo la subida final a Atalayas, "corribles y llevaderas".





El primer cambio era salir en dirección al Castillo de los Moros, una tachuela en la barriada de Los Mateos. Grupo muy compacto, casi obligados a andar por la cantidad de gente. Oteábamos el personal por intentar ver a Fausto pero no había forma.




Tras un recodo en el que los vecinos de Los Mateos portaban una pancarta de apoyo a los corredores, nos dio alcance un grande del Ultramaratón, Amador, que nos contó parte de  sus proyectos, entre estos, su escalada por libre al Montblanc este verano. Enseguida se quedó con su grupo, nosotros bajamos en dirección a Santa Lucía.




Km 5, Cala Cortina donde antiguamente había un surtido avituallamiento, en este caso, líquidos. Vista de la cala y subida en dirección contraria a lo habitual al Castillo de San Julián. En este punto dimos alcance a Fausto, con cara de cansado antes de empezar. El y Fernando se quedaron cortados atrás. Salvo en puntos esporádicos no coincidimos. Me quedé solo con Richy.




Entre todos nos dedicamos a saludar amigos y compañeros, con los que compartimos minutos de cháchara hasta que "se montó". A media subida, el camino se estrechaba, obligando a los corredores a ir en fila india. Con ese don de la impaciencia de los españoles se abrieron varias líneas de avance que todas confluían en el mismo punto lo que provocó un tapón y un parón de casi 30 minutos, en los cuales, lo peor, era quedarse frío. Los cabreos y malos modos salieron a la palestra. No lo entendí. Si, era un follón, pero ¿íbamos a disfrutar o competir?. Eso sí, nota para la organización, para próximas ediciones, recordad de poner a alguien que controle y dirija el tráfico en ese punto.






Cuando se desenredó la madeja, subimos ligeros para llegar a la segunda cima, demasiado ligero. Bajamos camino del Calvario corriendo rápido. Si, ya sé que parece una redundancia decir "correr rápido", pero es que en estas carreras, lo mejor es correr "lento", para guardar fuerzas. Y en esta ocasión, cuando dijimos de correr, corrimos demasiado rápido para mi gusto, para mis fueras y me pasó factura. En este punto estaba el primer punto de control, para que a nadie se le ocurriera "atajar". Aquí aporto mi carné para demostrar que no me salté ni uno.






Al pié de la subida al Calvario nos cruzamos con Salva, ¡¡que ya bajaba¡¡, en 10 kms nos había metido ya media hora. Avituallamiento de sí pero no. Como casi todos. Tenía un recuerdo mas abundante de los avitullamientos de la RDLF. Agua e isotónicos, cero chispadelavida. Plátano y naranja. En algunos puntos frutos secos y barritas de cereales. Y a mitad de ruta, los clásicos donuts. Quizás me habré vuelto exigente de más, pero, algo pobres me parecieron algunos.




La subida al Calvario, trayecto algo diferente, pero a buen ritmo. Subir no fue el problema en ningún caso. Sin forzar, cumplí con todas a mi nivel. Fue una constante en toda la carrera y de lo que mas satisfecho me sentí al concluir, la fortaleza mental. En ningún momento tuve dudas, ninguna idea de "¿que hago aquí?". Pese a los fallos cometidos, la mente pudo sobre el físico.




Otra vez bajada rápida, "muy ráaaapida, Richy¡¡¡", ahora en dirección a la Batería de Sierra Gorda, innovación de esta edición, que ya conocíamos del Trail del mismo nombre que hicimos en enero, eso sí, con un recorrido mejorado, mas "montañero" que subimos en fila, junto a otro grande de la "zapatilla", Gabi, con el que nos hicimos foto al coronar cima.











De bajada, km 21, media maratón, nos cruzamos con Fernando. Solo nos llevábamos unos 10 minutos de distancia. "Vamos a bajar despacio a ver si nos alcanza", dijo Richy. Pero claro, para Richy ir despacio debe ser ir marcha atrás y a la pata coja.




Camino del avituallamiento de Vista Alegre, en el km 24, me noto vacío, hambriento y mareado. No puedo seguir a Richy. Como y bebo lo que pillo, pero subiendo una pequeña loma me doy cuenta, ... "atención, peligro"... ¡¡¡entro en pájara¡¡¡. Otra vez. No es la primera en las ultimas carreras y eso que intento comer, pero me noto el bajón de azúcar.






Aunque el recorrido por el que íbamos era de fácil carrera, no puedo ni dar una zancada, me limito a andar. Le digo a Richy que se marche, ni caso, me "castiga" con su compañía. Estoy seguro que podrían haber terminado como mínimo media hora antes que yo, pero nada ahí iba cargando con el veterano.




En Santa Lucía, en el primer bar que vemos, Richy me invita a una chispadelavida, que fue el remedio a mis males. Saliendo del bar, a trago rápido, nos colocamos a la par de Juanjo. Enseguida noto los efectos balsámicos del azúcar en vena. Sin correr de forma exagerada, la pájara queda va remitiendo.








Llegamos al avituallamiento intermedio, en la Universidad, km 29. Chute de azúcar adicional con dos donuts, barritas, isotónico, todo lo que pillé. Echamos el rato con Gabi y Juanjo, buena gente, compañeros ya de muchas batallas.






Al trote nos dirigimos al centro urbano. Toca la parte muscularmente mas dura, asfalto por doquier. Molinete, Teatro Romano (no deja de sorprenderme como apareció de la nada tras un derrumbe de viviendas), Calle Mayor, Calle del Carmen hasta la Rambla, pegados a la Muralla del Arsenal. Pedazo ambientazo el de esta carrera, de lo mejorcito que he visto en mi ya centenar casi de carreras. Anima mucho. Parece que no, pero los aplausos y palmadas, los niños que te chocan la mano y los mayores con "ya está hecho", te suben la moral. Y en este tipo de carreras, el físico es mucho, pero la mente es mucho más. ¿Qué será de Salva, Fernando y Fausto?.




Segunda tacada de baterías, Fajardo y Galeras, rodeando el puerto. Alternamos andar y correr, coca, correr y caminar. Me sabe mal ver a Richy esperándome, pero que conste en acta que le dije muchas veces que siguiera pa´lante y no me hizo caso. Aparece nuestro amigo Lorenzo, que en varias zonas, me fríe, de hecho, el lunes todo el mundo me dijo "lo moreno que estás".






Fajardo, corto, tranquilo, admirando las vistas del Faro de Navidad y del Castillo de San Julián al otro lado de la bahía. Día radiante, sin una nube.








Bajando Fajardo me encuentro francamente recuperado, de hecho, la subida de Galeras, la hacemos a pié, a buen ritmo pero pudo ser al trote, menos mal que la cabeza me impidió hacer esa locura que me habría fulminado para la subida final.






En ese camino de ida y vuelta a la Batería saludamos a mucha, mucha gente. A Antonio de los Reyes, un fenómeno, que pese a llevar mala cara, acabó y por delante. Chary, de la que curiosamente hablábamos minutos antes por lo mucho que hacía que no la veíamos, y fuimos a topárnosla. Fernando, nuestro Fernando, buscando el zen perdido. Pero es que eran tanto los participantes que al día siguiente me enteré de muchos nombres que fueron pero a los que no puede ni ver ni saludar.












Buena bajada de Galeras a Navantia. Esa recta no me gusta. Menos mal que este año la han reducido y nos subieron por una zona residencial para el último hito de la carrera, las Atalayas, con nueva subida esta edición.







A lo lejos saludamos al Roldán, que por motivos "ecológicos" ya no se sube. Lo siento, pero no puedo estar de acuerdo. Entiendo que hay que respetar el medio ambiente y lo comparto, pero parece que los seres humanos no tenemos ningún derecho cuando somos nosotros los que debemos mantenerlo y disfrutarlo. Es cierto que son muchas personas, que muchas de ellas no tienen cuidado (o sí), pero, ¿cuántas personas irán cada fin de semana?.






Llegamos al pié de las Atalayas a pocos kms para meta. El domingo anterior habíamos hecho reconocimiento del terreno así que no hubo sorpresas. Tras una corta zona de toboganes, se cogía una senda estrecha, en fila de a uno, en la que cogímos al Maestro Juande. Una vez más, coincidíamos con él a poco de meta. Así que ya nos soltó la cantinela "¿otra vez venís a adelantarme al final?".




La subida era exigente, marcaba mucho las piernas, no tanto por la dureza si no por el km en el que te cogía. Richy se fue por delante. No quise apretar. Cogí un ritmo asequible y coroné sin grandes destrozos, aunque empezaba a notar las tensión muscular.




La bajada de las Atalayas, se ha modificado, cogiendo lo que anteriormente era la subida. Se hacía peligrosa por la degradación física, por el amontonamiento de corredores y por el terreno. En un hueco, se me enganchó el tobillo y me dio un latigazo. Sin ser invalidante si que fue doloroso, así que bajo el ritmo para pillar a Richy al final de la bajada.




Solo quedaba el tramo de Tentegorra, en ligera subida, ¡¡que aburrimiento¡¡, máxime cuando pasas cercano a la meta y te hacen dar una vuelta adicional de 2 kms. Ya no era poder o no poder correr, era no querer.




Entramos en la base, ahí, para no dar mas disgustos a Richy, corremos para llegar a línea de meta. Antes de la meta, Salva, duchado, comido, peinado, hecho un dandy...que máquina. Por mi reloj, 7:42.







Recogida de medalla...de latón. Pero lo importante no era ganar, era terminar disfrutando. Con posterioridad llegaron Fernando y Fausto (aunque no lo vimos), póker macedonio.





Para la saca. En el haber, la perfecta gestión de mente. En el debe, una vez más, los problemas alimentarios y musculares.


Ahora sí que sí, camino del gran objetivo del año, Los 10.000 del Soplao, en mi tierra cántabra, 19 de mayo.




Ahora y siempre....



¡¡¡ ROMA VICTRIX ¡¡¡





1 comentario:

  1. Y repetiras otra vez seguro, ahora lo del soplao...tiene tela la broma. Un saludico.

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